Indice de Los seis libros de la República de Jean BodinLIBRO PRIMERO - Capítulo terceroLIBRO PRIMERO - Capítulo quinto.Biblioteca Virtual Antorcha

Los seis libros de la República
Jean Bodin

LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO CUARTO
Del poder del padre, y si es bueno usar de él como hacían los antiguos romanos.


El recto gobierno del padre y de los hijos consiste en usar bien de la potestad que Dios ha conferido al padre sobre sus propios hijos, o la ley sobre los hijos adoptivos, y en la obediencia, amor y reverencia de los hiJos hacia sus padres. La potestad es propia de todos los que tienen poder de mando sobre otros. El príncipe, dice Séneca, manda a los súbditos, el magistrado a los ciudadanos, el padre a los hijos, el maestro a los discípulos, el capitán a los soldados, el señor a los esclavos: de todos ellos, ninguno ha recibido de la naturaleza poder alguno de mando, y menos de reducir a servidumbre, salvo el padre, que es la verdadera imagen del gran Dios soberano, padre universal de todas las cosas ...

Así como la naturaleza obliga al padre a alimentar al hijo mientras que es incapaz, y a instruirlo en asuntos de honor y virtud, así también el hijo está obligado, y mucho más estrictamente, a amar, reverenciar, servir y alimentar al padre y a someterse a sus mandamientos obedientemente; a sufrir, ocultar y disimular todas sus enfermedades e imperfecciones, a no escatimar ni sus bienes ni su sangre por salvar y conservar la vida de aquel a quien él debe la suya ...

¿Qué suplicio puede bastar para quien hiere al padre o a la madre? Para el asesino del padre o de la madre nunca hubo juez ni legislador que supiese imaginar tormentos suficientes para caso tan execrable ...

Otro artículo de la ley de Dios ordena que el hijo que hubiese deshonrado al padre o la madre sea condenado a muerte, pero confiere el conocimiento de la causa a los jueces; no deja la pena a la discreción de los padres, a fin de que el delito no quede impune, porque el amor de los padres hacia sus hijos es tan ardiente que, aunque estos les hubiesen herido de muerte, procurarían que el asunto no llegase a manos de la justicia ...

Lo dicho debe servir para mostrar la necesidad que hay en la República bien ordenada de dar a los padres el poder de vida y muerte, poder que la ley de Dios y de la naturaleza les otorga ...

De otro modo, que nadie espere ver restauradas las sanas costumbres, el honor, la virtud y el antiguo esplendor de la República ...

Gracias al poder del padre, los romanos florecieron en honor y en virtud. La República fue muchas veces preservada de su caída inevitable gracias a dicho poder. En ocasiones, los padres acudían a desalojar de la tribuna a los magistrados, sus hijos, para impedir que publicasen alguna ley que indujese a sedición. Así, entre otros, Casio arrojó a su hijo fuera de la tribuna y lo mató por haber publicado la ley de las herencias, quedando los ujieres, alguaciles, magistrados y el pueblo entero espantados, sin atreverse a hacerle resistencia, pese a que el pueblo quería a toda costa que se publicase dicha ley ...

Por este ejemplo puede verse cómo los romanos concedían mayor importancia al poder del padre que a sus propias leyes sagradas, según las cuales debía ofrendarse a Júpiter la cabeza de quien osase poner su mano sobre un tribuno para ofenderlo. Para ellos, la justicia doméstica y el poder del padre constituían la base segura de las leyes, del honor, de la virtud y de la piedad ...

Al irse debilitando, poco a poco, el poder del padre, con la decadencia del Imperio romano, no tardaron en marchitarse la antigua virtud y el esplendor de la República; la piedad y las buenas costumbres fueron reemplazadas por un sinnúmero de vicios y perversidades ...

Lo cierto es que, desde la época de los jurisconsultos Ulpiano y Paulo, los padres no tenían ya aquel poder de vida y muerte, puesto que uno de ellos escribe que el padre debía acusar al hijo ante el magistrado, y el otro que los hijos no pueden quejarse si el padre los deshereda, cuando se considera que antiguamente, dice, podía matarlos. Ambos jurisconsultos vivieron en la época del emperador Alejandro, y, sin embargo, hasta Constantino el Grande no se encuentra ninguna ley que sustraiga a los padres el poder de vida y y muerte ...

Tras haber despojado así a los padres del poder paternal ..., se ha llegado a cuestionar si el hijo puede defenderse y rechazar por la fuerza los actos de fuerza injustos del padre. No han faltado quienes han respondido afirmativamente, como si no existiese diferencia entre quien tiene mando y derecho de corrección sobre alguien y el que no lo tiene ...

Se ha ido aún más lejos, puesto que se ha llegado a pensar, e incluso a escribir y argumentar, que el hijo puede matar al padre, si este es enemigo de la República, asunto del que ni me ocuparía siquiera si los autores más estimables no lo hubieran hecho. Sostengo que constituye una impiedad, no solo hacerlo, sino escribirlo, porque supone absolver a los parricidas que lo hubieran hecho y estimular a quienes no osasen pensarlo, invitándoles abiertamente a cometer acto tan vituperable, arropándolo con el manto de la caridad pública ...

¡Cuantos padres serían enemigos de la República si se aceptan en estas propuestas! ¿Qué padre podría escapar a las manos de un hijo parricida en una guerra civil? Es bien sabido que, en tales guerras, la razón no está de parte de los débiles y que los más fuertes siempre declaran a los demás enemigos de la patria ...

Afirmo, pues, que es necesario que príncipes y legisladores vuelvan a las antiguas leyes que atañen al poder de los padres sobre los hijos, regulándolo según la ley de Dios, tanto si son hijos legítimos como naturales ...

Quizá se diga que existe peligro de que el padre loco o pródigo abuse de la vida y de los bienes de sus hijos, a lo que puede responderse que la ley provee de curadores a tales personas, sustrayéndoles el poder sobre otro, dado que no lo tienen sobre sí mismos. Si el padre no está loco, jamás matará a su hijo sin razón, y, si el hijo lo ha merecido, los magistrados deben abstenerse de intervenir. Es tan grande el afecto y amor de los padres y madres hacia los hijos, que la ley nunca presume que hagan algo que no sea en beneficio y honra de ellos ...

Por esta razón el padre que mata a su hijo no está sujeto a la pena del parricidio, porque la ley no presume que pudiese hacerlo sin justa y buena causa ...

Que ha habido padres que han abusado de su poder, lo admito, pero afirmo, no obstante, que ningún legislador prudente se abstiene de hacer una buena ley por causa de accidentes que se producen raramente ...

Hemos dicho que el poder del padre también se extiende a los hijos adoptivos. El derecho de adopciones ha decaído poco a poco y está hoy casi en desuso, debido a las leyes de Justiniano que, queriendo restringir los abusos que se cometían, lo ha anulado casi por entero. Sin embargo, es evidente que se trata de un derecho antiguo y común a todos los pueblos y de gran importancia para todas las Repúblicas ...

La razón de ello la hemos dado en el Método (Methodus ad facilem historiarum cognitionem): es necesario que todos los hijos de un mismo padre, adoptivos o no, estén bajo su poder ...
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