Índice de Orígen y evolución de la moral de Pedro KropotkinCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo 9

Teorías morales francesas de los siglos XVII y XVIII

Comienzos de la nueva Filosofía en Francia. - Montaigne y Charron. - Descartes. - Gassendi. - Bayle. - La Rochefoucauld. - Lamettrie. - Helvecio. - Holbach. - Los enciclopedistas. - Morelly y Mably. - Montesquieu. - Voltaire y Rousseau. - Turgot y Condorcet.

La emancipación de las ciencias, y por lo tanto de las doctrinas morales, del yugo de la Iglesia tuvo lugar en Francia al mismo tiempo que en Inglaterra. El pensador francés Renato Descartes ocupó en ella el mismo lugar que Francisco Bacón en Inglaterra y las principales obras de ambos aparecieron casi al mismo tiempo (1).

Pero por varias causas el movimiento tomó en Francia un carácter distinto que en Inglaterra: las ideas libertadoras francesas penetraron en capas más amplias y ejercieron una influencia mucho más honda en Europa que la corriente iniciada e instigada por Bacón, la cual engendró, sin embargo, una verdadera revolución en la ciencia y en la filosofía científica.

El movimiento emancipador se inauguró en Francia ya hacia fines del siglo XVI y tomó desde el principio un camino distinto al de Inglaterra, donde se manifestó en forma de movimiento protestante y de revolución campesina y urbana. En Francia la revolución estalló tan sólo a fines del siglo XVIII, pero las ideas de libertad se propagaron en la sociedad francesa mucho antes, sobre todo merced a la literatura. Por primera vez encontramos estas ideas en las obras de Rabelais (1483-1553) y de su discípulo Miguel Montaigne.

Montaigne (1533-1592) .- Es uno de los más admirables escritores franceses. Fue, además, uno de los primeros que expresó en forma fácil de comprender, desde el punto de vista del sentido común, ideas atrevidas sobre la Religión.

Su célebre libro Ensayos, publicado en 1583, tuvo un éxito enorme. Las ediciones se sucedieron unas tras otras y fue leído en toda Europa. Más tarde fue considerado como maestro aun por los más grandes escritores del siglo XIX.

Este libro ha contribuído mucho a emancipar la Ética de los viejos dogmas escolásticos. Los Ensayos de Montaigne no pasan de ser una serie de francas confesiones de un hombre de mundo sobre su propio carácter, los motivos de sus juicios y actos, así como sobre el carácter de la mayoría de las personas que les rodeaban. Juzgaba los actos humanos como un epicúreo refinado. Su egoísmo estaba suavizado por una ligera capa filosófica. Desenmascaraba la hipocresía religiosa, en la cual se envuelven los epicúreos egoístas y sus directores religiosos.

Gracias a su considerable talento literario dió Montaigne el tono crítico e irónico respecto a la Religión que más tarde, en el siglo XVIII, caracterizó a toda la literatura francesa. Desgraciadamente ni él ni sus partidarios han sometido hasta ahora al mismo género de crítica irónica la organización del Estado, que ocupa hoy el lugar de la Iglesia en la dirección de la vida social (2).

A una crítica más substancial se dedicó, algún tiempo después, el teólogo y predicador de la reina Margarita, Pedro Charron (1541~1603). Su libro Tratado de la Sabiduría, publicado en 1601, adquirió inmediatamente una gran popularidad. A pesar de ser sacerdote era mucho más escéptico que Montaigne. Al analizar las varias religiones cristianas y paganas señaló Charron que era mucho lo que todas ellas tienen de común y demostró que la moral no necesita del apoyo de la Religión (3).

En general ese escepticismo para con la religión fue más tarde el rasgo característico de la literatura francesa del siglo XVIII y está expresado con una claridad particular en las obras de Voltaire y de los enciclopedistas, así como en las novelas y dramas publicados antes y durante la revolución.

Renato Descartes (1596-1650). - Bacón nos ha dejado para el estudio de la naturaleza el método inductivo que prescinde por completo de la intervención de la Religión y de la Metafísica en la explicación de la vida del Universo. Pero Descartes continuó sirviéndose del método deductivo. Trató de aclarar, sin embargo, sirviéndose de previsiones físico-matemáticas, terrenos no estudiados todavía y que no se prestaban a una explicación científica. Con todo, Descartes se mantuvo siempre en el campo firme de la concepción física de los fenómenos y procuró expresar sus hipótesis en un lenguaje matemático.

