Índice de Observaciones sobre los Tratados de Guadalupe Hidalgo de Manuel Crescencio RejónAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

NOVENO.

Objeto de la reseña de los sucesos referidos hasta aquí.

Tales son, señores, los hechos más importantes que conviene tener presentes en esa grave cuestión, y que me he visto en la urgente necesidad de recordar con algunos obvios comentarios, para hacer palpable la justicia de nuestra causa. De ellos se deduce, que la conducta del gobierno de los Estados-Unidos, en los asuntos relativos a Tejas, ha sido una serie no interrumpida de agresiones hacia nosotros, y que no habiendo logrado el objeto de sus constantes insultos, ha tenido que faltar al respeto debido al mundo, presentándose como agredido, cuando después de haber violado nuestro territorio, ha derramado en él la sangre de nuestros compatriotas, y declarándonos abiertamente la guerra, por no habernos dejado despojar pacientemente como quería. Con toda la razón de nuestra parte, no sé ahora con qué título nos venga poniendo por condición, para el restablecimiento de la paz que él ha turbado, la enajenación de más de ochenta y un mil leguas cuadradas de nuestro territorio, la renuncia de nuestra frontera septentrional de mar a mar, y todo por la mezquina suma de diez y ocho millones doscientos cincuenta mil pesos, cuando importan por lo menos los terrenos que nos pide, de cuatrocientos cincuenta a quinientos millones de duros. La deuda que nos reclama, según el mensaje anual de 46; asciende a seis millones doscientos noventa y un mil seiscientos cuatro pesos, sesenta y un centavos (6.291;604,61), de los cuales se han liquidado dos millones, veintiséis mil ciento treinta y nueve (2.026,139), que se empezaron a cubrir, y lo demás que se halla todavía por liquidar, más por culpa de la administración de los Estados-Unidos, que por la nuestra. Esa suma de los seis millones se ha reducido a tres millones doscientos cincuenta mil pesos, que se han de rebajar de los diez y ocho millones doscientos cincuenta mil que se nos deben dar por la mitad de nuestro territorio, y sólo percibiremos los quince restantes, importe de la venta que se ha tratado de hacer de nuestros hermanos que viven en las fronteras. Resulta, pues, de todo, que la diferencia que hay de los indicados diez y ocho millones doscientos cincuenta mil pesos, a quinientos millones que valen por lo menos los terrenos referidos, debe considerarse aplicable a los gastos de la guerra, que se nos cargan, aunque no se nos diga así de una manera terminante. Cavilaba el presidente Polk en su mensaje del último Diciembre, sobre la no adquisición de territorio, porque decía que no aceptando esta indemnización, no podíamos satisfacer de otro modo, y que esto equivalía a proclamar que su República nos había declarado injustamente la guerra. ¿Pues no podemos con razón más poderosa objetar a su injusticia, que comprometernos a indemnizarlo en los términos que solicita, nos haría aparecer con una nota más negra que ésa que procuraba alejar de su República, porque no sólo renunciábamos a los gastos que hemos hecho y perjuicios que hemos sufrido, con lo cual nos poníamos en su caso figurado, sino que además le reparábamos todos los suyos, que es infinitamente peor que lo primero? Decía que aquello era degradar el carácter nacional; y acceder a lo segundo que se exige en esos tratados oprobiosos, ¿no es acabar de cubrir de cieno a una nación como la nuestra, que provocada de diferentes máneras ha rehusado constantemente la lid, y que no ha entrado en ella sino para defender su territorio, que no estaba comprendido en la provincia que dio origen a esta guerra desastrosa? ¿Conque no sólo hemos de callar al alzarse nuestros injustos vecinos con los terrenos que eligieron al principio, sino que les hemos de pagar por venirse a coger aquéllos y otros, y hemos además de confesar que han tenido derecho para todo? ¡Oh! ¡No! Una nación que conoce el valor del sacrificio que de este modo se le pide, prefiere perecer en la demanda, y adopta el extremo de las resoluciones heroicas y antes de consentir en tanto baldón y tanto oprobio.

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