Índice de Observaciones sobre los Tratados de Guadalupe Hidalgo de Manuel Crescencio RejónAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

TERCERO.

Provocaciones a la guerra por el gobierno americano.

Sin embargo, no habiéndose todavía olvidado el modo desleal con que se habían adjudicado la isla Amalia, la Movila y toda la Florida occidental, cogiéndosela al gobierno español, contra la explícita voluntad de sus moradores, no se atrevieron por entonces a hablar en sus comunicaciones oficiales de la agregación de Tejas. Quiso de consiguiente su gobierno ver, si excusaba el escándalo para hacerse de aquel territorio, de alegar el título vicioso de la independencia de la citada provincia, hecha y sostenida por ciudadanos originarios de su país, y procuró para esto provocar a Méjico a que le declarase la guerra, a fin de que rotos así los tratados existentes entre ambos pueblos, que nos aseguraban a Tejas y demás departamentos fronterizos, pudiese lanzarse sobre ellos y apropiárselos por otro medio, que fuese menos odioso. Había ya tentado este camino, violando nuestro territorio, en que introdujo el mismo año de 1836 tropas suyas, que hizo situar en el pueblo de Nacogdoches, con órdenes de recorrerlo todo, sin miramiento alguno a nuestros derechos, y despreciando las repetidas reclamaciones de nuestro enviado. Tolerada por nosotros tan grave injuria, a que sólo opusimos el retiro de nuestro Ministro que pidió su pasaporte, a consecuencia de haber aclarado la verdad de los hechos que se le negaban, ese mismo gobierno propuso después, en Febrero de 1837, a su congreso, se autorizasen las represalias contra nosotros, y se invistiese al ejecutivo de facultades para emplear las fuerzas navales de los Estados-Unidos contra Méjico, pretextando para esto nuestra resistencia al arreglo y pronto pago de indemnizaciones abultadas, por insultos, daños y perjuicios que alegaba haberse hecho a aquella República y a sus conciudadanos, en sus personas y propiedades. Fija la vista en Tejas con sus linderos hasta el Bravo, y sin dejar de dirigir una mirada oblicua a nuestra preciosa provincia de la Alta California, era preciso buscar una ocasión para alzarse con aquello, proporcionarse a este fin una autorización de represalias, y exagerar injurias, agravios e indemnizaciones, parecidas a las que se hicieron al gobierno español, para forzarlo a enajenar las dos Floridas. y ¿qué otro objeto tuvo el haberse apoderado a viva fuerza un buque de guerra de los Estados-Unidos en 1842, de Monterrey de la citada provincia de la Alta California, en medio de la paz, y sin que después se nos hubiese dado la debida satisfacción? Esas graves injurias, esos escandalosos insultos hechos a Méjico en la abierta protección dispensada a norte-americanos sublevados en Tejas; en la temeraria violación de su territorio, con el doble objeto de alentar a éstos y provocarnos a la guerra; en las expediciones organizadas en los Estados-Unidos para recorrer a mano armada la referida California, y atacar a Nuevo-Méjico como la atacaron, con el fin de incorporarlo a Tejas, y ampliar así las proyectadas adquisiciones del gobierno de aquella República: todo esto ¿puede jamás compararse con esos agravios, esas ponderadas injurias que se supone habérseles hecho por nuestra parte, cuando el mundo sabe, que hemos tenido que guardar contemplaciones, prescindiendo hasta de nuestros más incontestables derechos, para evitar contiendas que pudiesen sernos sumamente perjudiciales?

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