Índice de Ensayo político sobre el reino de la Nueva España de Alejandro de HumboldtCapítulo novenoCapítulo undécimoBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO DÉCIMO

Plantas que suministran materias primas a las manufacturas y al comercio.- Cría de ganados.- Pesca.- Producto de la agricultura, calculado por el valor de los diezmos.


Aunque la agricultura mexicana se dirige principalmente al cultivo de las plantas alimenticias, no por eso el país es menos rico en géneros llamados coloniales, es decir, en producciones que suministran materias primas al comercio y a la industria manufacturera de Europa, tales como el azúcar, el café, el cacao, el añil y el algodón.

El cultivo de la caña de azúcar ha efectuado rapidísimos progresos en los últimos años. Los antiguos mexicanos no conocían más que el jarabe de miel de abejas, el del metl (agave) y el azúcar de la caña de maíz. Los españoles llevaron la caña de azúcar de las islas Canarias a la de Santo Domingo, desde donde pasó sucesivamente a Cuba y a Nueva España.

Pedro de Atienza plantó las primeras cañas en 1520 en las inmediaciones de Concepción de la Vega, en Santo Domingo, y Gonzalo de Velosa construyó los primeros cilindros. En 1535 ya se contaban en la isla de Santo Domingo más de treinta ingenios. Merece observarse que entre los primeros molinos de azúcar (trapiches) construídos por los españoles a principios del siglo XVI, los había ya que se movían no con caballos, sino con ruedas hidráulicas, aunque algunos refugiados del Cabo Francés hayan introducido en nuestros días, en Cuba, estos mismos trapiches o molinos de agua como una invención extranjera.

En 1553, la abundancia de azúcar era ya tan considerable en México, que se exportó de Veracruz y Acapulco para España y el Perú; pero esta última exportación ha cesado hace mucho tiempo, porque el mismo Perú produce más de la necesaria para su consumo.

En la Nueva España, los principales plantíos están en la intendencia de Veracruz, cerca de Orizaba y Córdoba; en la de Puebla, cerca de Cuautla de las Amilpas; en la de México, al O. del Nevado de Toluca y al S. de Cuernavaca, cerca de Celaya, Salvatierra y Pénjamo, y en el valle de Santiago; y en las de Valladolid y Guadalajara, al S. O. de Pátzcuaro y Tecolotlán.

Examinando el testamento de Cortés, he descubierto que en tiempo de este grande hombre ya había ingenios de azúcar cerca de Coyoacán, en el valle de México. Felizmente, la introducción de esclavos negros no ha aumentado en México en la misma proporción que el cultivo del azúcar: casi todo el azúcar mexicano lo fabrican los indios, y, por consiguiente, hombres libres.

Se observa en México que el vezou, o jugo exprimido de la caña de azúcar, es más o menos dulce si la planta se cría en las tierras bajas o en una meseta elevada. La mayor parte del azúcar que se produce en la Nueva España se consume en el mismo país; y es muy probable que este consumo, a pesar del gran número de indios, ascienda a más de 24.000,000 kilogramos por año.

El algodón es una de las plantas cuyo cultivo es tan antiguo entre los pueblos aztecas como el de la pita, el maíz y la quinoa. Lo hay de superior calidad en las costas occidentales, desde Acapulco hasta Colima; y en el puerto de Guatlán; principalmente al S. del volcán de Jorullo, entre Petatlán, Teipa y Atoyaque.

Como no conocen aún las máquinas de despepitar el algodón, el coste del transporte, a causa del peso de la pepita, perjudica mucho a este ramo de la agricultura mexicana. La Nueva España no surte anualmente a Europa más que con 312,000 kilogramos de algodón. Sin embargo, esta cantidad, aunque poco considerable en sí misma, es ya seis veces mayor que la que los Estados Unidos exportaban de su propia cosecha en 1791. Pero es tan grande la rapidez con que aumenta la industria de un pueblo libre y bien gobernado, que en 1803 los Estados Unidos exportaron 17.379,000 kilogramos.

El lino y el cáñamo podrían cultivarse con ventaja en todas aquellas partes en que el clima no permite el algodón, como en las Provincias Internas, y aún en la región equinoccial, en altiplanos cuya temperatura media baja de 14° centígrados. Hasta el día, no se cultiva en México ninguna de estas dos plantas. El Consejo de Indias se ha opuesto constantemente al cultivo del cáñamo, el lino, la vid, el olivo y la morera. Por lo demás, es probable que el cultivo del cáñamo y del lino se extenderá muy difícilmente en el reino de Nuevo México, en donde el algodón se produce en abundancia.

