Índice de Del artesanado al socialismo de José María GonzálezAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Necesidad de reforma

Las sociedades mutualistas existentes hoy en México, continúan su marcha aunque de una manera lenta, debido a la imperfección de sus reglamentos que son, por decirlo así, la muralla que se opone al engrandecimiento de esas corporaciones. Desde el momento en que un capital nada produce, no hay que esperar que sea benéfico, porque es evidente que el que lo guarda o lo posee, no tiene más que la pena de ocultarlo a las miradas de aquellos que lo codician.

Las sociedades a que nos referimos poseen capitales más o menos grandes, y en tal estado de inacción, que sólo cuando hay que hacer pagos o dar auxilio a los enfermos sale el tesoro si guarda pesos fuertes o moneda menuda; sucede con frecuencia en esas sociedades, que al practicar el corte de caja resulta que los egresos son mayores que los ingresos, y no es extraño ver, por ejemplo, que el mes de mayo había quinientos pesos de existencia, y que en junio, a pesar de la entrada de cuotas ordinarias y extraordinarias, de derechos de inscripición etc., resultan cuatrocientos cincuenta pesos de fondo. De aquí resulta que nunca esos capitales progresan, y que muy al contrario disminuyendo de mes en mes, llega el momento en que no se puede cumplir siquiera con el auxilio de los enfermos. Se nos dirá que si esos capitales no progresaran, no existirían tampoco: y aunque a primera vista parece ésta una observación justa, se puede contestar que afortunadamente no siempre hay enfermos, y que en algunas temporadas ingresan bastantes socios que no siendo constantes, llegan a perder sus derechos, dejando a beneficio de las sociedades las cantidades que han pagado; en estos períodos raros y cortos, es cuando suele haber algún aumento en el fondo; pero apenas hay uno o dos enfermos, inmediatamente viene la baja, y sucede algunas veces que para conservar algo de dinero, hay que recurrir a las cuotas extraordinarias.

Sin desconocer los beneficios del mutualismo, que nadie puede negar, sería un gran bien para las sociedades reformar sus reglamentos en sentido progresista, introduciendo el sistema cooperativo en cuanto fuera posible, para de esta manera hacer que el capital aumentara, y que los socios tuvieran alguna utilidad por las cantidades que amortizan actualmente. De esta manera se conseguiría que todos tomaran un vivo interés por el adelanto de la sociedad, y que se cortaran los muchos abusos que algunos especuladores cometen en las mutualistas.

Actualmente existen sociedades de un magnífico personal y que presentan garantías; sólo se necesita que sus miembros mediten con alguna calma para que se convenzan de que nuestro consejo no es malo ni difícil de realizar.

Una de las sociedades que está llamada a engrandecerse muy pronto, es la de carroceros, porque, joven aún, pues no cuenta más que cuatro años de existencia, ha dado pruebas nada comunes de que sus socios tienen experiencia adquirida en la práctica de otras asociaciones que han tenido que luchar mucho tiempo para no poder afirmarse todavía.

Precisamente en estos momentos la Sociedad de Carroceros nos acaba de manifestar que tiende al progreso en la parte moral, desde que se desprende gustosa de una parte de sus fondos para premiar a sus educandos más aprovechados. La instruida Srita. María Flores, y el apreciable Sr. A. Casillas, fueron los sinodales de esos niños, y nos consta que quedaron complacidos de los adelantos que mostraron en el examen que sustentaron de las diversas materias que cursan.

Si a este progreso moral que aplaudimos sinceramente, se uniese el que hemos indicado antes, la Sociedad Mutual de Obreros del Porvenir, sería la primera entre todas y tendría la gloria de ser la iniciadora de una reforma que daría magníficos resultados.

En el artículo 1° del reglamento leemos: En la capital de México se establece una sociedad denominada Obreros del Porvenir, de protección mutua y de beneficencia a la juventud y a los adultos; de ilustración y de adelanto.

En esta última palabra creemos que está encerrado el gran pensamiento de los fundadores, y en nada se opondría al citado reglamento alguna reforma que tuviere por objeto el adelanto.

Se ve, pues, que esta H. Sociedad, desde su artículo primero, revela su espíritu progresista; sólo se necesita que sus dignos miembros sepan darle impulso, y lo repetimos, llegará a ser una corporación interesante.

Ayer ha celebrado solamente su cuarto aniversario, y la felicitamos por ello, excitándola a que continúe como hasta aquí, humanitaria, unida y entusiasta. Los premios que dio a los niños de ambos sexos, hijos de los socios, la enaltecen, la hacen digna de alabanza y gratitud; esos premios han venido a demostrar que en los corazones de esos honrados artesanos existen sentimientos nobles y elevados, y no mezquinos y perversos como se los atribuyen siempre a la clase obrera los que la tiranizan y la humillan.

El acto de la repartición de premios estuvo conmovedor, y deseábamos que en aquel momento todos los obreros de México y sus verdugos, hubiesen estado presentes para que se descubrieran la cabeza con respeto y admiraran lo que puede la fuerza de voluntad y la constancia.

Ojalá y todas las sociedades imitaran a la de Carroceros, para dar una prueba al mundo entero que la clase obrera de México es civilizada, y que sólo necesita para engrandecerse, buenos gobernantes.

El Hijo del Trabajo. Año l. Primera época. Núm. 25, México.

Octubre 8 de 1876, p. 1.

José María González

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