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¡Basta!

Hace como tres semanas que los obreros que trabajan en la Mexican Gulf Oil Company, presentaron un pliego de peticiones a la mencionada compañía petrolera, y, como es la costumbre de todos nuestros arrogantes explotadores, las peticiones de los obreros fueron de plano rechazadas.

Obligados los trabajadores por la negativa absoluta de sus amos para llegar a cualquier entendimiento, no quedaba otro recurso a los obreros que recurrir a la huelga, con el fin de obligar a la compañía a ceder, cuando menos, parte de las enormes riquezas que atesora, riquezas todas amasadas con el sudor de sus esclavos obreros; de lo contrario los trabajadores continuarían sometidos a servir a la compañía por una pitanza que a duras penas les basta para no morirse de hambre.

La huelga continúa en pié, sin embargo, debido a la altivez y dignidad de los trabajadores, quienes, ante todo, preferirían morir antes que comer un pan manchado con su vil degradación.

Por demás está decir el enorme descontento que reina entre los trabajadores contra la descarada parcialidad del gobierno que se dice ser amigo de ellos.

Matanza de obreros.

El día 1º de este mes diferentes uniones obreras nombraron delegaciones que se presentaron a los campos de la referida negociación petrolera, con objeto de hacer que la compañía cesara los trabajos interrumpidos por cuestión de la huelga. Pero apenas se presentaron las delegaciones obreras a los campos de la Mexican Gulf, cuando se oyó una estruendosa descarga de fusilería que dejó por tierra un tendido de inocentes trabajadores.

La inhumana labor de los esbirros guardianes de los intereses de la compañía americana llegó a tal grado de salvajismo que no se permitió ni a las gentes inofensivas de esa benéfica institución de la Cruz Roja, que levantaran los heridos que se revolcaban en el suelo, desfalleciendo a causa de la pérdida de sangre que continuamente chorreaba de sus venas destrozadas por las balas asesinas.

Hasta después de cuatro largas horas de cruel tortura, se consiguió que se levantara del campo, regado con sangre proletaria, al obrero Anastasio Castillo, Secretario de uno de los sindicatos del petróleo, muerto a consecuencia de una bala asesina que le atravesó los pulmones, más once obreros heridos, varios de los cuales presentaban heridas de gravedad.

La impresión que causó esta salvaje hecatombe en los corazones de los obreros del puerto fue tan intensa que a las pocas horas de cometido el crimen se acordó un paro general de 48 horas, como una demostración de protesta en contra de los crímenes cometidos por las fuerzas del capitalismo. Se organizó también una gran manifestación con el mismo propósito, a la que concurrieron más de veintiocho mil trabajadores en representación de las distintas organizaciones obreras.

Este paro general ha sido el más completo que registran los trabajadores del puerto de Tampico. Se suspendió todo movimiento, se careció de todo. La burguesía sintió y comprendió desde luego quienes son los que producen todas las comodidades y placeres de la vida. Los trabajadores demostraron que con sólo cruzarse de brazos la humanidad perecería de hambre o de frío.

Estandartes escogidos.

En la manifestación cada gremio se presentó con su respectivo estandarte, luciendo pensamientos alusivos al acto. Como algunos de sus estandartes no fueron del agrado de la acéfala soldadesca, fueron arrebatados algunos de ellos de las manos de indefensos trabajadores, que al estar armados, no se hubieran atrevido a hacerlo los lacayos de la burguesía.

Durante la manifestación pudimos notar estandartes con las siguientes inscripciones: Sindicato Obrero del Petróleo: Gobierno, Capital y Clero, ¡he ahí tus víctimas!; Sindicato de constructores de tanques y fierro estructurado: Protestamos contra la maldita soldadesca asesina; Sindicato de aguas gaseosas: Protesta contra la malvada intromisión de Mr. Tompkins y la soldadesca; Sindicato de la Mexican Gulf: Mueran los que con su despotismo causan el mal de las colectividades; Sindicato de los electricistas y contratistas: Maldice los crímenes de la burocracia; Comunidad del campesino: Protesta enérgicamente por hechos sangrientos de la Mexican Gulf; Muera la soldadesca, decía otro estandarte obrero, cuyo nombre de su respectivo sindicato sentimos no haber podido tomar.

Por temor de exaltar los ánimos de los trabajadores, cuya inquietud era bien clara, se convino de antemano que la manifestación fuera muda. Se pensó evitar que se diera un pretexto a los verdugos del pueblo para disolver la manifestación tomando como pretexto el justo desahogo de la masa ofendida; pero a pesar de todas estas precauciones, los trabajadores fueron víctimas una vez más de nuevas burlas y futuros atropellos.

Poco antes de partir la manifestación, una agrupación obrera celebraba un mitin a orillas de la calle, cuando repentinamente los obreros se vieron invadidos por un camión repleto de soldados, machacando a dos de los obreros, cuyas flacas carnes quedaron untadas en el piso del suelo y en las toscas ruedas del camión que manejaban aquellas bestias con figuras humanas.

Más atropellos.

Después de los sucesos referidos se llegó a la absurda conclusión de que los culpables de la horrible carnicería del día 1º de octubre, no fueron los que mataron a los obreros, sino los mismos obreros que se dejaron matar.

Entre los obreros que fueron arrestados figuran los siguientes: Melquiades Tapia, Conrado Hernández, Leopoldo González, Francisco Valdéz Ruiz y Enrique Rangel.

Después de tanta crueldad y maldad de parte del gobierno en su afán de complacer a las sanguijuelas de Wall Street, chupadoras de la sangre y causantes de la miseria del obrero de México, no podemos menos que lanzar desde el Foro de nuestra conciencia un comprimido grito de indignación y de protesta.

¡Basta, esbirros, inconscientes máquinas educadas para matar, yo os apóstrofo y os maldigo! La naturaleza se equivoco al dar a vosotros la figura de seres humanos, sois indignos de serlo.

Del periódico Sagitario, 11 de octubre de 1924.


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