Índice de Observaciones sobre los Tratados de Guadalupe Hidalgo de Manuel Crescencio RejónAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

PRIMERO.

Orígen de la cuestión.

Apenas hace, señores, veinticuatro años, que el gobierno de los Estados-Unidos empezó a hacer sus diligencias, porque le vendiésemos nuestra vasta provincia de Tejas; y cuando hasta ahora y en tan dilatado tiempo, no han podido lograr para esto nuestra aquiescencia, le hemos visto proclamarse dueño de ella a la faz del mundo, extender sus límites alzándose con otra porción considerable de nuestros terrenos, declarar a la República la guerra, por haber querido ésta poner a cubierto otra provincia inmediata, y perdirnos al fin la mitad de nuestro territorio, por vía de indemnización de los gastos de una lucha en que ha ido el agresor violando de una manera descarada el derecho de las naciones. Rechazadas sus propuestas de compra que hizo en los años de 1.825 y 1827, como consta de documentos oficiales que existen, en los archivos de nuestro Ministerio de Relaciones, acudió a otro medio para hacerse de la referida provincia; y su legación, al anunciar la ratificación del tratado de límites que nos dio la línea divisoria desde el Sabina, con arreglo a lo estipulado por el gobierno español de 22 de Febrero de 1819, propuso, en 26 de Julio de 1832, la celebración de otro, en que se estableciesen otras fronteras de una manera más equitativa y natural, según decía. Conocido el objeto de esta indicación, que era sin duda, si se accedía a ella, el de dar cabida a los argumentos especiosos que el citado gobierno alegó al gabinete de Madrid, para extender los límites de la Luisiana hasta el Río Bravo del norte, nuestro Ministro de Relaciones esquivó la cuestión, contentándose con acusar el recibo de la indicada nota, y anunciarle que Méjico no se ocuparía de las estipulaciones del tratado ratificado, sino para hacer que tuviesen el más religioso cumplimiento.

Dada esta contestación en 14 de Febrero en 1833, el Ministro norte-americano, que lo era el Sr. Buttler, insistió en su referida pretensión, en notas que pasó en 22 de Junio y 6 de Setiembre del citado año de 33, dando por supuesto en la última, que el gobierno mejicano había recibido y tomado en consideración su propuesta de apertura de negociaciones, sobre nuevos límites y fronteras. Nuestro Ministro entonces, que por prudencia no había contestado a la de Junio, se vio en la precisión de responder en 20 de Setiembre, que nunca había recibido ni considerado la insinuada proposición del modo que indicaba la legación americana; que le recordaba con este motivo lo que le había manifestado en 14 de Febrero del mismo año, y que por tanto de ningún modo alteraría el trabajo, ratificado por ambas partes.

Dueño Méjico de los terrenos que existen al este del Bravo del norte hasta el Sabina, reconocido solemnemente su dominio sobre ese vasto territorio por el gobierno de los Estados-Unidos así empezó esa cuestión en que por no haberlo nosotros querido vender, ni exponerlo a negociaciones peligrosas, usando de nuestros derechos incontestables, ha tenido que apelar el citado gabinete y su pueblo meridional, a una serie no interrumpida de pérfidos manejos, que diesen una apariencia de justicia a los títulos, con que después se han adjudicado, no sólo a Tejas, sino también otra gran porción de nuestras provincias internas de oriente; pidiéndonos hoy, por nuestra justa resistencia a sus escandalosas demasías, una ancha zona de mar a mar de nuestras fronteras septentrionales. Allá en 1810 habían por lo menos contado con los habitantes de Baton-Rouge, instigándolos a emanciparse de la autoridad del rey de España, y proclamar su agregación a los Estados-Unidos; pero en esta vez, vista la oposición que hicimos en los años 1825 y 1827, a enajenarles la provincia de Tejas, enjambres de anglo-americanos de los estados del sur, se metieron en aquel territorio, y establecidos en él, sin haber jamás observado nuestras leyes, pretextaron en 1835 haberse verificado un cambio en nuestras instituciones, para sublevarse contra nuestro gobierno nacional, declararse independientes de la República, alzarse con los terrenos que les había proporcionado nuestra generosidad, y agregarlos a su patria originaria. Entablada así la lid por una población enteramente norte-americana, radicada en la referida provincia con el objeto bastante ostensible de apoderarse de un territorio, que no les habíamos querido vender, se vio a los pueblos del sur de aquella República auxiliar la revolución, colectando públicamente voluntarios en el seno del país, que protestaba una sincera amistad hacia nosotros, organizar batallones y regimientos, y acopiar armas y municiones de guerra, que enviaban a sus compatriotas sublevados contra las autoridades mejicanas.