Publicando sus obras en Francia, todavla no emancipada de la Iglesia Católica, Descartes tuvo que ser muy prudente en sus expresiones (4). Ya en 1628 se vió obligado a emigrar de Francia y a establecerse en Holanda, donde publicó en 1637 sus Ensayos filosóficos. Una parte de este libro estaba integrada por su trabajo fundamental o sea el Discurso del Método, que ejerció una gran influencia sobre el pensamiento filósófico e inauguró la concepción mecánica de la naturaleza.

Descartes se ocupó relativamente poco del problema moral y sus ideas a este respecto se encuentran tan sólo en las cartas a la princesa Cristina de Suecia. Prefirió no tocar la religión; hacía poco que había sido quemado Giordano Bruno. Pero su tentatíva de explicar la vida del universo sirviéndose del análisís matemático -lo que pronto se llamó cartesianismo- prescindía de la Iglesia y de la fe, lo mismo que el método inductivo de Bacón.

Descartes evító cuidadosamente todo ataque a la Iglesia y aun para hacerse agradable a ella se empeñó en probar la existencia de Dios. Pero se ve claramente que en este punto le faltaba la sinceridad. Toda su doctrína excluía la íntervención del Creador. El Dios de Descartes, así como el de Spínoza, era el Uníverso entero, la naturaleza misma. Procuraba, por ejemplo, dar una explícacíón físíológica de la vída psíquica del hombre, a pesar de la escasez de conocímíentos de la época. Pero en el terreno de las ciencias exactas, sobre todo en el del estudio de los fenómenos físicos por medio del método matemático, los méritos de Descartes fueron enormes. Puede decirse que ha creado, sentando las bases de la Geometría analítíca, una nueva ciencía. Aplicó sus nuevos métodos al estudio de los más difíciles problemas físícos y de un modo particular a la ínvestígación de los movimientos giratorios de las partículas de matería ínfinítamente pequeñas en el espacio ílímitado. Tan sólo muy recientemente la Física, con sus ínvestigaciones sobre el éter, ha conseguido acercarse a este problema fundamental de la vida del Universo.

Como Bacón, Descartes ponía de relieve la omnipotencia de la cíencia en comparación con la nulidad de las supersticiones y de las explicaciones intuitivas, es decir basadas en suposiciones.

Copérnico, poco antes, había demostrado que nuestra Tierra era tan sólo uno de los satélites del sol y que las estrellas innumerables constituyen millones de universos como nuestro sistema solar. De este modo surgió ante el hombre en toda su grandiosidad el misterio de la creación y su intelecto, se esforzó por comprenderlo. Bacón afirmó que para llegar a este resultado el mejor método es el inductivo. En cuanto a Descartes, se esforzó en penetrar en este misterio y en adivinar nada menos que las leyes fundamentales de la naturaleza que rigen no solamente en nuestro sistema solar, sino en todo el universo.

Al tratar de concebir la naturaleza mediante el pensamiento matemático -como lo habían soñado Pitágoras y sus discípulos, así como más tarde Giordano Bruno-, Descartes fortaleció de hecho la importancia de la Metafísica en la filosofía de los siglos XVII y XVIII. Pero en cambio introdujo en la Física elementos que ayudaron a que en el siglo XIX fuera posible descubrir la esencia del calor y de la electricidad en las vibraciones de las moléculas y más tarde, a fines del mismo siglo, las vibraciones invisibles, entre las cuales hay que mencionar los rayos Röntgen, que constituyeron el primer paso para los admirables descubrimientos de la telegrafía y telefonía sin hilos.

Precediendo a Lamarck y a Darwin, señaló Bacón que bajo la influencia de las condiciones exteriores, siempre cambiantes, nacen nuevas especies de plantas y animales; en cuanto a Descartes, puede decirse que con su teoría de los torbellinos supo ya prever los descubrimientos científicos del siglo XIX.

Gassendi (1592-1655) .- Hemos ya hablado en el capítulo IV de la influencia que ejerció durante cinco siglos la doctrina de Epicuro en el mundo latino y griego. Los estoicos la combatieron, pero aun en los representantes más notables del estoicismo, como Séneca, se encontraron bajo la influencia del epicureismo. Tan sólo el cristianismo consiguió vencer la doctrina de Epicuro, pero también muchos pensadores cristianos, como Luciano y el propio Agustín, le pagaron su tributo.

Cuando en la época del Renacimiento resurgió el interés por todos los documentos de la civilización griega y romana, los pensadores de las varias escuelas, en sus esfuerzos para deshacerse del yugo de la Iglesia, se fijaron atentamente en los escritos de Epicuro y de sus discípulos y sucesores, como Diógenes Laercio, Cicerón y Lucrecio, este último, por cierto, uno de los precursores de la explicación científico-natural contemporánea del mundo.

La fuerza principal de la doctrina epicúrea consistía en repudiar el origen sobrenatural del sentido moral. Explicábalo por la aspiración razonable a la felicidad. Pero la felicidad, añadía Epicuro, consiste no sólo en la satisfacción de las necesidades materiales, sino también en la de los sentimientos y necesidades superiores, incluso la necesidad de la amistad y de la vida social. En esta forma predicaron el epicureismo los que repudiaban la moral religiosa.

Ya en la segunda mitad del siglo XVI se expresaba en este sentido Montaigne. Un poco más tarde, en el siglo XVII, se colocó en el punto de vista de Epicuro el filósofo Pierre Gassendi, sacerdote instruído, físico, matemático y pensador. En 1624, siendo profesor de Filosofía en el sur de Francia, publicó en tono polémico una obra latina contra las doctrinas de Aristóteles, que predominaban a la sazón en las escuelas eclesiásticas (5). En los dominios de la Astronomía, Gassendi opuso Copérnico a Aristóteles, considerado como un herético peligroso. En los problemas morales compartió el punto de vista de Epicuro.

El hombre, afirmaba Gassendi, aspira ante todo a la felicidad y al placer, pero concibiendo estas ideas, según había enseñado Epicuro, en su más amplio sentido. No solamente los placeres corporales que pueden empujar al hombre a actos malos para con sus semejantes, sino y principalmente el equilibrio espiritual realizable tan sólo cuando el hombre ve en los demás a sus propios compañeros y no a sus enemigos.

Las obras de Gassendi encontraron una excelente acogida entre las gentes cultas de la época, las cuales aspiraban ya a emanciparse del yugo de la Iglesia y de las supersticiones y sobre todo a un nuevo ideal de la vida social basado en la igualdad. Este ideal empezó a tomar formas concretas tan sólo en el siglo XVIII.

Pedro Bayle (1637-1706). - Desde la época de Bacon y Descartes comenzó en la Ética, como ya hemos visto, una gran transformación. Los pensadores empezaron a buscar en la naturaleza misma del hombre las fuentes naturales de la moral. Hobbes, que vivió un poco más tarde que los dos fundadores mencionados de la ciencia natural contemporánea (sus principales obras fueron publicadas entre 1642 y 1658), desarrolló ya todo un sistema ético emancipado de la religión. Desgraciadamente estuvo guiado por conceptos completamente falsos sobre la humanidad primitiva y sobre la naturaleza humana en general, lo que le condujo a falsas conclusiones. Pero la nueva dirección en el estudio de la moral había sido ya señalada y una serie de pensadores trataron de demostrar que la moral no obedece al miedo del castigo en la vida actual o futura, sino que constituye el desarrollo fundamental de las propiedades naturales en la naturaleza humana. Más aun: en la humanidad contemporánea. a medida que se produce la emancipación del miedo inspirado por las religiones, se manifiesta el deseo de ideales sociales siempre más elevados. En este sentido se expresó también el filósofo panteista Spinoza, continuador de Descartes, y su contemporáneo Locke. Pero con más claridad aun se pronunció en Francia otro escritor de la misma época: Pedro Bayle.

Admirador de la filosofía de Descartes contribuyó, con su famosa Enciclopedia (6), a sentar las bases de la concepción naturalista del mundo que, recogida posteriormente por Hume, Voltaire, Diderot y en general los enciclopedistas, adquirió tanta importancia para el desarrollo espiritual de la humanidad. Fue además el primero que abogó abiertamente por la liberación de las doctrinas morales de toda clase de fundamentos religiosos.

Apoyándose en las definiciones de la misma Iglesia, Bayle demostró que la falta de fe podía ser considerada como fuente de malas costumbres tan sólo en el caso de que la fe hubiera calificado el amor a Dios como único y supremo ideal moral. Pero en realidad es todo lo contrario. La fe reviste otro carácter y está ligada a muchísimas supersticiones. Además todas las religiones se sirven también de la amenaza del castigo en el caso de que sus reglas sean incumplidas. Por otra parte la moral, como es sabido, convive muy bien con el ateísmo.

De aquí la necesidad de estudiar si no existen en la naturaleza humana principios que tienen su origen en la vida en común o social. Guiado por tales ideas, Bayle consideró los principios fundamentales de la moral como leyes eternas, pero no de origen divino, sino como leyes de la naturaleza o, mejor aun, como un hecho perfectamente natural.

Desgraciadamente Bayle, siendo escéptico y crítico, pero no creador de nuevos sistemas, no llevó su pensamiento hasta el fin y se abstuvo de llegar a conclusiones sobre el origen de la moral. Además sus ideas provocaron tanta indignación en las esferas políticas y religiosas que se vió obligado a suavizar sus expresiones. Pero a pesar de todo, tan aguda y espiritual fue su crítica, que Pedro Bayle puede ser considerado como precursor de Helvecio, Voltaire y los enciclopedistas.

La Rochefoucauld (1613-1680). - Contemporáneo de Bayle, aun cuando su obra no puede ser considerada como típicamente filosófica, preparó sin embargo, con su libro Máximas -en no menor grado que Bayle-, el terreno para una Ética emancipada de la Iglesia. La Rochefoucauld fue un hombre de mundo y vivió el ambiente de la sociedad aristocrática. Fino psicólogo y atento observador, vió perfectamente la sociedad de su época, la vaciedad de la misma, su hipocresía y vanidad que servía de base a la llamada virtud; vió que en realidad las gentes de su medio social estaban guiadas por el deseo de la utilidad y por las ventajas personales, que la religión oficial no hace nada para impedir los actos inmorales. Y llegó a la conclusión de que el egoísmo es el único motor de la actividad humana. El egoísmo es, en efecto, el principio fundamental de su libro.

El hombre, dice La Rochefoucauld, no quiere más que a sí mismo; aun en los demás quiere sólo a sí mismo. Todas las afecciones y pasiones humanas no son más que transformaciones de un egoísmo mal escondido. Aun los mejores sentimientos humanos los atribuía La Rochefoucauld a causas egoístas: en el valor y en la valentía veía la manifestación de la vanidad; en la magnanimidad veía el orgullo; en la generosidad, la ambición; en la modestia, la hipocresía, etc.

A pesar de todo su pesimismo La Rochefoucauld contribuyó con su libro en alto grado a despertar el pensamiento crítico en Francia y sus Máximas, junto con el libro de su contemporáneo La Bruyere, Los caracteres, fueron las obras que mayor difusión y éxito alcanzaron en la segunda mitad del siglo XVII y a principios del XVIII.

La Bruyere (1639-1696).- Fue menos pesimista que La Rochefoucauld, aun cuando calificara también a los hombres de injustos, ingratos, implacables y egoístas por su naturaleza; pero opinó que las gentes son merecedoras de una cierta condescendencia porque su maldad nace de las desgracias de la vida. El hombre, según La Bruyere, al repudiar la Etica religiosa, llegó a crear un sistema de moral basado en las leyes naturales. Esta finalidad trataron de conseguirla algún tiempo más tarde Lamettrie, Helvecio y Holbach.

Lamettrie (1709-1751).- Fue una de las inteligencias más inquietas del siglo XVIII. En sus obras declaró la guerra a todas las tradiciones morales, religiosas y políticas. Siguiendo a Hobbes, elaboró una concepción materialista del Universo con la misma audacia que luego observaron los materialistas de mediados del siglo XIX.

En sus obras Historia natural del alma, El hombre planta y El hombre-máquina repudió la inmortalidad del alma y predicó ideas francamente materialistas. En El hombre-máquina, publicado en 1748, Lamettrie afirma que nuestra alma contiene solamente impresiones y sensaciones y que lo único que hay en la naturaleza es la substancia o materia sometida a las leyes mecánicas. Por sus ideas fue Lamettrie expulsado de Francia y su libro El hombre-máquina quemado en París por el verdugo. Al mismo tiempo desarrolló la doctrina materialista Condillac (1715-1780), que expuso sus ideas en dos obras: Ensayo sobre los orígenes del conocimiento humano (1746) y Tratado de las sensaciones (1754).

Claudio Helvecio (1715-1771).- El siglo XVIII ha sido una de las épocas decisivas en la historia de la evolución intelectual de la humanidad. Toda una serie de pensadores ingleses y franceses reconstruyeron por completo las bases mismas de nuestra concepción del Universo. El filósofo francés Helvecio trató de hacer el balance de las conquistas del pensamiento científico en un célebre libro, escrito en forma viva y comprensible, titulado Del espíritu.

A instancias del clero francés el libro de Helvecio fue quemado en 1759, lo que contribuyó todavía a aumentar su difusión. Sus ideas pueden ser resumidas a grandes rasgos como sigue: el hombre es un animal sensual; la base de la naturaleza humana la constituyen las sensaciones, de las cuales emanan luego todas las formas de actividad. La suprema ley moral consiste en aspirar al goce y en evitar el sufrimiento. El hombre juzga a los demas según este criterio: calificamos de virtud lo agradable y útil y de vicio lo contrario. En los actos más nobles y altruistas el hombre no busca más que su goce y efectúa o realiza estos actos cuando el goce que le procuran es superior al sufrimiento que le producen.

Helvecio atribuyó una gran importancia a la educación en la formación del carácter moral del hombre. La educación desarrolla en el hombre la conciencia de que nuestro interés individual reside en la coordinación del mismo con el interés de los demás.

La filosofía de Helvecio tuvo un éxito enorme y ejerció una gran influencia sobre la sociedad francesa de su tiempo, preparando el terreno para las ideas de los enciclopedistas.

Barón D'Holbach ( 1723-1789).- Trabajó siguiendo las mismas direcciones que Lamettrie y Helvecio. Expuso sus ideas sobre la moral en el libro El sistema social, publicado en 1773 y condenado por el parlamento francés en 1776.

Holbach trató de asentar la Ética sobre bases puramente naturales sin mezcla alguna de ideas metafísicas. Reconoció que el hombre aspira a la felicidad y que toda su naturaleza le empuja a evitar el sufrimiento. Pero en su aspiración al placer el hombre está guiado por la razón, es decir por el conocimiento de la verdadera felicidad y de los medios para alcanzarla (7). La justicia consiste en dar al hombre la posibilidad de utilizar o por lo menos de no impedirle utilizar sus capacidades, derechos y todo lo necesario para la vida y la felicidad. (Tomo I, pág. 104 ).

Las ideas de Holbach acerca de la moral fueron profesadas por la mayoría de los enciclopedistas franceses, con los cuales mantuvo siempre relaciones amistosas. En su salón de París se reunieron los pensadores más notables de la época como Diderot, D' Alembert, Grimm, Rousseau, Marmontel, etc. Por intermedio de ellos las ideas de Holbach penetraron como uno de los elementos fundamentales en la filosofía de los enciclopedistas (8).

Los Enciclopedistas y su Filosofía son los representantes típicos de la vida espiritual de todo siglo XVIII. La Enciclopedia constituye el balance de todo lo que había realizado la humanidad en el terreno de las ciencias y de la política hasta aquella época. Es el verdadero monumento intelectual de aquellos tiempos y en su construcción colaboraron todos los hombres sobresalientes de Francia. La Enciplopedia creó el espíritu crítico destructor que más tarde inspiró a los hombres más eminentes de la Revolución francesa.

Los iniciadores e inspiradores de la Enciclopedia fueron, como es sabido, los filósofos Diderot ( 1713- 1784) y D' Alembert ( 1717-1783 ). Los ericiclopedistas aspiraban a la emancipación del intelecto humano mediante el conocimiento. Eran enemigos del gobierno y de todas las ideas tradicionales que servían de apoyo al viejo orden social. No tiene nada de extraño pues que el gobierno y el clero, ya desde un principio, declararan la guerra a estos pensadores e impidieran por todos los medios la difusión de la gran obra que habían emprendido.

