Índice de Observaciones sobre los Tratados de Guadalupe Hidalgo de Manuel Crescencio RejónAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

QUINCE.

Cálculo de la inmensa pérdida de la República.

Pero en nuestro país, el gobierno va a disponer por sí solo, sin embargo de regirnos las mismas instituciones que a la República vecina, de más de la mitad de nuestro inmenso territorio, enajenándolo por una cantidad insignificante, sin haberse antes puesto de acuerdo con los pueblos, sin tener facultad para eso ninguno de los tres poderes de la unión, porque les está expresamente negada, y arreglándolo todo de una manera, que el congreso plegue a su voluntad y sus caprichos, como que ha tenido buen cuidado de influir en las elecciones de sus miembros, y de buscar el apoyo de las bayonetas enemigas. Y he dicho que va a sacrificar más de la mitad de nuestro inmenso territorio por una miserable cantidad, porque con el plano en la mano, y con presencia de las concesiones que se hacen por esos funestos tratados, he deducido, acompañado de otras personas bastante versadas en cálculos de esta especie, que son por lo menos ochenta y un mil setecientas treinta leguas cuadradas mejicanas (81,730) las que se van a enajenar, lo que forma más de la mitad de nuestro territorio, cuya superficie consta de ciento sesenta y un mil quinientas ochenta y seis (161,586). En este último cálculo se verá que discrepo del célebre barón de Humboldt, que nos daba una área de ciento diez y ocho mil cuatrocientas setenta y ocho (118,478) leguas cuadradas de las de veinte y cinco al grado; pero debo advertir que esta diferencia proviene, de que aquel sabio no contó con el territorio de la provincia de Chiapas, ni tampoco se hizo cargo de nuestros límites con los Estados-Unidos, marcados con mucha posterioridad por el tratado de 22 de Febrero de 1819. Reduciendo ahora los terrenos que se van a traspasar, a acres de los cuales entran cuatro mil setecientos dos, ochenta y seis centavos (4,702 86/100) en nuestra legua cuadrada de cinco mil varas por lado, tendremos trescientos ochenta y cuatro millones, trescientos sesenta y cuatro mil setecientos cuarenta y siete acres (384.364,747), que vendidos cada uno a un peso veinte y cinco centécimos, según el valor dado a los terrenos más despreciables por la ley del año 1830 de esos mismos Estados-Unidos, importan cuatrocientos ochenta millones, cuatrocientos cincuenta y cinco mil novecientos treinta y cuatro pesos ( 480.455,934) .Contraído, pues, a esto solo el cálculo de lo que va a adquirir la República vecina, y sin meter en cuenta los edificios públicos, maderas de construcción naval y ebanistería, ricos placeres de oro, minas del mismo metal, plata, azogue, carbón de piedra y demás preciosidades incalculables que se encuentran en las entrañas de los valiosos terrenos que se quieren enajenar, se verá desde luego la diferencia enorme que resulta de los 18.250,000 pesos que nos dan por ellos, a los cuatrocientos ochenta y medio, que vale solamente su fecunda superficie. Al contemplar esta inmensa pérdida, este espantoso sacrificio, esa enorme, esa infinita preponderancia que vamos a dar aun pueblo eminentemente invasor para arrollamos, arrollar al continente con sus islas, y hacer temblar a la Europa, no puedo menos que sorprenderme, y preguntarme, qué especie de demencia se ha apoderado de nosotros, y aun del mundo que observa tranquilo el gran, trastorno que la amenaza

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