Haciéndose esto a vista del mundo y del gobierno americano, que se hacía sordo a nuestras urgentes reclamaciones, no faltaron oradores que, avergonzados de que en su patria se faltara así a los deberes de una rigurosa neutralidad, alzasen el grito contra semejantes demasías, y echasen en cara a su gobierno una connivencia, que no podía ya disimularse. Pero objeto la adquisición de Tejas, de los afanes de todos los partidos y administraciones de los Estados-Unidos, de veinticuatro años a esta fecha, según nos lo vino a decir después su mismo gobierno, no sólo protegió éste la insurrección de los denominados tejanos, no reprimiendo a su pueblo meridional, en los excesos que cometía contra la neutralidad que debía observar en aquella lucha, sino que la auxilió de una manera más eficaz, mandando a sus tropas disciplinadas invadir nuestro territorio bajo el pretexto de contener a los indios bárbaros, que no tomaban parte en la contienda, pero con el objeto verdadero de alentar a sus compatriotas rebeldes, que lidiaban por aumentar su territorio. Hízoselo así presente en aquel tiempo nuestro enviado el Sr. Gorostiza, al reclamar la violación de nuestros derechos territoriales, y en la serie de aquellas contestaciones apareció una del secretario del estado Mr. Forsyth, en que se revelaban los verdaderos designios de su gobierno. Recuerde el Sr. Gorostiza, decía en 10 de Mayo de 1836, que Méjico no está en posesión del territorio que linda con los Estados-Unidos, sea la que se quiera la verdadera línea. Si el gobierno de Méjico podrá obtener y conservar la posesión del citado territorio, son cuestiones que están pendientes de la más sangrienta decisión.

En efecto, resuelto desde mucho antes el gobierno de Washington y su pueblo meridional a apoderarse de la provincia de Tejas, de grado o por fuerza, para extender sus límites hasta el Bravo del norte, renovando así sus pretensiones entabladas desde que la Luisiana pasó a sus manos, no estaban ya en el caso de soltar la presa que consideraban asegurada, y que se habían decidido a sostener, por una guerra que nos hiciese renunciar a nuestras antiguas fronteras. Comprometidos ante el mundo por lo que habían hecho, metiéndose ellos mismos en nuestro territorio para alzarse con él, les era ya preciso consumar su obra, empezando a hacer a un lado el disimulo, de que hasta entonces habían usado en sus comunicaciones oficiales. Resultado todo de sus exclusivos trabajos, en que habían tenido que faltar a los principios más claros del derecho internacional, y a los miramientos debidos a un pueblo amigo y vecino, se habían propuesto proclamar la momentánea independencia de una provincia, que era incapaz de sostenerla con los elementos interiores que tenía, para así llevar a cabo la proyectada agregación, con títulos que encubriesen de algún modo su descarada usurpación. Eran sin embargo públicos y notorios los hechos, para que aquel gobierno pudiese con sus ficciones engañar al mundo. Por que buena y conforme con los principios de la justicia universal, la aquiescencia que presta un pueblo a la voluntad de otro que aspira a unírsele, y que por sí mismo y sin la cooperación ni pérfidas instigaciones del primero, ha logrado emanciparse de su antiguo soberano, no lo es la de aquel que se vale de sus compatriotas establecidos en el territorio de otra nación, para alzarse con los terrenos de ésta, instigándolos antes a sublevarse contra las autoridades territoriales, proporcionándoles en la lucha toda clase de auxilios para sostener su rebelión, y al no ser ya posible a éstos llevar adelante la lid, asociándose abiertamente con ellos en la guerra, para evitar que se les continúe hostilizando. El mismo gobierno de los Estados-Unidos notó bien esta diferencia, en un documento solemne que dirigió el 21 de Diciembre de 1836 a la Cámara de Representantes de aquella República, sin embargo de haber omitido con estudio las circunstancias más agravantes, que hacen resaltar la injusticia de aquel gabinete en esta importante cuestión, y de que entonces no se amenazaba a Méjico con la guerra, sí insistía en recobrar el territorio, con que se habían alzado anglo-americanos establecidos en él, y que ayudaban a separar de nuestra República enjambres de otros, que llegaban diariamente del sur de los Estados-Unidos.

Índice de Observaciones sobre los Tratados de Guadalupe Hidalgo de Manuel Crescencio RejónAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha