Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSegunda parte de la sesión del 11 de marzo de 1915 Segunda parte de la sesión del 21 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 21 DE MARZO DE 1915

Presidencia del ciudadano Matías Pasuengo
Primera parte

SUMARIO

Acta de la sesión anterior.- Proposición de los ciudadanos delegados González, Caraveo, Velázquez, Piña y Quevedo, a fin de que se suspenda la sesión de hoy en conmemoración del 108 aniversario del natalicio del Benemérito de las Américas, ciudadano Benito Juárez.


El, C. presidente
Se abre la sesión.

(En seguida, el ciudadano secretario dio lectura al acta de la sesión anterior, celebrada en la ciudad de Cuernavaca el día 11 del presente mes, y puesta a discusión, sin debate, fue aprobada en votación económica)

El C. secretario
Por disposición de la Presidencia, se suplica a los señores delegados, que pasen a la escalinata de la Cámara de Diputados, porque se va a tomar una fotografía de todos ellos.

El C. Fernández
Que se diga por cuantos minutos se suspende la sesión.

El C. secretario
Se suspende por diez minutos la sesión, para tomar la fotografía.

El C. presidente
Se reanuda la sesión.

El C. secretario
Sigue a discusión el Programa de Reformas Político-Sociales de la Revolución ... La Secretaría, por orden de la Presidencia, pregunta a la Asamblea si tiene a bien conceder el permiso para que se suspenda la discusión del Programa, porque hay deseo de varios señores oradores que, con motivo de la translación de la Convención a México, quieren pronunciar discursos alusivos.

Los que estén por la afirmativa, que se sirvan poner de pie.

No se suspende, y sigue la discusión del Programa.

El C. Castellanos
Voy a interpelar a la Mesa, y quiero que tenga la bondad de leer la última orden del día.

ORDEN DEL DlA
Marzo 21 de 1915.

I. Lectura del acta de la sesión anterior.
II. Continuación del debate sobre Programa de Gobierno.
III. Lectura de documentos en cartera.
IV. Continuación del debate sobre el dictamen de la Comisión de Gobernación, con motivo de la proposición del delegado F. S. Mancilla, de fecha 25 de febrero último.

El C. Castellanos
¿Cuándo se leyó?

El C. secretario
El día 11 de marzo de 1915.

El C. Piña
¿Para cuándo?

El C. secretario
Para hoy 21. (Voces: No, no nos acordamos)

Porque estaban ustedes en bola.

El C. Castellanos
Yo pido a la Mesa que tenga la bondad de preguntar a la Asamblea, porque yo no recuerdo que esa orden del día se haya leído en la última sesión que tuvimos en Cuernavaca.

El C. Soto y Gama
Ni la Presidencia, ni la Asamblea, tienen derecho de modificar el acuerdo perfectamente unánime que se tomó acerca de que las dos primeras horas de la sesión, se dedicaran exclusivamente a la discusión del Programa. No vengamos aquí a incurrir en los defectos vulgares de las Asambleas legislativas que se dedican a perder el tiempo; no se trata de discursos de ornato, se trata de trabajo de fondo, y si eso es así, debemos ser serios aquí en la capital de la República, más que en ninguna otra parte, y dedicarnos a trabajar. El pals espera de nosotros algo positivo, y debemos seguir discutiendo el Programa (acuerdo fundamental, serio y de honor), y por lo mismo, no me explico por qué la Presidencia o por qué la Mesa, no pone inmediatamente a discusión el Programa de Gobierno, impidiendo que se trastorne el orden de los debates.

El C. presidente
La Mesa contesta al señor delegado Soto y Gama que ordenó a la Secretaría que pusiera a discusión el artículo 11 del Programa, y ya lo puso a debate, se están inscribiendo los del pro y los del contra.

El C. Castellanos
Pido la palabra.

Ya que el señor delegado Soto y Gama interpretó a dónde iba yo a dar, no tengo inconveniente en entrar de lleno en el asunto, y entonces, permitirme cuando menos, exponer lo que pienso sobre el particular.

Lamento mucho que el señor Soto y Gama crea, que por el simple hecho de que algunos individuos quieran tener la satisfacción de dirigirle la palabra al público de México, que eso es faltar al Reglamento y faltar a la palabra de honor, y no poder, después de unos treinta minutos, ocupar las dos horas en discutir el Programa de Gobierno.

El señor Soto y Gama se muestra en este caso, enteramente un tirano; y digo un tirano, porque quiere coartarle la libertad, muy natural en estos casos, a cada uno de los delegados, de mostrar y de decir lo que siente.

Muchos de los delegados, y conste que yo no soy uno de los que quieren hacer uso de la palabra, quieren decirle algo a este pueblo mexicano, que nos ha recibido con los brazos abiertos, cosa que lo honra tanto y que nosotros creemos muy justo decirle, además de alabar las cualidades que ha sabido asumir en estos momentos.

Yo no me explico por qué también el señor Lic. Soto y Gama, quiere en este caso, y eso es hasta un insulto para la Asamblea, decir que son payasadas el que los individuos quieran demostrar o quieran decir lo que sienten.

Lamento grandemente que el señor Lic. Soto y Gama comience por una trivialidad y de ello quiera hacer algo que no debe, por ningún motivo, hacer: lanzar un epíteto de esa naturaleza a la Asamblea.

Un epíteto de esa naturaleza, aplicado a la Asamblea, es un insulto; porque eso querría decir sencillamente que las pocas personas, las muy pocas que hay aquí que pueden hacer uso de la palabra, y que, repito, son dueñas de su libertad y de la emisión de su pensamiento, sean tildadas de payasos. Entonces, ¿qué venimos a hacer aquí?, ¿venimos simplemente a hacer payasadas? Indudablemente que no. Entonces, por corrección, por condescendencia, por educación, me permito decirlo muy alto, que el señor Soto y Gama deje que los señores que quieren hacer uso de la palabra, lo hagan.

Recuerdo que cuando llegamos a la hospitalaria Cuernavaca, sí se pronunciaron esos discursos, y el señor Soto y Gama no se levantó para decirnos que eran payasadas. Pues con ese mismo derecho, exijo a esta Asamblea que tome en consideración esos hechos y que permita a los señores delegados que quieran hablar, que lo hagan: porque tienen perfecto derecho para hacerlo. (Aplausos)

El C. Soto y Gama
Para una moción de orden: Insisto en la moción de orden que tuve el honor de formular; cuando llegamos a Cuernavaca, se permitió a algunos oradores, que hicieran uso de la palabra, pero entonces no estaba resuelto, por compromiso de honor de toda la Asamblea, que se diera preferencia a la discusión del Programa.

