Indice de Los seis libros de la República de Jean BodinLIBRO QUINTO - Capítulo primeroLIBRO QUINTO - Capítulo cuarto.Biblioteca Virtual Antorcha

Los seis libros de la República
Jean Bodin

LIBRO QUINTO
CAPÍTULO SEGUNDO
Los medios de prevenir los cambios de las Repúblicas que provienen de la excesiva riqueza de unos y la pobreza extrema de otros.


Entre todas las causas que producen sedición y cambio en las Repúblicas, la más importante consiste en la riqueza excesiva de unos pocos y la pobreza extrema de muchos. La historia está llena de ejemplos por los que se ve cómo quienes alegan diversos motivos de descontento contra el Estado aprovechan la primera ocasión para despojar a los ricos de sus bienes. Este tipo de alteración y sedición era más corriente en la antigüedad que ahora, debido al enorme número de esclavos (treinta o cuarenta por cada hombre libre) ... Para verse libres ..., compraban (su libertad) con lo que habían podido ahorrar durante toda su vida, o se empeñaban ... Ya libres, y afligidos por la pobreza, no tenían más remedio que endeudarse para vivir e ir pagando a sus acreedores ...; con el tiempo se endeudaban más y pagaban menos ... Al final, hambrientos y crecidos en número, los pobres se levantaban contra los ricos y los echaban de sus casas y de las ciudades, para vivir ellos a su gusto.

Por esto, Platón llamaba a la riqueza y a la pobreza las pestes constantes de la República ... Para remediar tales males, se buscaba la igualdad, a la que muchos celebran llamándola madre nutricia de la paz y amistad entre los súbditos, en tanto que se execra la desigualdad, fuente de todas las enemistades, facciones, odios y partidos ... Debido a ello, muchos antiguos legisladores distribuyeron los bienes por igual entre todos los súbditos. En nuestra época, Tomás Moro, Canciller de Inglaterra, dice en su República que el único medio para lograr el bienestar público es que los hombres vivan en comunidad de bienes, lo que no puede hacerse donde exista la propiedad ... Aunque Solón no pudo hacer lo mismo, tal era su deseo, ya que rescindió las obligaciones y dictó una abolición general de las deudas ...

De otro lado, puede alegarse que la igualdad de bienes es muy perniciosa para las Repúblicas, ya que su base y fundamento más seguro es la confianza, sin la cual ni la justicia ni la sociedad pueden perdurar. La confianza depende del cumplimiento de las promesas nacidas de convenciones legítimas. Cuando las obligaciones son rotas, los contratos anulados y las deudas abolidas, solo se puede esperar la subversión total del Estado, puesto que nadie confiará en nadie. Además, tales aboliciones generales perjudican casi siempre a los pobres, muchos de los cuales se arruinan ...

Mayores son aún los inconvenientes del reparto por igual de las tierras y posesiones recibidas por herencia o adquiridas justamente. El argumento de la usura y de la esterilidad del dinero, que podría valer en el caso de las deudas, no es aplicable a las sucesiones legítimas. Se puede afirmar que el reparto de los bienes ajenos es un robo encubierto de igualdad. Argumentar que esta es la fuente de la amistad es querer engañar a los ignorantes, porque es evidente que no hay mayor odio ni enemistad más capital que entre los iguales; la envidia entre iguales es el origen de los desórdenes, sediciones y guerras civiles. Por el contrario, el pobre, el pequeño, el débil se pliega y obedece de buena gana al grande, al rico, al poderoso, a causa de la ayuda y beneficio que de él espera ...

A mi juicio, la división de bienes solo se debe hacer en ocasión de fundar una nueva República en país conquistado. Tal división debe hacerse por linajes y no por cabezas, reservando siempre alguna prerrogativa a uno de los linajes y algún derecho de mayorazgo en cada familia, siguiendo así la ley de Dios, que nos muestra exactamente cómo se ha de proceder. Habiendo escogido Dios la tribu de Leví para darle el derecho de prerrogativa sobre las otras doce, no le dio bienes, salvo las casas en las ciudades, sino que le asignó el diezmo de cada tribu, lo que hacía doce diezmos, representando el doble de lo que cada tribu tenía. Entre los levitas, el derecho de primogenitura fue reservado a la casa de Aarón, que tenía derecho al diezmo de los levitas y a toda las obligaciones y primicias. En cada familia asignó al primogénito el doble de lo que tenían los otros herederos en muebles e inmuebles, excluyendo a las hijas de todo derecho sucesorio, salvo a falta de varones en el mismo grado. Como se ve, la ley de Dios ha rechazado la igualdad total, dando más a unos que a otros. Sin embargo, aparte la de Leví, respeta entre las doce tribus el reparto igual de los bienes y, entre los herederos, aparte del primogénito, el reparto igual de la herencia ... Además, la ley de Dios ordena que todos los bienes alienados retornarán el quincuagésimo año a las casas, familias o tribus de donde salieron ...

Esto es más de temer cuando uno de los Estados de la República, el menor en fuerza y número, tiene casi tantos bienes como todo el resto. Este era el caso COn el Estado eclesiástico que, representando, solo en las Repúblicas de occidente, la centésima parte del número de los súbditos que constituyen el tercer Estado, recibía toda clase de diezmos y, en contra de las ordenanzas de la iglesia primitiva -como los propios Papas reconocen-, se apoderó de muchos legados, muebles e inmuebles, ducados, condados, baronías, feudos, castillos, casas rústicas y urbanas, rentas de todas clases ... Todo esto sin tallas, impuestos ni gravámenes ... Por ello, ha sido preciso requerir a la iglesia para que haga, en un cierto plazo, abandono de las heredades y bienes inmuebles dejados a ella, bajo pena de ser confiscados ... No entro aquí a dilucidar si tales bienes son bien empleados. Lo que sí afirmo es que desigualdad tan grande puede haber sido la causa de los desórdenes y sediciones producidos en casi toda Europa contra el Estado eclesiástico, aunque no hayan faltado pretextos religiosos ...

Hemos dicho antes que la ley de Dios prohibía también toda enajenación de bienes inmuebles, fuese entre vivos o por testamento, reservando los derechos de primogenitura en cada casa, sin distinción entre noble o plebeyo. Parece que sucediendo los primogénitos en todos los bienes, como ocurría con los siete mil ciudadanos de Esparta ..., fuesen o no nobles, se conserva mucho mejor el esplendor y dignidad de las casas y familias antiguas. Por este medio no se desintegran y el Estado de la República es más firme y estable al apoyarse sobre las buenas casas, como sobre gruesos pilares inalterables; estos no podrían soportar el peso de un gran edificio si fuesen delgados, aunque fuesen más numerosos. La grandeza de los reinos de Francia y España se funda sobre las grandes casas nobles e ilustres y sobre las corporaciones y colegios ... Sin embargo, esta opinión es más aparente que real, salvo en el Estado aristocrático. Es evidente que el monarca de quien tiene más que temer es de los grandes señores y de las corporaciones y colegios, sobre todo el monarca señorial y tiránico. En cuanto al Estado popular, que exige la igualdad en todo, ¿cómo podría tolerar desigualdad tan grande en las familias que uno se lo lleva todo y los demás mueren de hambre? ...
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