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Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Abril 20 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

¡Qué injusto fui! Pero todo fue por mi estupidés, mi buena Elena. Sin duda que estás hace y hace y hace cosas, pues es de suponerse que no tienes tiempo de hacer más. ¡Cuán injusto y cruel fui con hacerle cargos a tan expléndida, inteligente, animosa y activa camarada como eres tu, porque no sabes cosa mejor que dejar caer tus brazos con verdadera desesperación ... ¡Por favor, rompe mi última carta!

Tengo tus dos hermosas cartas fechadas el 7 y el 14 de este mes, y algunas flores ... algunas flores que me enviabas, a la vez que viajaban con gran velocidad mis temerarias y desconsideradas palabras, ¡la ironía del destino! Las flores, rosas y violetas llegaron muertas; pero aún muertas estaban hermosas, con el suave encanto de ilusiones muertas y esperanzas enfermas. Eres cuidadosa y amable, Elena.

Tu carta del 7 es tan conmovedora ... ¡cuán claramente puedo percibir tu delicada personalidad a través de sus rápidos escritos, líneas irregulares ... ! Es hora de comer. El lugar está desierto, excepto por la que sueña. Los hombres y Natura parecen dormir. En la quietud del momento, la soñadora sueña sueños puros, dulces sueños, hermosos sueños. Su alma vuela en el azul, donde sus sueños flotan haciéndosele difícil discernir en el grupo maravilloso de joyas que pueblan el espacio, el alma del sueño. Y como el alma que deliberadamente se maravilla entre sus creaciones, viene de alguna parte una singular melodía, una melodía extraña, una exótica melodía que suena como besos de blancos azahares y de rojos claveles, como la sangre. La melodía flota, flota, flota. Es una melodía melancólica, el quejido, tal vez, de una alma que lamenta la ausencia de su compañera, o ¿por qué no? el suspiro de un corazón adolorido por falta de libertad. La melodía flota, flota, flota, inhundando el espacio, alcanzando las playas de otros mundos en su gigantesca marea y volcándose acá y allá sobre esferas celestes, como cascada de perlas y sobre copas de cristal. ¡Ay! Las lágrimas, quizá, de un corazón que cae sobre el cadáver de una ilusión muerta, o las gotas de sangre que gotean de la vieja e incurable herida inflingida al hombre por la tiranía en la noche de los tiempos. Y la soñadora sueña bajo el encanto de la mágica melodía. ¿Qué sueña la encantadora criatura al ser cortejada bajo cielos azules en paraisos sombreados por palmares? Por su edad, cualquiera pudiera suponerse que sueña castillos encantados donde las piedras son príncipes que esperan una palabra de amor para volver a la vida, hermosos y resplandecientes como jóvenes dioses. Pero no: las fantasías de esta soñadora no son las vulgares imaginaciones con las cuales la gente sencilla arrulla a los niños. Es la verdadera concepción de la vida, disfrutada sin cadenas, que se refugia en su cerebro privilegiado y estimulada por la exótica melodía; ella piensa bondadosamente en su viejo amigo que se pudre vivo en un obscuro agujero, lo cual no es ni la vida ni la muerte. ¡Gracias, gracias mi generosa camarada!

Recibí dos cartas del señor Weinberger, en las que me habla de sus renovados esfuerzos para llevar a cabo la libertad de todos los presos políticos, inclusive yo. Él cree que el caso particular mio será reconsiderado. ¿Serías tan bondadosa de hacerle saber de parte mia el recibo de sus cartas, así como mi estimación por su inagotable bondad?

En cuanto a Freedom de nuestra Erma, tal vez a esta fecha ya sepas que al fin recibí la edición de marzo, pero no la de febrero.

Ahora voy a terminar, mi buena camarada. Esta carta me deja con gran ánimo. La vida se afirma de nuevo. De arriba a abajo del cuerpo social, o de abajo a arriba como uno lo prefiera, existe una agitación acusadora de la tragedia interna que se desarrolla en las almas. La plácida quietud en cuyas nieblas duermen las almas por tanto tiempo, se ha roto, y la inquietud y la desconfianza han ocupado su lugar. Algo va a acontecer, algo cuya incertidumbre escalofría los corazones de los que acá han sido tan viles que no han sentido en sus almas las marcas del azote impresas en su carne, y de los que creyeron tener derecho, ¡ay! hasta un deber esclavizar a las masas degradadas. Es ese barbarismo que llega a las fronteras donde la civilización empieza y los dos poderes se enfrentan. ¡El conflicto es inminente! ¡Hurra! ¡Hurra!

Mi cariño a nuestra amada Erma y a todos los buenos camaradas, y para tí, mi buena amiga.

Ricardo Flores Magón

P. D. ¿No podrías conseguir para mi el Judgement of peace (El criterio de la paz) de Andreas Latzks? Ya leí Men in war (Los hombres en la guerra).


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