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CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 20 DE MAYO DE 1915

Presidencia del ciudadano José Quevedo

(Crónica publicada por el periódico La Convención, en su edición del 21 de mayo de 1915)


Con motivo de que no podrá unificarse el criterio de la Asamblea, en lo relativo a que si había habido o no quórum en la sesión del miércoles, para declarar válidos los acuerdos que se tomaron desde el momento que la multitud invadió los escaños, hubo largo debate en la sesión de ayer. Varios delegados del Norte no admitieron legales los acuerdos tomados por la Asamblea, desde el momento de la irrupción, y dirigieron palabras de reproche a los ciudadanos Tulio Espinosa, Castro y Zamora, por haber llevado la manifestación hasta las curules. Espinosa aceptó de buen grado la inculpación, manifestando que consideraba honroso ese acto.

Cervantes y otros delegados del Norte propusieron que se hiciese constar la falta de quórum, desde el momento de la irrupción; Díaz Soto y Gama y otros delegados del Sur propusieron otras modificaciones que debido a los rumores y constantes interrupciones, no pudimos comprender. Finalmente, se aprobó el acta, contra el parecer de la mayoría suriana, que votó en contra.

Como desde antes de comenzar la sesión, una gran cantidad de mujeres se habían estacionado en las puertas de la Cámara para penetrar, las puertas permanecieron cerradas y la sesión comenzó sin público en las galerías.

Se preguntó a la Asamblea si se abrían las puertas, y habiendo sido afirmativa la respuesta, se dio acceso al público, llenándose inmediatamente después las galerías, las cuales fueron ocupadas por las mujeres a que antes hacemos referencia.

El delegado Marines Valero exhortó a sus compañeros que abandonaran pasioncillas para dedícarse exclusivamente a buscar resolución al grave problema del hambre del pueblo.

El delegado Nieto se dirigió a las galerías manifestándoles que la Asamblea no es extraña a sus dolores, pero que la ayuda que muchas manos les tendieron en la sesión anterior, no fueron sinceras, sino guiadas por espíritu de ostentación.

El delegado Quevedo pidió suspensión, para tratar cualquiera otro asunto, hasta resolver el problema económico. Fundó su proposición y produjo un amplio y detallado informe acerca de las circunstancias que motivan la escasez y carestía de artículos de primera necesidad. Cree que el problema no es tan difícil de resolver, como se ha creído, y que sólo se necesita garantizar el comercio y la libre introducción de las mercancías. Informa que se le han acercado muchos comerciantes a ofrecerle grandes cantidades de cereales, que pondrán a la venta a precios equitativos, o los entregarán al Gobierno; pero necesitan garantías y facilidades.

Las cantídades ofrecidas son considerables, y se calcula que bastarán para abastecer a la región del Distrito Federal, durante cuatro meses. Hace notar también, los inconvenientes que traería el plan propuesto por varios delegados del Sur, y que se refiere a decomisación de mercancías, agregando que no es justiciera esta medida, porque no son los comerciantes los que se niegan a vender, sino que tropiezan con dificultades para traer sus mercancías. El alza de precios tampoco depende de ellos, sino de los jefes militares, que ponen altas contribuciones a esas mercancías, hasta encarecerlas al grado en que se hallan.

Luego que Quevedo termina de hablar, Casta pregunta qué se hizo con el dinero colectado el día anterior. Se le informa que se entregó a la OficialÍa Mayor, y ésta lo entregó al delegado Aceves.

La proposición de Quevedo resultó aprobada, por aclamación.

Se discutía el asunto que apuntamos, cuando llegó a la Cámara el Encargado del Ejecutivo, de cuyo informe damos cuenta en otro lugar.

Luego que el general González Garza abandonó el salón, la Secretaría dio cuenta con una proposición de los ciudadanos delegados Lauro M. Guerra y Dionisio Marines Valero, que contiene los siguientes incisos:

Primero, aceptar las ofertas de los comerciantes que proponen en venta mercancías a precios razonables; segundo, nombrar Comisiones de delegados que presencien el reparto de mercancías, y tercero, tomar otros acuerdos para proveer de semillas a esta ciudad.

