Índice de Del artesanado al socialismo de José María GonzálezAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Con el sombrero en la mano y la sonrisa en los labios

En El Socialista del día 4 del que cursa apareció una manifestación del Círculo de Obreros, dirigida a los artesanos y al público en general; manifestación que tiene por objeto destruir las apreciaciones que alguna Hoja impresa ha hecho respecto a la conducta que esa corporación ha seguido últimamente con la Sociedad Artístico-Industrial; y como nosotros somos artesanos y una parte del público, nos creemos con derecho a manifestar al Círculo de Obreros las reflexiones que hemos hecho al leer esa manifestación. Pero antes pedimos la palabra, y como el Presidente del Círculo es deferente y caballero, nos la concede, y, con el sombrero en la mano y la sonrisa en los labios, para que se vea que no tenemos la bilis exaltada, o de otro modo, para que no se nos vaya a llamar atrabiliarios, nos colocamos humildemente en la tribuna del Casino Obrero y exponemos:

1° Que la Hoja impresa estuvo en su más perfecto derecho para hacer, no apreciaciones, sino inculpaciones al Círculo de Obreros por su conducta algo obscura en el despojo que hizo el ministro de Justicia a la Sociedad Artístico-Industrial.

2° Que la misma Hoja impresa volvió a tener su derecho expedito para clamar contra el Ministerio de Justicia por su capricho en sostener una orden arbitraria que vulneraba derechos anteriormente adquiridos, no obstante estar convencido de su injusticia; y,

3° Que el derecho de esa misma Hoja impresa no ha cesado ni cesará para prejuzgar las intenciones del Círculo de Obreros mientras éste no dé pruebas palpables de buena fe y caballerosidad en el negocio de que se trata.

Vamos a fundar los tres puntos que hemos expuesto.

La Sociedad Artístico-Industrial poseía, más adelante diremos por qué, el edificio del que fue Colegio de San Gregorio, y lo poseía para tener allí sus juntas, sus talleres, sus escuelas, etc., y para disponer de él como le pareciera, siempre que no se desviara de su objeto. Ahora bien: esta sociedad caminaba bien o mal; pero el gobierno la dejaba caminar, ya porque no supiera lo que allí pasaba, ya porque se hiciera disimulado, y le seguía concediendo -y sigue aún- la subvención que por ley se le tiene acordada; por consiguiente esta Sociedad sigue siendo le legítima poseedora, y cuando, sin decirle por qué, se le priva de su posesión puede decirse que se le despoja por fuerza mayor -orden del Ministerio de Justicia de fecha 17 de enero del presente año-. Si, pues, el gobierno dejaba a la Sociedad Artístico-Industrial en pacífica posesión de lo que le había cedido, sabiendo o no lo que en esa sociedad pasaba, y repentinamente la despoja para conceder al Círculo de Obreros lo que era de aquélla, se comprende perfectamente que el mismo Círculo de Obreros se convirtió en denunciante, en acusador, declarándose él el verdaderamente apto para desarrollar el plan que se propuso desde un principio la Artístico, dando con esto una prueba de mala fe, y haciéndose ante los artesanos y el público en general, como necesario, lleno de pretensiones ridículas, y digno, por lo mismo, de una amarga censura. La prueba:

Dice el Gran Círculo en su manifestación:

La Sociedad Artístico-Industrial atiende más bien a conservar la posesión de un vasto local que ni lo ocupaba íntegro, ni lo mejoraba, que a la prosecución de una grandiosa idea y al bienestar de toda la clase obrera.

Se ve, pues, que por disfrazada que esté la manifestación del Gran Círculo, él, y sólo él, es el acusador, ante el ministro de Justicia, de la Sociedad Artístico-Industrial, y por consiguiente, se ha arrojado una mancha que no le borrarán todos los ingredientes conocidos para desmanchar.

