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Consummatum est

Hace tres años, poco más o menos, fuimos admitidos en el seno de la Sociedad Artístico-Industrial, y recordamos perfectamente que se nos hizo protestar guardar y hacer guardar el reglamento, y ver en todo por el bien y engrandecimiento de la Sociedad.

Desde el momento en que nuestros labios pronunciaron el sí protesto nuestra conciencia de hombres honrados nos hizo comprender que habíamos contraído seria obligación de coadyuvar por cuantos medios estuviesen a nuestro alcance al progreso y respetabilidad de la corporación, y desde ese momento creemos no haber faltado a nuestro compromiso.

El voto de nuestros consocios nos hizo ocupar dos veces la prosecretaría y encargarnos de algunas otras comisiones, y estamos ciertos que nuestra conducta en esas circunstancias no mereció el más leve reproche.

Cuando la Sociedad se dividió en dos partidos, seguimos al que, en nuestra conciencia, era el verdadero representante de los intereses de la Artístico, y cuando se hizo la fusión de esos partidos y se eligió a don Francisco Mejía, Presidente de la Sociedad, volvimos a ocupar nuestro puesto de prosecretario, que abandonamos a causa de la división de partidos. Al encargarse una comisión de aclarar quiénes eran verdaderamente socios, nuestro nombre apareció en la lista de los aceptados, y poco tiempo después, no obstante nuestra abstención y la renuncia que hicimos de nuestro cargo, a consecuencia de la vergonzosa intervención del Ministerio de Hacienda del señor Lerdo, recibimos un diploma firmado por los funcionarios de la Sociedad, diploma que nos acredita socios de la Artístico-Industrial. Supuesto que no se nos puede negar el derecho de tomar parte en los asuntos de esa Sociedad, y obligados por la protesta que hicimos a ella, es por lo que hemos defendido en nuestro humilde semanario a la corporación, por el inicuo despojo de que ha sido víctima, y por la torpe y apasionada conducta que siguen sus funcionarios actuales, conducta que ha dado margen a que el Ministerio de Justicia no revoque la orden que dio al Círculo de Obreros para que tomara posesión del edificio de San Pedro y San Pablo.

Como en la última sesión la Artístico-Industrial se resolvió eliminar de la Sociedad a los socios que estaban conformes con la proposición de que hablamos en nuestro número anterior, y como este paso, además de ser impolítico ataca de una manera muy directa al reglamento, nos vemos precisados a seguir llamando la atención del pueblo obrero con un negocio enfadoso, pero de vital importancia para todas las sociedades que soliciten y obtengan localidad en ese edificio, porque así sabrán que desde el momento en que entren allí tienen que luchar con hombres que no se paran en los medios para conseguir su fin.

El directorio del Círculo de Obreros ha resuelto, porque así se comprende, destruir a todas las sociedades para ser él el único que quede en pie, y llegar, por este medio, a lo que torpemente llama la unificación de la clase obrera: la Sociedad Artístico- Industrial ha sido la primera víctima, pronto sabremos quién es la segunda.

Por lo que respecta al presidente de la Artístico, se ha hecho acreedor, por su última arbitrariedad, a la censura de todos los hombres honrados y a la desconfianza de los obreros de buena fe. Estamos ciertos de que en lo sucesivo, la Sociedad que preside será una reunión de hombres que en nada aprecian la dignidad, y que no tienen ni el menor remordimiento en burlarse de la protesta que como hombres de honor, hacen al ingresar a la Sociedad.

Sabemos que se va a protestar contra la defensa que ha hecho nuestro Hijo del Trabajo, defensa leal y desinteresada; pero nos tiene sin cuidado tal protesta, y la deseamos para tomar de ella lo que conduzca a acabar de presentar, no en camisa, sino desnudos, a los grandes y buenos amigos (?) de los obreros.

Nosotros no dejaremos este asunto mientras la justicia nos asista: ya con el derecho de socios, ya con el de escritores, aunque muy humildes, tendremos nuestra pluma dispuesta a defender al despojado, por más que los despojadores sean altos personajes.

El Hijo del Trabajo. Año III. Época segunda. Núm. 83, México.

Febrero 24 de 1878, p. 1.

José María González

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