Ahora que la Asamblea ha ratificado ese acuerdo por una votación que no debe desconocer el señor Castellanos, porque la Asamblea ha resuelto que lo único que está a discusión es el Programa, que no debía darse paso a eso, cosa que le parece mal al señor Castellanos y que yo llamo payasadas.

Debe sujetarse la misma Asamblea primeramente a su acuerdo anterior de Cuernavaca, sobre la preferencia a la cuestión de Programa, porque es acuerdo ya ratificado, y yo espero que la Presidencia tenga la suficiente seriedad para saber imponer el orden.

El C. Cuarón
Pido la palabra, para una moción de orden.

El C. Cervantes
Señores: yo soy uno de los que imitaré el ejemplo de los señores delegados Soto y Gama y Montaño cuando llegamos a Cuernavaca; teníamos que tratar asuntos trascendentales, pero, no obstante, nos produjeron largos y floridos discursos, y digo que soy uno de los imitadores de ese ejemplo, porque por esta vez, a mi turno, tengo el deseo de hacer expresión de algunos conceptos, con el fútil pretexto de la reanudación de nuestras sesiones y con el grande interés de honrar la memoria de Juárez.

De manera que, declaro ingenuamente, que soy uno de los que pido humildemente, atentamente, a esta Honorable Asamblea, que nos concedan a varios el uso de la palabra. Los conceptos que nos proponemos verter, están inspirados en sanas intenciones, y al fin y al cabo, señores delegados, tenemos tiempo sobrado para discutir cosas de trascendencia, y al fin y al cabo también, señores impacientes, vosotros escucharéis esas peroraciones, sentados en los muelles asientos que olvidó llevarse el vandalismo de Carranza. (Aplausos)

El C. Cuarón
Hace un momento se preguntó a la Asamblea si se tomaba en consideración la proposición, y la Asamblea dijo que no; en consecuencia, creo que debe seguirse discutiendo el Programa de Gobierno.

El C. Cervantes
Señor Presidente, pido la palabra.

El C. Pérez Taylor
Pido la palabra, para una moción de orden.

El C. presidente
No está a discusión nada, ya. (Voces: ¡Es para moción de orden!)

El C. Treviño
Debo advertirle al señor delegado Soto y Gama, que el convenio que se hizo en Cuernavaca para tratar únicamente durante las dos primeras horas, del Proyecto de Programa, no comprende los domingos, y a pesar de que es hoy día festivo, nos hemos reunido para la reapertura de nuestras sesiones. Por tal motivo, creo yo, que no comprende ese pacto a la sesión de hoy, que realmente puede considerarse como de reapertura de nuestras sesiones, y creo que es muy correcto, por parte nuestra, hacer una salutación al pueblo que tan cariñosamente nos recibe. (Aplausos)

El C. Orozco
Pido la palabra, para una moción de orden y para una protesta.

El C. presidente
Tiene usted la palabra.

El C. Orozco
Protesto enérgicamente contra la Mesa, que no sabe tener la suficiente energía para hacer cumplir el Reglamento. Se rechazó ya la proposición, y a pesar de haber sido rechazada, algunos delegados siguen sosteniéndola, y eso es completamente indebido. Si la Presidencia no tiene la suficiente energía para hacer cumplir el Reglamento, entonces que lo manifieste a la Asamblea, para que ella proceda como haya lugar. (Siseos)

El C. Pérez Taylor
Pido la palabra, para moción de orden.

El C. presidente
Déjeme contestar aquí al señor.

Debo contestar al señor delegado Orozco, que la Mesa tiene autorización para conceder la palabra para mociones de orden, rectificaciones o interpelaciones.

El C. Orozco
Pero debo manifestarle al señor Presidente, que no se está discutiendo absolutamente nada. (Siseos)

El C. Pérez Taylor
Para una moción de orden:

Ciudadanos delegados:

No comprendo ahora la psicología del compañero Soto y Gama, cuando después de una desorientación política, como ha sido la actual, cuando toda la metrópoli está verdaderamente llena de ansiedad por conocer cuáles han sido los trabajos nuestros en Cuernavaca; cuando la ansiedad pública, cuando el sentimiento popular está fijo en los trabajos de esta Asamblea; cuando se nos hace un recibimiento verdaderamente grandioso, como se ha hecho a los de las filas del Ejército Libertador del Sur al tomar de nuevo posesión de esta plaza; ahora que el sentimiento popular allá en las galerías quiere saber cuál ha sido nuestra obra, se opone a ello; y cuando pisamos la exuberante y grandiosa población de Cuernavaca, entonces sí, a nosotros se nos permitió que saludáramos a la población de Cuernavaca, y ya se ve, cuestión de provincialismos.

El ciudadano Soto y Gama era delegado del Sur; y ahora se trata de la metrópoli, de la ciudad; cuando todos los sentimientos están ahítos, verdaderamente compenetrados por saber cuál ha sido nuestra labor; entonces, que no se hable, que no se diga nada; y esto cuando está en el sentimiento de todos nosotros el grito de odio, de rencor, de rebeldía por todas las vandálicas acciones que ha hecho el bárbaro de Sonora: Alvaro Obregón. (Aplausos)

El C. Soto y Gama
Insisto en mi moción de orden.

Declaro terminantemente que yo, aquí en México, ante el público de las galerías y ante la metrópoli (la ciudad siempre corrompida y que jamás ha sabido ser revolucionaria), distingo entre Cuernavaca (Morelos), la tierra de las libertades, y México, la tierra de las tiranías. (Siseos)

Yo no sé que cometa una falta, me importan poco los siseos de las galerías. No venimos los convencionistas, representantes de la revolución a dirigir halagos a esas galerías; yo digo la verdad. La metrópoli nunca cumple con su deber (siseos); me importa absolutamente poco o nada que las galerías metropolitanas, bien o mal representadas, integradas o no por elementos reaccionarios, aplaudan o dejen de aplaudir lo que se les dice ... (aplausos) que jamás han cumplido con su deber. Lo que se tuvo el deber de hacer en Cuernavaca, no hay necesidad de hacerlo en México, porque sería muy triste, señores, que la Revolución, la gran Revolución de las montañas del Sur y de las llanuras del Norte, viniera a claudicar ante las cortesanas que aplauden todos los triunfos, lo mismo el triunfo de Madero, que el de Díaz, que el de Huerta, o cualquier otro, porque está simplemente para halagar a los poderosos; y yo, revolucionario, digo que me importan un comino los aplausos de las galerías metropolitanas, porque soy revolucionario y no cortesano, soy hijo de la Revolución que reclama venganza, no hijo de la corte que reclama aplausos y que quiere caricias de las galerías. (Aplausos)

Insisto en mi moción de orden.

