Índice de La casa sin puertas. Actas y documentos del primer Congreso de la Federación Anarquista de México de Chantal López y Omar CortésPresentación de Chantal López y Omar CortésPrimera sesiónBiblioteca Virtual Antorcha

La casa sin puertas

Un intento de explicación de la Federación Anarquista de México.

I

Estoy plenamente convencido de que el presente análisis es algo que debió haberse realizado hace muchos, pero muchos años. Aún a finales de la década de 1970 hubiese sido tiempo para hacerlo. Por desgracia, nadie se acometió a realizarlo; yo mismo, en aquel entonces, cuando aún existía la Federación Anarquista de México, aunque intuía su importancia, no me atrevía a abordar el tema por temor de que ello se constituyera en fuente de recelos y pleitos.

He de advertir que yo nunca pertenecí a la Federación Anarquista de México, y no pertenecí porque esa organización no preveía la afiliación. Era como una casa sin puertas, a la que sólo se podía acceder brincándose la barda, haciéndose amigo de alguien que residiese ya en su interior y acudiendo, de vez en vez, a sus reuniones.

Era pues, esa casa sin puertas, regida por una nebulosa normatividad consetudinaria, cuyo origen se perdía en los tiempos, la única posibilidad de desarrollo orgánico del anarquismo en México.

Curiosamente, ninguno de sus inquilinos tenía la menor preocupación por entender y comprender el por qué de esa casa sin puertas; el origen y validez de la consetudinaria normatividad por la que se regía; el objetivo y la razón de su propia existencia.

Nadie se preguntaba nada, era como la manifestación más sorprendente de la empatía espiritual. Se hablaba de la revolución, de la desaparición del Estado, del poder autogestivo de la clase obrera; se despotricaba en contra de los partidos, de los sindicatos verticales, de los pervertidos marxistas ... de todo eso y más se hablaba en aquella casa sin puertas. Y nadie se preguntaba nada, nadie se cuestionaba nada, a nadie le importaba pensar sobre la práctica validez no tan sólo de lo que ahí se hablaba, sino de la misma casa sin puertas, de la casa de las eternas tertulias, de la casa en la que parecía haberse detenido el tiempo, de la casa que nadie sabía por qué se había construído, de la casa a quien nadie le importaba cuestionar si la carencia de puertas se debía a que se estaba en una construcción inacabada o, si por el contrario, ello evidenciaba el interés, por parte de sus constructores, de conformar un inaccesible refugio, un amurallado fortín en el cual guarnecerse, un sentido deseo de pintar una raya frente al mundo, de conformar una artificial placenta protectora ...

Y llegó el día, como era lógico que llegara, que esa casa, la que no tenía puertas, se quedó vacía y a nadie más le interesó brincar sus deslucidas bardas para indagar que había adentro, para sentarse en sus solitarias habitaciones, cerrar los ojos y tratar de escuchar la historia contada por sus descarapeladas paredes. La casa sin puertas se quedó sola, abandonada, ruinosa ...

II

Grita tu vida en las calles,

nunca pares de gritar.

Rompe ya, ese, tu silencio,

comienza a sublevar.

De Intento No. 2.

Canción del grupo de rock Antorcha.

Si en el año de 1968, una buena parte de los entonces dieciochoañeros residentes en el Distrito Federal, tuvimos que vivir con la tragedia, para 1969, la reflexión sobre la validez y practicabilidad de nuestras actitudes contestatarias, se inciaría.

Aquel 1968, en mucho influídos por las noticias y comentarios de los sucesos del mayo parisino, en donde más de un diario metropolitano abordaba, día con día, el vocablo anarquismo, acompañado éste con el subliminal mensaje gráfico de fotografías en donde manifestantes y policías se liaban a golpes; donde los estragos de los bombazos molotov eran magistralmente captados por los fotógrafos reporteros, en tétricos incendios callejeros; donde era común divisar los daños del conflicto en los aparadores de establecimientos comerciales destrozados, vehículos particulares volteados, patrullas policiacas incendiadas ... y los diarios hacían referencia al anarquismo, y se hacia mención de l´enfant terrible ...

Los dieciochoañeros de aquellos tiempos, nos tragábamos el taco con todo y salsa, y suponíamos que el anarquismo era eso, lo que las gráficas de varios diarios mostraban ... Quienes, en aquel año de típica memoria, cumplíamos con nuestro servicio militar, contando con la suprema honra de no haber manjeado nunca arma de fuego alguna; quienes en aquel año de 1968, hubimos de jurar bandera en el zócalo capitalino; los de aquella generación que anticipaba la era de Acuario, suponíamos que el anarquismo era el motín, los pleitos callejeros con las fuerzas policiacas, las bombas molotov estallando por doquier, la algarada ... el relajo ... el caos ...

Y estábamos equivocados, errados, perdidos, hundidos en un interminable laberinto de confusión, tétricamente diseñado, maquiavélicamente pensado, milimétricamente elaborado por el siempre maldito complot del llamado cuarto poder.

Para 1969, quienes ingresábamos en el mes de abril a la Universidad Nacional Autónoma de México, nos interrogaríamos, reflexionaríamos sobre la abrumadora tragedia que vivimos en el pasado año.

Fue en 1969 cuando llegó a mis manos un periódico editado en el año de 1968; un periódico que llevaba un extraño título, un nombre fuera de lo común para aquellos agitados años. Aquél periódico se llamaba Regeneración, y se decía, órgano de la F.A.M.

Lo recibí de anónimas manos en una de las innumerables asambleas, conferencias, páneles, mesas redondas, triangulares o cuadradas que, en aquél año, cotidianamente se celebraban. A decir verdad, no recuerdo bien quien me lo dió, por más esfuerzos que hago, simple y sencillamente no sé quien me lo dió. No recuerdo su fisonomía, no sé si fue un hombre o una mujer, no sé, no sé, no sé ...

En aquel tiempo era muy común para quien asistiese a uno de esos actos, salir del mismo cargando decenas de papeles, en los que se informaba de luchas populares, planteamientos teóricos, invitaciones a conferencias o a manifestaciones.

Volantes, pequeños periódicos, revistas, folletos, de cuanta tendencia o corriente pudiese uno imaginar, eran repartidos a granel por anónimas manos entre la asistencia. Y era también común que quienes los recibíamos, no los leíamos sino hasta días después, ¡y esto, cuando los leíamos! Y en este caso que estoy relatando, no hubo excepción a la regla. No fue sino varias semanas después, que leí ese periódico viejo con el extraño título de Regeneración.

Su lectura no me conmovió. Se me hizo un periódico sin chiste, sin chispa, sin alegría. Una publicación insípida, con un diseño muy, pero muy antiguo.

Y fue así que tuve conocimiento de la existencia de la Federación Anarquista de México.

III

Porque no podemos permitir,

que esas personas sigan burlándose de nosotros.

De Sodomáquina.

Canción del grupo de rock Antorcha.

Fue hasta el año de 1971, que de nuevo me topé con la, por mi ya olvidada, Federación Anarquista de México.

En aquella ocasión, y a raíz de los trágicos acontecimientos de la marcha del 10 de junio, la cual fue prácticamente masacrada, en uno de los tantos mítines que para informar de lo ocurrido, se realizaron, hubo, un orador que se presentó como miembro de la Federación Anarquista de México. De lo que habló ya no me acuerdo, tan sólo recuerdo que su intervención provocó varios abucheos de los asistentes y que el orador no duró mucho tiempo en la tribuna.

En esa vez no tuve oportunidad de hablar con aquel sujeto, pero si recuerdo que me molestó muchísimo el boycot de que fue objeto su intervención mediante aquellos abucheos y algunos gritos que expresaban: ¡Ya cállate, pendejo!

¿Por qué no le habían permitido que se expresara? ¿Por qué los abucheos y los insultos? Yo no entendía cuál podía ser la razón por la que no se le permitió acabar con su información. Quizá lo que dijo no era brillante, a lo mejor eran tonterías, pero eso no podía ser considerado como motivo para callarle e insultarle. Total, pensé, lo mejor hubiese sido haberle dejado terminar, y que los ahí presentes decidiésemos la valorización de esa información. Pero no, no sucedió así. A ese sujeto prácticamente se le negó el derecho a expresarse, y aún más: ¡se le insultó!