(No parece justo echar la culpa al Gobierno español de haberse opuesto al cultivo del lino; yo quiero rectificar este error involuntario con arreglo a las noticias que me ha comunicado don José Cia, sobrino del virrey don Miguel José de Azanza. El emperador Carlos V, por orden de 13 de junio de 1545, mandó a los virreyes y gobernadores de las Indias que hagan sembrar y beneficiar en las Indias lino y cáñamo, y procuren que los indios se apliquen a esta granjería y entiendan en hilar y tejer lino. Bajo el reinado de Carlos III, por real cédula de 12 de enero de 1777 se renovó el estímulo que había dado Carlos V y se hicieron pasar algunos colonos europeos para que instruyesen a los naturales en las preparaciones del cáñamo y el lino. Los colonos volvieron a Europa a fines de 1786, y se siguió permitiendo a los indios dedicarse al cultivo de ambas plantas. Los virreyes conde de Revillagigedo y marqués de Branciforte excitaron a los obispos y curas a que favoreciesen este ramo de la industria. El Gobierno de Madrid dió nuevas órdenes en el mismo sentido en 1792, 1795 Y 1796; pero la facilidad con que se tienen telas de algodón, aun en la región fría de México, hizo inútiles todos estos laudables esfuerzos. Por otra parte, para demostrar que el cultivo del lino y del cáñamo no ha estado nunca prohibido, basta citar el artículo 43 del reglamento de libre comercio (12 de octubre de 1778), según el cual el lino y el cáñamo, si vienen de la América española, están exentos de todo derecho de exportación.)

El cultivo del café, en Cuba y en las colonias españolas del continente, no comenzó sino hasta después de la destrucción de las haciendas de Santo Domingo durante la guerra civil. En 1804, Cuba ya produjo 12,000 quintales y la provincia de Caracas cerca de 5,000. En la Nueva España hay muchos trapiches, pero el producto del café es nulo, bien que es indudable que este cultivo tendría muy buen éxito en las regiones templadas, a la altura de las ciudades de Jalapa y Chilpancingo. Antes de 1803, el consumo de café todavía era raro en México; después de esa fecha ha aumentado considerablemente.

El cultivo del cacao (cacari, o cacava quahuitl) era muy común en México en tiempo de Moctezuma; allí conocieron los españoles este árbol precioso que seguidamente trasplantaron a las islas Canarias y a Filipinas.

Los mexicanos preparaban una bebida llamada chocolatl, en la que mezclaban al cacao un poco de harina de maíz, vainilla (tlilxochitl) y el fruto de una especie de pimienta (mecaxochitl). Sabían también reducir el chocolate a tablillas, y este arte, los instrumentos de que se servían para moler el cacao y hasta la palabra chocolatl han pasado a Europa. Por ello causa admiración el ver que hoy el cultivo del cacao está casi del todo descuidado. Apenas se encuentran algunos pies de este árbol en las inmediaciones de Colima y en las márgenes del Coatzacoalcos. Las plantaciones en la provincia de Tabasco son de poca importancia, y todo el cacao que México necesita para su consumo lo obtiene de Guatemala, Maracaybo, Caracas y Guayaquil.

El chocolate que se fabrica en México es de superior calidad, porque el comercio de Veracruz y de Acapulco hace refluir a la Nueva España el famoso cacao de Soconusco, en las costas de Guatemala; el de Gualan, del golfo de Honduras; el de Uritucu, en la provincia de Caracas; el de Capiriqual, de la Nueva Barcelona; y el de Esmeralda, del reino de Quito.

En tiempo de los reyes aztecas, los granos de cacao servían de moneda en el gran mercado de Tlaltelolco. Para el chocolate se empleaba el de Soconusco, y los granos chicos llamados tlalcacahuatl. Las especies de calidad inferior se reservaban para servir de moneda. Aún en el día, en México el cacao sirve de moneda de vellón: como en las colonias españolas la moneda más pequeña es un medio, 72 granos representan un medio.

Los aztecas transmitieron a los españoles el uso de la vainilla. Cuando se considera el precio excesivo a que se vende constantemente este producto en Europa, admira la incuria de los habitantes de la América española, que descuidan el cultivo de una planta que la naturaleza produce espontáneamente entre los trópicos, casi en todas partes donde hay calor, sombra y mucha humedad.

La vainilla que se consume en Europa viene de México por el único conducto de Veracruz, y se produce en las dos intendencias de Veracruz y Oaxaca. En la primera, los distritos famosos por el comercio de la vainilla son la subdelegación de Misantla, con los pueblos indios de Misantla, Colipa, Yacuatla y Nautla, la jurisdicción de Papantla y las de Santiago y San Andrés Tuxtla. La planta florece en febrero y marzo, y la recolección dura desde marzo o abril hasta junio.

La misma falda oriental de la cordillera en donde se coge la vainilla, produce la zarzaparrilla, y el purgante de la Jalapa, que es la raíz del convolvulus jalapa. Este albohol vegeta a la altura de 1,300 a 1,400 metros en toda la cordillera que se extiende desde el Pico de Orizaba hasta el Cofre de Perote. Durante nuestra permanencia en Nueva España no hemos visto el albohol que, según dicen, produce la raíz de Michoacán (el tacuache de los indios tarascos, el tlalantlacuitlapilli de los aztecas); ni aún oímos hablar de ésta en el viaje que hicimos por el antiguo reino de Michoacán. Ignoramos si existe realmente esa raíz de Michoacán. Parece que la verdadera jalapa antiguamente se llamaba Michoacán, y que por una de esas equivocaciones tan frecuentes en la historia de las drogas, este nombre pasó con el tiempo a la raíz de otra planta.

El cultivo del tabaco mexicano podría llegar a ser un ramo agrícola de la mayor importancia, si su comercio fuese libre; pero desde que se introdujo el monopolio, o sea desde que el visitador don José de Gálvez estableció el estanco real del tabaco, en 1764, no sólo se necesita un permiso especial para plantar tabaco, no sólo se obliga al cultivador a venderlo a la administración y al precio que ésta le fija, sino que el cultivo está limitado a solas las irmediaciones de Orizaba y Córdoba y a los partidos de Huatusco y Zongolica, de la intendencia de Veracruz.

Antes de establecerse el estanco real, la intendencia de Guadalajara, principalmente los partidos de Autlán, Ezatlán, Ahuxcatlán, Tepic, Santixpac y Acaponeta, eran célebres por la abundancia y excelente calidad del tabaco que producían.

Fué en las Antillas donde los españoles conocieron el tabaco. Esta palabra es de Haití o Santo Domingo, pues los mexicanos llamaban a esta planta yetl y los peruanos sairi. En México y Perú los indígenas fumaban y tomaban tabaco en polvo. En la Corte de Moctezuma, los grandes señores usaban del humo del tabaco como narcótico, no sólo para dormir la siesta después de la comida, sino también para dormir por la mañana después del almuerzo. Con las hojas secas del yetl hacían cigarros y los adaptaban a unos tubos de plata, madera o caña; muchas veces mezclaban la resina del liquidambar styraciflua y otras materias aromáticas.

En México, la venta del tabaco es mucho más importante para el fisco que en el Perú, porque en el primero de estos dos países el número de blancos es mucho más considerable y el uso de fumar mucho más común, aun entre las mujeres y los niños. La Nueva España, lejos de exportar tabaco, recibe anualmente cerca de 56,000 libras de La Habana.

El cultivo del añil, muy extendido en Guatemala y en la provincia de Caracas, está muy descuidado en México. Los plantíos que se encuentran a lo largo de las costas occidentales no son suficientes ni aun para la pocas fábricas de tejidos de algodón del país, y hay que importarlo de Guatemala. El botánico Francisco Hernández propuso a la corte que se introdujese el cultivo del añil en la parte meridional de España; ignoro si se siguió su consejo, pero es muy cierto que esta planta era muy común en Malta a fines del siglo XVII.

Después de haber examinado los vegetales que constituyen los más importantes ramos de la agricultura y el comercio de México, vamos a echar una ojeada rápida a las producciones del reino animal.

Aunque la cochinilla, que es la más codiciada de todas, es originaria de la Nueva España, es cierto que las más interesantes para el bienestar de los habitantes se han introducido del antiguo continente.