El delegado Samper pidió la palabra, para una moción de orden, y propuso que todas las proposiciones que había en cartera, sobre el mismo asunto, pasaran a una Comisión, para que dictaminara y aprovechara de cada una de ellas lo que mejor tuviera.

El ciudadano Marines Valero funda su proposición, y durante su corta peroración, demuestra que hay bastante maíz en pueblos cercanos a la capital, que fácilmente se puede traer, que también hay mucha plata y mucho oro en la República, y que echando a andar la Casa de Moneda, se podría remediar en mucho los males Que nos afligen, y termina diciendo que se nombren Comisiones de delegados que se dediquen a conseguir maíz, con toda actividad, y que, en último caso, todos ellos vayan a medir cuartillos de maíz.

El delegado Quevedo habla en contra del trámite de considerar la proposición de pronta y obvia resolución, y apoya la proposición del delegado Samper, de que pase a una Comisión para su estudio. El delegado Díaz Soto y Gama es de igual opinión, y la Asamblea pide que se dé lectura a todas las proposiciones que sobre el mismo asunto hay en cartera. Así se hace, y se da lectura a la proposición suscrita por los delegados Aceves, Chargoy y Soto y Gama, que se refiere a las grandes existencias de mercancías acaparadas en las bodegas de los comercíantes, y a los procedimientos que se pueden seguir para evitar que esas mercancías sigan ocultas, y desde luego sean puestas a la venta.

El delegado Encinas hace notar a la Mesa que no hay quórum; la Secretaría informa que sí lo hay, y continúa dando lectura al proyecto del delegado Quevedo; después se da cuenta con una proposición en que se píde se imponga una contribución a los boletos de tranvías, a fin de que con lo que produzca, se pueda comprar maíz.

La contribución será únicamente para los boletos de primera clase, en la siguiente proporción: cuatro centavos para los boletos que cuestan seis; tres centavos para los que cuestan doce, y cinco centavos para los que valen diez, quince y veinte centavos.

Después se da cuenta con un telegrama de Toluca, en el que el señor M. Sosa informa de que hay cuarenta carros con artículos de primera necesidad, listos para salir a México; pero que no hay locomotoras que los conduzcan.

El delegado Nieto pide que pasen a Comisión todos los proyectos presentados y que se consideren de urgente, pero no de obvia resolución; manifiesta que en vista de lo que ha informado el Ejecutivo, que desde hoy se venderán cereales a precios razonables cree que ya no existe la urgente necesidad de resolver tan de prisa el asunto, y concluye diciendo que habiendo el suficiente material rodante para traer mercancías, con una buena influencia del Sur, en uno o dos días, se puede surtir a la capital de los artículos que necesita.

La Secretaría da cuenta con una proposición en que se pide que se declare permanente la sesión, hasta que se resuelva lo del aprovisionamiento de víveres. La Asamblea no aprueba la proposición.

El ciudadano Pasuengo, Matías, hace uso de la palabra, para manifestar a la Asamblea que en una corta entrevista que tuvo con el Encargado de la Secretaria de Comunicaciones, supo que sólo hay en la estación de Toluca dos máquinas para el servicio, y con eSe motivo interpela al delegado Orozco, quien contesta que, efectivamente, todas las máquinas están en servicios militares, pero que ya procede a ordenar que se faciliten locomotoras para transportar las mercancías a la capital, sin perjuicio de las operaciones militares.

El delegado Méndez pide a la Asamblea que con una hora o dos más, de estudio, se resolvería cuestión tan interesante, como es la de proporcionar artículos de primera necesidad al pueblo. Ayer -continúa el orador- hicimos el ofrecimiento de que hoy resolveríamos este asunto, y si no lo hacemos, se va a creer que somos unos charlatanes.

El delegado Quevedo manifiesta que desde hace varios días, el problema del hambre está preocupando a la Asamblea, pero que en vista de las declaraciones del Ejecutivo, bien se puede esperar que un estudio meditado resuelva tan interesante cuestión. Prolongar la sesión cuatro o cinco horas más, después de lo fatigada que está la Asamblea, sería tanto como resolver en globo y sin pesar tan trascendental problema.

Después de una moción de orden de los delegados López y Nieto, la Mesa da el trámite de que todas las proposiciones pasen a las Comisiones de Hacienda y Gobernación unidas, quienes deben presentar en la sesión de hoy, el dictamen respectivo.

El delegado Díaz Soto y Gama dice que es inexplicable que no se presentara en esa sesión el delegado Aceves, y pide que se le exhorte a que concurra a la sesión de hoy, a dar cuenta de su comisión.

A las ocho y cuarenta y cinco minutos de la noche, se levantó la sesión.

Durante la sesión de ayer, en la Soberana Convención Revolucionaria se presentó a informar sobre varios puntos relacionados con las actuales circunstancias, el general Roque González Garza, Encargado del Poder Ejecutivo.

Su presencia en el salón de sesiones, fue recibida con aplauso, especialmente por las galerías, que, en esta ocasión, estaban formadas por personas de la clase media y gran cantidad de mujeres de la clase menesterosa, que una hora antes habían penetrado, llevando, como el día anterior, su petición angustiosa, de que no tienen maíz para comer.

Los ciudadanos Casta, Cervantes y Castellanos, nombrados en comisión, acompañaron al general González Garza hasta el estrado de la Presidencia, y una vez que la Asamblea concedió al Ejecutivo permiso para informar, el citado funcionario pasó a la tribuna y se expresó en estos o parecidos términos:

NO HAY DINERO

Señor presidente, señores delegados:

Es en verdad imponente el espectáculo que tiene esta Honorable Asamblea -Poder Supremo de la República-, en la cual están fijas las miradas de la Nación y puestas sus ilusiones más caras; y es sumamente grato al Ejecutivo venir a informar sobre el asunto que motiva el que las galerías estén ocupadas por lo más bueno y noble de la humanidad: las mujeres, pero cuya presencia en este lugar, desgraciadamente, ha sido provocada por algunos políticos sin conciencia. Ojalá la Asamblea se compenetre de su alta misión histórica en estos momentos, y tenga el tino bastante para marcar al Ejecutivo una línea de conducta recta y justiciera, de modo que nada pueda reprochársele; yo, por mi parte, sé decir que mi conciencia está limpia, y estoy dispuesto a responder aquí cualquier cargo que se me haga. (Aplausos estruendosos en las galerías y en las curules. También se escuchan bravos)

No es éste el momento oportuno para hablar sobre la trscendencia que un acto de esta naturaleza pueda entrañar para el futuro de esta Asamblea en particular, y en general para toda la República. Voy a pasar por alto todos los ataques que se me han dirigido aquí -y los cuales estimo injustificados- para entrar al fondo de las cuestiones.

Es indispensable, señores delegados, que ponga yo las cosas en claro, para que esta Asamblea sepa a qué atenerse, y comprenda cuál es la situación en que se halla el Ejecutivo: ¡No hay un solo centavo en las cajas de la Tesorería! El Ejecutivo se ha visto en la imperiosa necesidad de empeñar esta mañana, la cantidad de $234,000 en oro; he tenido que empeñar ese tesoro sagrado que religiosamente he guardado, porque es la garantía de nuestra moneda. Ese dinero fue empeñado en la suma de cuatrocientos mil pesos, para salvar la situación del momento.

No descansa en lecho de rosas el Ejecutivo, y ojalá que esta Asamblea designe hoy mismo un presidente que se haga cargo de la situación y yo pueda irme tranquilo a mi casa, después de entregar las velas; pero no rotas. (Voces: No, no. Aplausos)

El día 13 del mes antepasado regresamos de Cuernavaca; y a partir de ese día, las exigencias del cuartel del Sur, respecto a haberes, no han cesado; por el contrario, puedo asegurar que han ido en aumento, notablemente.

