Índice del Epistolario revolucionario e íntimo de Ricardo Flores MagónCarta anteriorCarta siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Penitenciaría Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Mayo 17 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

He recibido todo: el libro, los dulces, la carta, los pensamientos, los versos. ¿Cómo podría yo recompensar tal torrente de valiosos obsequios? El libro, los dulces, la carta, los pensamientos y los versos son la expresión de sentimientos que ningún otro puede comprar, porque no son efectos que se pueden obtener en el mercado; aún no se establece una planta manufacturadora de sentimientos, a pesar de la era completamente comercial en que respiramos. La codicia ha sido impotente para poner su horrible dedo amarillo en esta esencia del alma. Cierto es que hay falsos sentimientos que se hacen pasar como legítimos; pero nunca para el experto que es apto para distinguir el diamante del vidrio, no obstante lo hermoso que pudiera aparecer el último. Por lo mismo, los sentimientos continuarán siendo el fluído exclusivo que una alquimia maravillosa producirá en los más finos y delicados departamentos de nuestro ser, y cuyas ondas misteriosas, abarcando espacio y tiempo en un mensaje generoso de fraternidad y amor, tocan las correspondientes cuerdas más sensibles de corazones simpáticos, a las cuales hacen estremecer. La respuesta simpática de mi corazón a tus buenos sentimientos es el único pago que puedo hacer, y lo hago con la única palabra que el pobre vocabulario humano tiene para ello: ¡gracias!

Los versos te hontan, ¡oh gentil poetiza! ¿Cómo pudiste aprisionar en unas cuantas líneas este anhelo universal por la paz y la libertad? En unas cuantas palabras pusiste ante mis ojos asombrados el título saludable que hará desaparecer los naufragios y las ruinas, elevándose, elevándose, elevándose. Es la tristeza universal que el pecho humano ya no pudo llevar más, y que es ahora un océano de olas amargas en que cada uno pide el privilegio de ahogar al amo que por tanto tiempo conservó alejado a la humanidad de la vida.

Te preguntas si sabrán ellos lo que hacen.¡Oh, ellos saben lo que hacen! Tanto los opresores como los oprimidos son conscientes de su corrupción. El fuerte instinto de sociabilidad está latente en cada uno de ellos; pero lo conservan dentro de fronteras cuando encuentran la imposibilidad de matarlo, pues este instinto es un freno a la opresión para el opresor, y una restricción a la ambición para el oprimido. Este instinto conduce al amor y a la ayuda mutua, y su muerte es imperativa si uno no quiere ser pisoteado por el opresor, y ¡ay! por el ambicioso oprimido también. Ellos saben lo que hacen, mi querida Elena, ellos lo saben. Saben que hacen mal, pero no tienen valor para hacer el bien; las relaciones sociales entre los hombres están ya tan dañadas que es más fácil y más seguro hacer mal que obrar bien. Bajo estas condiciones, la verdad es aborrecida, y de hecho lleva la ruina en sí misma; el comerciante no podría vender sus artículos si fuera adorador de la verdad; el político no podría tener éxito si obrase con honradez. No hay nadie que sea lo bastante cándido para creer que el fraude es bueno; todos saben que es una desgracia para la dignidad del hombre, pero calman su conciencia con la conclusión que ello es necesario, que es un mal indispensable. De consiguiente, la sinceridad está fuera de lugar en las relaciones humanas, y si alguien siente dentro de sí mismo urgencia indomable para obrar como los hombres y lo hace, está condenado a desaparecer; los lobos de toda clase social, opresores y oprimidos, brincan vengativamente sobre él ... en bien del engaño, para asegurar la astucia y el ardid, para hacer prevalecer el fraude. ¡Oh, ellos saben lo que hacen, mi querida Elena! Pero nadie puede traicionar a la naturaleza sin atraerse un severo castigo; han tratado de ahogar el instinto social de fraternidad y amor, y como consecuencia, el sufrimiento va en aumento y la marea que tu penetrante visión interna vió y puso ante mis ojos, está elevándose, elevándose, elevándose. El número de los descontentos con este artificial e insalubre comercio social está aumentando como nunca se vió en ningún periodo histórico. ¿Cuánto tardará la marea para llegar a las playas de la vergüenza y del crimen? Nadie lo sabe, pero basta ver que viene para sentirse felíz.

No te preocupes, mi buena Elena, por haberme enviado dulces. Los como. No estoy sujeto a ninguna dieta especial.

Tu carta del 8 del corriente me ha hecho mucho bien. Con mi cariño a Erma, a todos nuestros buenos camaradas y a ti. Por ahora, me despido.

Ricardo Flores Magón


Índice del Epistolario revolucionario e íntimo de Ricardo Flores MagónCarta anteriorCarta siguienteBiblioteca Virtual Antorcha