Otra prueba:

El Gran Círculo entró al edificio, posesión legal de la Artístico, como inquilino, y al poco tiempo fue propietario, ¿ y por qué? Porque se valió de medios no muy decentes para obtener del gobierno la propiedad del local en que celebraba sus sesiones, dando con esto una prueba de malas intenciones que más tarde darían el resultado del despojo no parcial, sino total. Esto es un hecho.

Ahora, si en el personal del Círculo de Obreros hay decencia, hay buena fe, hay moralidad, hay cerebros bien organizados y no se cometen anomalías que destruyan estas pruebas, entonces confesaremos nuestro error y aconsejaremos a los redactores de la Hoja impresa, que no se les ponga en mientes lanzar a la publicidad sus particulares aberraciones.

Fijándonos en la parte de la manifestación que hemos copiado, preguntamos al Gran Círculo, ¿qué le importa que la Artístico no cumpla su compromiso?

Si el Gran Círculo quiere realizar su ideal, es decir, si quiere alcanzar la regeneración de la clase obrera, su bienestar social y su ascensión al puesto que le está señalado en el mundo por la civilización y el progreso, ¿por qué no se sacrifica por ella?, ¿por qué no trabaja, pero en el terreno legal y decente, para conseguir su fin? Mientras más grandes sean sus sacrificios, más grande será la gratitud de la clase obrera.

Segundo punto.

Que la Hoja impresa continúa en su derecho para atacar al Ministerio de Justicia por su capricho en sostener una orden arbitraria, o por lo menos inconsecuente, es indudable.

Veamos por qué.

Estamos entendidos en que la Sociedad Artístico-Industrial obtuvo el edificio de San Pedro y San Pablo por ley del Congreso legítimo; por consiguiente, sólo otra ley del mismo Congreso podía quitar lo que había cedido; esto no ha sido así, sino que un simple ministro, escudándose con la orden del Presidente de la República ha derogado lo que ni él ni el Presidente podían derogar, y en este caso ha obrado contra un precepto constitucional. Luego merece una severa censura.

Vamos a suponer que no hubo ley especial del Poder Legislativo para conceder el edificio en cuestión, sino que fue simple acto administrativo del Poder Ejecutivo; al solicitar la Sociedad Artístico-Industrial una subvención para plantear talleres, escuelas, etc., tuvo que decir que estos establecimientos los iba a poner en el edificio que el Ejecutivo le había cedido, y desde el momento en que el Congreso discutía la subvención y la aprobaba, tácitamente aprobaba también la cesión del edificio; luego siempre era una ley; se nos puede objetar que no hay leyes tácitas sino expresas, enhorabuena, entonces nos ponemos en el caso del acto simplemente administrativo y convenimos en que el Presidente pueda dar y quitar cuando lo crea conveniente. Pues todavía en este caso, para quitar lo que se dio, necesita haber algunas formalidades, algunos preámbulos, pues de otra manera se corre el riesgo de obrar con injustícia y ligereza.

Nosotros hemos censurado con palabras duras los considerandos del gobernador del Distrito Federal, puestos antes del decreto de abolición del juego, y seríamos inconsecuentes con nuestras ideas si pretendiésemos que antes de la orden de despojo, dictada por el Ministerio de Justicia, se pusieran otros considerandos; pero esto no quiere decir que extrañamos la ninguna fórmula, aunque fuese extraoficial, el ningún apercibimiento, la ninguna indicación del referido Ministerio a la Artístico, para que ésta hubiera podido dar una explicación, una disculpa siquiera de su conducta, para que el Ministerio hubiera obrado con verdadera justicia.

Se comprende desde luego que hubo ligereza, más todavía, inconsecuencia; y por eso se descubren inmediatamente los manejos indignos del Círculo de Obreros. Se nos dirá que el Ministerio no es un niño que se deja sorprender, y nosotros contestaremos que no en este negocio que, según el señor don Protasio Tagle consideró sencillo, palabras textuales, sino en negocios grandes, él y el Ministerio todo, y el mismo Presidente, se dejan sorprender.

Es público y notorio que el Círculo de Obreros ha tenido siempre la pretensión de ocupar el primer puesto entre las sociedades, como también es público y notorio que no lo ha podido conseguir, no obstante el mucho ruido que ha hecho con sus procesiones, bailes, delegados, Casino, Congreso Obrero, etc.; advirtiendo que todo este ruido lo ha hecho, gracias a los dineros que le han dado para todo eso, ya el gobierno, ya el municipio, ya que tuvo la habilidad de conseguir que el salón que hoy ocupa en el edificio de San Pedro y San Pablo se le quitase a la Sociedad Artístico-Industrial para cedérselo a él; ¿y en qué ha consistido que nunca se ha realizado su ideal?

En que, como nunca el gobierno lo ha reconocido oficialmente, ni le ha dado esa fuerza moral que a la Artístico, sino que lo deja vivir aislado como a todas las sociedades, que existen porque la Constitución de 1857 concede el derecho de asociación, se comprende perfectamente que el Círculo no haya pasado de ser lo que es.

Aunque se nos puede decir que el gobierno ha dado fuerza moral al Círculo, supuesto que le ha regalado algunas cantidades de dinero, nosotros contestaremos que ese dinero no consta en ninguna partida del presupuesto general y que han sido cantidades aisladas particularmente por el ex-ministro Francisco Mejía, que debe haberlas cargado a gastos extraordinarios del Ministerio; y que también lo que el Ayuntamiento haya regalado ha sido en virtud de trabajos emprendidos por Juan Mata Rivera cuando fue regidor; si hablamos un poco más claro, vendremos a dar al resultado de que el Círculo pudo hacerse notable del gobierno, cuando se convirtió en club político y trabajó sin descanso por la reelección del señor Lerdo. Luego las ventajas que esa corporación sacó en otro tiempo fueron la retribución, bien miserable por cierto, de sus trabajos políticos y no de los sociales, como algunos candorosos lo han creído.

Resultado: El Círculo de Obreros, comprendiendo que moría de tisis, que no podía realizar su ideal ni con su Congreso, ni con su Casino, ni con nada; que ya en sus sesiones apenas puede contar con nueve individuos -y eso no siempre-, para pasar el rato -para convencerse de esta verdad, no hay más que asistir a una sesión-; se decidió a jugar el todo por el todo, y trabajó hasta obtener en su beneficio el despojo que el secretario de Justicia hizo a la Artístico-Industrial (confesión del Círculo en su manifestación). Lo que daba fuerza a la Artístico-Industrial, lo que la hacía aparecer respetable, aunque en sí no tuviera ningún valor, era su edificio, porque en él tenía -y podría volver a tener- sus talleres y su escuela, y porque en varios salones hospedaba a algunas sociedades, haciéndose así para mayor explicación, el centro de la clase obrera. Una vez despojada de su edificio, fácilmente se borra del presupuesto general la subvención que el Congreso le acuerda cada año, y sin uno ni otra, esa sociedad deja de existir muy pronto. ¿A quién se considerará entonces como el centro de la clase obrera? ¿ A quién se engrandecerá si sabe aprovechar los elementos que tenía la Artístico-Industrial? La contestación es muy sencilla: al Círculo de Obreros.

Y no nos conviene que el ministro personalmente haya ido a dar posesión a la Artístico de todo el local que ella dijo necesitaba, porque precisamente ese acto indica que ella no es ya la agraciada con todo el edificio, sino con una parte, y que el hecho principal, el que ataca más directamente la honra de la despojada, es la subsistencia de la orden de entrega del edificio al Gran Círculo, quien dentro de poco, volviendo a hacer uso de las conclusiones que asienta en su manifestación, despojará nuevamente a su víctima de lo que nuevamente ha recibido, y entonces quedará consumada su obra.

Todavía antes de la manifestación pudo decir el Gran Círculo que los redactores de la Hoja impresa prejuzgaban malamente las intenciones de esa corporación; pero desde el momento en que ella asienta en un documento público que el Gran Círculo no quiere ni está en su dignidad, entrar en una larga polémica sobre este negocio; polémica en que está seguro de salir triunfante, apelando a altas razones de conveniencia mutua de socialismo y de fraternidad; y polémica de la que, en último caso, sólo surgirían las siguientes conclusiones: La Sociedad Artístico-Industrial, atiende más bien a conservar la posesión de un vasto local que ni lo ocupaba íntegro, ni lo mejoraba, que a la prosecución de una grandiosa idea y al bienestar de toda la clase obrera; desde ese momento la Hoja impresa está justificada, y desde ese momento el Gran Círculo se quitó la careta y autorizó a aquel que se le pone en mientes lanzar a la publicidad sus particulares aberraciones, a prejuzgar las acciones del Círculo de Obreros.

Muy bien escrita está la manifestación del Círculo; pero muy jesuítica, muy maliciosa; sin embargo, se descubre luego en aquello de las conclusiones, el trabajo emprendido para el despojo de la Artístico y el que estará emprendiéndose ya para obtener la subvención.

Hace muy bien el Gran Círculo en pretender alcanzar la regeneración de la clase obrera, su bienestar social y su ascensión al puesto que le está señalado en el mundo, por la civilización y el progreso; pero que lo haga como él mismo ha dicho en su manifestación, por la paz y la fraternidad, y nunca con tendencias disolventes, sino propendiendo a la unión, a la solidaridad de ideas y de acción; porque mientras no lo haga así, mientras sus palabras sean unas y sus hechos otros; mientras, como en el despojo de la Artístico-Industrial se haga sospechoso, el pueblo obrero no le dará ni concurrencia para ayudarlo a realizar su ideal. Muchísimos miembros del Gran Círculo están decepcionados y murmuran porque en esa corporación se ha dado entrada a gente que no es útil, a gente que sólo lleva allí miras particulares, a empleomaniáticos que no conocen las necesidades del obrero, y por lo mismo no pueden hacer nada en bien de él. Ese disgusto cunde más y más, y es muy difícil que el Gran Círculo, a pesar de su empresa magna y de su gran institución, logre vencer a las viejas rutinas y curar los cerebros mal organizados; desprestigiado como está, no podrá, sino regenerándose, levantar, proteger y regenerar a los tremendos opositores del planteamiento y desarrollo de las ideas modernas que él profesa.

La Sociedad Artístico-Industrial y el Círculo de Obreros, están en escena: la una representa a la víctima, el otro al verdugo; el público espectador es el pueblo obrero; ve con lástima a la vieja torpe que se dejó arrebatar su propiedad, y con indignación al joven audaz que hizo uso, no de la fuerza, sino de la astucia para tirar la piedra y esconder la mano: el director de escena es un regidor, y el empresario el gran ministro de Justicia.

¡Bonita comedia!

Si la Hoja impresa atacó al Círculo de Obreros porque vio en el despojo de la Artístico-Industrial lo que nosotros vemos, confesamos, que tuvo justicia, y no nos pesa haber ocupado la tribuna del Casino Obrero para hablar en defensa de sus redactores; y les aconsejaríamos que no dejasen este negocio hasta no sacar en limpio la verdad. Por nuestra parte, aquí rompemos nuestra pluma y damos término a un negocio que para llevarlo al fin, sería necesario conducirlo a un terreno adonde no se puede entrar porque hay un centinela que impide el paso: La ley.

La Sociedad Artístico-Industrial ha sido despojada por el ministro de Justicia de una manera inconsecuente, impolítica; el Círculo de Obreros ha recogido regocijado el despojo; ¿por qué? Porque es una institución grandiosa, una empresa magna.

Basta, basta.

Con el sombrero en la mano y la sonrisa en los labios, nos despedimos del Círculo de Obreros, y hacemos la advertencia a la Sociedad Artístico-Industrial se cuide de las declamaciones atrabiliarias.

El Hijo del Trabajo. Año III. Época segunda. Núm. 85, México.

Marzo 10 de 1878, pp. 1 y 2.

José María González

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