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La cuestión indígena

Escandalosa en demasía es la historia de la Hacienda de Bocas, pues en ella se han cometido crímenes que se hace imposible creer; y sin embargo, han sido ciertos, han sido consumados hace muy pocos años en medio del silencio, de la indiferencia de aquellos que hoy como ayer, y como mañana también, han llamado, llaman y llamarán ladrones, comunistas, holgazanes, a los que levantan la voz en defensa del desheredado.

Crímenes, y demasiado horribles son los que cometió un individuo llamado Rafael Carlos, administrador de la Hacienda de Bocas, propiedad de la casa Pérez Gálvez, y esos crímenes no los debe haber cometido por sí y ante sí, sino autorizado por sus amos, quienes, como todos los ricos, deben tener un corazón empedernido y una alma nada cristiana.

Y a cada momento se nos dice que la riqueza es trabajo acumulado, y a cada momento se nos quiere hacer creer que la economía llega a formar fortunas inmensas, cuando estamos mirando a cada momento que el robo y la infamia son los elementos de que se valen ciertas personas para llegar a poseer una fortuna que las haga poderosas.

Los usurpadores de terrenos, propiedad de los indígenas, han gozado mucho tiempo de lo que no es suyo; y como habitan en palacios, como se disfrazan perfectamente con la piel de cordero, siendo en realidad unos lobos, la sociedad los respeta y los considera, y el vulgo ve en ellos a seres de una raza privilegiada.

Pero ha llegado el tiempo en que la verdad haga aparecer a esos grandes señores tales como son, monstruosos, infames, hipócritas, y hoy que todo el mundo sabe en qué consistía el misterio de su engrandecimiento y poderío, los ve con desprecio, con horror y los maldice como se maldice al crimen.

Los indígenas piden lo que es suyo, y prueban a cada momento que no piden con violencia sino con humildad; nada les darán, quedarán burlados, el despojo continuará porque la justicia no les hará caso; pero en cambio tendrán la satisfacción de haber presentado en camisa a esos ricos que viven en la holganza, en la crápula, en la orgía, para que el mundo los conozca y se ría de su fingida virtud, y los llame ... como crean que debe llamarlos.

En nuestro número próximo trataremos con alguna extensión la historia de la Hacienda de Bocas, insertando documentos autorizados para que se conozcan los abusos que allí se han cometido, y para que se convenzan los escritores que llaman comunistas a los indígenas que reclaman su propiedad usurpada, y a los que defienden a esos indígenas, que sólo han hablado porque el oro de los usurpadores ha guiado su pluma, y porque quisieron recibir un aplauso de aquellos que ni siquiera agradecen el trabajo de los que, sin conocimiento perfecto de la cuestión, defienden la injusticia, la usurpación, el crimen, la infamia.

Ha sonado la hora, señores hacendados. Devolved lo que no es vuestro, o preparaos a sufrir las consecuencias de vuestra mala conducta.

El Hijo del Trabajo. Año II. Época segunda. Núm. 71, México.

Diciembre 2 de 1877, p. 2.

José María González

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