Indice de Los seis libros de la República de Jean BodinLIBRO CUARTO - Capítulo séptimoLIBRO QUINTO - Capítulo segundo.Biblioteca Virtual Antorcha

Los seis libros de la República
Jean Bodin

LIBRO QUINTO
CAPÍTULO PRIMERO
Procedimientos para adaptar la forma de República a la diversidad de los hombres y el modo de conocer el natural de los pueblos.


Habiendo tratado hasta aquí del estado universal de las Repúblicas, ocupémonos ahora de las características particulares de cada una de ellas de acuerdo con la diversidad de los pueblos, con el fin de adaptar la forma de la cosa pública a la naturaleza de los lugares y las ordenanzas humanas a las leyes naturales. No faltan quienes, por no haber reparado en ello y pretender que la naturaleza sirva a sus leyes, han alterado y destruido grandes Estados. Sin embargo, los tratadistas políticos no se han planteado esta cuestión.

Al igual que entre los animales observamos una gran variedad y, dentro de cada especie, diferencias notables a causa de la diversidad de las regiones, podemos, de modo semejante, afirmar que existe tanta variedad de hombres como de países. En un mismo clima, el pueblo oriental es muy diferente del occidental, y, a la misma latitud y distancia del ecuador, el pueblo septentrional es diferente del meridional. Aún más: en un mismo clima, latitud y longitud, son perceptibles las diferencias entre el lugar montañoso y el llano. Puede, así, ocurrir que en una misma ciudad la variación de altitud produzca variedad de caracteres y de costumbres. Por esta razón, las ciudades situadas en distintos niveles son más propensas a sediciones y cambios que las situadas al mismo nivel. La ciudad de Roma, con sus siete colinas, apenas conoció época sin sedición. Plutarco, sin preocuparse por la causa, se asombraba de que en Atenas hubiese tres facciones de carácter diverso; los habitantes de la parte alta de la ciudad, llamados astu, querían el Estado popular, los de la ciudad baja querían la oligarquía y los habitantes del puerto del Pireo deseaban un Estado aristocrático, integrado por nobleza y pueblo ... No se puede atribuir el fenómeno a la mezcla de razas ..., pues Plutarco se refería a la época de Solón, cuando los atenienses eran tan puros que no se podía dudar de su progenie ática ...

Es, pues, necesario que el sabio gobernador conozca bien el temperamento y natural de su pueblo antes de intentar ningún cambio en el Estado o en las leyes. Uno de los mayores, y quizá el principal, fundamento de las Repúblicas consiste en adaptar el Estado al natural de los ciudadanos, así como los edictos y ordenanzas a la naturaleza de lugar, tiempo y persona ...

Para entender mejor la variedad infinita que se halla entre los pueblos del Norte y del Sur, dividiremos a los pueblos que habitan la tierra de este lado del ecuador en tres sectores. El primero, que ocupa los treinta grados más próximos al ecuador, corresponde a las regiones ardientes y a los pueblos meridionales; los treinta grados siguientes, a los pueblos centrales y regiones templadas, hasta el paralelo sesenta; los treinta grados que se extienden desde allí hasta el polo, corresponden a los pueblos septentrionales y a las regiones frías. La misma división se puede hacer de los pueblos que habitan del otro lado del ecuador, hasta el polo antártico. Después, dividiremos los treinta primeros grados por la mitad; los quince primeros, más moderados, entre el ecuador y los trópicos; los otros quince, más ardientes, bajo los trópicos. De igual modo procederemos con el resto ... Ya he explicado estas divisiones en mi libro Método de la historia, y aquí no me detendré en ellas. Con estos presupuestos, será más fácil considerar la naturaleza de los pueblos ...

Así como en el invierno los lugares subterráneos y las partes internas de los animales conservan el calor que durante el verano se evaporó, así también los habitantes de las regiones septentrionales tienen el calor interior más vehemente que los de la región meridional. Tal calor determina que las fuerzas y energías naturales sean mayores en unos que en otros, y que aquellos sean más hambrientos y coman y cocinen mejor que estos, a causa del frío de la región, que conserva el calor natural. Los soldados que pasan de un país meridional a otro septentrional son más vigorosos y gallardos, como ocurrió con el ejército de Aníbal cuando pasó a Italia ... Por el contrario, los ejércitos de los pueblos nórdicos se debilitan y languidecen cuanto más al sur ... Así como el español dobla su apetito y fuerzas cuando va a Francia, el francés en España languidece y pierde el apetito, y si se trata de comer y beber como en su casa, corre el peligro de no contarlo ...

Así como los pueblos nórdicos son superiores en fuerza y los del mediodía en astucia, los habitantes de las regiones centrales participan de ambas cualidades, siendo más aptos para la guerra, según Vegecio y Vitrubio. Son ellos quienes fundaron los grandes imperios, florecientes en armas y leyes ... Si se examina con atención la historia de todos los pueblos, se verá que los grandes y poderosos ejércitos proceden de septentrión, las ciencias ocultas, la filosofía, la matemática y otras ciencias contemplativas, de los pueblos meridionales, y las ciencias políticas, las leyes, la jurisprudencia, la gracia en el discutir y bien hablar, de las regiones centrales. Todos los grandes imperios fueron fundados en ellas; así, los imperios de asirios, medos, persas, partos, griegos, romanos y celtas ... Los romanos ensancharon su poder a costa de los pueblos de mediodía y de oriente, pero no lograron gran cosa de los pueblos de occidente y septentrión ... Pese a emplear todas sus fuerzas, harto hacían en resistir el ímpetu y parar los golpes de los pueblos nórdicos, quienes no poseían ciudades amuralladas, ni fortalezas, ni castillos, como dice Tácito al hablar de los alemanes.

A mi juicio, Aristóteles se engaña cuando afirma que los pueblos expuestos a temperaturas extremas SOn bárbaros. La historia y la experiencia que se tiene de los meridionales, muestran que son mucho más ingeniosos que los pueblos centrales. Herodoto escribe que los egipcios eran los hombres más avisados e ingeniosos del mundo ... Los romanos juzgaron del mismo modo a los pueblos de Africa, que ellos llamaban poenos, ya que muchas veces burlaron a los romanos, imponiéndose a su poderío con la destreza de su ingenio ..., si bien, por no ser tan meridionales como los egipcios, no son de espíritu tan gentil como ellos. Sin ir tan lejos, tenemos la prueba en nuestro reino, donde se percibe la diferencia de ingenio con respecto a los ingleses. Estos se quejaban a Felipe de Commines, asombrándose de que los franceses, casi siempre derrotados por ellos, les vencieron siempre en los tratados que concertaban con los ingleses. Lo prop:o ocurre con los españoles, quienes, desde hace cien años, no han firmado un solo tratado con los franceses del que no hayan obtenido ventaja ... El natural del español, por ser mucho más meridional, es más frío y melancólico, más resuelto y contemplativo, y, como consecuencia, más ingenioso que el francés. Este, debido a su natural, no es contemplativo, sino inquieto, por ser bilioso y colérico, lo que le hace tan activo, diligente y rápido que al español le parece que corre cuando va a su paso normal. A esto se debe que españoles e italianos gusten servirse de franceses, por su diligencia y presteza ... Sin duda, la mezcla de estos dos pueblos produciría hombres más perfectos que uno y otro por separado ...

De lo dicho puede deducirse que el pueblo meridional está sujeto, en cuanto al cuerpo, a las mayores enfermedades y, en cuanto al espíritu, a los mayores vicios. Por contra, no hay pueblo que tenga el cuerpo mejor dispuesto para vivir largos años, ni el ánimo más propicio a las grandes virtudes. Por ello, cuando Tito Livio hace el elogio de Aníbal, por sus virtudes heroicas, añade que tales virtudes estaban acompañadas de grandísimos vicios, de crueldad inhumana, de perfidia, de impiedad y del desprecio de toda religión. Los grandes espíritus están sUjetos a grandes vicios y virtudes ...

