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13.- Principios legítimos de cada Partido.

La Democracia revolucionaria, ilícita en sus vías y medios negativos y subversivos, es legítima como protesta en favor de los derechos políticos del pueblo, desconocidos en principio por los jefes de las escuelas políticas reinantes, y en favor de sus derechos sociales de existencia, de libertad y de desenvolvimiento, ignorados en principio y sacrificados de hecho en el mecanismo socIal en que el partido contrario quisiera inmovilizarlos.

En fin, el antiguo partido realista, sustraído durante mucho tiempo a la influencia de la corriente democrática de la sociedad moderna, representa también un elemento en sí mismo muy legítimo e importantísimo en la vida de las sociedades: el de la tradición histórica y el del ligamen hereditario entre el porvenir y el pasado. Este partido se compone de los descendientes de los hombres que fijaron los límites actuales de Francia y elaboraron su independencia; este partido, establecido sobre loables sentimientos de altivez nacional y de grandeza caballeresca, es el depositario del precepto nobilísimo de la fidelidad.

Existen, pues, en el fondo de cada partido, sentimientos humanos sociales legítimos, de los cuales en cierto modo son sus depositarios. Un partido puede tener adherentes sólo en razón del elemento de bien que posea. Únicamente los buenos elementos y los aspectos justos seducen y apasionan a la masa de espíritus de cada opinión; porque al fin y al cabo los hombres son hombres y no demonios. Las masas van hacia donde creen ver el bien: pueden engañarse respecto a los medios pero jamás hacen mal en conciencia del mal y por el mal mismo.

No se trata, por consiguiente, de censurar los sentimientos profundos de cada partido y de azuzar unos contra otros a principios e intereses regimentados bajo banderas opuestas.

Lo que es menester cambiar son los jefes egoístas y los órganos ciegos que dirigen y explotan esos partidos, que se esfuerzan en mantenerlos dentro de ideas estrechas y exclusivistas y en estado de hostilidades con el fin de dominarlos mejor.

En resumen, cada partido es custodio de un precepto, de un interés grandioso o depositario de una protesta legítima en sus causas. Y los hombres sinceros de todas las tendencias no deben perseguir el triunfo del partido al cual pertenecen considerado en su forma exclusivista, sino el del principio que legitima su base.

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