Índice de Del artesanado al socialismo de José María GonzálezAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

¡Dos meses!

Al despojar el ministro de las injusticias a la Sociedad Artístico-Industrial del edificio que un gobierno legítimo le cedió, señaló al Círculo de Obreros -nuevo agraciado-, el plazo de dos meses, para que en ese tiempo hiciese mucho en bien de la clase obrera; y advirtió, que si después de ese tiempo el Círculo no obtenía un resultado satisfactorio, el edificio se convertiría definitivamente en cuartel. Prometió comprar máquinas, telares, devolver la subvención, y ... la gloria eterna; y como los grandes hombres del círculo grande no deseaban otra cosa, han quedado contentísimos, muy anchos, muy satisfechos del magnífico resultado de su diplomacia sublime.

¡Pobres ciegos!

No recuerdan que su pasado es obscuro, y que es un ministro tuxtepecano quien ha hecho una promesa difícil de cumplir, y una amenaza fácil de realizar. Como si fuesen niños caprichosos, se han conformado con un terrón de azúcar que apenas les endulza la boca, y se han dejado arrebatar una promesa que ... la verdad, no han de cumplir ni unos ni otros.

Pero suponiendo que el ministro llegase a verificar la compra de las máquinas, de los telares y demás cosas, y de que positivamente diese a los talleres que va a establecer el Círculo las contratas del vestuario, monturas, calzado, etc., del ejército, ¿ qué gracia haría? Comprando lo que ha prometido, no hace más que devolver los miles de pesos que la Tesorería General tiene en depósito hace años de la subvención concedida a la Sociedad Artístico-Industrial; y dando las contratas, no hace más que establecer el monopolio disfrazado para sacar ventajas que no redundarán por cierto, en favor de los artesanos.

Y para llegar el Círculo a la realización de su ideal, ¿cuántas bajezas, cuántas intrigas de mala ley, cuántas cartas escritas con veneno contra ciertas personas, y dirigidas al ministro de Justicia han sido necesarias?

Esto es vergonzoso, esto no es digno de una corporación que pretende ser el centro de las asociaciones de la República.

Estamos ciertos que el Círculo no ha de poder cumplir el compromiso que ha contraído con el gobierno; y cuando expire el plazo de dos meses que le han fijado y las sociedades no estén en armonía, y el edificio quede definitivamente a disposición del ministro de Guerra para que le convierta en cuartel, entonces, preguntamos, ¿qué contestará el círculo grande a la clase obrera?

La Sociedad de Beneficencia, fundada por el señor don Vidal Alcocer, tiene establecidos en la parte colindante con el edificio que hoy posee el Círculo, dos orfanatorios para niños de ambos sexos, y según la promesa del ministro de Justicia, también ese local será cedido al nuevo poseedor, y el terreno que antes fue huerta (1) será destinado para formar una colonia obrera (una colonia en un pedazo tan reducido, es un sarcasmo), como complemento del gran beneficio que el gobierno va a hacer a la familia trabajadora.

¿Conque también la Sociedad de Beneficencia ha sido objeto de la conspiración del círculo grande?

Muy bien, es necesario proclamar que este Círculo es grande, fuerte y poderoso.

Lo que nosotros comprendemos son dos cosas: mucho candor en los directores del Círculo de Obreros, y mucha astucia en el ministro de Justicia.

Este funcionario está convencido que triunfará, y por eso se ha extendido tanto en prometer. ¡Ojalá fuese un hecho el beneficio prometido! Seríamos los primeros en solicitar el honor de ser admitidos en el seno de esa corporación, y de tributar un homenaje de gratitud al hombre que tendía una mano generosa y amiga a la clase obrera de la capital.

No censuramos que el Círculo pretenda ser el cimiento de la exaltación del obrero al puesto que debe ocupar, ni de que un ministro tenga intenciones muy rectas, no; censuramos, y nos parece que en esto tenemos justicia, el modo con que ese Círculo llevó a cabo su propósito, y la manera tan despótica y tan impolítica con que el ministro de Justicia despojó a la Sociedad Artístico-Industrial de lo que podía ésta llamar su propiedad: en el primero no hubo caballerosidad, ni consecuencia, ni gratitud; y en el segundo no hubo política ni justicia.

Deseamos el engrandecimiento de la clase obrera por ella misma; sin tutores, sin amos, con dignidad, sin que esta dignidad le traiga por resultado el martirio; pero nunca con humillaciones, sin recibir limosnas; sin considerarse obligada al que en vez de ser amo es servidor, porque esto es impropio de seres libres y dignos.

Desde el momento en que el gobierno da un paso se considera con derecho a intervenir, y esta intervención es deshonrosa para el que tiene conciencia de que con su trabajo puede vivir independiente.

No una, sino varias veces tuvimos la satisfacción de decir en las sesiones que celebraba la Sociedad Artístico-Industrial, en tiempo de la vergonzosa intervención del ministro de Hacienda del señor Lerdo, que era necesario devolver al gobierno su edificio y la subvención nominal, para quitarse la tutela, y lo repetimos ahora.

La clase obrera no necesita ni pide limosna, y aunque algunos prohombres de ella así lo crean: la clase obrera pide, porque está en su derecho, leyes sabias y protectoras para engrandecerse y engrandecer a su patria. Todo lo que vaya fuera de ese camino, es miserable, es humillante, es deshonroso.

Dignidad, pues, en los obreros, y las ofertas que, como un favor inmenso hace el ministro de Justicia, quedarán en problema, no por una burla de ese ministro, sino por un acto de dignidad de los obreros.

El Círculo de Obreros se ha puesto en evidencia ante el pueblo trabajador por centésima vez y la Sociedad Artístico-Industrial ha mostrado vergonzosamente que no es digna de llevar sin mancha los nombres de los ilustres obreros Balderas, López y Villanueva.

¡Dos meses! lo entendéis obreros, dos meses ha fijado de plazo el ministro de Justicia para que seáis felices o desgraciados.

No lo olvidéis, pues de lo contrario ...


(1) De este terreno, según sabemos, la Sociedad de Beneficencia vendió una gran parte a un particular, que ha construido ya una casa en él. Aviso al ministro, a los ilusos y al propietario.


El Hijo del Trabajo. Año III. Época segunda. Núm. 81. México

Febrero 10 de 1878, p. 1

José María González

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