El C. Nieto
Pido la palabra, para una moción suspensiva y para contestar conceptos del señor Soto y Gama. (Voces: Tiene derecho)

Juzgo un deber de honradez y de patriotismo, contestar en este momento, en presencia de esas galerías que nada le importan al señor Soto y Gama, los conceptos por demás injustos con que él acaba de oirlas; vengo por los fueros de su honradez, por los fueros de sus cívicas energías que acaban de demostrar hace tres horas, lo que seguramente olvida de toda intención el señor Soto y Gama; juzgo un deber, repito, defender en voz alta el patriotismo de nuestros amigos que están en esas tribunas, porque ellos no pueden contestar los conceptos injuriosos del señor Soto y Gama, ni venir a decirle que aquí en la Metrópoli, como en Cuemavaca, como en los últimos rincones de la República Mexicana, también hay hombres, también hay ciudadanos, también hay patriotas y también hay mexicanos. (Aplausos)

Yo no sé cómo el licenciado Soto y Gama, que se dice revolucionario -y conste que yo también lo soy, señor licenciado Soto y Gama- puede despreciar esa franca y noble manifestación de simpatía, de virilidad y de verdadero espíritu revolucionario que acabo de ver desfilar por las calles de San Francisco; allí iban representados todos los elementos de la sociedad mexicana y todas las clases sociales de la misma, como también iba representada simpáticamente el alma femenina mexicana.

Yo no sé si vería esto el señor licenciado Soto y Gama; yo no sé si vería cómo algunas amazonas metropolitanas iban marcialmente desfilando con el pecho lleno de entusiasmo, pletórico de amor patrio, para significarle a la Convención, al Ejército Libertador del Sur y al Ejército Libertador del Norte, que no solamente en los hombres de la metrópoli, sino también en las mujeres hay patriotismo, hay abnegación, hay virtud cívica.

Es por eso que vengo a decirle al señor licenciado Soto y Gama, cuya personalidad revolucionaria conozco de sobra, que en esta vez se ha equivocado al juzgar a la metrópoli y ha sido injusto con ella; yo no sé si en otras ocasiones este pueblo capitalino habrá o no cumplido con su deber; pero sí afirmo que en esta vez se ha portado correctamente, y de ello no se necesita una prueba más palpable, más evidente, más sincera, que la que acaba de darnos esta mañana; pedirle más, seria una ingratitud, sería desconocer la gran significación moral de su manifestación noble y franca, la que nos ha hecho no obstante que sabe que si desgraciadamente hoy, mañana o dentro de tres días, el Ejército de la Convención abandonara la ciudad de México, muchos de los que hoy tomaron parte en esta manifestación, a las veinticuatro horas estarian colgados del árbol más alto de Chapultepec, por el sólo crimen de haber manifestado su simpatía y su adhesión al Gobierno honrado que representa a la Convención Revolucionaria.

¿No sabe el señor licenciado Soto y Gama lo que hizo la sociedad cuando estuvo Obregón en la metrópoli? ¿N o sabe el señor licenciado Soto y Gama las pruebas viriles y evidentes de desagrado que dieron todas las clases sociales de esta ciudad, renegando en voz alta y en todas las partes donde podían hacerse oír, de los actos vandálicos e infames y de la odiosa y pretoriana fígura de Alvaro Obregón, aun cuando puede decirse que estaban con la cuerda a dos milímetros de su cuello?

Es posible, aunque no probable, que las fuerzas de la Convención abandonen la ciudad de Méxíco dentro de una semana o dentro de un mes; esto lo saben los manifestantes, y sin embargo. se han atrevido, lo cual es una prueba de valor civil que no debe despreciar el señor licenciado Soto y Gama, a desfilar públicamente por las calles de la metrópoli, protestando a voz en cuello contra Obregón, contra Carranza, contra ese Ejército de. personalistas que hoy es nuestro enemigo.

Si estas pruebas no son bastantes, yo no sé que más quiere el señor licenciado Soto y Gama; por mi parte, tan revolucionario como él, yo estimo, yo aprecio, yo bendigo esa muestra de adhesión, de simpatía que la sociedad mexicana ha dado a la Convención, y en nombre de muchos amigos y compañeros míos que se síentan en estas curules, le doy mi más ferviente voto de gracias y la excito a que siempre se porte así, y a que siempre levante muy alto la frente para lanzar desde el fondo de su alma la más enérgica y viril protesta contra los actos de todos los tiranos. (Aplausos)

El C. Montaño
Pido la palabra.

(El ciudadano secretario dio lectura a la siguiente proposición):

Se suspende esta sesión en conmemoración del 108 aniversario del natalicio del Benemérito de las Américas, C. Benito Juárez.

México, 21 de marzo de 1915.
José M. Caraveo.
Luis González.
F. R. Velázquez.
J. Quevedo.
Alberto B. Piña.

El C. Orozco
Pido la palabra en contra.

El C. Valle
En contra.

El C. Montaño
En pro. (Aplausos y bravos)

El C. Soto y Gama
En contra.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Orozco.

El C. Orozco
Señores delegados ...

El C. Borrego
Para una moción de orden.

El C. Orozco
Señor delegado Borrego, tengo la palabra; suplico a usted atentamente y a todos los delegados que me permitan hacer uso de ella.

El C. Borrego
Es para encauzar el debate mejor.

El C. Orozco
A mí sí que no me importan los aplausos, a mi sí que no me importan los halagos capitalinos, a mí sí que no me importa nada de eso que es como el humo, que es como el vapor que al primer soplo de la brisa se esparce por el viento; a mí me importa la causa revolucionaria, a mi me importa el verdadero bien de este país que se estuvo muriendo de hambre mientras estuvieron los carrancistas; a mí lo que me importa es ver por su bien, lo que me importa es ver por la causa de su libertad, lo que me importa es la evolución, no sólo de este pueblo, sino de la humanidad entera.

Hoy es, y esto lo demostraré, cuando a ciertos delegados viene a palpitarles en el corazón el patriotismo; no se acordaron, cuando en Cuernavaca (después de una sesión tempestuosa y acalorada, que estaba inspirada por los vahos del alcohol) que era domingo, ni que era día de fiesta. Se vienen a acordar hoy en que se empiezan a poner pretextos para que no se discuta el Programa de Gobierno, y yo protesto, como anteriormente, contra ese acto.

Yo creo que hay tiempo suficiente, que hay campo amplio para hablar de impresiones, de mociones, para hablar de egoísmos, después de que concluyan las dos horas que debe durar la discusión del Programa de Gobierno.

Mucho derecho tienen los señores delegados que piden hablar a las galerías, para suspender la discusión del Programa a las dos horas de que se haya iniciado; pero no que se quiera suspender esta sesión por ningún motivo.

