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Penitenciaria Federal de los Estados Unidos.

Leavenworth, Kansas.

Junio 11 de 1921.

Señorita Elena White.

Nueva York, N. Y.

Mi querida camarada:

Tu bienvenida carta del 8 del corriente me llegó con un pequeño retardo.

La Escuela de Walt Whitman fue fundada por William Thurston Brown en 1919. Creo que él fue el fundador de la Escuela Stelton de que me hablas. Es una Escuela Moderna del tipo de la fundada por Ferrer en España.

Eres muy sutil, mi querida Elena, cuando dices que no te es desagradable saber lo referente a mis enfermedades y me animas a hablar de ellas ... Pero entonces tu no sabes cuán presuntuoso sujeto es este tu viejo amigo. Oculto mis enfermedades tan celosamente como el leproso oculta sus úlceras. Es ua modestia impropia de mi parte, lo confieso; pero si una mujer tiene derecho a ocultar sus encantos físicos, ¿por qué no me sería permitido ocultar mis fealdades? Si pudiera yo ocultar mis enfermedades dándoles gracia y poesía ...; pero como no puedo conciliar la estética con la patología, deliberada y cuidadosamente esquivo el asunto, conservando así fuera de la vista las miserias de la carne, como cuando en el trance de la agonía el guerrero heleno acostumbra poner el escudo sobre su cara, como para poner una pantalla entre las contorsiones de su rostro y la grandeza de la naturaleza. Es por el bien de la belleza que pongo el escudo del silencio entre mis dolencias y tu.

No he recibido otro ejemplar de Freedom, como Erma debe haberte dicho. Por lo que me dices, las condiciones en Rusia son las mismas que las de cualquier otro país. No pueden ser peores, mas no las tomemos a pecho. Detesto, en lo que dices, de la tristeza, con la que está lleno tu noble corazón. ¡Ánimo mi querida camarada! Si nuestras esperanzas y nuestras ilusiones, muertas sin piedad por la tosquedad de la realidad, yacen sin vida, de entre los apacibles cadáveres se levanta algo más valioso que los muertos queridos: la experiencia.

Los que no quisieron creer nuestras aserciones, pensarán ahora cuán cierto es que la tiranía no puede transformarse en libertad. La tiranía engendra la tiranía. La llamada transición necesaria entre la tiranía y la libertad ha probado realmente ser una transición entre un aborto revolucionario y la normalidad, esto es, el zarismo, aunque con un nuevo vestido para satisfacer la frivolidad de las masas. Los otros gobiernos son muy estúpidos, porque si ellos están inclinados al colapso de lo que se llama la dictadura del proletariado, que en realidad es la dictadura de Lenin y Trotzky sobre el proletariado, es por medio de su amistad y no por medio de su caracter agresivo, con lo que precipitarían lo que ellos tanto ansían: la restauración del Estado capitalista en Rusia. He estado observando día a día la transacción y asesinato de los principios revolucionarios en Rusia. Es doloroso, por supuesto, presenciar el desenfrenado asesinato de las vagas esperanzas de un pueblo, pero al fin y al cabo nada se pierde. Si ellos creen hoy que la libertad puede obtenerse por medio de la dictadura, serán más cuerdos mañana, y conquistaran la libertad rompiendo todas las cadenas. Regocijémonos.

Fue mucha la fineza al enviarme la flor. Es roja como mi corazón y, mirando sus pétalos carmesies, pienso si dentro de su ae inocencia no se agitará y arderá una formidable pasión por otra flor, o por la luz o por la libertad. Ahora es mi prisionera, pero nunca ha sido un cautivo tan bien querido y mimado como esta flor; unas cuantas líneas la acompañaban: el auto de prisión. Nada se dice en cuanto a su origen, lugar de nacimiento u otras particularidades; la bella remitente estaba bien segura de que la flor hablaría por sí misma, se recomendaría sola, se presentaría ella misma, sin ceremonia, a la manera sencilla de los niños. Y mi flor habla ... habla de ti, la soñadora, la poetisa, la dulce mensajera de un felíz mañana para la humanidad. Habla del amistoso resplandor de tus ojos y de la amable sonrisa que jugueteaba en tus labios cuando tus dedos ligeros la colocaban en la misiva doblada, y por su narración presumo las emociones que esa sonrisa y ese resplandor revelan. Por esas exquisitas emociones te doy las gracias y te pido que las aceptes, olvidando por un instante ese individualismo tuyo de que me hablaste hace algunas semanas. Siento placer en cambiar la sonrisa con la sonrisa; la palabra amistosa con la palabra amistosa, y el sentimiento con el sentimiento.

Ahora debo ya terminar. ¡Adios por esta vez!

¡Qué hermoso sería pasar estos días hermosos en los bosques o a la orilla del río o en alguna playa con aquellos que uno ama! ¡Adios otra vez! Mi cariño para Erma, para los demás camaradas y para ti, mi buena Elena.

Ricardo Flores Magón


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