Los mexicanos no intentaron reducir al estado de domesticidad las dos especies de toros salvajes (bos americanus y bos moschatus) que vagaban en manadas por las llanuras inmediatas al río del Norte; no conocen la llama, y no sabían sacar partido de los carneros cimarrones de la Vieja California ni de los berrendos o cabras salvajes de la Nueva. Entre las innumerables variedades de perros que pertenecen al reino de México, sólo una, el techichi, servía para alimento de los habitantes. No hay duda de que se sentía menos la falta de animales domésticos antes de la conquista, en una época en que cada familia no cultivaba más que una corta extensión de terreno, y una gran parte del pueblo vivía casi exclusivamente de vegetales. Sin embargo, la falta de aquellos animales obligaba a una clase numerosa de habitantes, cual es la de los tlamana, a hacer el oficio de acémilas y pasar su vida por los caminos reales, cargados con grandes cajas de cuero llamadas petacas (petlacalli en mexicano), que contenían géneros con un peso de treinta a cuarenta kilogramos.

Desde mediados del siglo XVI, los bueyes, caballos, ovejas y cerdos se han multiplicado extraordinariamente en toda la Nueva España, particularmente en los vastos llanos que hay en las Provincias Internas. En las costas orientales de México hay gran abundancia de ganado, principalmente en las desembocaduras de los ríos de Alvarado, Coatzacoalcos y Pánuco. Sin embargo, la capital y las grandes poblaciones inmediatas a ella se proveen de carne en la intendencia de Durango. Los naturales son muy poco aficionados a la leche, la mantequilla y el queso. Este último es muy apetecido por los mestizos, y forma un ramo de comercio interior bastante considerable. Son también importantes los ramos de cueros curtidos y de sebo y jabón. Los caballos de las provincias septentrionales, principalmente los de Nuevo México, son tan célebres por su excelente calidad como los de Chile: según dicen, unos y otros descienden de raza árabe. Los mulos serían mucho más numerosos si no pereciesen muchísimos en los caminos reales, por el cansancio que padecen en viajes de muchos meses. Se cuenta que sólo el comercio de Veracruz ocupa cerca de 70,000 al año; y en la ciudad de México se emplean más de 5,000 en el lujo de los tiros.

La cría de los carneros ha sido muy descuidada en Nueva España, así como en todas las colonias españolas de América. Es probable que el primer ganado lanar que se introdujo en el siglo XVI no era de la raza de los merinos trashumantes, ni tampoco de la leonesa, segoviana o soriana; y desde aquella época nadie se ha dedicado a mejorar la raza. En el día, las lanas que se reputan como las mejores son las de la intendencia de Valladolid.

Es digno de notar que ni el cerdo común ni las gallinas, que se encuentran en todas las islas del Pacífico, los hayan conocido los mexicanos. De las dos castas de cerdos que en el día son más comunes en México, la una se introdujo de Europa y la otra de las Filipinas; se han multiplicado muchísimo en el altiplano central, y allí el valle de Toluca hace un comercio muy lucrativo de jamones.

En las habitaciones de los indígenas del Nuevo Continente, antes de la conquista, había muy pocas aves domésticas, porque su conservación y alimento exige un cuidado muy particular en países recientemente abiertos al cultivo y cuyos bosques abundan en animales carnívoros de toda especie. Sin embargo, ya antes de la llegada de los españoles, los pueblos más civilizados del Nuevo Continente criaban varias gallináceas, como hoccos, pavos, faisanes, patos, gallinetas, yacous o guans y aras.

A la Nueva España debe Europa el más grande y útil de los gallináceos domésticos: el pavo (totolin o huexolotl). De México, los españoles lo llevaron al Perú, a Tierra Firme (Castilla del Oro) y a las Antillas. Los antiguos mexicanos tenían patos domésticos, y todos los años les arrancaban las plumas, que eran un ramo de comercio importante.

El cultivo de la morera y la cría de gusanos de seda se introdujeron por el cuidado de Cortés pocos años después del sitio de Tenochtitlán. A mediados del siglo XVI ya se cosechaba seda en cantidad bastante considerable en la intendencia de Puebla, en las inmediaciones de Pánuco y en la provincia de Oaxaca. Hay varias especies de orugas indígenas que hilan seda semejante a la del bombyx mori de la China. De estos insectos viene la seda de la Mixteca, que ya era un objeto de comercio en tiempo de Moctezuma.

La cera es un objeto de la mayor importancia para un país en donde reina mucha magnificencia en el culto religioso. En las fiestas de las iglesias, tanto en la capital como en las capillas del último barrio de indios, se consume una enorme cantidad. Las colmenas son de gran producto en la península de Yucatán. La cera de Yucatán proviene de una especie de abejas propias del Nuevo Continente, que se dice carecen de aguijón sin duda porque su arma es muy débil.