Definitivamente yo no podía aceptar ese tipo de actitudes.

De aquel entonces a la fecha, jamás he vuelto a ver a ese sujeto. ¿Habría sido realmente un miembro de la Federación Anarquista de México? La verdad, lo ignoro. Sin embargo, lo que ocurrió en aquél mitin del año de 1971, hizo que me interesara más por esa organización.

No fue sino hasta 1972, que gracias a mi hermano, pude ubicar el lugar en donde se reunían los miembros de la Federación Anarquista de México.

La primera vez que acudí a ese local, me atendió el ahora ya fallecido compañero Yañez. De avanzada edad, este compañero se encargaba de la atención en el servicio de librería. Él se portó muy amable conmigo, indicándome el día en que se reunían los muchachos de la F.A.M., pero igual me informó de las reuniones del Comité Comarcal de la C.N.T. de España en el exilio en México, así como de las del grupo Tierra y Libertad, haciéndome una abierta invitación para que asistiera. Le dí las gracias asegurándole que iría a una de esas reuniones y, antes de marcharme, adquirí unos cuantos libros.

Semanas más tarde, por fin asistí a una de sus reuniones.

IV

Llore maestro.

No puedo, todas mis lágrimas han muerto.

De Crisálida.

Canción del grupo de rock Antorcha.

Y llegué a ese local, a ese cuarto en el que se reunían los muchachos de la F.A.M.

¡Que fiasco me llevé cuando, preguntando por algún folleto que pudiese indicarme qué era eso de la F.A.M., por toda respuesta recibí unos cuantos ejemplares del periódico Regeneración, el órgano de la esa organización. Nadie de los presentes me informó sobre mi duda. Yo quería saber qué era esa organización, cómo podía afiliarme, qué requisitos debía de cumplir. Silencio, silencio, silencio ...

Me sentí incómodo, terriblemente mal; yo deseaba largarme de ahí cuanto antes. Así, cuando los muchachos de la F.A.M., pusiéronse a platicar sobre movimientos populares, ni tardo ni perezoso aproveché la oportunidad y despidiéndome, rápidamente abandoné aquel lugar.

Hasta muchos años después comprendí el por qué no había recibido el tan esperado folleto, ni por qué nadie había satisfecho mi pregunta. La razón era sencilla: no existía folletería al respecto, y de hecho nadie sabía con certeza qué era esa supuesta organización denominada Federación Anarquista de México. ¡Así de simple!

V

Hoy había encontrado

lo que tanto había buscado

y se va,

y se va.

De Canción No. 1.

Canción del grupo de rock Antorcha.

Yo no podía entender cómo era posible que existiera una organización que no tuviése documentos básicos, ni previera la afiliación de los interesados. En verdad mi primera impresión fue de que eso era muy poco serio, porque definitivamente no podía considerar válido que con la sola edición de un periódico se pudiesen cumplir las finalidades de una organización, además de que dadas las circunstancias de carencia de mecanismos para afiliar a los o las interesadas, la labor de difusión y convencimiento, propias de un vocero periodístico, simplemente no servirían para nada. Así, la tan mentada Federación Anarquista de México, tan sólo existía porque había un grupo de muchachos, sentimentalmente apoyados por personas mayores, que decidieron, por quién sabe qué mecanismos, autoproclamarse como organización nacional.

Recuerdo que cuando tuve la desgracia de manifestar mi pensamiento a aquellos compañeros, recibí como respuesta que yo no entendía la dinámica anarquista, que eso de los documentos básicos y los mecanismos de afiliación era propio de partidos u organizaciones estatistas, más por completo lejano del anarquismo, en donde lo básico era la consecusión de la revolución social. Obviamente por mínima cortesía, no objeté nada a ese, si es que así puede ser llamado, razonamiento.

Cada vez me quedaba más claro que la realidad era que me encontraba frente a los restos de lo que quizá en algún momento pretendió ser algo, pero que definitivamente se encontraba ya en un avanzadísimo estado de descomposición.

El tiempo se encargó de darme la razón. Cuando los compañeros, jóvenes en aquellos inicios de la década de 1970, crecieron en edad, el infantil encantamiento de los cuentos caballerescos con lo que personas de más edad villanamente les dormían, se evaporaron, perdieron la nefasta influencia que sobre ellos ejercían y, por supuesto, la Federación Anarquista de México dejó de existir.

VI

Nada, nada

nada cambiará.

Nada, nada

nada cambiara.

Nuestra manera de vivir,

nuestra manera de morir.

Tú no decides por mí,

tú no decides ni por tí.

Ellos deciden cómo ha de ser.

Ellos deciden cómo has de vivir.

(De Inconclusa.

Canción del grupo de rock Antorcha.

La mal lograda organización, denominada, Federación Anarquista de México, cuenta con una historia relatada en innumerables documentos. Objetivamente no debería existir razón alguna para que quedase encubierto en un velo de misterio su inicio, su desarrollo y su desaparición. ¡Objetivamente, no!, pero en el aspecto subjetivo el asunto es diferente, completamente diferente. Sucedió que algunos de los militantes de ese organismo, crearon un embrollo al otorgarle una importancia que jamás tuvo y, sobre todo, a ocultar bajo un misterioso velo lo que esa organización en realidad era. Así, esa militancia creó un mito y se aferró con tanta fuerza a él, que de manera inconsciente acabó creyéndolo y, para colmo de males, terminó transmitiendo esa creencia a generaciones posteriores.

La Federación Anarquista de México, como cualquier organización, cuenta con antecedentes, siendo los más importantes: la Federación Anarquista del Centro de la República mexicana, la inmigración española que a México llegó a raíz de la derrota militar del gobierno republicano español, y la Federación de Grupos e Individualidades Anarquistas del Distrito Federal.

VII

En un principio todo era obscuridad.

De La Tierra.

Canción del grupo de rock Antorcha.

La Federación Anarquista de México, constituyó el resultado de una serie de esfuerzos de militantes anarquistas esparcidos a lo largo y ancho de la República mexicana, quienes, de manera consciente o inconsciente, determinaron seguir los liniamientos de un grupo anarquista específico radicado en la capital de la República mexicana.

Las pretenciones de aquél grupo dirigente, fueron totalmente desproporcionadas en relación con las posibilidades reales que en aquel entonces ofrecían los medios libertarios mexicanos para la consolidación de una organización específica nacional.

Sacando de su contexto experiencias ácratas logradas durante la frustrada revolución social en España, el grupo promotor de la Federación Anarquista de México, elaboró prácticamente un indigestísimo discurso que no guardaba relación alguna con la realidad que en el México de la postguerra se vivía.

Quizá influidos por los crecientes ánimos del movimiento anarquista internacional que, precisamente durante aquellos años que siguieron al fin de la Segunda Guerra mundial, y que se manifestaron mediante la reorganización de movimientos nacionales anarquistas, tanto en Italia como en Francia, pensaron los integrantes del grupo director radicado en la ciudad de México, que ellos tendrían un futuro similar.

Pero la realidad siempre acaba imponiéndose, y sucedió lo que tenía que suceder: aquel intento de consolidación de un organismo específico anarquista de carácter nacional, fracasó por completo.

En efecto, en el Informe de actividades brindado por el Secretariado de la F.A.M., en el Segundo Congreso celebrado en el año de 1947, quedó explícitamente claro que el intento había fracasado, y que nada había qué hacer al respecto

Fue, realmente, una auténtica Acta de defunción, que la gran mayoría de aquella terca militancia se negó a escuchar. De aquí que en vez de haber abordado el asunto con seriedad, prefirióse continuar con la idea de que no obstante que había problemas, la F.A.M., en esencia, estaba bien. Pero eso no era cierto. En sí aquella actitud de avestruz tan sólo demostró el cansancio de una militancia agobiada ante la imposibilidad de trascender, que prefería ocultarse tras un mito que enfrentar, con todas sus consecuencias, la realidad desnuda. Eso fue todo lo que sucedió, y francamente no viene al caso darle más vueltas al asunto.

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