Índice de Manifiesto político y social de la democracia pacífica de Victor ConsiderantAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

15.- Programa del Partido de la Democracia Progresiva. La verdadera y la falsa democracia.

He aquí los puntos de vista y los dogmas generales que pueden considerarse que forman el símbolo de ia fe común de los hombres que penetran en las nuevas sendas.

A sus ojos, la verdadera Democracia consiste en el reconocimiento pleno y completo y la organización progresiva, inteligente y sinceramente activa de todos ios derechos e intereses. Consagra y consolida los adquiridos; proclama la legitimidad de los no reconocidos y persigue el advenimiento de los que aun se hallan lesionados. La auténtica democracia es la organización regular de la paz y del trabajo, el desarrollo de la riqueza general, la realización progresiva del orden, de la justicia y de la libertad; es, en fin, la organización pacífica y jerárquica de las familias y de las clases en los Municipios y de las provincias en la Nación, y de la Asociación de los pueblos en la Humanidad.

La Democracia espuria es el espíritu revolucionario, el espíritu de recelo, de odio y de guerra, la esencia de la libertad anárquica, de la igualdad violenta y envidiosa, del patriotismo exclusivista y dominador, o de la independencia bárbara, incoherente, armada y hostil.

Comprenden que la verdadera Democracia une, organiza, acerca, clasifica, asocia y centuplica el bienestar y los medios del desenvolvimiento físico, moral e intelectual de todos los hombres y de todas las clases. Inquieren la combinación armoniosa de todas las fuerzas. La auténtica Democracia es, pues, el desarrollo del espíritu de fraternidad en la unidad.

La Democracia espuria es la que divide, derriba, rompe, empobrece y cubre el suelo de escombros. Excita a unas clases contra las otras y a los pueblos contra sus gobiernos; irrita los sufrimientos en provecho del espíritu de sedición; provoca y mantiene en la sociedad el odio hacia toda superioridad; alienta la desconfianza sistemática, el recelo y la insurrección contra los poderes, invoca, en fin, al gobierno general de los pueblos y a las grandes guerras revolucionarias como la única senda de liberación de las naciones y de bienestar para la humanidad. La falsa democracia, pues, siembra la anarquía y cosecha el despotismo.

La Democracia pacífica, progresista y organizadora, y la democracia violenta y revolucionaria son los dos términos extremos y las dos expresiones antagónicas del espíritu moderno. Una de estas traducciones señala lo que hay de verdadero, de puro, de noble, de poderoso y de humano en las diversas tendencias del siglo; la otra expresa lo que la edad moderna contiene o, más bien, no ha mucho contenía del espíritu violento y bárbaro de los tiempos pasados. La primera se despliega, se desarrolla y se abre a la luz de la inteligencia; la segunda, sólo ha sido una gran posición temporaria, un enorme cólera social provocado por intensos dolores, innumerables injusticias y profundas miserias, y se debilita, empalidece y extingue paulatinamente, sobre todo en sus manifestaciones políticas.

De acuerdo con el sentido atríbuído a la palabra Democracia por esta nueva opinión, ella no designa de ninguna manera el gobierno de la sociedad por las clases inferiores; significa: gobierno y organización de la sociedad en interés de todos, por la intervención jerárquica de un número de ciudadanos que se acrecienta con las etapas del desarrollo social. El pueblo es la totalidad, no una clase; ni el gobierno es la acción ciega y desordenada de los incapaces, sino la acción inteligente y unitaria de los más capacitados, cuyo número debe ser aumentado por medio de la educación social y la obra gubernamental.

Tales son los principios generales, los dogmas comunes y los propósitos aceptados por la nueva opinión destinada a agitar la bandera pacífica y organizadora de la Democracia progresista.

Y si se exigiese el número de los hombres que en Francia pertenecen prácticamente a esta tendencia responderíamos: Contad el número de los que en el país aceptan hoy los principios que terminamos de reproducir y que los suscribirían con su nombre; veríais que ese número es inmenso.

Y si se nos pregunta por qué esta opinión tan considerable no ejerce aún mayor influencia sobre los asuntos públicos, contestaremos: porque no se ha disciplinado, ni realiza una educación metódica, ni tiene grandes órganos. Encuéntrase diseminada y se manifiesta en todas los libros, folletos y escritos de los hombres inteligentes de la época. Los antiguos diarios que han mantenido querellas políticas, y que, como las potencias envejecidas, no quieren olvidar ni aprender nada, no secundan ese gran movimiento de los espíritus; por el contrario lo resisten y lo perturban. Levantamos, pues, nuestro pacífico estandarte, con el fin de darle su primer órgano cotidiano.

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