La cría de la cochinilla (grana nochiztli) en Nueva España remonta a la más alta antigüedad, probablemente antes de la incursión de los pueblos toltecas. En tiempo de los reyes aztecas, la cochinilla era más común que hoy día, y había nopalerías no sólo en el Mixtecapan (la Mixteca), y en la provincia de Huaxyacac (Oaxaca), sino también en la intendencia de Puebla y en los alrededores de Cholula y de Huejotzingo.

Alrededor de la ciudad de Oaxaca, principalmente cerca de Ocotlán, hay haciendas que tienen de 50 a 60,.000 nopales plantados en filas como magueyes de pulque. Sin embargo, la mayor parte de la cochinilla que entra al comercio la dan las nopaleras pequeñas pertenecientes a indios pobres.

Para completar el cuadro de las producciones animales de la Nueva España diremos algo acerca de la pesca de perlas y de la ballena. Es probable que estos dos ramos de pesca lleguen a ser algún día muy importantes para un país que tiene más de 1,700 leguas marítimas de costas.

Ya antes del descubrimiento de América, los naturales apreciaban mucho las perlas. Entre los presentes que Moctezuma hizo a Cortés, antes de su entrada en México, y que éste envió a Carlos V, había collares guarnecidos de rubíes, esmeraldas y perlas. Entre los lugares del Nuevo Continente que más abundancia de perlas han dado a los españoles, se cuentan las costas orientales de la península de California. Desde principios del siglo XVII, particularmente desde las navegaciones de Juan Iturbi y de Piñero, las perlas de California empezaron a rivalizar en el comercio con las del golfo de Panamá. En aquella época se enviaron buzos muy hábiles a las costas del mar de Cortés; con todo, pronto se volvió a descuidar la pesca; y si en tiempo de la expedición de Gálvez se procuró fomentarla, la tentativa fue infructuosa a causa de lo mal pagados que eran los indios y los negros que se dedicaban a buzos.

Las costas occidentales de México, principalmente la parte del Pacífico situada entre el golfo de Bayona, las tres islas Marías y el cabo de San Lucas, abundan en cachalotes, cuya pesca se ha hecho importante objeto de especulación mercantil para los ingleses y los angloamericanos, a causa de la gran carestía de la esperma de ballena. Con todo, a los españoles mexicanos no les tienta el deseo de tomar parte en la caza de esos grandes mamíferos cetáceos, no obstante que podrían hacerlo con notables ventajas sobre los ingleses y los angloamericanos, que se ven obligados a hacer navegaciones de más de 5,000 leguas marítimas.

Consuela el ver que de cincuenta años a esta parte, los afanes del hombre se dirigen en México más hacia los productos de la tierra que al beneficio de las minas. El impuesto territorial que con el nombre de diezmo percibe el clero señala los progresos de la industria agrícola. En las seis diócesis de la Nueva España, los diezmos ascendieron a 13.357,157 pesos fuertes desde 1771 hasta 1779, y a 18.353,821 desde 1779 hasta 1789.

El cultivo del terreno, a pesar de las trabas que lo entorpecen, ha hecho en estos últimos años progresos tanto más considerables cuanto que muchas familias que se habían enriquecido, sea con el comercio de Veracruz y Acapulco, sea con el beneficio de minas, han empleado capitales inmensos en compras de tierras.

Leyendo el excelente Informe sobre la Ley Agraria que en 1795 presentó al Consejo de Castilla don Melchor Gaspar de Jovellanos, se reconoce que a pesar de la diferencia de clima y otras circunstancias locales, la agricultura mexicana está llena de trabas por las mismas causas políticas que entorpecen los progresos de las industrias de la península. El suelo de la Nueva España, así como el de la vieja, en gran parte se halla en poder de algunas familias poderosas que han absorbido lentamente las propiedades particulares: Tanto en América como en Europa hay grandes distritos que estan condenados a servir de pasto para el ganado y a una perpetua esterilidad. En cuanto al clero y a su influencia en la sociedad, las circunstancias no son las mismas en ambos continentes: en América es menos numeroso que en la península, y allá los frailes misioneros han contribuído mucho a extender los progresos de la agricultura entre los indios. La introducción de los mayorazgos, el entorpecimiento y la pobreza de los indios son más contrarios a los progresos de la industria, en aquel país, que las manos muertas del clero.

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