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Historia del crimen

En septiembre de 1913, un grupo de catorce conscientes trabajadores se preparaba en Texas a cruzar la línea fronteriza entre México y los Estados Unidos. Su propósito era encauzar el movimiento revolucionario mexicano de modo que beneficiara por igual a todos los oprimidos. Con grandes sacrificios se proveyeron de armas y algunas municiones; se proporcionaron una bandera roja con una inscripción que sintetizara el ideal por el cual iban con gusto a sacrificar su bienestar y sus vidas. Ellos mismos grabaron en ella esta concisa inscripción: Tierra y Libertad, la que habría de inmortalizar más tarde a aquel pequeño grupo de valientes.

Y emprendieron su marcha para venir a México. Cuando de pronto, como traidora serpiente oculta entre espesos matorrales, se encontraron emboscada en el camino una compañía de soldados norteamericanos que los acechaba y les hacia fuego, matando a dos miembros del grupo rebelde, y en los instantes de rápida confusión se emprendió la refriega, en la que pereció uno de los esbirros defensores del capitalismo.

Solos y abandonados en las garras de sus numerosos enemigos, conducidos al presidio y rodeados de una pesada atmósfera de odio y de inquina, producto de los viejos y hondos prejuicios de raza y por razón de los bellos y elevados ideales que sustentaban en su bandera, aquellos enamorados de la libertad estuvieron a punto de ser devorados en masa, a no ser por la oportuna intervención de un magnánimo oficial de los que mandaban aquella legión de fieras humanas.

A la fecha han sufrido crueles torturas durante su largo aislamiento, y sin que nadie se dé cuenta de su aflictiva condición, ellos continúan firmes detrás de las elevadas paredes de un presidio norteamericano, víctimas de su lealtad y amor a la causa de los pobres, y sin que por esto sintamos remordimiento en nuestras embotadas conciencias.

Y para mayor tormento de aquél modesto grupo de combatientes, la revolución ha cambiado su curso inicial; ella ha sido desviada del camino trazado por sus primeros soñadores y llevada al fracaso por las sanguijuelas políticas, que sólo buscan su beneficio personal. Y actualmente aquel pequeño grupo de verdaderos Prometeos ha quedado reducido a media docena: dos fueron ametrallados en los momentos de su arresto, dos asesinados por sus mismos guardianes dentro de la penitenciaría, y uno ya está fuera de la prisión (según informes del carcelero) por haber burlado la vigilancia de sus guardianes. Informes que acostumbran dar los mismos verdugos carceleros cuando los esbirros de las penitenciarías hacen desaparecer de la vida algunos de los presos que se distinguen por su altivez y dignidad personal.

Lo que sigue es el Informe que rinde el licenciado Harry Weinberger, encargado de la defensa de los presos. Por este informe se podrá ver que los trabajadores han recurrido a todos los medios pacíficos, se han valido de todas las influencias, hasta de los más altos funcionarios políticos de ambas naciones; pero esto no ha bastado: los gobiernos se han hecho sordos a los clamores y humildes peticiones de sus dóciles ovejas.

El Informe dice en parte lo siguiente:

Alvaro Obregón, Presidente de México, ha pedido la libertad de ellos a Mr. Pat M. Neff, gobernador de Texas. La Legislatura nacional de México, la Confederación General de Trabajadores, la Confederación Regional Obrera Mexicana y muchos de los más prominentes hombres públicos de México también han pedido la libertad de los presos. Además, el presidente de la Federación Panamericana del Trabajo y de la Federación Americana de Trabajadores también ha pedido su libertad a nombre de esas organizaciones obreras; y el embajador de México en los Estados Unidos pidió oficialmente al Secretario de Estado, Hughes, que interviniera con su influencia para ayudar a estos hombres.

Estos reos, si bien culpables tal vez de haber violado la Ley de Neutralidad de los Estados Unidos para internarse en México a ayudar a derrocar el despotismo de Victoriano Huerta, por lo cual, en caso de haber sido arrestados y encontrados culpables, habrían merecido no más de un año de sentencia, fueron acusados y sentenciados, sin embargo, por el cargo de conspiración para asesinar a un detective; porque habiendo organizado una expedición para dirigirse a México, a fin de ayudar a la Revolución en ese país, pereció un oficial de la policía norteamericana apellidado Ortíz.

Más tarde, en la apelación de uno de los casos, uno de los jueces de la Corte de Apelaciones dijo lo siguiente:

Deseamos decir que en todos los archivos los testigos del gobierno del Estado no probaron que se formó una conspiración o que hubo un acuerdo por toda la compañía de mexicanos para matar a alguno de los hombres en particular o para matar a Ortíz. El acuerdo celebrado entre ellos, o la conspiración, si así se le quiere llamar, fue el de marchar a México y sobreponerse, a toda costa, a cualquier resistencia.

El Informe termina con la lógica conclusión que sigue:

En realidad estos hombres están sufriendo porque ellos deseaban Tierra y Libertad para el pueblo mexicano.

Por este Informe que rinde el mismo abogado defensor de los presos de Texas, se ve claramente la tenaz resistencia del capitalismo norteamericano para ponerlos en libertad, a pesar de las evidencias que resultan de la injustificada y sistemática persecución en contra de aquel pequeño grupo de compañeros luchadores por la abolición de toda explotación y de toda opresión del hombre por el hombre.

¿Qué vamos a hacer los trabajadores en presencia de este monstruoso crimen? Es una cobardía y una afrenta vergonzosa para la clase obrera seguir por más tiempo de espectadores ante tanta injusticia: debemos dar muestras de nuestro descontento.

Hombres y mujeres, niños y viejos que formáis la falange de la libertad, protestemos todos a una voz; pero protestemos pronto y de un modo digno ante el gobernador del Estado de Texas exigiéndole la libertad inmediata de Jesús M. Rangel, Charles Cline, Abraham Cisneros, Jesús González, Pedro Perales y Leonardo L. Vázquez, presos desde 1913 en las Bastillas texanas.

Nuestra indiferencia nos hace cómplices de este crimen; crimen que desde hace once años se está cometiendo con aquel grupo de obreros que se lanzaron a la lucha sin otra ambición que la de quitarnos el yugo y romper para siempre nuestras cadenas. La pasiva indiferencia que sigamos demostrando enfrente de este escandaloso atentado, es una traición a nuestra clase y una traición imperdonable a las ideas de libertad y justicia que ellos deseaban para nosotros los explotados.

San Luis Potosí, septiembre de 1924.


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