Índice de Elecciones y anarquismo de Saverio Merlino y Errico MalatestaAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Pocas palabras para cerrar una polémica

Me parece que nos estamos acercando.

En una sociedad organizada según los principios del socialismo anárquico, las minorias deberán, en las cosas de grave interés común indivisible, ceder al parecer, o digamos mejor, al querer de las mayorias; pero las mayorías no deberán abusar de su poder dañando los derechos de las minorías. Sin un compromiso de este género, la convivencia no sería posible.

Hasta aquí estamos de acuerdo.

Pero ¿si una minoría no quiere doblegarse al parecer de la mayoría en una de estas cuestiones? Vosotros decís que en este caso no se podrá ya estar en anarquía. Por tanto la voluntad de una pequeña minoría, incluso de un solo hombre, podrá hacer que la anarquía -como vosotros la entendéis- no se aplique en absoluto. Un puñado de matones o de reaccionaríos o de excéntrícos o de neuróticos, incluso un solo individuo podrá impedir que funcione el sistema anárquico, solamente con decir que no; negándose a ceder voluntariamente a la mayoría. Y como algún ruin siempre lo habrá en cualquier sociedad, la consecuencia de vuestro razonamiento es que la anarquía es algo muy grande y bello, pero no existirá jamás.

Yo en cambio tomo la anarquía con un sentido menos absoluto. No pongo la intransigencia que ponéis vosotros. La idea anarquista para mi comenzará a practicarse mucho antes de que los hombres alcancen el estado de perfección por el cual, compenetrados de las ventajas de la asociación, cederán voluntariamente los unos a los otros. Ella nos debe sugerir desde ahora modos de proveer a los intereses comunes y de resolver los conflictos que puedan nacer, sin autoridad, sin centralización, sin un poder constituido en medio de la sociedad, capaz de imponer la voluntad propia y los propios intereses a la multitud de sujetos.

Esta es la única anarquía viable incluso a corto plazo; sólo de ella vale la pena ocuparse.

Tomemos los ejemplos adoptados por vosotros; decís: en una sociedad anarquista no puede haber policía. Pero para que no haya policía, es necesario que los hombres se respeten mutuamente, que un hombre de bien pueda caminar por las calles sin miedo a ser atracado o al menos, con la seguridad de ser defendido por los vecinos y viandantes si es agredido por uno más fuerte que él. Si los débiles temieran ser atacados en la vía pública, pedirían policía para que los protegiese y la anarquía desaparecería.

Exponéis el dilema: o ninguna forma de defensa social o colectiva contra el delito -salvo la defensa fortuita de la muchedumbre- o bien la policía, el gobierno, el orden de cosas actual.

Yo en cambio creo que entre el sistema actual y el que presupone el cese del delito hay lugar para formas intermedias -para una defensa social que no sea la función de un gobierno, pero que se ejercite, en cada localidad, bajo los ojos y el control de los ciudadanos como cualquier servicio público de higiene, transporte, etc.- y por tanto no pueda degenerar en opresión y dominación.

Preparar estas formas, y hacerlas prevalecer sobre la forma autoritaria actual u otras similares, es justamente la tarea de los socialistas anárquicos. Pero esta tarea no la ejecutarán si dicen: la anarquía no es posible cuando la sociedad tiene la necesidad de luchar contra el delito.

Entre las relaciones entre los pueblos vosotros decís: los Estados hoy hacen la paz y la guerra, observan ciertas normas de justicia en sus relaciones (derecho de gentes, etc.). Sin un gobierno, un parlamento, una policia internacional. ¿Cómo nos os dais cuenta de que el gobierno de los gobiernos existe, y es de aquella potencia de donde consiguen el mayor número de cañones y el mayor número de hombres para cargarlos y defenderlos? ¿Cómo no os dais cuenta de que las relaciones actuales entre pueblos son embrionarias, los tratados de comercio, las convenciones postales, sanitarias, monetarias, y el así llamado derecho de gentes, son las primeras líneas de un organización de los intereses internacionales que se irá desarrollando cuando los Estados actuales hayan cesado de existir?

Nosotros debemos trabajar para que esta organización sea hecha en forma federativa y libertaria; no negar la necesidad y la utilidad. A mi me parece que vosotros permanecéis a medio camino entre el individualismo y el socialismo.

Dejadme ahora volver a la cuestión de principios a la de la táctica.

En el articulo de fondo del número 3 vosotros os ocupáis de las recientes elecciones y decis: Nos alegramos mucho del triunfo de los socialistas, porque, si bien excepcional, demuestra siempre que la idea del socialismo avanza, que crece el número de aquellos que se rebelan a las órdenes del patrón, del cura y del carabinero y que esta Italia no es ya realmente aquella tierra de muertos que parecia ser en estos últimos años.

Preciosa confesión que en realidad me ha maravillado. Vosotros abstencionistas, que predicáis que un pueblo que vota abdica su soberania en la minoria, ahora en cambio veis nada menos en el voto reciente de los electores italianos una rebelión a las órdenes del patrón, del cura y de la autoridad, una afirmación tan importante de los derechos y de las aspiraciones del pueblo, que exclamáis jubilosos que por estas elecciones ha quedado probado no ser Italia esa tierra de muertos que era estos últimos años.

¿Os parece poco esta demostración?

Poned si queréis en la cuenta del parlamentarismo los compromisos, el difuminar de los programas, la corrupción, etc. Estos males no podrán jamás hacer contrapeso a la inmensa ventaja de haber sentido batir el alma de un pueblo que, como vosotros decís, parecía muerto y resignado a la quietud de la tumba.

Ahora, si a vosotros está permitido decir después de las elecciones que éstas han logrado una espléndida afirmación del socialismo, no se me puede negar el decir antes de las elecciones que era necesario votar. Si no obstaculiza a los principios anarquistas que vosotros os congratuléis del triunfo de los socialistas, no debe tampoco obstar el que yo declare que lo deseaba. Vuestras congratulaciones no habrían llegado si alguno no hubiese trabajado para el triunfo del socialismo en las elecciones. Y yo no me equivoco si me obstino en sostener que los anarquistas pueden hacer bastante más que mirar y congratularse del triunfo de los demás.

Al gobierno no le basta para continuar existiendo la fuerza material de las bayonetas: necesita también una fuerza moral que intenta conseguir en las elecciones una apariencia de consentimiento popular. Y la adquisición de esta fuerza moral nosotros debemos intentar quitársela, porque reducido a la sola fuerza material, nosotros podremos combatirlo con éxito en la primera ocasión.

Una última palabra. Vosotros decís que todos los anarquistas son abstencionistas. ¡Cómo os engañáis! Los abstencionistas más encarnizados votan ahora por los republicanos, luego por los socialistas, más tarde por amigos personales, sin hablar de los Azzaretti, ¡que no son pocos! Lo que se gana con la táctica abstencionista es participar en las elecciones, no en nombre de nuestros principios sino bajo falso nombre o a beneficio de otros partidos.

Merlino

De, L'Agitazione, del 19 de abril de 1897.

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