Olvidemos a los hombres que murieron, a los hombres que lucharon, que triunfaron sobre los tiranos, sobre la reacción, sobre todo eso que es pequeñez y que es inmundicia. Tenemos, señores, necesidad de trabajar; esos hombres tienen un altar en nuestros corazones, tienen nuestro agradecimiento y tienen nuestro homenaje; pero no les hagamos el homenaje siendo flojos, no les hagamos el homenaje siendo ociosos; hagámosles otro homenaje. Por esa razón, hagámosle el homenaje trabajando, dando pruebas de que somos honrados, dando pruebas de cumplir con nuestro deber; en consecuencia, y aunque sea domingo y sea veintiuno de marzo y todo lo que quieran, trabajemos honradamente, porque de nuestro trabajo, de nuestras labores, de nuestro empeño, es de donde depende la verdadera redénción del pueblo, y no de los discursos populacheros que se pronuncien aquí. (Aplausos)

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Montaño. (Voces: A la tribuna, a la tribuna)

El C. Montaño
Señores delegados:

La emoción me embargó en este momento y veo que la exaltación de las pasiones, conmueve varios espíritus. A pesar de todo ello, he tenido que hablár en pro de esta proposición para fundarla en otra sucesiva y que consiste en lo siguiente: >Soy partidario del pensamiento libre, de las emociones que reinan en todos los espíritus, y creo que, como compañero de todos vosotros, debo excitaros a que si lo deseais, se haga una demostración en este momento; hagámosla. Soy partidario de la libertad y soy antiesclavista del pensamiento. (Aplausos)

La proposición consiste en que se haga la manifestación que corresponde, pero al mismo tiempo que cumplamos con nuestro deber a continuación, que discutamos el Programa de Gobierno y demostremos al pueblo que nos contempla, que somos capaces para hacerle un saludo en estos momentos y además lo somos de cumplir con nuestro deber.

Al cumplir con nuestro deber, creo ya que estamos en el terreno del verdadero patriota, que estamos en el terreno del que sabe sacrificarse en pro de una causa noble y santa, tal cual es la redención de ese pueblo. No perdemos nada de tiempo, cuando a continuación vamos a reanudar nuestros trabajos, cuando somos suficientemente conscientes, cuando tenemos verdadero espíritu para reanudar nuestros trabajos, aunque sea a las altas horas de la noche.

Creo que desde el momento en que en esta Asamblea existen varios hombres que desean hacer una explosión de su espíritu, de la pasión que les encadena en este momento, yo quiero que se respeten las vanidades de todos los hombres, las ideas de todos ellos y las pasiones que embargan a los corazones en estos momentos, por la manifestación que acaba de hacer el pueblo de la capital.

Por esa circunstancia me inclino ante ese criterio, ante el credo de esos hombres, ante las ideas que en estos momentos se agitan en su pecho como una tempestad; pero al mismo tiempo, pido que esta Asamblea, al aceptar la proposición, reanude inmediatamente después sus trabajos para darle al pueblo lo que desea y así cumpliremos con nuestro deber.

Señores delegados: me permito manifestaros en este instante lo siguiente: por un largo espacio de tiempo he podido observar, no sólo en la capital, sino en varios Estados, la conducta de varios mexicanos que siempre se han inclinado ante las dictaduras, que siempre han estado capacitados para arrastrar las cadenas de la esclavitud; y hoy, cuando he visto un pueblo emocionado, cuando todas las clases sociales se han agitado, el pobre y el rico (pero principalmente los plebeyos).

Yo correspondo a esa raza plebeya y por ella todos los surianos hemos dado un sacudimiento terrible a todas las masas de nuestra República y hemos luchado siempre contra los patricios (aunque no haya patricios aquí en México); pero que son más que patricios, porque han laborado por la miseria del pueblo, por las cadenas del pueblo, porque siempre han sido los eunucos de la tiranía, pues siempre han estado al lado de los déspotas.

Nosotros, señores, los del Sur, hemos levantado el estandarte de nuestras libertades y ia todos aquellos que vengan a la sombra de nuestro estandarte y de nuestra bandera, acojámoslos desde este momento!

Desde que yo pude observar en esta capital la protesta contra el bandido Obregón, desde el momento en que pude escuchar la protesta contra Carranza, creo que los plebeyos que se agitaban en las calles y plazas, los plebeyos, porque son los únicos que han quedado en esta República, porque creo yo, señores, que la mayor parte de los que viven en palacios, que los que se recuestan en mullidos colchones y en dorados lechos, los que se tonifican con excelentes vinos, y los que tienen una delicada mesa, los que necesitan de los lacayos, ésos no existen aquí ahora; aquí en esta capital existe el pueblo pobre, el pueblo humilde, el pueblo que quiere ser libre y que está dispuesto a despedazar por completo las cadenas del pasado y las de los déspotas, y ahora viene a acogerse al estandarte de la Revolución. Viene buscando las filas de la Revolución, y si esos hombres tienen en la actualidad verdadero criterio, si esos hombres están perfectamente compenetrados de ser capaces para afrontar con su alma, con su espíritu, todo lo que venga contra ellos de la opresión y de la tiranía, y desde el momento en que han venido a nuestro bando, creo que debemos acogerlos.

¡Vengan todas las masas, no sólo de la capital, sino de la República entera, vengan los hombres que se han redimido por nuestros ideales, vengan a la sombra de nuestra bandera todos los que hayan sido esclavizados por los déspotas, vengan todas las masas populares de la República!

Desde el momento en que vengan a nuestra bandera, saben perfectamente bien, que vienen al sacrificio, desde el momento en que vienen al sacrificio, permitidme que os lo diga, tendrán siempre la bandera del pueblo, y si cumplen con ese pacto que han hecho ahora en las calles, si cumplen con esa protesta de venir a formular su credo; señores: de cumplir como he dicho antes, tendrán nuestras bendiciones y les daremos el abrazo fraternal de hermanos.

Señores, permitidme que os lo diga, si se retractan después, si abandonan nuestras filas, si después no cumplen con lo prometido, si pisotean sus promesas que han hecho en este día solemne, entonces, señores, del Sur brotará una eterna maldición para esas chusmas que no podrán cumplir, o mejor dicho, están capacitadas para cumplir y no lo hacen, y creo que de hoy en lo sucesivo, la capital de la República, México, ya no será la ciudad corrompida, la Babilonia de los Baltasares de las dictaduras; ya no será en lo sucesivo la tierra maldita de los Nerones y de los Calígulas, no señores; en lo sucesivo que se depure toda la masa social como se ha depurado, y de esa manera, señores, en México no tendremos más que libertarios, no tendremos más que hombres liberales capaces de dar a la patria el bienestar que se merece.

En este momento solemne, señores, cuando todos vosotros acabáis de ver una manifestación del pueblo, donde se aglomeraban las chusmas inmensas, donde el profesorado de México tomó participación hasta ahora, donde los estudiantes de algunas escuelas también tomaron parte; si esos estudiantes, señores, hicieron de buena fe su manifestación; si el profesorado, ese profesorado que ha estado como el Prometeo, encadenado porque no puede darle la luz divina al pueblo; si ese personal consciente que guiaba esa manifestación, en su labor es bueno, debemos tributarle un aplauso y debemos regarles, a los hombres que se manejen así, flores a su paso, siempre que sean sinceros, patriotas y que acudan a las aras de la patria a ofrecer en holocausto sus vidas.

Tengo la seguridad que todos vosotros comprenderéis perfectamente que la actitud del pueblo metropolitano ha sido mala: a Iturbide, cuando se le coronó aquí (vosotros conocéis por la historia, hasta dónde llegó la bajeza); vosotros sabéis por tradición que a Santa Anna se le aplaudió a pesar de ser el déspota más grande y poderoso; vosotros sabéis que a Porfirio Díaz, muchas veces, señores, se le hicieron multitud de manifestaciones; vosotros sabéis también, señores, que a Huerta también hubo quien le tributara algunos aplausos en el seno de la capital, cuando no merecía más que maldiciones; vosotros sabéis que a Carranza aquí se le recibió con flores a su paso, como se recibió al Ejército del Sur, también con flores; pero que también después de ido de aquí el Ejército Libertador, señores, también hubo hombres malditos, partidarios de la tiranía, que lanzaban vítores a los tiranos. Pero tengo la seguridad que los elementos conscientes de esta capital, son los que corresponden al verdadero pueblo, los que en su alma se agita la idea revolucionaria, los que son capaces de enfrentarse con el enemigo.

Hoy ha habido una plena manifestación que es el alma de este pueblo, una manifestación que será, quizá, la única que registre la historia, porque ha tomado participación en ella hasta la misma mujer. Vosotros habéis visto a la mujer en masas compactas, y eso es muy significativo, señores; cuando la mujer toma participación en la revolución, permitidme que os lo diga, la revolución se salva, pues son capaces de llevar el credo hasta los extremos en el espíritu de nuestra raza y tengo la seguridad, señores, que hoy, al espectar un ejército de mujeres, hemos espectado otro Ejército de Cornelias que han amamantado Gracos para defender la tierra, para defender la libertad del pueblo mexicano, y para dar a éste el pan que reclama.

Si de esa misma manera, la mujer, que es la primera estrella de nuestro cielo, la primera flor de nuestros campos; la mujer que es el ángel de nuestras esperanzas, que es el beso de nuestras ilusiones; por el solo hecho de tomar entre sus manos un rifle como lo tomó este día.

Este es un acto verdaderamente significativo, y por lo mismo, señores, por esa chusma de patriotas que se irguieron en este día para desafiar cara a cara al tirano, por esa mujer, debemos levantar un aplauso.

Las mujeres así, deben merecer los aplausos de los hijos de una patria tan grande y tan rica como la nuestra. (Aplausos)

Hoy se ha levantado la mujer en esta capital, y creo que han dado una lección a los hombres cobardes que han permanecido indiferentes delante del movimiento revolucionario que ha agitado a toda la República por más de cuatro años, y tengo la seguridad, de que de hoy en lo sucesivo, aquí, en la capital de la República, como en todas partes del territorio nacional, tendrán una tumba los tiranos. Ya no habrá más Carranzas ni Obregones, ya en esta tierra sagrada donde se levantaron los Cuauhtémoc y los Cuitláhuac; en esta tierra sagrada, donde han luchado las huestes surianas y las huestes del Norte; en esta tierra sagrada donde se levantan pedestales grandes como los Andes, piedras que son el corazón de los mexicanos, donde se levanta Villa y Zapata; en esta tierra, señores, permitidme que en este día solemne os lo diga, en esta tierra levantaremos una tumba para los tiranos y una corona para los libertadores. (Aplausos)

Hoy, en el glorioso aniversario del natalicio del Gran Juárez, por el que tengo respeto y veneración ... titán formidable que hasta ahora no podemos substituirlo por otro, por el Gran Juárez, también me inclino; pertenezco a su raza, y por el espíritu de raza, por el espíritu de ser un amante de las libertades de México (aplausos); porque he comprendido que es el único defensor de los derechos del pueblo y si a ese defensor de los derechos del pueblo, señores, lo bajamos del alto pedestal donde lo hemos colocado, ¿dónde encontraremos otro genio tan poderoso de nuestros derechos? ¿Dónde encontraremos otro genio de nuestras libertades? Entonces, señores, nuestra historia estará vacía y debemos suicidarnos en un inmenso panteón que nos cubra si es que no respetamos al Gran Juárez ... (Aplausos)... si no tenemos veneración por el Gran Juárez. (Aplausos)

He venido a hablar en pro de mi proposición, porque soy amante de los hombres que se sacrifican por la humanidad, soy amante de los patriotas de verdadero sacrificio.

Juárez, el único prohombre de nuestra historia, el único genio colosal que desafió las tempestades de la guerra de todas las potencias del universo, Juárez, que ocupa un alto lugar en el corazón de los mexicanos, que ocupa un alto lugar en el corazón de todos los pueblos de la tierra; ese Juárez cuando vino aquí, se dio a luz como un titán.

Nosotros, en este día, debemos tributarle una ovación nutrida de nuestro cariño, una explosión de entusiasmo nacida de nuestras almas, porque para nosotros ese hombre significa el genio de la raza mexicana, la encarnación misma de la patria.

Entiendo yo, señores, que cuando México le niegue un aplauso, que cuando el pueblo mexicano le niegue el cariño de sus almas, entonces, señores, las florestas le darán incienso, los mares, agitándose uno a uno, le darán un canto eterno y nuestras montañas, sacudiéndose, lo mismo que nuestras auras, le darán un himno. Si aquí no hay gratitud para los héroes de la patria, si aquí no hay gratitud para los hombres de sacrificio, si aquí no hay veneración para los que son capaces de enseñar al pueblo la tierra de promisión, entonces, señores, nuestra raza ha degenerado; pero no, entiendo que no ha degenerado, porque este pueblo tiene suficiente savia, suficientes nervios para defender las libertades y para ensalzar a sus libertadores.

Para terminar, señores, os manifestaré que he apoyado la iniciativa en el sentido de que la aceptemos; pero que a continuación reanudemos nuestros trabajos, a efecto de seguir discutiendo el Programa, a efecto de tributar un florón de cortesía a nuestros compañeros del Norte, que en estos momentos intentan hacer una manifestacíón. Que la hagan en hora buena; pero que sigamos trabajando como lo hemos hecho hasta aquí.

Entiendo yo que todos mis compañeros del Sur estarán de acuerdo en que si es posible, trabajaremos en las altas horas de la noche; si es posible, señores, hagamos esfuerzos sobrehumanos para que la causa del pueblo sea efectiva, y no sean como las pompas de jabón, que se esfuman; en consecuencia, señores delegados, yo os hablo en nombre de la concordia y de la buena unión, para que ésta, al tratar de consolidarla, sea efectiva dentro de los principios, para que esa unión no sea como se ha dicho por algunos mal intencionados, un soplo que puede desbaratarse. No, señores, yo tengo fe en la obra de los hombres que están esclavizados a los principios, porque éstos deben ser nuestra norma, y son los que deben afectarnos; pero no los hombres.

Yo, por esa circunstancia, señores delegados, me permito hablar en nombre de los principios que están basados en la concordia universal; pero que esa concordia esté dentro de los principios.

Por tal motivo, señores delegados, expreso de una manera franca y sincera mi manera de pensar, mi manera de obrar a efecto de que todos nosotros permanezcamos unidos y no por una disidencia fatal, provoquemos un desagradable incidente. Quiero en este momento, señores, que estrechando nuestra concordia bajo los principios, seamos bastante corteses y respetemos el credo del pueblo, el que tenemos salpicado de sangre, nuestra bandera, entonces, señores, habremos cumplido con nuestro deber y al cumplir con él, mereceremos hoy y siempre, la aprobación del pueblo y al mismo tiempo, las flores de la gratitud de ese pueblo, como un tributo a la virtud merecida por el cumplimiento de nuestros deberes. (Aplausos)

El C. secretario
Habiendo hablado uno en pro y otro en contra, se pregunta a la Asamblea si es de tomarse en consideración la moción suspensiva.

Los que estén por la afirmativa, de pie. (Voces: que se lea)

La moción suspensiva, dice así: (Leyó)

Se toma en consideración.

Pueden hablar tres en pro y tres en contra.

Están inscritos en contra, los ciudadanos Orozco, Soto y Gama y Genaro Amezcua y en pro, los ciudadanos Velázquez, Cervantes y Zepeda.

Tiene la palabra, en contra el ciudadano Orozco.

El C. Orozco
Señores delegados:

Voy a procurar ser en mi alocución, lo más sereno que sea posible para llegar al propósito que me he fijado de que no abandonemos nuestras labores serias, de que no dejemos nuestros compromisos y de que no pasemos por sobre nuestra palabra de honor para rendir un homenaje que es bien pequeño y despreciable. (Siseos)

Si yo fuera héroe, tendría por vosotros el más profundo desprecio. (Siseos, campanilla)

Señores delegados: yo he creído siempre y seguiré creyendo que el mejor tributo de esta humanidad que se corrompe, para los que amamos y para los que queremos con toda la sinceridad de nuestro corazón, es el cumplimiento del deber. Cuando al cumplimiento del deber pospongamos cualquier otro homenaje, entonces este será perfectamente despreciable.

Yo quisiera que en lugar de venir yo a interrumpir esta sesión, o mejor dicho, yo hubiera querido que en lugar de entorpecerla, porque es altamente significativa, puesto que al continuarla el pueblo mexicano y las galerías que aquí se encuentran, podrían darse perfecta cuenta que hemos trabajado y seguímos haciéndolo; yo preferiría, repito, que en lugar de rendir ese homenaje que queréis, hubiéramos acordado (el día en que se recibió la noticia de la toma de México), hubiéramos meditado seria y profundamente, y no como una chiquillería digna de lástima y de compasión nos hubiéramos aventurado a lo que hicimos; entonces no os acordasteis de los héroes y de la festividad, sino que os acordasteIs de venir a México; os acordasteis del yo despreciable, del yo mezquino, del yo digno de los anatemas, a pesar de que el yo, debe posponerse a los intereses generales y a los de la Revolución.

Yo opino, señores delegados, porque hoy demos, como hemos dado en otros tiempos (y vosotros sois revolucionarios), una prueba sincera e irrefutable de que estamos dispuestos a sacrificarlo todo, hasta nuestro egoísmo personal, y nuestros prejuicios (porque eso del patriotismo es un prejuicio aunque me siseen) que nosotros estamos dispuestos a sacrificarlo todo para trabajar en bien del pueblo, de este pueblo a quien los émulos de Carranza quitaron todo lo que tenía para sumirlo en la desgracia, en la ruina y en lo más terrible de todo: en el hambre.

Quiero que demos una prueba de que nos preocupamos verdaderamente por estos problemas, que continuemos esta sesión, que hablemos del Programa de Reformas que tenemos pendiente desde hace tanto tiempo y que una vez concluida la discusión de ese Programa, es decir, las dos horas que se han dedicado para su discusión, entonces hablemos de todo lo que queramos, hablemos hasta de nosotros mismos si ustedes quieren.

De ninguna manera, señores delegados, pospongamos el sentimiento que cada uno de vosotros o que algunos traen aquí, de la impresión y la emoción que nos causa el retorno, puesto que significa el interés de todos, el interés del país, el interés de la nación.

Yo creo, por consecuencia, que el sentirnos satisfechos por el hecho de rendirle homenaje a un héroe más o menos discutible, más o menos grande, más o menos digno de respeto (siseos), no es para nosotros honorable, pues no es un verdadero homenaje.

Nosotros que somos revolucionarios y que nos creemos conscientes y los hombres que así se crean que se levanten y digan si no el homenaje a Juárez y el mejor homenaje para todos los hombres que sean grandes, será el que nosotros sacrifiquemos nuestros egoísmos personales, nuestro deseo de quedar bien con las galerías y continuemos nuestro trabajo sobre todos los obstáculos y sobre todos los prejuicios.

Yo creo, señores delegados, y espero que en este sentido me apoyen, porque esto es cuerdo, porque esto es lógico y porque es necesario, que debemos hacerles un homenaje a los héroes, debemos a los grandes el aplauso de continuar laborando, porque el aplauso del martirio y el aplauso del laboratorio, es enormemente más grande que el deleznable, el esfumable, el detestable aplauso de las galerías, corrompidas de México, que vienen a aplaudirnos ahora que estamos triunfantes.

Antes no nos habían aplaudido y nos habían llamado siempre bandidos, y hoy que se han convencido de que no lo somos, hoy que ya nuestro credo es el credo revolucionarío, de que es el credo redentor, de que nuestro credo es el que ha de arrancarlos de esa miseria en que han vivido; hoy, después de haber aplaudido a Carranza y a Huerta, después de haber aplaudido a Porfirio Díaz, vienen a hacernos la ofensa, la detestable ofensa de aplaudirnos con las mismas manos que aplaudieron a esos hombres. (Siseos)

Señores delegados: os pido que, razonando, y pensando sobre todo y siendo serenos y reposados para pensar que habéis tenido un compromiso, que habéis hecho algo que no podéis desbaratar, os pido que continuemos nuestras sesiones; en la inteligencia de qUe será así por la única vez en el mundo en que nosotros significaremos nuestro aplauso, nuestro homenaje y nuestra gratitud a los hombres que de tal o cual modo han sabido sacrificarse en aras de las libertades de nuestro pueblo y de las libertades humanas.

