Índice de Manifiesto político y social de la democracia pacífica de Victor ConsiderantAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

10.- Las revoluciones sociales.

No nos llamemos a engaño: semejante situación, si se prolonga y desenvuelve, se halla preñada de peligros. En Francia, el pueblo no se dejará acorralar hasta los extremos en que han caído las poblaciones obreras de las ciudades y de los campos de Irlanda y de Inglaterra. La burguesía francesa no permitirá impunemente que se la esquilme y despoje de sus propiedades y de su influencia política, y se la arroje en el proletariado. El monopolio universal no puede, en el siglo que vivimos, pasar a manos de una clase poco numerosa sin acumular rápidamente sobre ella odios formidables. Entre los cartistas de Inglaterra -donde la feudalidad, por causas diversas y fáciles de deducir, se halla más evolucionada que aquí- tales odios sociales, precursores de revoluciones en que la propiedad está en juego, han alcanzado espantosa intensidad. Entre nosotros, habrían habido diez revoluciones antes de que nuestras clases obreras llegasen a semejante grado de reacción y animosidad.

¿Qué le ocurriría a la civilización, a los gobiernos y a las clases elevadas si un día determinado el gran grito de guerra social, Vivir trabajando o morir combatiendo, sublevase a las innumerables legiones de la esclavitud moderna a consecuencia de haberse extendido sobre Europa la Feudalidad industrial?

Y bien, es evidente que marchamos hacia una jacquerie general e irresistible y que si la sabiduría de los gobiernos, la burguesía inteligente y liberal y la ciencia, en fin, no lo previenen, el movimiento que impulsa a las sociedades europeas se encamina segura y rectamente hacia las revoluciones sociales.

Este es el acontecimiento que ciertos conservadores testarudos, ex liberales arrepentidos y temblorosos, no desean se vaticine y mencione. Se indignan no se les depare la delicada atención de ahorrarles verdades que turben la quietud de su sueño de ininteligentes consumidores egoístas. Esos revolucionarios de ayer, hartos y satisfechos hoy, estiman que sería suficiente no mencionar los dolores del pueblo, las miserias de la esclavitud, los odios proletarios y las invasiones paralelas de la Feudalidad industrial y del pauperismo, para conjurar las tempestades del porvenir y todo marchase mejor en el mundo en que esos señores digieren. Predicad a los obreros la religión que consuela, dicen tales gentes sin previsión ni corazón, ateos todos. Ellos están menos bien que nosotros, es verdad, pero es imposible mejorar su suerte.

Y bien, las clases populares no aceptan nunca, y con razón, que deban ser mercancías cuyo precio aumente o disminuya conforme al valor de la materia proletaria en el mercado industrial. Quieren que la Sociedad les dé garantías de vida y de trabajo; empiezan a comprender que el Derecho al trabajo no es un derecho menos sagrado que el Derecho de propiedad. Desgraciadamente, además, la gran injusticia de que son víctimas, volviéndolos a su vez injustos, explica que en los tres estados más avanzados en civilización, Inglaterra, Francia y Alemania, comiencen a poner en duda y a negar el derecho de propiedad.

Quiénes son hoy, pues, los verdaderos conservadores, los conservadores inteligentes y previsores, ¿aquellos que exigen que los poderes políticos y sociales se iluminen sobre el estado de cosas, con el fin de hallarles remedio, para dar legítima satisfacción a los derechos y a los intereses no reconocidos, y permitir de ese modo a la sociedad un desenvolvimiento lleno de seguridad, o aquellos otros que, contentos y satisfechos con su suerte y no sintiéndose con coraje para sondear las profundas miserias del cuerpo social, opinan que no es necesario ocuparse de ello, y dejan así que se forme una tormenta amenazante que concluirá por derribarlo todo?

¿Desde cuándo se curan las enfermedades graves ocultándolas? ¿Desde cuándo se remedian las llagas y las úlceras arrojando sobre ellas un velo, volviendo la cara, rehusando verlas y sondearlas?

Índice de Manifiesto político y social de la democracia pacífica de Victor ConsiderantAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha