Índice del Epistolario revolucionario e íntimo de Ricardo Flores MagónCarta anteriorCarta siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Señorita Erma Barsky.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

El Año Nuevo ha llegado ya, acabado de surgir de las profundidades del tiempo; y todos los corazones, el mío entre ellos, se vuelven hacia él ansiosamente, tratando de adivinar qué trae para nosotros los mortales, porque cada uno de nosotros desea algo, cada uno de nosotros fija sus esperanzas en el Año Nuevo. Pero el semblante del viajero no revela la naturaleza de los acontecimientos que guarda para nosotros. La libertad es lo que más necesito y, por consiguiente, le pregunto así: ¿Qué me traes? ¿Te dió el destino la llave de estas formidables puertas? Y fijando mis fatigados ojos en un empolvado rostro sideral, atreviéndome apenas a respirar y temiendo oir su contestación, espero ... No contesta, no contesta preguntas necias; pero en su mirada inexplicable, de amor u odio, piedad o crueldad, veo la indiferencia de la naturaleza, nuestra madre sin corazón, sin cerebro, sin sangre. Sin embargo, es raro que haya alguno que no espere nada del Año Nuevo, de cada año nuevo, desde que la nebulosa emoción que llamamos esperanza comenzó a agitar el corazón humano. Yo, naturalmente, pertenezco a la tribu de la esperanza.

Un año viene y se va, llega otro y también se aleja, encontrándome tan lleno de esperanzas como siempre; e indudablemente esta perspectiva de buenos resultados ha entrado en un pequeño grado en el número de las circunstancias que han determinado mi actividad revolucionaria. He esperado siempre que el milagro se realizará al fin, el advenimiento de la justicia sobre la Tierra, y lo más natural es que el año de 1922 me encuentre en la misma disposición. El Año Nuevo, sin embargo, está callado; no anima mi optimismo, más bien parece inclinado a helar las rosadas esperanzas que brillan en mi corazón. Yo lo examino atentamente con la esperanza de ser bastante hábil para descifrar el enigma del futuro por algún signo al parecer inocente, pero sin ningún resultado; no hay en él algo que indique que ha visto a la justicia que se dirija hacia nosotros.

No desespero, sin embargo, porque sé que la justicia viene. Si el Año Nuevo no me da la más pequeña indicación de la realización del milagro, leo sus síntomas en la miriada de acontecimientos de la vida humana. Pongo la mano sobre los nervios de la humanidad, y siento su tensión; pongo mi oído a los más débiles rumores, y sorprendo un rechinido de dientes que vienen de todas partes. El disgusto es excesivo, los opresores están disgustados, todo el mundo está disgustado. Una civilización fundada sobre la barbarie está bamboleándose; una civilización basada sobre la desigualdad está a punto de derrumbarse. Prevalece la inquietud; los ricos ocultan su dinero, y los trabajadores sonríen confiados en que los músculos de sus brazos y el cerebro de sus cabezas serán los billetes de banco de mañana. 1922 permanece silencioso; pero yo sé que la justicia viene; mis mismas cadenas proclaman su proximidad porque ellas fueron remachadas sobre mis viejos miembros por manos temblorosas que temían que mi presencia en las calles pudiese precipitar su advenimiento.

Con cariño de camarada.

Ricardo Flores Magón


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