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ORIENTACIONES MORALES Y POLÍTICAS

Las instrucciones que en aquel primer período de la asociación trataba yo de inculcar a los comités, a los directivos, y a cuantos jóvenes se ponían en contacto conmigo, eran en parte morales y en parte politicas.

Las instrucciones morales se reducían, poco más o menos, a esto:

No sólo somos conspiradores sino también creyentes: aspiramos a ser no sólo revolucionarios sino también, en todo lo que existe en nosotros, regeneradores. Nuestro problema es, ante todo, un problema de educación nacional: las armas y la insurrección no son más que medios, sin los cuales, dadas nuestras condiciones, es imposible resolverlo, pero nosotros no invocamos las bayonetas sino en cuanto ellas llevan en su punta una idea. Poco importaría destruir si no tuviéramos esperanza de fundar algo mejor; de poco serviría escribir deberes y derechos sobre un trozo de papel si no intentáramos grabarlos en las almas. Aquello que descuidaron nuestros padres es lo que debemos tener siempre ante la mente. No basta inducir a levantarse a los diversos Estados de Italia; se trata de crear la Nación.

Creemos religiosamente que Italia no ha agotado su propia vida en el mundo, que está llamada a introducir todavía nuevos elementos en el desarrollo progresivo de la humanidad, y a vivir una tercera vida; debemos intentar iniciarla.

El materialismo no puede engendrar en política otra cosa que la doctrina del individuo, bueno quizás para asegurar -apoyándose sobre la fuerza- el ejercicio de algunos derechos personales, pero impotente para fundar la nacionalidad y la asociación, que exigen fe en una unidad de origen, de ley, de fin; nosotros lo rechazamos.

Debemos tender a reanudar la tradición filosófica italiana de los siglos XVI y XVII, tradición de síntesis y de espiritualismo; a reavivar las fuertes creencias, resucitar en el corazón de los italianos la conciencia de los hechos de la nación; y a darles, con esa conciencia, valor, potencia de sacrificio, constancia y acuerdo en la tarea.

Y las instituciones políticas eran las siguientes:

El partido más fuerte es el partido más lógico.

No contentaros con un simple sentido de rebelión, con inciertas e indefinidas declaraciones de liberalismo. Preguntad a cada uno su creencia, y aceptad sólo a los hombres cuya creencia esté de acuerdo con la vuestra.

No deis importancia al número, sino a la unidad de las fuerzas.

Nuestro experimento es un experimento sobre nuestro pueblo; podremos resignarnos a la posibilidad de encontrarnos desilusionados en nuestras esperanzas, pero no al peligro de ver surgir entre nosotros la discordia después de la acción.

La vuestra es una bandera nueva; buscadle mantenedores entre los jóvenes, y en ellos entusiasmo, capacidad de sacrificio y energía. Decidles siempre la verdad, todo lo que queremos. Si aceptan, estaremos seguros de ellos.

Supremo error del pasado fué confiar el destino del país a los individuos más que a los principios. Combatidlo; predicad fe, no en los nombres sino en las multitudes, en el derecho, en Dios.

Enseñadles a elegir los jefes entre aquellos que hayan encontrado sus inspiraciones en la revolución y no en el estado de cosas anteriores.

Poned al desnudo los errores del 1831 y no calléis ninguna de las culpas de los jefes.

Repetid siempre que la salud de Italia está en su pueblo. La palanca del pueblo está en la acción, en la acción continua, renovada sin desfallecer ni aterrarse por las primeras derrotas.

Huíd de las componendas, que son casi siempre inmorales y por añadidura inútiles.

No os ilusionéis con poder evitar la guerra, guerra inexorable, feroz, de Austria; cuando os sintáis fuertes, provocadla; la ofensiva es la guerra de las revoluciones; acometiendo, inspiraréis pánico al enemigo, fe y ardor en los amigos.

No tengáis esperanzas en los gobiernos extranjeros; si podéis recibir alguna vez ayuda de ellos, sólo será después de convencerlos de que sois fuertes y capaces de vencer sin su intervención.

Desconfiad de la diplomacia, desviadla luchando y publicando todas las cosas.

No os levantéis nunca si no es en nombre de Italia y por Italia en todo cuanto es.

Si vencéis en la primera batalla en nombre de un principio y con vuestras fuerzas, seréis iniciadores entre los pueblos, y tendréis compañía en el segundo combate. Y si os toca caer, habréis, al menos, favorecido la educación del país. Dejaréis sobre vuestra tumba un programa para la generación que vendrá después de la vuestra.

Todavía viven muchos de los hombres que en aquella época estuvieron en contacto conmigo, y pueden decir si mi lenguaje no era ése.

El experimento triunfó. El pueblo rechazó los medios indignos.

Giuseppe Mazzini

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