En los mejores tiempos del Gobierno convencionista, el ex Presidente Gutiérrez entregaba setecientos mil pesos decenales para gastos y haberes del Ejército del Sur; y cuando tuve el honor inmerecido de hacerme cargo del Poder Ejecutivo, la primera exigencia del Sur, fue de setecientos mil pesos. Cuando nos fuimos a Cuernavaca, el Tesoro estaba exhausto, porque Gutiérrez se llevó más de diez millones de pesos, cantidad que existía para hacer frente a las necesidades.

Estando en Cuernavaca, en junta que celebré con varios jefes del Sur, y con el general Zapata, se convino en que entregara yo cada diez días, la suma de doscientos mil pesos, y así se hizo durante el tiempo que permanecimos en aquella ciudad. Después aumentaron las demandas y hasta últimamente logré que se nombrara un pagador general para las fuerzas surianas.

Las cantidades que han recibido, son las siguientes:

Primera decena, $1,155,465.
Segunda decena, $1, 181,417.
Tercera decena, $1,976,691.
Cuarta decena, $1,502,000.

Y ahora se me viene con documentos, pidiendo por haberes que no se han cubierto, la suma de $1.255,110; de tal suerte que hoy, día 20, debo entregar $2.700,000 al Ejército del Sur. Juzgue esta Asamblea si no teniendo entradas, el Ejecutivo podrá con carga tan pesada.

Los detalles relativos a quienes se entregaron estas cantidades, están aquí, firmados por el pagador, quien tiene las facultades necesarias para obrar en estos asuntos, porque quiero que cada uno de los individuos, miembros del Gobierno, sean responsables de sus actos y puedan responder, como responderé yo, de todos los cargos que se me hagan.

A continuación, el general González Garza hace una liquidación global de las diversas partidas que se han gastado, en atenciones de los servicios administrativos, pagos de fuerzas que no son del Sur, dietas de los delegados, subvenciones a los Ayuntamientos, que al ser declarados libres, necesitan la ayuda del Gobierno General para nivelar sus ingresos, etc., etc.; hasta llegar a la conclusión de que al terminar el pago de la última decena, sólo quedaba en las cajas del Tesoro Público, la suma de cincuenta mil pesos, que se empleó en la compra de artículos de primera necesidad, de acuerdo con la orden de la Asamblea.

Luego se refirió el general González Garza al uso que ha hecho de la facultad sobre emisión de papel moneda, con cargo a la autorización por ciento treinta millones, decretada por el ciudadano Carranza, antes de que fuese infidente. Explica que aún no se emite toda la suma decretada, en virtud de que no ha habido tiempo para hacerlo, debido a la salida de la Convención de esta capital, cuando vinieron las fuerzas de Obregón. Luego prosiguió:

Y a pesar de todas estas dificultades, el Ejecutivo, que siempre se ha mostrado respetuoso a las disposiciones de esta Asamblea, ha hecho esfuerzos para cumplir todas las órdenes, con la esperanza de que más tarde o más temprano, esta Asamblea se convencerá de que, para aliviar las necesidades, no sólo de esta ciudad, sino de toda la República, será necesario que nos pongamos todos a cultivar la tierra, para dar de comer a toda esa gente -señalando a las galerías-. (Aplausos y bravos prolongados)

Algunos espíritus me preguntarán por qué no emito más billetes. A esto responderé que precisamente porque en el ramo de Hacienda se me han dado facultades extraordinarias, he creído honrado, prudente, no cometer acto alguno que pudiera interpretarse por abuso. Este es mi criterio, y creo que me enaltece.

Dirigiéndose al licenciado Díaz Soto y Gama:

Tal es la verdad, aunque el delegado Soto y Gama se sonría. Las cajas del Tesoro están vacías.

COMO REMEDIAR LA SITUACION

Luego expone el Ejecutivo cuál es su opinión para poner remedio a la crisís económica que ha traído como resultante inevitable el hambre del pueblo. Cree que habrá dinero si se le autoriza a emitir billetes de cien pesos en lugar de uno y de cinco, porque así, el valor del papel emitido suplirá la deficiencia en la cantidad de bonos que se pueden imprimir; y también que se amplíe el decreto de 23 de noviembre de 1914, para que haya margen de donde tomar lo necesario para cumplimentar las órdenes de la Asamblea y cubrir los gastos de la administración.

En lo que respecta al abastecimiento de cereales a la ciudad de México, estima necesario y como medida segura para conjurar la crisis, que se dé libertad al comercio, antes que coartarla; que el encarecimiento de víveres se ha producido por razones naturales y económicas y también por circunstancias políticas.

Las mercancías no han subido de precio, lo que sucede es que nuestra moneda ha bajado de valor, y nada se remediaría con declarar no comerciables los artículos de primera necesidad; por el contrario, tal medida empeoraría la situación.

Agrega que ya la Asamblea ha dictado un acuerdo tendente a dar de comer al proletariado: se refiere a la orden de que se empleen quinientos mil pesos desde luego, y sucesivamente, hasta cinco millones, en la compra de artículos de primera necesidad; pero no se le ha dicho de dónde va a tomar ese dinero.

Por otra parte, estima que si el Gobierno va a establecer competencia, será necesario que en todos los barrios de la ciudad se establezcan estancos de víveres, porque sólo de esa manera se podrá obligar a los comerciantes, por medio de la competencia, a que abaraten sus mercancías. De otra suerte, es mejor no intentarlo.

Con respecto a esta disposición de la Asamblea, el Ejecutivo anuncia que para hoy en la mañana debían haberse establecido numerosos expendios para vender las mercancías adquiridas por los agentes del Ejecutivo, cumplimentando las disposiciones de la Convención. (Aplausos en las galerías)

Luego se refiere a la escasez de material rodante y locomotoras que conduzcan las mercancías a esta ciudad. Agrega que todos los trenes están en poder de los jefes militares, y que el Ejecutivo no puede disponer de ningún convoy.

Propone que, para evitar que muchos jefes militares no obedezcan las órdenes del Gobierno y cometan atropellos, la Asamblea decrete enérgicos castigos, y así se evitarán los despojos de que son víctimas los pequeños comerciantes. (Aplausos en las galerías)

Lamenta las desgracias que afligen al pueblo y expresa su esperanza de que los datos que ha proporcionado, lleven luz a algunas conciencias opacadas. (Aplausos)

EL MINISTRO DE LA GUERRA

También he venido -agrega el Encargado del Ejecutivo- para otro asunto; y es este: el relativo al Gabinete.

Tiempo es ya de que cesen los ataques solapados al Ejecutivo, y por eso vengo a pedir que se cumplan los ideales políticos de la Revolución y que se ratifiquen o rectifiquen los nombramientos de las personas que han de venir a compartir conmigo la enorme responsabilidad del Gobierno. (Aplausos)

No es justo que yo sólo sea el blanco de todos los ataques, máxime cuando a varias personas, entre ellas al señor Soto y Gama, les he propuesto que tomen a su cargo alguna cartera ... Pero no, no han querido aceptar responsabilidad alguna, porque esas personas sólo están dispuestas para venir a atacarme, no para colaborar en la obra nacional. (Aplausos)

Cuando regresamos de Cuernavaca, en una entrevista que celebré con el general Zapata, y de la cual fue testigo el licenciado Díaz Soto y Gama, me indicó aquel general la conveniencia de nombrar Ministro de la Guerra al general Pacheco, cuya proposición he presentado ya a la Asamblea.

Ahora se me ha presentado el general Pacheco con un oficio del general Zapata, en que constan instrucciones sobre ese particular. Como el Sur tiene derecho a algunas carteras, gustoso cedo la de Guerra al citado general, y pido que esta Asamblea resuelva sobre el asunto, a ver si de esa manera podemos hacer cesar la anarquía en las tropas del Sur.

Aprovecho esta oportunidad para decir que estoy decidido, en lo futuro, a no ocuparme de los cargos que dentro o fuera de esta Asamblea se me hagan, si esos cargos no son concretos; también, como ciudadano, como hombre de bien, que me precío de serlo, y como representante del general Villa, no estoy dispuesto a admitir en ninguna cartera al general Palafox. (Aplausos en las galerías)

Los que me hacen cargos y quieren mi renuncia, no deben vacilar en pedirla. Aquí traigo todos mis informes, vengo prevenido para renunciar en este momento. Crea el que quiera pedir mi renuncia, que después de que haya yo entregado, le estrecharé la mano ... (Rumores)

Finalmente, no estoy decidido a cambiar de línea de conducta como Encargado del Ejecutivo; me propongo, pues, seguir por el mismo camino que hasta este momento. Antes de terminar, quiero hacer constar qué cosa constituye mi ideal revolucionario. Tengo una infinita esperanza de que al fin y al cabo se impondrán el buen juicio y la razón, y todos los revolucionaríos nos estrechemos, para lograr la tan anhelada unificación revolucionaria. (Aplausos del Norte, del Sur y de las galerias)

Firmemente creo que los revolucionarios que no tienen ambiciones innobles, oirán la demanda de concordia de sus hermanos. ¿Es llegado el momento oportuno? Es posible que sí (aplausos), y todo lo que esta Asamblea haga en pro de la unificación revolucionaria, merecerá los parabienes de la gente honrada, de la gente sensata, del pueblo, que desea la paz, porque se está muriendo de hambre. (Nutridos aplausos en las galerías y en las curules de Sur y Norte)

Es mi mayor ilusión que pronto venga el general Villa a ratificar ante el mundo su unión con el Sur; y que el general Zapata y el general Villa, unidos, llamen a la concordia y al amor al ciudadano Carranza, para consolidar el hermoso ideal de la Revolución. (Aplausos estruendosos)

Y para alcanzar ese ideal, entiendo yo que al Gobierno de ahora toca poner las bases, y a eso han tendido todos mis esfuerzos; si mis actos no se han sabido interpretar, no es culpa mía ...

Recuérdese cuánto empeño tomé para neutralizar esta ciudad, a efecto de que no sufriera los horrores que ahora sufre. (Aplausos) ...

Si mis actos no son síntomas de amor, de concordia, hacia todos los revolucionarios, ya luchen en el Norte, en el Sur, en Veracruz, en el Bajío o en Oaxaca, no sé entonces qué será ... y es tristísimo que políticos sin conciencia se concreten a obstruccionar, a atacar, sin pruebas ... mientras el pueblo, ese pueblo -señalando a las galerias- con la mente muy alta, tiene el estómago vacío. (Aplausos)

Es necesario que esta Asamblea dé al Ejecutivo una norma de conducta, que le envíe presupuestos, leyes sobre repartición de tierras, muchas otras cosas; pero hay algo que es más necesario, y es esto, que se ordene a todos los jefes militares que siembren los terrenos en cuya posesión se hallan (aplausos), porque es inútil pensar y predicar mejoras, cuando los hechos nos exhiben como hombres inconscientes e incapaces de constituir Gobierno ... (Aplausos)

El Ejecutivo abandona la tribuna. La Secretaria pregunta si algún delegado desea que el general González Garza permanezca en el salón, para contestar cargos.

Marines Valero y Díaz Soto y Gama hacen notar que hay una proposición sobre la cuestión económica, y que la Asamblea ha declarado que este asunto se trate preferentemente a cualquiera otra cuestión.

Díaz Soto y Gama anuncia que tiene cargos que hacer al Encargado del Ejecutivo, pero que lo hará oportunamente y con pruebas.

La Asamblea resuelve que no hay necesidad de que el Ejecutivo permanezca en el salón.

González Garza, acompañado de las personas que lo introdujeron, se dirige a la puerta. entre los aplausos de la multitud, que invade las galerías.

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