Índice de Observaciones sobre los Tratados de Guadalupe Hidalgo de Manuel Crescencio RejónAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

SEGUNDO.

Inconsecuencias del gobierno de Washington.

Hablando entonces el presidente de sólo el reconocimiento de la independencia de Tejas, y no de su agregación, después de manifestar que había sido la política y práctica constante de los Estados-Unidos evitar toda intervención, en disputas meramente relativas al gobierno interior de otras naciones, y reconocer eventualmente la autoridad del partido predominante, sin referencia a miras e intereses particulares de los mismos Estados-Unidos, o a los méritos de la controversia original; después de exponer, que en la contienda entre España y sus colonias sublevadas, se mantuvieron quietos y esperaron, no sólo hasta que se hubo establecido plenamente la capacidad de los nuevos estados a protegerse, sino hasta que pasó enteramente el peligro de que fuesen nuevamente subyugados,. y que entonces y hasta sólo entonces habían sido reconocidos, agregó, para oponerse al prematuro reconocimiento de la independencia de los colonos las siguientes palabras memorables. Pero hay circunstancias en las relaciones de ambos países (Tejas y los Estados-Unidos) que exigen que nosotros procedamos, en esta ocasión, aún más que con nuestra acostumbrada prudencia. Tejas fue en un tiempo reclamada como parte de nuestra propiedad: una gran porción de sus habitantes civilizados, son emigrados de los Estados-Unidos, hablan el mismo idioma que nosotros, aman los mismos principios políticos y religiosos, y están unidos a muchos de nuestros conciudadanos con lazos de amistad y de sangre, y más que todo han resuelto abiertamente solicitar, reconocida que sea por nosotros su independencia, su admisión a la unión como uno de los estados federados.

Esta última circunstancia es asunto de peculiar delicadeza, continúa, y nos presenta consideraciones del más grave carácter. El título de Tejas al territorio que reclama, está identificado con su independencia, nos pide que reconozcamos aquel título al territorio con el declarado designio de tratar inmediatamente de transferirlo a los Estados-Unidos. Nos conviene por tanto precavernos de un acto demasiado prematuro, pues aunque injustamente podía sujetarnos a la imputación, de que procurábamos establecer el derecho de nuestros vecinos a aquel territorio, con el fin de adquirirlo subsecuentemente nosotros mismos.

Levantada apenas la punta del velo de las perfidias con que se ha manejado, en el asunto de que se trata, el gobierno y pueblo meridional de los Estados-Unidos, ha reconocido el primero la deformidad de sólo el reconocimiento de la independencia de Tejas, por las únicas circunstancias de que su gobierno había reclamado en otro tiempo aquella provincia como parte de su territorio, y de que norte-americanos establecidos en ella eran los que la habían proclamado, para transferir sus terrenos a su patria originaria. Agreguemos los otros hechos, que el presidente tuvo buen cuidado de callar, como son los de que los pueblos del sur de los Estados-Unidos, durante nuestra contienda con los colonos, organizaban públicamente tropas, que iban sucesivamente mandando a Tejas, sin que se hubiese visto que su gobierno dictase providencia alguna para impedirlo; que lejos de eso, su mismo gobierno remitía también por su parte otras tropas que invadieron nuestro territorio, en la misma provincia en que las nuestras combatían con las de los anglo-americanos sublevados; que ese mismo gobierno nos suscitaba disputas sobre límites, trastornando hasta los naturales reconocidos en tratados que tenía ratificados; que su prensa meridional crujía por todas partes, animando a los denominados tejanos y buscando auxilios para sostenerlos contra nuestras justas pretensiones; únase todo esto, repito, a lo que se indicó en el referido documento, y tómense en cuenta otras cosas más que omito por no difundirme, y se verá todavía más deforme el acto solo del reconocimiento de la independencia de Tejas, por parte del gobierno de los Estados-Unidos.

Pero vamos a ver, señores, ennegrecerse infinitamente más la conducta de aquel gabinete, por otros hechos posteriores, que contrastan con sus principios proclamados en ese célebre mensaje de 21 de Diciembre de 1836. En él, al tiempo de concluir, y después de haber expuesto cuanto he transcrito, dijo lo siguiente: Por tanto, parece que la prudencia dicta, permanezcamos aún sin dar paso alguno, y que mantengamos nuestra actitud actual, hasta que Méjico mismo o una de las potencias extranjeras reconozca la independencia del nuevo gobierno (de Tejas), o al menos, hasta que el transcurso del tiempo o el curso de los sucesos haya acreditado, fuera de duda, o disputa, la capacidad del pueblo de aquel país, para mantener separadamente su soberanía, o para sostener el gobierno que ha establecido. Recuérdese que aquel gobierno exigía cualquiera de estas circunstancias, no para la agregación, como han querido después tergiversarlo los enviados Mr. Shannon y Slidell, sino para solo el reconocimiento de la nacionalidad de la referida provincia, a fin de que no se les fuese a imputar, aunque injustamente que la reconocían prematuramente, para cogérsela subsecuentemente. Pero ¿se llevó adelante esa delicadeza, ese miramiento al mundo, esa especie de protesta, de que no se trataba de adquirir el indicado territorio por el gobierno de los Estados-Unidos? ¿No se apresuró después el presidente a desmentirse, reconociendo la independencia de la referida provincia, sin siquiera haber esperado a que ninguna otra nación la hubiese antes reconocido, ni a que el tiempo, ni el curso de los sucesos hubiese manifestado, fuera de duda o disputa, la capacidad de aquel pueblo para mantener separadamente su soberanía? ¿Qué tiempo transcurrió, pregunto, entre la presentación del citado mensaje en que se habla del poder de Méjico y debilidad de Tejas, y el en que se reconoció la independencia de ésta, para que se la pudiese considerar sólidamente asegurada? ¿No fueron por ventura unas cuantas semanas las que mediaron entre los dos actos, tiempo insuficiente y en que no hubo ningún suceso notable, para que hubiese variado nuestra posición respecto de los colonos? ¿Cómo, pues, poder dudar, de que la revolución e independencia de Tejas, hechas por norte-americanos introducidos eri ella, apoyados y sostenidos por el pueblo meridional y gobierno de los Estados-Unidos, ha sido obra exclusiva de ellos, y que no se ha hecho todo esto, ni apresurándose el reconocimiento de su nacionalidad por el referido gabinete, sino para establecer el derecho de sus compatriotas a aquel territorio, con el fin de adquirirlo subsecuentemente los mismos Estados-Unidos?

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