Índice de Manifiesto político y social de la democracia pacífica de Victor ConsiderantAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

La Democracia Pacífica es monárquica.

Se ha atribuído mucho valor a las reformas gubernamentales. Eso está probado. Hemos hecho experiencias. La Revolución de julio ha puesto al partido liberal y constitucional a la cabeza del gobierno constitucional. ¿Tenemos por eso todo lo que esperábamos? Lejos de ello.

Tenemos la forma de gobierno más perfeccionada que exista hasta ahora. La poseemos y podemos enorgullecernos de ella; pero más a causa de su valor teórico que por la magnitud de sus beneficios prácticos; por eso estamos cansados, y con mucho derecho, de las reformas, de las revoluciones y de las grandes aventuras políticas, que hemos aprendido a justipreciar en su valor.

Pensando bien, somos entre los grandes pueblos el que tiene, y con mucho, la suma más grande de libertad y de igualdad. Pero ello se liga aún más a nuestras costumbres y genio que a nuestras formas políticas.

Prusia, menos libre que Francia desde muchos aspectos importantes, está mejor gobernada por un Rey absoluto que nosotros por nuestros Ministerios y Cámaras. No existe pueblo que marche tan rápidamente en la senda del progreso que Rusia, sacada, en menos de cien años, de la más profunda barbarie por el gobierno de sus autócratas. En Europa, Inglaterra, la antigua tierra clásica del constitucionalismo y de la libertad política, es la nación donde la suerte de las masas es más lamentable. Ciertamente, en fin, no cambiaríamos nuestro estado político y social por el de las repúblicas de Norte y de Sud América en donde todavía faltan poseedores para las tierras más fértiles.

En presencia de estos hechos y de nuestras propias experiencias, es muy difícil a hombres de buen sentido otorgar un valor ilimitado a las formas políticas.

Cuidemos lo conquistado; no toleremos que se negocien las libertades pagadas a tan alto precio; pensemos en extenderlas progresivamente, en mejorar el mecanismo de nuestras instituciones y, sobre todo, en servirnos de ellas para la buena administración del país, y para operar gradualmente la emancipación industrial y social de todos los seres que aun sufren y gimen a la sombra de nuestros trofeos políticos. Mas cuidémonos muchísimo de iniciar revoluciones y guerras con el fin de correr detrás de fórmulas engañosas e instalar algún sistema de República.

Uno de los más groseros prejuicios existentes es creer que la monarquía constitucional es incompatible con el principio democrático.

Un gobierno constitucional sigue siempre a la ley de la opinión y de las fuerzas efectivas de un país. Inglaterra es aristocrática de hecho. Su gobierno monárquico no es más que el instrumento unitario de su aristocracia. Desenvuélvanse las ideas, las costumbres y las instituciones y nuestra monarquía constitucional será, gradualmente, el instrumento del pensamiento democrático de Francia.

Formemos, pues, las ideas, formemos una poderosa opinión pública y bien pronto nuestra máquina constitucional, transformada por un enorme impulso nacional, madurará el excelente grano que el país le confiará.

Si Francia hubiese sido republicana de principios, de maneras y de tradiciones, si, en 1830, hubiese constituído una República y la forma republicana fuese hoy el medio de orden y de gobierno diríamos: Conservemos nuestro gobierno republicano y sirvámonos de él para bien gobernar a Francia. Esto, precisamente, es lo que decimos de la forma constitucional que Francia se ha dado.

Por lo demás, lejos de que la Monarquía sea específicamente contraria al elemento democrático, no debe olvidarse que bajo su protección, históricamente, este elemento se ha engrandecido en Francia; a la alianza de los municipios y de la realeza contra la Feudalidad se debió, en gran parte, el debilitamiento gradual y, como consecuencia, el derribamiento definitivo del sistema feudal.

La nueva feudalidad, lo hemos visto, pesa hoy tanto sobre la realeza, como sobre la burguesía y el pueblo.

Se plantea el caso de una nueva alianza y esta vez al menos la victoria no será sangrienta y traerá ventajas incluso para los mismos vencidos.

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