La Ética de los enciclopedistas estaba naturalmente de acuerdo con las ideas que dominaban a la sazón en Francia. Sus conceptos fundamentales eran los siguientes: El hombre aspira a la felicidad y con este fin se reunen los hombres en sociedades. Todos tienen iguales derechos a la felicidad y por lo tanto a los medios para conseguirla. Por eso lo justo es idéntico a lo útil. Las confusiones que surgen a causa de los conflictos entre derechos distintos deben armonizarse por las leyes que son expresión de la voluntad común y consagran únicamente lo que sirve a la felicidad de todos.

En este mismo sentido escribió también el sacerdote Reynal (1713-1796), cuya obra, Historia de las colonias y del comercio europeo en las Indias, estaba por su espíritu tan cerca de los enciclopedistas, que muchos la atribuyeron a Diderot. Fue escrita en forma tan amena que en corto tiempo alcanzó varias ediciones. Pintaba con justos colores el estado natural de la vida entre los salvajes y restablecía la verdad a este respecto, separándose de la pintura sombría y falsa de los misioneros católicos que consideraban a los salvajes como hijos del infierno. Al mismo tiempo Reynal abrazó con energía la causa de la emancipación de los negros, hasta el punto de que su libro fue calificado de evangelio de los negros.

En el mismo sentido científico y humanitario escribió, por fin, el italiano Beccaria (1738-1794). Su libro, Dei delitti e delle pene aboga por la suavización de las costumbres y la abolición de las torturas y ejecuciones capitales. Esta obra, escrita en 1764, propagó en Italia las ideas de los enciclopedistas e inmediatamente fue traducida por el cura Morellet y completada por Voltaire, Diderot y Helvecio. En este libro demostró Beccaria que las ejecuciones capitales crueles, que se practicaban a la sazón en Europa, no solamente no desarraigaban los crímenes sino que al contrario contribuían a hacer más brutales las costumbres. El mejor medio de lucha contra la criminalitlad -decía Beccaria- está en la instrucción de las masas populares.

A fines del siglo XVII y a principios del XVIII se publicaron en Francia numerosas utopías, es decir pinturas de una sociedad ideal basada en principíos racionales. Todas ellas tenían como base la fe en la omnipotencia de la razón y la convicción de que la moral reside en la misma naturaleza humana. El escritor más notable en este género de literatura fue el abate Morelly que publicó en 1753 una novela comunista titulada Naufragio de las islas flotantes. En ella Morelly procuró demostrar que los pueblos pueden conseguir la felicidad, no por medio de reformas políticas, sino cumpliendo las leyes de la naturaleza. Más ampliamente expuso Morelly sus ideas comunistas en la obra Code de la Nature ou véritable esprit de tout temps negligé ou méconnu (Paris, 1756 ). En esta obra describe detalladamente la organización comunista de la sociedad, en la cual no hay más propiedad individual que la de los objetos de uso cotidiano.

Los libros de Morelly ejercieron mucha influencia antes de la revolución y durante largo tiempo sirvieron de modelo para la reorganización de la sociedad según el espíritu comunista. Probablemente inspiraron también a Mably (1709-1785), quien en sus obras Conversaciones de Foción sobre las relaciones entre la moral y la política (1763) y Los derechos y deberes del ciudadano predicó el comunismo y la comunidad de bienes. Mably veía el principal obstáculo para la felicidad y la moral en la avidez humana; por esto, decía, hay que aniquilar antes a este enemigo eterno de la igualdad, creando un régimen social en el cual nadie vea su felicidad en el aumento de la riqueza. Más tarde estas ideas inspiraron a Graco Babeuf, quien junto con sus amigos Buonarotti y Silvain Marechal tramó la conspiración de los iguales por la que fue decapitado en 1796.

Al lado de la crítica utópica de los comunistas, los fisiócratas, acaudillados por Quesnay (1694-1794), inauguraron una crítica puramente científica de la sociedad contemporánea. Fueron los primeros en señalar el defecto fundamental de la estructura social: la división en productores por un lado y en propietarios parásitos por otro. Insistieron además en la nacionalización de la tierra.

La necesidad de la reconstrucción social se hacía sentir en Francia cada día más y en la segunda mitad del siglo XVIII surgió, con su crítica del antiguo régimen, el más grande pensador de la época, el barón de Montesquieu.

Montesquieu (1689-1755).- Su primera obra, conteniendo una crítica del despotismo y de toda la vida social, fueron las Cartas Persas. En 1748 publicó su obra capital titulada El espíritu de las leyes, que inauguró una nueva concepción de la sociedad humana, así como de las costumbres y leyes, que Montesquieu consideraba como productos naturales de la evolución de la vida social en sus diversos grados. Esta obra influyó en alto grado sobre todos los pensadores de la segunda mitad del siglo XVIII. Lo más intéresante de ella es la aplicación del método inductivo al problema de la evolución de las instituciones. Su crítica del poder monárquico, la previsión de un régimen nuevo que ha de implantarse con el desarrollo industríal, la crítica de las crueldades del código, etc, se transformaron en postulados de todos los movimientos progresivos de Europa.

Desgraciadamente el libro de Montesquieu por su forma y estilo estaba tan sólo al alcance de las gentes instruídas. El autor no poseía el don, o tal vez no quería poseerlo, de escribir para las grandes masas. Esta cualidad la poseyeron en cambio hasta la perfección, dos filósofos de la misma época. Voltaire y Juan Jacob Rousseau, admirables pensadores que prepararon en Francia la gran revolución y ejercieron una influencia considerable en el desenvolvimiento de la misma.

Voltaire (1694-1778).- Fue un hombre de una inteligencia sobresaliente. No era estrictamente un filósofo. Pero se servía de la Filosofía como de un arma adecuada para luchar contra las supersticiones y prejuicios. Tampoco era un moralista en el sentido estricto de la palabra. Su doctrina ética no era muy profunda, pero sí en extremo hostil a las exageraciones ascéticas y metafísícas. Voltaire no tiene un sistema ético propio, pero con sus obras contribuyó no poco a la consolidación de la Ética del sentimiento humanitario, del respeto a la personalidad humana. En todas sus obras reclamó con energía la libertad de conciencia, la abolición de la Inquisición, de las torturas y de la pena de muerte. Abogó además en favor de las ideas de igualdad civil y de legalidad, las cuales trató de realizar posteriormente la Revolución francesa (9).

Juan Jacobo Rousseau (1712-1778).- Influyo muchísimo, lo mismo que Voltaire, en la Revolución francesa. Era un carácter distinto del de Voltaire. Se dedicó a la crítica del régimen social y predicó la sencilla vía natural. Enseñó que el hombre es bueno por naturaleza y que todo lo malo en él procede de la civilización. Rousseau atribuye las inclinaciones morales a la comprensión exacta de lo que es ventajoso, pero al mismo tiempo daba como fin del desarrollo de la humanidad los ideales más elevados. En la igualdad veía la base de todo régimen social razonable. Todos nacen iguales, escribió Rousseau. Predicó estas ideas con tanto ardor y fervor que sus escritos alcanzaron una influencia enorme no sólo en Francia sino en toda Europa. Filósofo del sentimiento, veía en él la fuerza viva capaz de corregir todos los defectos y realizar los grandes actos. Era un poeta, entusiasta de los grandes ideales, inspirador de los derechos del ciudadano.

Al hablar de la Filosofía francesa de la segunda mitad del siglo XVIII hay que mencionar todavía a otros dos pensadores que fueron los primeros en formular la idea del progreso: Turgot y Condorcet.

Turgot (1727-1781).- Fue el primero que formuló la idea de progreso y de la perfectibilidad humana en su obra, Estudio de la historia universal. He aquí lo que escribió a este respecto: La Humanidad, marchando poco a poco del reposo a la actividad, se encamina con paso lento pero firme hacia la mayor perfección, que consiste en la sinceridad del pensamiento, en las buenas costumbres y en las leyes justas.

Condorcet (1743-1794).- Fue una de las víctimas del Terror, contribuyendo además al desarrollo de la idea del progreso con su célebre obra Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano. En este libro procuró no solamente establecer y demostrar la existencia de la ley del progreso, sino que trató de deducir, basándose en el pasado de la humanidad, las leyes de la evolución social para el porvenir. Afirmó que el progreso consiste en la aspiración a la supresión de la desigualdad social entre los ciudadanos. Estaba seguro de que los hombres aprenderían en el porvenir a conciliar los intereses privados con los de la comunidad y que la moral habría de convertirse en una necesidad natural para el hombre.

Todas las doctrinas e ideas que acabamos de exponer influyeron en uno u otro sentido sobre el gran movimiento social que se llama la Revolución francesa. Esta, que se había ya producido en los espíritus hacia fines del siglo XVIII, y las nuevas y atrevidas ideas inspiradas por el sentimiento de la dignidad humana que lanzaron tantos grandes pensadores, se propalaron como una corriente impetuosa en la sociedad, destruyendo las viejas instituciones y prejuicios. La Revolución aniquiló los últimos restos del régimen feudal y las nuevas instituciones que creó fueron un producto del movimiento filosófico que, empezado en Inglaterra, se desarrolló luego en Francia. La célebre declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano lanzada por la Revolución francesa está integrada por ideas de Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Condorcet. Estas ideas son en resumen: todos los hombres nacen iguales y libres; todos tienen el mismo derecho al desarrollo de sus fuerzas y capacidades, a gozar en la misma medida de la vida y de la libertad; todos tienen derecho a profesar las opiniones y religiones que quieran.

En estos principios vemos, en forma lacónica y clara, las ideas de Hobbes y Locke, desarrolladas por los pensadores franceses del siglo XVIII. Este programa lo dejó luego la Revolución francesa a las generaciones posteriores para que ellas a su turno lo lleven a la práctica.




Notas

(1) El Novum Organum de Bacón fue publicado en 1620, mientras que el Discurso del método de Descartes lo fue en 1637.

(2) Tan sólo uno de los amigos de Montaigne, Etienne de la Boetie (1530-1563) escribió una sátira admirable contra la tiranía. La servidumbre voluntaria, en la cual el autor opone al despotísmo la libertad natural, la sana razón y la justicia. (Nota de N. Lebedeff).

(3) En la 1a. edición de su Tratado de Sabiduría aparece un párrafo -quitado en las ediciones posteriores- en el cual Charrón admite la piedad y la religiosidad, pero no para inspirar al hombre la moral, que ha nacido con él y le ha dado la naturaleza, sino para que la moral tome una forma definitiva y perfecta. Esto demuestra que el reconocimiento de la moral como una cualidad innata del hombre está mucbo más desarrollada entre los pensadores que lo que se cree generalmente a traves de sus escritos.

(4) Por las cartas de Descartes a su amigo Mersenne (Junio de 1633 y Enero de 1634, publicadas en la Historia del Materialismo de Lange, en la nota 69, a la 2a parte del primer tomo) se sabe que al informarse de que la Inquisición había encarcelado otra vez a Galileo y condenado su libro se declaró dispuesto a renunciar a la exposición de sus ideas sobre el movimiento de la Tierra.

(5) Exercitaciones paradoxica adversus Aristotelem. De esta obra Gassendi suprimió cinco capítulos que combatían las ideas astronómicas de Aristóteles y Ptolomeo, autores protegidos por la Iglesia; tan sólo unos cinco años antes de la publicación de este libro había sido quemado vivo por una obra análoga Vanini. Posteriormente publicó Gassendi dos escritos sobre Epicuro, cuando era aun profesor del Colegio de Francia. Pero su obra fundamental, Syntagma philosophia Epicuri, apareció recién después de su muerte.

(6) Dictionnaire Historique et Critique, publicado por primera vez en Rotterdam en 1696, en dos volúmenes. Luego en 1820 en 16 tomos. Con motivo de la aparición de un cometa en 1680, Bayle, en un folleto titulado Pensamientos diversos sobre el cometa -prohibido inmediatamente después de su aparición- expresó por primera vez sus ideas antirreligiosas.

(7) Systeme Social, tomo I, pág. 17.

(8) Los utilitaristas ingleses aprovecharon también las ideas de Holbach.

(9) No se puede calificar a Voltaire, naturalmente, de revolucionario, ni aun de demócrata. No reclamó nunca la obolición del régimen social existente, y si habló de la igualdad humana fue en términos generales. En la sociedad, decía, los hombres representan papeles distintos. Todos son iguales como hombres, pero desiguales en tanto que miembros de la sociedad. Su ideal político era el despotismo ilustrado, preocupado del bien del pueblo. (Pensées sur L'Administration, tomo V, pág. 351).


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