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FRENTE AL ENEMIGO

ENRIQUE FLORES MAGÓN

Recopilación de Chantal López y Omar Cortés

CONVERSACIÓN CALLEJERA
25 de diciembre de 1915



- ¡Dáaa ... tiles! ¡Dáaa ... tiles! ¡Apreben lo mero güeno, marchantitas! -vocea el vendedor de dátiles en el mercado de San Juan, de la ciudad de México. - Dáaa ... t... per' oiga, vieja jija de un zumbao, ¡no se los trague todos! -vocifera el vendedor, haciendo explosión indignado porque una mujer lleva ya comidos, por vía de prueba, tres dátiles.

¡Pos si los´ toy aprobando, indino roñoso! -contesta la mujer que también es de armas tomar.

- ¿Pos no dicen que le apreben?

- Sí; pero no pa´ que se harte. Si quere que le peche, nomás venga y dígame que la mantenga.

La presencia de un gendarme pone fin a la disputa.

Petra, que no es otra que nuestra amiga santurrona, que oímos conversar con Concha la semana pasada, se va echando chispas de coraje, tan entregada a su ira que tropieza con el puesto de una frutera que vocea sus aguacates:

- ¡Aquí están los que no tienen hueso, patroncit ... ! ¡Mal ajos de vieja boba! ¿Qué no tiene ojos? -grita desaforada al ver su mercancia rodar por el suelo. -,¡Venga pa' que le limpie las chinguiñas a chincharrazos, pa' que pueda ver por' onde va, vieja maldita!

Petra no hace caso; hecha un basilisco sigue su camino, ciega de ira, para ir a tropezar con las nalgas de una mujer que está agachada escogiendo unos jitomates, y que tiene que hacer prodigios de habilidad para no caer largo a largo sobre las verduras, y quien, volviéndose ágilmente, atrapó a Petra por la punta del rebozo, dispuesta a reconvenirle su torpeza.

- Tenga más cuidado por´ onde anda, amiga ¡Oh, Petra! -exclama gosoza, reconociendo a su amiga, y prosigue: - por poco me tumbas y me vendes con la puestera echándole a perder sus verduras.

- Es que vengo hecha un chile de puro coraje y no vide por´ onde venía, -explica Petra. - Si ya´ cabates de mercar vámonos; que quero que me cuentes lo del mite en Coyoacán.

- ¡Aquello estuvo chulísimo! -dice Concha, ya camino a sus casas. - Habló el compañero García, qu´ es tejedor y que tene un pico de oro. Pero sí, ¡qué bien habla l´ hombre!

- Cuéntame, cuéntame, -ruega Petra, interesada.

- Pos dijo que nosotras las mujeres tenemos los mesmos derechos y las mesmas obligaciones que los hombres; qu´ ellos y que nosotras semos igua ...

- ¡Adios linda! -exclama melosamente un mecapalero al verlas pasar, pretendiendo agarrar a Concha por un brazo.

- ¡Adios ... baboso! -contesta Concha. - ¿No sabes ocupar la bola de los piojos en pensar otra cosa mejor que andar chongueando mujeres?

- ¿En qué quere que la ocupe? ¿En pensar que los chamacos tenen hambre? ¿y que tambén la vieja se´ sta secando por falta de pipirín en l´ olla?

- Pos precisamente, pa´ que también pienses cómo matarles l' hambre, cómo hacer pa´ que ya no haiga probes como tú y como yo, que nos andamos royendo los tanganitos de los dedos de pur´ hambre, cuando, mira, cuantas cosas güenas y sabrosas hay en las tiendas, pudriéndose nomás.

- Güeno; pero ¿cómo hacer?

- ¿Sabes ler? ¿Sí? Pos toma este periódico, -dice Concha dándole un ejemplar de Regeneración - y lelo; pero con mucho cuidado. Tu estás siempre en esta esquina, ¿verdad? Güeno; pos entonces, pa´ mañana a estas horas te veo aquí pa´ darte otro periódico y un librito qu' es el Manifiesto de la Junta del Partido Liberal, y en el que verás cómo se ha de hacer pa´ ya no ser probes. Otro día platicaremos más despacio. Se me hace tarde. ¡Salud!

- ¡Qué indigno vago! -comenta Petra al ir ya distantes del mecapalero. - Sigue contando. - No es indigno vago, corrige Concha, - sino un probe compañero inconsciente que hay que dispertar pa´ que sea de veras hombre.

Tras ligera pausa, prosiguió:

- Pos sí; dijo el compañero García que aunque la naturaleza nos ha hecho diferentes por el sexo, que de hecho semos iguales en lo que respecta a lo moral y lo intelectual.

- ¡Qué canijos! ¡qu' eso m' interesa! Explícame, -ruega Petra, aprovechándose de la pausa que hace Concha, distraida ahora de la disertación en su afán de dar alcance con sus diestros dedos a un piojo que logra atrapar por debajo del sobaco, y que maestrosamente remuele entre las uñas de sus pulgares, comentando:

- Ansina deberíamos de despanzurrar a los burgueses, pa´ que ya no nos chupen la sangre. Pos como decía, el compañero demostró con hartos argumentos, que si a las mujeres nos dieran las mesmas oportunidades que a ellos pa´ educarnos, nosotras podríamos ser tan inteligentes y tan leidas y escribidas como el que más. Dijo que si ora semos las mujeres ignorantes y cabezonas y dispriocupadas pa´ otra cosa que no sea la maldita iglesia, el chisme, y nuestros quihaceres de casa, era porque los burgueses, los que hicieron o jundaron esta clase de socieda en que vevimos orita y que llaman socieda capitalista o burguesa, habían establecido la costumbre de que la mujer siempre la tengan en l' inorancia, pa´ que de ese modo sea sempre un ostáculo pa´ los que luchan por la liberta.

- ¡Adiós, ca ... rrizos! ¿Pos qué nosotras les agarramos las manos?

- No materialmente, no de a de veras cogiéndoles las manoplas; pero sí los amarramos muchas veces de patas y manos con nuestras tarugadas. Yo he visto a mujeres que apenas se arrejuntan con algún luchador aluego procuran quitarlo de la lucha y muchas veces lo logran. Por eso, cuando un luchador se arrejunta con alguna, aluego l' entra a uno el miedo de que se raje; porque ¡quién sabe que clase de juerza tiene ... aquello! que a muchos de los que cree uno de los meros güenos los hace culimpinarse.

- ¡Ah, que caracho! ¿Pero qué culpa tenemos nosotras en eso?

- Cuando la mujer no es consciente, la verda, no tiene mucha culpa, porque su mesma ignorancia l' hace ser ansina, y cree que hace bien quitando l' hombre que ama del peligro de la lucha; pero la mujer que es consciente sí tene y mucha culpa porqu' ella lo había de arrempujar y ayudar hast' onde las juerzas le alcanzaran, pa que siguera adelante. Y to' vía más, cuando viera que se rajaba como arpa vieja, le había el' escupir l' hocico y echarlo a la mierda.

Concha se ve hermosa en su indignación. La humilde proletaria, con su sencillo lenguaje popular, explica con tal convicción y fuerza las ideas avanzadas que ha aprendido, que Petra se siente subyugada y ya no habla, sino que sus ojos están pendientes de los labios de la maestra.

- Aunque cancaneando, he leído mucho Regeneración y varios libros de grandes maestros, de hombres inteligentes que saben por' onde se traen la pensadora, y en ellos he vido que lo mesmo que dijo el compañero García en el mitin, es lo justo. Nosotras las mujeres tenemos tanto deber como los hombres pa´ luchar porque nuestros chamacos ya no sean probes y no lleven esta vida arrastrada que nosotras llevamos. Sino por nosotras mesmas, pero si precisamente por estos pipioles qu' hemos parido, nosotras las mujeres tenemos l' alto deber de luchar contra los ricos que nos los matan en las fábricas desde chiquititos, contra el gobierno que nos los agarra pa´ soldados, contra l' iglesia que nos los embrutece. Por ellos, por nuestros piojocitos lindos, nosotras las mujeres debemos ayudar y animar y arrempujar a los hombres a la lucha; y luchar nosotras mesmas como es debido, con furia, con hartas ganas, sin cuartiarnos a l' hora de l' hora, ¡aunque nos lleve la chicharra!

- ¡Concha! ¡Concha! ¡Pero sí, qué chulo hablas! Exclama Petra emocionadísima; y soltando la canasta, cuyo contenido rueda por el suelo, se prende al cuello de su amiga y maestra, le besa las mejillas, y con voz nacida de lo más profundo de su corazón dice:

- ¡Estoy contigo! ¡Que muera la religión! ¡Que mueran los ricos! ¡Que muera l´ ... autorida!

(De Regeneración, del 25 de diciembre de 1915, N° 218).
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