Se exceden los antiguos historiadores cuando alaban la virtud, la integridad y bondad de los escitas y otros pueblos nórdicos, porque no merece ser elogiado quien, por carecer de inteligencia y no conocer el mal, no puede ser perverso, sino quien, conociéndolo y pudiendo ser perverso, decide ser honesto. También se engaña Maquiavelo cuando asegura que los peores hombres del mundo son los españoles, italianos y franceses, sin haber leído jamás un buen libro, ni conocer los otros pueblos. Si comparamos los pueblos meridionaJ, septentrional y central, comprobaremos que su natural guarda cierta relación con la juventud, la vejez y la edad madura del hombre y con las cualidades que se atribuyen a cada edad.

Cada uno de estos tres pueblos usa para el gobierno de la República de los recursos que les son propios. El pueblo de septentrión de la fuerza, el pueblo central de la justicia, el meridional de la religión. El magistrado, dice Tácito, no manda en Alemania como no sea con la espada en la mano ... Los pueblos del centro, que son más razonables y menos fuertes, recurren a la razón, a los jueces y a los procesos. No hay duda de que las leyes y procedimientos provienen de los pueblos del centro: del Asia Menor -cuyos oradores son famosos-, de Grecia, de Italia, de Francia ... No es de hoy la abundancia de pleitos en Francia; por muchas leyes y ordenanzas que se dicten para eliminarlos, el natural del pueblo los hará renacer. Además, es preferible resolver las diferencias mediante pleitos que con puñales. En resumen: todos los grandes oradores, legisladores, jurisconsultos, historiadores, poetas, comediantes, charlatanes y cuantos seducen el ánimo de los hombres mediante discursos y palabras hermosas, proceden casi todos de las regiones centrales ...

De todo lo anterior se puede deducir que los pueblos de la región central están mejor dotados para gobernar las Repúblicas, por tener más prudencia natural; esta es esencial en las acciones humanas, pues, como piedra de toque, juzga la diferencia entre lo bueno y lo malo, entre lo justo y lo injusto, entre lo honesto y lo deshonesto. Con la prudencia se manda y con la fuerza, propia del pueblo septentrional, se ejecuta. El pueblo meridional, menos idóneo para el gobierno de las Repúblicas, se dedica a la contemplación de las ciencias naturales y divinas, distinguiendo lo verdadero de lo falso ...

Del mismo modo que en el alma humana hay tres elementos principales -el imaginativo o sentido común, la razón y la parte intelectual-, así también en la República los dignatarios eclesiásticos y los filósofos se dedican a la investigación de las ciencias divinas y ocultas, los magistrados y oficiales a mandar, juzgar y gobernar el Estado, el pueblo al trabajo y a las artes mecánicas. Lo mismo podemos decir de la República universal de este mundo. Dios, con maravillosa sabiduría, la ha ordenado de tal modo que los pueblos meridionales están destinados al estudio de las ciencias más ocultas y a enseñar a los otros pueblos; los de septentrión al trabajo y las artes mecánicas, y los pueblos del centro a negociar, mercadear, juzgar, discursear, mandar, fundar Repúblicas, componer leyes y ordenanzas para los otros pueblos ...

Todo esto por lo que se refiere a las características de los pueblos en general. Considerados en particular, por doquier encontramos hombres de todo tipo de temperamento, más o menos sujeto a los factores descritos anteriormente. La situación particular de cada lugar cambia mucho el natural de un país. Pese a que no existen límites fijos que nos permitan distinguir entre oriente y occidente, del mismo modo que hemos distinguido entre norte y sur, todos los antiguos han pretendido que los pueblos orientales son más dulces, corteses, tratables e ingeniosos que los de occidente, así como menos belicosos ... Si examinamos cuidadosamente la historia, veremos que, a la misma latitud, el pueblo occidental tiene mucho del natural septentrional y el pueblo oriental del meridional ... Sin embargo, la diferencia en las costumbres y en el natural de los pueblos es mucho más notable entre el septentrión y el mediodía que entre el oriente y el poniente.

Los cambios particulares de mayor consideración son consecuencia del carácter montañoso o llano del lugar. La distinta orientación de los valles hacia el norte o el sur produce increíbles diferencias entre ellos, aunque gocen del mismo clima y estén situados en la misma latitud. Esto se comprueba a simple vista en las montañas que se extienden de occidente a oriente, como los Apeninos, que dividen a Italia en dos, o el monte de San Adrián, en España ... Como consecuencia, los habitantes de Toscana son de temperamento opuesto a los lombardos, y mucho más ingeniosos. También los aragoneses, valencianos y otros pueblos de allende los Pirineos, son de natural muy diferente a los de Gascuña y Languedoc, que tienen mucho del natural septentrional ... Por esta causa, Platón daba gracias a Dios por ser griego y no bárbaro, ateniense y no tebano, pese a que entre Atenas y Tebas no hay más de veinte leguas; ahora bien: el emplazamiento de Atenas estaba orientado al mediodía, bajando hacia el Pireo y con una pequeña montaña a la espalda y el río Asopus separando las dos ciudades. Los unos estaban dotados para las letras y las ciencias, los otros para la guerra, y, aunque ambos se gobernaban popularmente, en Tebas no se conocían las sediciones, en tanto que los atenienses disputaban frecuentemente a causa del Estado ...

Lo dicho acerca del natural del país septentrional es aplicable también al de las montañas, a veces más frías que las regiones situadas muy al norte ... Generalmente, los hombres, los animales y los árboles de las montañas son más fuertes que los otros ... Su fuerza y vigor determina que los montañeses amen la libertad popular y no toleren que se les desafíe insolentemente, como hemos visto de los suizos ... Por el contrario, los habitantes de los valles son generalmente afeminados y delicados; los valles fértiles dan ocasión a que los naturales se embriaguen en sus deleites. En cuanto a los habitantes de lugares marítimos y de las grandes ciudades mercantiles, todos los antiguos han advertido que son más astutos y sagaces que los que viven lejos de los puertos de mar y del tráfico ...

Otro factor de cambio a considerar es la variedad de vientos. Pueblos situados a la misma latitud y con el mismo clima tendrán, sin embargo, diferentes costumbres, según la violencia de los vientos. Cuando el aire es dulce y tranquilo, los hombres son más sosegados y resueltos que en las regiones donde reinan vientos violentos; tal es el caso de Francia, especialmente el Languedoc, el sur de Alemania, Hungría ... La esterilidad o fertilidad de la tierra cambia también la natural inclinación del pueblo. Tito Livio decía que los habitantes de un país fértil son generalmente poltrones y cobardes. Por el contrario, la esterilidad de la tierra los hace sobrios por necesidad y, por tanto, cuidadosos, diligentes e industriosos, como eran los atenienses, donde la ociosidad era castigada con pena capital, pues el país era muy estéril ... Por la misma razón que los pueblos marítimos, a causa del tráfico, y los de zonas estériles, a causa de la sobriedad, son industriosos, los que habitan las fronteras que separan Estados y pueblos enemigos son más belicosos y huraños que los demás, ya que se hallan siempre en guerra perpetua ...

Si se quiere apreciar en qué medida la alimentación, las leyes y las costumbres pueden transformar la naturaleza habrá que referirse a los pueblos de Alemania. En tiempos de Tácito no tenían ni leyes, ni religión, ni ciencia, ni forma de República, pero ahora no ceden en nada a los demás pueblos ... Licurgo experimentó lo que se afirma, haciendo criar dos perros de una misma raza, uno en la caza, otro en la cocina, y mostrando después el resultado a la vista de todo el pueblo de Esparta. Cierto es que si las leyes y costumbres no son bien conservadas, el pueblo tornará pronto a su natural ...

Para terminar con las inclinaciones naturales de los pueblos, debe advertirse que no tienen carácter necesario, como ya he dicho. Sin embargo, son de gran importancia para el establecimiento de las Repúblicas, las leyes y las costumbres ...
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