Índice de La democracia en América de Alexis de TocquevilleCapítulo undécimo de la segunda parte del LIBRO SEGUNDOCapítulo décimo tercero de la segunda parte del LIBRO SEGUNDOBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO

Segunda parte

Capítulo duodécimo

Por qué razón ciertos norteamericanos muestran un espiritualismo tan exaltado

Aunque el deseo de adquirir los bienes de este mundo sea la pasión dominante de los norteamericanos, hay momentos de interrupción en que parece que su alma rompe de repente los lazos materiales que la retienen, y se escapa impetuosamente hacia el Cielo.

Se ven algunas veces en todos los Estados de la Unión, y más particularmente en las comarcas que no están muy pobladas del Oeste, predicadores ambulantes que llevan de plaza en plaza, por decirlo así, la palabra divina; familias enteras, viejos, mujeres y niños, atraviesan lugares difíciles y penetran por bosques desiertos para venir a oírlos y cuando los encuentran, se quedan a escucharlos por muchos días y muchas noches, olvidándose del cuidado de sus negocios y hasta de otras necesidades más urgentes.

Por todas partes se hallan en el seno de la sociedad norteamericana, almas llenas de un espiritualismo exaltado y casi feroz, que apenas se conoce en Europa. Se constituyen de cuando en cuando sectas extravagantes, que se esfuerzan en abrir nuevas vías hacia la felicidad eterna. Estas locuras religiosas son allí muy comunes y no deben sorprender en absoluto.

El hombre no se ha dado a sí mismo el gusto de lo infinito y el amor de lo inmortal. Estos sublimes instintos no nacen de un capricho de su voluntad; tienen su móvil en su naturaleza y existen a despecho de sus esfuerzos, de manera que aunque pueda sujetarlos y desfigurarlos, nunca podrá destruirlos.

El alma tiene necesidades. que es preciso satisfacer, y por gran cuidado que se ponga en distraerla de sí misma, se inquieta y se agita en medio de los goces de los sentidos.

Si el espíritu de la gran mayoría del género humano se reconcentrase alguna vez en la investigación solamente de los bienes materiales, puede creerse que se obraría una prodigiosa reacción en el alma de algunos hombres, y se lanzarían perdidamente en el mundo de los espíritus, por miedo a quedar aprisionados en las estrechas trabas que quisiera imponerles el cuerpo.

No debe, pues, extrañar, que en el seno de una sociedad que no piense sino en cosas de la Tierra, se encuentre un corto número de individuos que no quieran ocuparse sino del Cielo. Me sorprendería sí, que en un pueblo preocupado únicamente de su bienestar, el misticismo no hiciese bien pronto progresos.

Se dice que las persecuciones de los emperadores y los suplicios del circo poblaron los desiertos de la Tebadia, y yo pienso que fueron más bien las delicias de Roma y la filosofía epicúrea de Grecia.

Si el estado social, las circunstancias y las leyes no retuviesen tan estrechamente al espíritu norteamericano en la busca del bienestar, debe creerse que cuando se ocupase de las cosas inmateriales, mostraría más reserva y más experiencia y se moderaría sin dificultad; mas él se siente encerrado en limites de los que no se le permite salir, y cuando los traspasa no sabe dónde situarse, y frecuentemente corre sin detenerse más allá de los del sentido común.

Índice de La democracia en América de Alexis de TocquevilleCapítulo undécimo de la segunda parte del LIBRO SEGUNDOCapítulo décimo tercero de la segunda parte del LIBRO SEGUNDOBiblioteca Virtual Antorcha