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La democracia progresiva o el Partido Pacifista y organizador.

14.- Reunión general de los espíritus selectos en el terreno de la democracia pacífica.

Caracteriza a la presente situación y al estado de los espíritus, ante todo, el abandono general de los antiguos campos de batalla política y la descomposición de los viejos partidos. Fuera de la opinión comunista, que engrandece, el vistazo que terminamos de echar respecto al estado de la opinión pública es casi histórico, tan rápidamente se han desgastado los partidos extremos durante los últimos años.

Como lo hemos establecido de acuerdo con los hechos, el espíritu nuevo instalóse primero en el ámbito de la política. Mientras no se adueñó indiscutiblemente de él, ocupóse en exclusivo de la lucha contra las pretensiones añejas del viejo régimen. Creíase además que sólo en el terreno político era donde debían efectuarse reformas para que en el mundo todo siguiese bien. Una enorme desilusión sobrevendría luego de la experiencia. Julio fue una victoria decisiva y a la vez una decepción. La conquista política dió lo que ella podía dar: el mal permanecía ligado a las entrañas de la sociedad, y continuaba devorándolo progresivamente. De allí las protestas y las violentas luchas de que aun era teatro el campo político. Estas luchas agonizan.

Los hombres sinceros, los espíritus rectos y los corazones generosos abandonan a porfía el campo de las viejas querellas; apártanse de partidos moribundos que en la actualidad ahogan a todo individuo de ideas y sentimientos amplios. Desde las filas del viejo justo medio, como de las diversas oposiciones, surgen de continuo hombres que sienten y hasta proclaman que el momento de las discusiones estériles ha pasado y es necesario abandonar a cualquier precio las fórmulas añejas, abordar los problemas económicos y sociales, trabajar por la prosperidad del país, propender a la Asociación y a la fraternidad de las clases, regularizando y organizando el trabajo, y a la asociación de los pueblos organizando la paz del mundo. Estabilidad y progreso, paz, trabajo, organización, conservación de los derechos logrados, consagración y desarrollo de los nuevos; tales son las fórmulas que se hacen oír por doquier.

Si bien la actividad del país se extingue sobre el antiguo campo de batalla político, ella renace sobre el fecundo y glorioso campo del trabajo social.

Un pueblo de ningún modo pasa súbitamente de una idea vieja a otra joven, ni de un culto realizado a otro nuevo. Las grandes evoluciones no engranan entre sí, sino mediante un período de transición, de indiferencia, de escepticismo y de corrupción. Pero de tales crisis transitorias la Humanidad sale con una fe más viva, una esperanza más elevada y una caridad más ardorosa.

Entonces surgen y se desprenden, en masa, de los restos de los partidos políticos anticuados, elementos generosos y sabios, que se despojan paulatinamente de sus elementos hostiles, y aportan, para conciliarlos en una esfera superior, los diversos principios en cuyo nombre combatíanse con anterioridad enceguecidamente.

Hablaremos con el corazón en la mano a esos hombres liberados, animados de excelentes sentimientos y de mejores deseos. En tales capas de aluvión y tierras bien acondicionadas y fértiles es necesario arrojar las semillas dei porvenir.

Tales hombres, hastiados de lo existente, condenan el estatismo y las doctrinas materialistas, a cuyos ojos se han cumplido los destinos de la Democracia moderna. Buscan una fe nueva. Ellos no concuerdan todavía sino en los sentimientos y preceptos generales de la Democracia desembarazada del principio revolucionario y en la necesidad de reemplazar lo falso por sendas y medios orgánicos. Tienen, sin duda, el sentimiento de la tarea de nuestra época; pero carecen aún de la ciencia.

El estado de los mencionados espíritus se compendia en la siguiente fórmula, repetida hoy, a modo de eco, desde un confín ál otro de Francia: la Sociedad no puede permanecer tal como está; es preciso hacer algo.

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