Índice de Del artesanado al socialismo de José María GonzálezAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

La Hacienda de Bocas

El año de 1863, llegó a tal extremo la tiranía del administrador de la Hacienda de Bocas, que la autoridad superior de San Luis Potosí tuvo que tomar la providencia de nombrar una persona caracterizada para que tomase informes exactos acerca de los abusos que cometía don Rafael Carlos, encargado de dicha Hacienda, y el señor don Juan Othón, comisionado por la Prefectura superior política del Departamento de San Luis Potosí, rindió el siguiente informe:

Cumpliendo con el encargo con que se dignó honrarme la Prefectura superior política a consecuencia de las representaciones que han hecho el Ayuntamiento y vecinos de Ahualulco, quejándose de los daños y perjuicios que les causan los encargados de la Hacienda Estancia de Bocas, pasé personalmente al referido pueblo, me informé de todos los hechos que motivan las quejas de aquellos vecinos y practiqué cuantas diligencias creí oportunas, a fin de dar una idea exacta de los males indicados, y las medidas que en mi humilde concepto deben dictarse para la conservación de la paz y la prosperidad de esa parte importantísima del Departamento de San Luis Potosí.

El pueblo de Ahualulco, toma su origen desde fines del siglo pasado, pues según parece, comenzó a fundarse en terrenos de la antigua Estancia de Bocas, cuando esta finca formaba una obra pía. De bastante importancia debe haber sido este pueblo hacia el año de 1792, puesto que en 14 de mayo de ese año comenzó a construirse la iglesia que hoy tiene, y fue concluida el 4 de octubre de 1794. La fundación de esta iglesia fue debida a la solicitud del Sr. Lic. D. Jacinto Llanos y Valdés, cura y juez eclesiástico de Sierra de Pinos, quien consiguió establecerla en el primitivo rancho de Ahualulco, por concesión expresa de los señores Br. D. José Torres y Vergara, arcediano de la catedral de México, Br. D. José Sánchez Espinosa y Lic. D. José Fernández Mora, patrones administradores de la Hacienda de Bocas. El objeto que se propusieron todos estos señores al fabricar ese templo, fue establecer una ayuda de parroquia donde pudieran administrarse los sacramentos de multitud de familias que se hallaban a 25 leguas distantes del curato.

La medida religiosa adoptada en 1792, dio resultados tan benéficos en el orden eclesiástico, como en el civil, puesto que en 1823, Ahualulco, formaba ya un curato y tenía su Ayuntamiento, porque habla llegado a ser municipio, que reconoce por centro el mineral de Pinos. Las consideraciones que la obra pía de Bocas guardó siempre al pueblo de Ahualulco, hizo que sus habitantes no pidiesen entonces esos terrenos, conocidos con el nombre de ejidos, porque mediante pensiones muy cortas tenían los vecinos de aquel pueblo tierras que labrar y frutos que, adquiridos con su trabajo, les proporcionaban lo bastante para cubrir sus necesidades. Sin embargo, parece que al pasar la Hacienda de Bocas al dominio de un particular, se tuvo cuidado de dejar a los del pueblo de Ahualulco poco más de un sitio de ganado mayor para que los sirviese de ejidos. Así permanecieron las cosas hasta el año de 1846, en que los condes del Peñasco vendieron al señor don Juan de D. Pérez Gálvez la referida Hacienda de Bocas.

En el mismo año de 1846 y siguientes la casa del señor Pérez Gálvez, comenzó a empotrerar la Hacienda y habiendo destruido para esto algunas huertas del pueblo de Ahualulco, sus moradores apelaron a las armas para defender sus propiedades. Este paso llamó la atención del gobierno de Zacatecas, quien de acuerdo con el de San Luis Potosi, hizo que el propietario de Bocas suspendiera la obra comenzada. Así lo verificó a lo pronto, pero después emprendió un potrero vallado y al acercarse al citado pueblo, éste ocurrió al gobierno de Zacatecas, quien previno al dueño de Bocas no tocase la línea del Estado, porque este estimaría ese acto como un ataque a su soberanía, que estaba dispuesto a hacer respetar con las armas.

Durante la administración del general Santa-Anna, merced al influjo que en ella ejercía la casa del señor Pérez Gálvez, logró continuar la obra que le había suspendido el gobierno del Estado de Zacatecas, más al tocar el camino real que procedente de Zacatecas viene a dar a la ciudad de San Luis Potosí, el administrador de Bocas ofreció respetarlo, como lo hizo, llevando el potrero que había formado por la orilla de dicho camino, donde quedó terminado, existiendo así desde esa fecha.

Después, por los cambios políticos del país, el pueblo de Ahualulco, que pertenecía a Zacatecas, pasó a formar parte integrante del Estado, hoy Departamento de San Luis Potosí, habiéndose decretado en 1860 se le considerara como villa. Estando encargado del gobierno de San Luis Potosí, Zacatecas y Aguascalientes, el señor don Jesús González Ortega, se propuso arreglar el camino que viene de Zacatecas a esta ciudad, pasando por la villa de Ahualulco, y al efecto mandó entregar a don Rafael Carlos, administrador de Bocas, quinientos pesos para la construcción de un puente. El mismo señor González Ortega quería conseguirles a los vecinos de Ahualulco cuatro sitios de ganado mayor para que les sirviesen de ejidos; pero esto no pudo arreglarlo, por haberse ido a campaña de Oriente. Es de advertir que el actual apoderado de la señora Pérez Gálvez hacía una concesión de 620 varas, por cada viento, de terrenos anexos a la villa de Ahualulco, lo que prueba, a mi juicio que hay algún principio de justicia para lo que solicitan aquellos vecinos. Debo advertir también que los cuatro sitios de ganado mayor que pretendían del señor González Ortega, era con la condición de cubrir su valor, ya en efectivo, ya con un crédito de $ 7,584 que se les reconocen por daños causados en la acción que se dio en ese punto entre las fuerzas fronterizas y las que mandaba el general Miramón, siendo esa suma menos de la mitad de lo que importaban sus reclamos.

Hasta ahora, como se ve por la relación que procede, he procurado sólo dar una idea del origen, aumento y situación actual de la villa de Ahualulco; paso por lo mismo a ocuparme de algunos pormenores, que según entiendo fueron el objeto principal de la comisión que se encomendó. Comenzaré por el camino de que habla la comunicación de la Prefectura superior política. Ese camino está abierto con dirección recta a esta capital, consiguiéndose un ahorro de cuatro leguas respecto al que atraviesa por Carreteras. En la parte del río por donde pasa ese camino hay un acopio de materiales que D. Rafael Carlos mandó situar en aquel punto para la construcción de un puente que debió haber levantado, según el compromiso que contrajo con la administración anterior, como es de verse en los periódicos que obran en el expediente, y en lo cual están conformes todos los vecinos de Ahualulco.

Yo entiendo que mientras se construye el puente y se acaba de abrir el camino nuevo, debe ponerse en corriente el antiguo que pasa por Cochinillas y que D. Rafael Carlos ha embarazado con una toma de agua, que perjudica gravemente a todos los transeúntes y con particularidad a los vecinos de Ahualulco.

Pero lo que más debe llamar la atención del señor Prefecto superior político son los abusos cometidos últimamente con los vecinos del citado pueblo, abusos tan graves y males tan trascendentales, que bien merece una dilatada explicación. Como he dicho antes, la villa de Ahualulco se fundó en un rancho de este nombre perteneciente a la antigua obra pía de Bocas, pues bien, desde mediados del siglo pasado se había establecido la costumbre de que los vecinos de aquella villa abriesen labores en terrenos incultos y los hiciesen productivos, plantando en ellos nopales y magueyes, independientemente de otros sembrados menos dilatados en la producción de frutos. La Hacienda de Bocas cobraba, como una especie de arrendamiento, a razón de 6 pesos por cada fanega de tierra, y 5 pesos por asiento de casa. Así fue que los primitivos fundadores de Ahualulco y después sus descendientes hicieron útiles multitud de terrenos que no lo eran, y con el transcurso de los años han formado una serie de esquilmos naturales de que no se les puede privar sin cometer una grave injusticia.

Para hacerse la Hacienda de Bocas de esos terrenos, y aprovecharse del trabajo emprendido por los infelices arrendatarios de ellos, se ha establecido últimamente que en vez de la pensión que antes pagaban, los cultiven a medias. El modo con que se practica esto es el siguiente: la hacienda da el terreno y la semilla, y el mediero pone su trabajo, dando esto por resultado que mientras el propietario no expone nada, el infeliz mediero lo sacrifica todo para obtener, de cualquier manera, un resultado desfavorable y a veces notoriamente perjudicial. Una demostración práctica convencerá de esta verdad.

En una fanega de sembradura se emplean estos gastos:

Para barbechar y cruzar la tierra, una yunta de bueyes, que gana de alquiler 4 reales diarios, y un peón con 1 1/2 reales al día: así es que en los 30 días que se emplean en esta operación, se gastan ... $ 20.63

En sembrar se emplean 12 días a 5 1/2 reales diarios; importa este trabajo ... $ 8.25

Para primera y segunda escarda, 24 días a 5 1/2 reales ... $ 16.50

En dos desquelites que se practican, se gastan ... $ 12.00

Para riegos, tomas de agua, bordos y velador ... $ 15.00

Para pizcar, si es buena la cosecha ... $ 10.00

Suma ... $ 82.38

El presupuesto anterior, es el mínimum de lo que puede gastarse en una fanega de sembradura, y el máximum de sus productos viene a ser doscientas fanegas por una; por manera que a la hacienda corresponden den fanegas, habiendo arriesgado solamente, una de semilla, que importa cuando mucho tres pesos, al paso que el mediero ha puesto un capital de ochenta y dos pesos, y sólo le quedan diez y ocho pesos libres, siempre que el maíz se venda a un peso fanega. Ahora, cuando la tierra sólo produce sesenta por una, la pérdida del mediero es evidente, lo que sucede por lo general, a consecuencia de la escasez de lluvias y otras causas bien conocidas.

Como es natural, un contrato tan leonino, concluye por arruinar a los que lo celebran, y de este modo la Hacienda de Bocas, ha ido despidiendo de allí a los antiguos arrendatarios, y recogiéndoles los terrenos, que a costa de mil afanes hicieron productivos sus antepasados. Bastante violento ha sido el arbitrio adoptado por la Hacienda de Bocas para perjudicar a los vecinos de Ahualulco; pero como en la línea de las injusticias cada paso aumenta el malestar de los unos y la codicia de los otros, para consumar la obra y quitarles el pan de la boca a centenares de familias se dictan órdenes como las contenidas en los documentos del 1 al 4 de los que acompaño, y se concluye por quitar a esos desgraciados cuanto poseen y destruirles sus casas, como consta en los documentos 5 y 6 que son adjuntos.

Una de las iniquidades que se cometen al despedir a un arrendatario, es obligarlo a que dé el millar de maguey a 40 pesos, cuando el ciento vale cuando menos esa suma. Increíble la crueldad hasta quitarle a una infeliz mujer un telar que le servía para el sostén de su familia, y que a un viejo octogenario se le haya dejado en el campo, sin tener donde guarecerse de la intemperie.

Parece que lo expuesto hasta aquí sería bastante para que la autoridad política se formara idea del estado violento en que se hallan los vecinos de Ahualulco; sin embargo, sabedores de la comisión que iba a desempeñar, ocurrieron a mí algunos particulares dándome noticia de las quejas que tienen contra la Hacienda de Bocas, por cuestiones de tierras. La que más llamó mi atención, fue la de unos Luices, cuyos títulos he visto y paso a hacer de ellos un ligero extracto, por la relación que este asunto tiene con los de Ahualulco.

Durante el primer periodo de la Guerra de Independencia, pereció en el sitio de Cuautla el coronel D. Juan N. de Oviedo, pero antes de que muriese encargó al R. P. Fr. Alejandro Guerrero recogiese y entregase a la familia de los Luices los títulos que les garantizaban la propiedad de dos sitios de ganado mayor y doce caballerías de tierra, de que los había despojado la Hacienda de Bocas, el R. P. Guerrero no cumplió con su encargo y los interesados recogieron un testimonio de esa concesión, de la audiencia de Guadalajara, sin que hasta hoy hayan conseguido se les entreguen esos terrenos, ellos parece que colindan con la Villa de Ahualulco y que los Luices están en disposición de enajenar una parte a la mencionada villa. En las mismas circunstancias se hallan otras familias con la Hacienda Bocas, sin que les sea posible gestionar sus derechos, porque el poder de la Hacienda hace inútiles los pasos judiciales intentados contra ella. (La riqueza es trabajo acumulado. ¡¡¡Mentira!!!).

Lo cierto es que tanto los vecinos de Ahualulco, como los de sus contornos, sufren una violenta opresión por parte de la Hacienda de Bocas, y si se quiere que todas aquellas familias vivan tranquilas en sus hogares, y no se lancen a la carrera del crimen; estrechadas por la miseria, debe a mi juicio tendérseles por el supremo gobierno una mano protectora, amparando a las unas en sus bienes, proporcionando a las otras, conforme a las leyes de expropiación, terrenos bastantes a cubrir las necesidades de una villa, cuyos moradores se hallan actualmente en la más espantosa miseria.

Puede asegurarse que todo lo practicado contra los de Ahualulco, por los encargados de la Hacienda de Bocas, ha sido sin conocimiento de la Sra. Da. Francisca Pérez Gálvez, actual dueña de esa finca, porque no es creíble que en los sentimientos generosos de esta señora, puedan tener cabida las medidas violentas que contra centenares de familias han dictado los encargados de la administración de sus bienes.

La autoridad política, pues, podrá hacer mucho por aquellos desgraciados, bien sea por medios conciliatorios empleados con la Sra. Pérez Gálvez, o por medidas legales que están al alcance de los gobiernos y que pueden dictadas en favor de los pueblos.

He concluido el informe que estimé conveniente rendir al señor Prefecto superior político, a quien doy las más expresivas gracias por la confianza con que me ha honrado, y que he hecho todo lo posible por corresponder dignamente. Celebraré infinito que mis débiles esfuerzos contribuyan de alguna manera a asegurar el bien público, que es el anhelo constante del jefe que rige los destinos del Departamento, a quien se servirá usted hacer presentes mis respetos, aceptando usted para sí las protestas de mi consideración y distinguido aprecio.

San Luis Potosí, enero 18 de 1864.- Juan Othón. Señor secretario de la Prefectura superior política del Departamento de San Luis Potosí.

El Hijo del Trabajo. Año II. Época segunda. Núm. 72, México.

Diciembre 9 de 1877, p. 1.

José María González

Índice de Del artesanado al socialismo de José María GonzálezAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha