Indice de Frente al enemigo de Enrique Flores Magón El timo de la tierra Conversación callejera del 25 de diciembre de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

FRENTE AL ENEMIGO

ENRIQUE FLORES MAGÓN

Recopilación de Chantal López y Omar Cortés

CONVERSACIÓN CALLEJERA
18 de diciembre de 1915



I

Hace un frío espantoso, terrible, que hiela la sangre en las venas y lo trae a uno moqueando y con los ojos llorosos.

Es la hora próxima a la salida del sol; la hora más fria de las mañanas de invierno en México, en la que hasta los tanganitos de las manos duelen de tanto frío que hace, y en la que los mecapaleros, temblorosos y encogidos, van a tomarse su taza de hojas caliente con su trago de chinguere revuelto, para entonarse y entrar en calor.

¿Par' onde vas, Petra? -pregunta Concha, deteniendo a una mujer que en la semiobscuridad de la madrugada semeja un fantasma que se desliza por el embanquetado de la calle de Santa Catarina, embarrándose contra las paredes.

- Pos pa la misa de seis, tú; que ya dan l´ última llamada, -contesta la interpelada, queriendo eludir la conversación que ve avecinarse y que amenaza impedirle llegar a tiempo al llamado santo oficio de la misa. Pero Concha no da importancia al movimiento de retirada que hace Petra y atrapándola por la punta del rebozo la retiene y comenta:

- Tú siempre con tus santucherías ... pos ¿hasta cuando abrirás los ojos, alma de cántaro, pa ver que de al tiro te está haciendo tragar ruedas de molino el maldito faldilludo del frailecito?

- ¡Je ... sús, María y José! -exclama escandallzada la beata, persignándose apresuradamente-. ¿Vas a comenzar a predicarme tus mangonadas?

- No; no más te quero hacer una pregunta: ¿sabes por qué tú y las demás santuchas tienen la costumbre d´ ir a l' iglesia con el rebozo echado parriba, de modo que no se les vea más que la punta de la jeta?

- No ...

- ¡Güeno! Pos porque San Pablo dijo en uno de sus versículos de su evangelio que la mujer debía taparse la máscara pa entrar a la casa de dios, dizque pa no ensuciarla. Y San Antonio dijo también qu´el animal más asqueroso era la mujer. Y ...

- Pero, ¡qué blasfemias dices ...!

- ¡Nada de blasfemias! ¡Es la pura verdá en cueros vivos, y te la puedo aprebar con el evangelio que tengo en mi casa!

II

Petra duda; y ya perdida la esperanza de alcanzar la misa de seis, se decide a oír las herejías de Concha, y aún pregunta:

- Pos si vamos a manchar la casa de dios, entonces ¿pa qué nos llama el padrecito a l´ iglesia?

- ¡Tonta! Porque las necesita. Si no juera porque la mujer es tan de al tiro taruga, l´ iglesia no existiría. Porque la mujer cree todavía en los curas es porque siguen ellos haciendo de las suyas. Si las mujeres dejaran de apoyar a los malditos zopilotes ó enaguas ... ¡Adios l´iglesia! Ya no habría más sinvergüenzas qu´embaucaran a la gente con su religión apesto ...

- Güeno, güeno; barájamela despacio y explícate, -interrumpe Petra, ya interesada.

- Ma´ fácil á explicar. Imagínate que nosotras las mujeres, por aquello de ... ser mujeres, tenemos cierto atractivo y juerza pa' hacer que los hombres hagan lo que quiéramos. L' iglesia, pa vivir y ser juerte, necesita que haiga muchas misas por este o l´ otro dijunto, que haiga bautismos, casamientos, bendiciones de casas, de santos y demás chinfonías en las que saquen los frailes güenos centavitos, a más de las limosnas y de lo que sacan de los cirios y ceras que llevan los feligreses pa los santos y qu' ellos venden luego a la cerería pa que sea vendida otra vez. Nosotras, como tenemos la juerza de nuestro sexo femenino, pos hacemos que los hombres se casen con nosotras por la iglesia; y gana el fraile sus centavitos. Nosotras hacemos que nuestros chamacos sean llevados a la pila del bautismo; y el fraile gana sus centavitos, y ansi, por el estilo, servimos pa qu' el fraile saque los centavos de las bolsas de nuestros viejos, que de otra manera no podría sacar.

- ¡Oye, oye! Pos parece que me vas convenciendo, -dice Petra.

III

- Pos to' vía tengo más que decirte, palomita -replica Concha, alentada con la aquiescencia de su amiga. No más para las de papalote y óyeme bien. Asucede que con la educación que nos da l' iglesia, ésta nos hace creer que semos inferiores a l´ hombre y que no debemos entrometernos en sus negocios; que nosotras nomás debemos dedicarnos a remendarle sus calzones y hacerles comida, sin meternos en nada más quen lo de nuestra casa.

- ¡Güeno! Yo creo qu' eso es cierto; pa qué semos mujeres si no pa cuidar nomás de la casa, -replica Petra.

- ¡Pos no es cierto! -sostiene Concha-. Es cierto que nosotras tenemos qu´ echar al muchacho; pero en lo demás semos iguales a los hombres. Como l´ hombre, tenemos cabeza pa pensar, corazón pa sentir y cuerpo pa obrar. Si hast´ ora la mujer ha sido tan bruta de dejarse dominar por los hombres es porque l´ educación ansina nos ha hecho. Pero, ¡qué carambas! ansina y todo, ha habido y hay mujeres que han podido ilustrarse y han resultado tan güenas como los hombres.

- Tú no dirás que semos mejores que nuestros viejos, -arguye Petra.

- ¡Canijos! No; pero sí digo que si tuviéramos el mesmo modo d´ educarnos que los hombres, seríamos tan güenos como ellos.

- Pero ¿qué tiene que ver l´ iglesia con eso? -inquiere Petra.

- Pos que ha de tener, qu´ el día que seamos como los hombres, en la manera de pensar, el diablo se lleva l´ iglesia. Si ora es tan juerte es gracias a qu´ el hombre por darnos gusto, por ganar aquello, hace lo que queremos; pero el día que nosotras no pidamos matrimonios por l´ iglesia, ni bautismos, ni misas, ni bendiciones de sepulcros, ni nada, entonces el fraile maldito tendrá que agarrar el pico y la pala y echarse a trabajar como nuestros viejos, pa ganarse la vida, si no quiere reventar de hambre.

- ¡Qué caray! Pos tenes razón. ¿y qué más? -pregunta Petra, ya por completo interesada en la conversación de Concha, y sin sentir más haber perdido su misa de seis.

- Por´ ora nada más. Ya las tripas gruñen de hambre. Además tengo que alistarme y alistar a los chamacos, cosa que nos vamos a Coyoacán, onde va a haber un mitin de compañeros en que van a hablar pos precisamente de lo que debe hacer la mujer pa ser digna compañera del hombre y no una carga pa l´ hombre, qu´ impida que la humanida sea libre.

- Güeno, anda vete; y después me cuentas.

(De Regeneración, del 18 de diciembre de 1915, N° 217).
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