El C. presidente
Tiene la palabra, en pro, el ciudadano Velázquez.

El C. Velázquez
Señores delegados, señores de las galerías:

Nunca como en esta vez, es más oportuno recordar al Benemérito de las Américas, su gran principio El respeto al derecho ajeno, es la paz, nunca ha sido tan combatido como en esta ocasión, por las hordas carrancistas y nunca ha sido tan sostenido como en esta vez, por el estandarte que enarbola la Convención. De ahí que nada pueda ser más natural, nada más factible, que traer la conmemoración de ese gran patricio; ahora que por principio, por lema y por convicción todos nuestros esfuerzos, nuestros ideales y todos nuestros sacrificios, se destinan a cumplir su célebre principio: El respeto al derecho ajeno, es la paz.

Cuando las hordas carrancistas, saqueando las arcas públicas, destruyendo el capital particular y absorbiendo todo lo que no les correspondía, hacían ver (al mundo extranjero principalmente), un aspecto de salvajismo en nuestra capital, nosotros laborábamos constantemente por Que se respetara el derecho ajeno y por que no se ocuparan los intereses que no nos corresponden.

De ahí que es no solamente un deber, sino una consecuencia natural que guardemos este día, en conmemoración del Patricio.

Ya en Cuernavaca, los señores delegados del Sur tuvieron la consecuencia de aceptar que se enlutara la tribuna y se guardara el aniversario en que fue asesinado el mártír de la democracia, don Francisco I. Madero, y ¿por qué no, señores, por qué no tributar al patricio Juárez, a ese hombre que también ya ha pasado a la inmortalidad y que está fuera de toda duda, el juicio que se pueda tener de él?

Dice el señor delegado Orozco que son figuras discutibles las que aquí se tratan; no es discutible la figura de Juárez, señor Orozco, él nos ha presentado ante el mundo entero como hombres civilizados, como hombres que respetamos el derecho de los demás y de cada uno; y ha dado una prueba palpable de cómo se hace la Independencia y la libertad de la patria, y cómo se respetan los intereses verdaderos del pueblo. Hay más, dice el señor Orozco que por qué no celebramos la llegada a la capital; la estamos celebrando, señor Orozco, precisamente nosotros entendemos que hoy hemos llegado a la capital, porque hoy damos principio, hoy es la inauguración de nuestros trabajos; además, no nos podíamos reunir antes por la disposición que se había tomado en Cuernavaca, de manera que hasta ese punto, somos consecuentes con nuestros principios; hay más todavía: coincidiendo con el gran aniversario que se nos presenta, una inmensa manifestación de simpatía a los trabajos de la Convención por los elementos valiosos de la capital, se ha hecho hoy, hemos visto allí representados elementos que antes no habían tomado participación en la cosa pública y que son tan importantes, y que yo creo y auguro que serán los que vengan a determinar el verdadero triunfo de nuestra causa. El elemento femenil, es el gran palenque de las sociedades, porque es precisamente el que forma el principio de iniciativa de los hombres que empiezan a crecer.

Hay más, ahí hemos visto representados a los maestros de escuela, a esos heroicos hombres del porvenir, que serán los que vengan a resolver todas nuestras cuestíones sociales y los que vengan verdaderamente a traer la paz orgánica de nuestra República; estuvo allí representado el elemento obrero, el elemento fuerte, el elemento sufrido, ese que debemos atender, que debemos levantar; porque precisamente todos los esfuerzos nuestros, todos los de la Soberana Convención, deben ser para levantar al caído y darle fuerza al humilde, para así hacer la verdadera felicidad de la patria.

Por esta razón yo pido a los señores delegados que guarden este día, en recordación del gran Patricio que con su célebre principio nos enseñó a respetar el derecho de los demás. He dicho. (Aplausos)

El C. Orozco
Para una alusión personal. Yo me considero honrado, señor delegado Velázquez, pues a mí no me gusta excitar la patriotería en las masas populares; yo creo, y en eso nadie manda, y en eso sí tengo derecho de creer lo que yo guste, que la figura del Benemérito Juárez es muy discutible si la comparamos, si la miramos desde el punto de vista en que yo la veo, porque mi credo no tiene patria (siseos), no tiene barreras de ninguna especie. Mi credo es el credo de la humanidad y no tiene fronteras. Juárez podrá ser, en circunstancias especiales, grande (voces: orden, orden); pero visto desde el punto de vista en que yo lo veo, desde el punto de vista de las verdaderas libertades ... (Siseos, murmullos. Voces: Orden, orden)

El C. Soto y Gama
En contra. Señores delegados:

No me dirigiré al público de las galerías como lo ha hecho el señor Velázquez, porque tengo bastante sinceridad revolucionaria para no creer en el revolucionarismo de la metrópoli, de esa metrópoli que con su sexo femenino a la cabeza, aclamó por las calles de Plateros y San Francisco, no hace año y medio, al infeliz de Félix Díaz.

De manera que, sin dirigirme al público de las galerías, dirigiéndome a los delegados convencionistas revolucionarios que no vienen a representar a las cortesanas ni a los cortesanos de México, debo manifestarles que están en el deber de no olvidarse del terruño sagrado que los invita a trabajar contra los reaccionarios que aquí radican, contra los parásitos eternos de la República que aquí han levantado palacios, que aquí han arrastrado automóviles, que aquí han amasado fortunas y que con su bota enérgica han despreciado, han pisoteado y han maculado ya la gran revolución que no respeta los ídolos, que no respeta a los hombres del pasado; que ve algo más adelante, que ve hacia el porvenir.

Es muy triste que una Convención Revolucionaria se erija como en cónclave de cardenales para hacerle competencia a la iglesia católica, para multiplicar las fiestas religiosas. (Aplausos)

Sí, señores delegados, hemos visto, señores revolucionarios, que la Convención que se dice honradora y glorificadora de su trabajo, del trabajo honrado, no de la molicie, apenas toca las puertas de esta metrópoli se siente holgazana, ociosa, perezosa y se siente halagada por el aplauso de los reaccionarios. ¿Qué importan a la Revolución las clases reaccionarias, y qué importa a la misma la defensa social, señores delegados?

Me dirijo a los maderistas, a los hombres contra quienes se erigió la defensa social, la palabra maldita, fruto del cerebro de Vera Estañol, de Rodolfo Reyes y de García Granados, esa defensa social que hoy se pasea por las calles de la metrópoli.

Esos maestros de escuela educados por Ezequiel Chávez y por Justo Sierra, son los que hoy dominan la conciencia de la Soberana Convención Revolucionaria. (Aplausos. Voces: No, no)

Si debemos ser revolucionarios y hemos de ser fieles a los hombres que nos han mandado aquí, debemos respetar más que estas curules cómodas, que estos palacios artesonados y que todas las cortesanas que nos esperan a la salida de esta sesión para ir al cine y a la holganza que nos espera si dejamos esta sesión, el deber que tenemos de despreciar el canto de las sirenas malditas que aquí se agitan. Ese canto es el del sexo femenino, halagador, risueño, acariciador, que es el que vuelve flojos, lánguidos y perezosos a los compañeros del Norte; ¡parece mentira! (Voces: No, no; aplausos)

Parece mentira que el perfume de las cortesanas los invite a la languidez y al descanso ... (murmullos) ¿y los hermanos muertos en los combates, y la falange de fallecidos que hemos dejado detrás, y los compromisos con la Revolución y el compromiso solemne de no dejarnos ilusionar por esta corte, señores, por la corte de Porfirio Díaz, por la corte de Limantour, por la corte de Huerta, por la corte que en su desesperación ideó otra vez la defensa social y que. más tarde y andando el tiempo fue el cuartelazo, y que hoy, señores, se acoge a la Revolución y se acoge a su sombra y se llama zapatista y se llama villista y se llama revolucionaria?

Lo que es la peor desgracia en los honrados revolucionarios de 1914 y de 1915, es el recuerdo de Juárez, el recuerdo del hombre de la raza del general Montaño que no tuvo inconveniente en crear las fortunas de Limantour, padre, de Hagenbeck que hoy han sido contra los que se ha alzado la poderosa hidra revolucionaria, la cólera revolucionaria que viene a humillar a esta metrópoli de placeres, de orgía y de orgullo, y a los hombres que loaron a Juárez, que loaron a otros prohombres (que no quiero nombrar para no herir susceptibilidades) y que sería vergüenza que mancillaran a ustedes que han ido a recibir heridas en el campo de batalla, que han perdido hermanos, amigos (quizá a su padre), en los campos de batalla y que no vienen aquí a dejarse alucinar por una perspectiva más o menos agradable de una tarde dedicada al alcohol, al vicio, que no se puede nombrar, al cine pequeño y mezquino, cuando nuestro deber está aquí en esta Asamblea. Si los señores del Norte y algunos compañeros del Sur, honran a Juárez, y creen que éste, en lugar de ser un palaciego que se dedicaba a los vicios de la corte, era un hombre que sabía trabajar, que sabía hacer obra demoledora y obra reformadora, hagamos la obra reformadora y demoledora al pueblo de esta metrópoli que nos quiere corromper. Y yo, señores, levanto mi voz contra esos palaciegos, contra los enemigos de esta gran Revolución formada por campesinos, por reformistas y por hombres honrados, que pretenden venir a ponerse a los pies de una vulgar mujerzuela, que venga aquí a dejarse alucinar por los gritos de los reaccionarios. (Murmullos)

¿Qué me importan los gritos de la reacción! ¿Esos hombres que aplaudieron a Huerta, esos hombres que lo aplaudieron hasta el último momento, esos hombres que tuvieron la felonía (aquí en la metrópoli), de llenar las calles de Plateros con sus mentidas manifestaciones que llamaban antiamericanas y que no eran más que antirrevolucionarias? Esos hombres son los que seducen a los hermanos del Sur, al compañero Montaño, ¿qué le pasa, compañero Montaño? (Risas y aplausos)

No hay que permitir que se alucine a los revolucionarios, como al compañero Montaño, cuando ven desfilar por las calles un grupo de mujeres hermosas, el elemento femenino, no, compañero Montaño; el elemento revolucionario, es la frialdad rústica, es la mano callosa, es el pie rajado, es la montaña agreste y no esta metrópoli que castigó la Revolución en su forma demoledora, y hay que decirlo, el carrancismo, aunque malo y todo, es la Revolución.

Prefiero un millón de veces el carrancismo que destruye, que la reacción cobarde que se escuda detrás del odio al carrancismo para sacar las uñas y para sacar sus garras que agarrarán mañana a los hombres del Norte y del Sur, porque no se grita antiporfirismo y antihuertismo. Se nos quiere engañar a nosotros los hombres de principios, a nosotros que hemos despreciado la vida metropolitana; pues bien, señores, si se me da a elegir entre reaccionarios hipócritas y cobardes y entre carrancismo demoledor, yo digo: carrancista revolucionario. (Aplausos)

Nosotros, señores, si somos revolucionarios, tenemos el valor de ser superiores a este medio mefítico, a este medio corrompido en que sólo late el estómago, en que no hay valor, en que no hay corazón, en que no hay ideales; digamos francamente, si queremos honrar a Juárez, los que creen en Juárez, y yo no creo en Juárez porque Juárez traicionó a su raza, a la gran raza indígena a la cual maniató y entregó vilependiada en manos de los hombres de la raza blanca; no creo en Juárez, lo digo con mi convicción y con mi palabra; a los que creen en Madero y en Aquiles Serdán y en los mártires de la Revolución del 57 y de 1910, hay que decirles: la metrópoli corrompió a Juárez, corrompió a Madero; por el honor de la Revolución, vamos hacia allá, hacia las llanuras de Chihuahua, hacia las montañas del Sur, y vamos hacia los hermanos villistas y hacia los hermanos zapatistas que en esta metrópoli fueron calificados de bandidos, y cuando triunfen los bandidos, no con vítores y regados con flores, ni de los aplausos hagamos caso, hagamos caso de nuestras conciencias y veamos por el terruño sagrado que exige el castigo de los culpables y bien por Carranza y bien por Obregón si castigaron la metrópoli! (Aplausos)

Malditos seamos nosotros si ... (Aplausos, siseos, murmullos)

La metrópoli merece castigo porque la metrópoli dejó abandonado al apóstol en quien creía, a Madero, y la metrópoli tuvo la cobardía de entonar un himno y de rendirse, humillada y miserable, a los pies de Huerta; la metrópoli tuvo el valor de aplaudir a Carranza y se inclinó y se arrastró ante Obregón y abandonó a los únicos hombres que se levantaron contra Obregón ... (Siseos)

La metrópoli no merece más que nuestra lástima, nunca veamos así a la nación, tengamos de frente la vista hacia la Revolución, veamos hacia la nación, tengamos de frente la faz hacia la Revolución y hacia el porvenir, no hacia el pasado cenagoso y corrompido que se encierra en los burdeles y en las cantinas de la metrópoli. (Aplausos)

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSegunda parte de la sesión del 11 de marzo de 1915 Segunda parte de la sesión del 21 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha