Índice de Del artesanado al socialismo de José María GonzálezAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Los abusos de la fábrica de Contreras

El Monitor Republicano ha dado a luz en su número 254 del miércoles 24 del que cursa, una carta muy extensa que le dirigen los operarios de la fábrica El Aguila situada en Contreras, y en esa carta o manifestación se denuncian hechos verdaderamente escandalosos, pues se trata nada menos que de una cantidad respetable quitada por fuerza, del jornal bien miserable, de los operarios de aquella fábrica.

Cuando alguna vez hemos hablado con energía, defendiendo a todos los trabajadores de las fábricas del Valle, inmediatamente nos han atacado algunos periódicos, pero nos han atacado de una manera inconveniente, llamándonos comunistas, ladrones, holgazanes, revoltosos, etc., y no han contestado nunca a nuestras preguntas, ni a nuestras proposiciones. Ese calor para atacarnos, y esa indiferencia para contestar, nos han parecido sospechosos, y por eso no hemos abandonado nuestra tarea, porque estamos ciertos que de nuestra parte están la razón y la justicia. Aunque tarde, pero siempre con oportunidad, aparecen documentos tan interesantes como el que ha publicado El Monitor, que vienen a probar que cuando hablamos algo en contra de los propietarios de fábricas, es porque nos guía la verdad y tenemos certeza de que sólo la calumnia o la pasión pueden desmentirnos.

La desesperación obligó a los operarios de la fábrica El Aguila a rebelarse contra sus opresores y a dar publicidad a un documento que pone de manifiesto el engaño tan grosero, tan infame de que se valen algunos ricos para aumentar sus capitales, cercenando una parte muy respetable del trabajo del obrero.

¿Cómo llamarán a esa chicana los defensores de los propietarios de fábricas? ¿Dirán que es legal? ¿Que los operarios se quejan injustamente porque les roban el 3% de su trabajo; que son ingratos con los que les hacen tanto bien? ¡Y puede que llegue a tanto la audacia de esos defensores, que nos vengan diciendo que lo que han firmado los trabajadores de Contreras es una mentira!

Si los operarios de todas las fábricas tuviesen la energía que han tenido los de El Aguila, y nos diesen a conocer los abusos de que son víctimas, habría motivo para acabar de justificar la creencia que tenemos los obreros de que la revolución social es una necesidad para nosotros. Día llegará no muy lejano, en que se descubra la verdad, y entonces, aquellos que nos han insultado y presentado ante la sociedad como hombres peligrosos, tendrán que bajar la vista y confesar que fueron injustos con nosotros, y que cuando nos atacaron lo hicieron precipitadamente, sin buscar el origen, alejándose de la razón.

Desde el año de 1845 hasta la fecha, es decir, en 32 años que llevan en esa fábrica de descontar el 3% del producto del trabajo, ¿cuántos miles de pesos han dejado de percibir los trabajadores? Es una suma muy respetable, pero tanto, que podrían tener una fábrica igual o mejor a la mejor que haya en toda la República.

El capital es trabajo acumulado, nos dicen nuestros adversarios, y nosotros lo creemos tanto, como la luz puede creer que es oscuridad.

Que por medio de la economía pueda llegarse a reunir una cantidad que después de algunos años nos proporcione comodidades, es probable; y eso, contando con un trabajo constante y sin ningún accidente, como enfermedades, compromisos, etc., para que lleguemos a reunir una fortuna que nos haga ricos y poderosos, ¡mentira!

El dinero producirá mucho cuando está en acción, pero sus productos no llegarán nunca a formar esas riquezas fabulosas que poseen algunos; que con ese dinero hay facilidades de imponer condiciones y hacer trabajar por una miserable retribución al pobre, no hay duda; pero el aumento de esa riqueza no tiene ya el nombre de trabajo acumulado, o si así se insiste que sea, llamaremos entonces, con más propiedad, trabajo de muchos, acumulado en provecho de uno solo; luego aun suponiendo que el principio de un capital fueron el trabajo y la economía de uno solo, el desarrollo y engrandecimiento de ese mismo capital fueron debidos al extorsionamiento, al robo que se hizo a muchos.

Robo decimos, y no podemos llamar de otra manera al modo fácil de improvisar una fortuna.

¿Desde cuándo y con qué derecho el propietario de una fábrica puede obligar al operario a que se desprenda por fuerza de una parte de su trabajo? Decimos bien cuando llamamos señores feudales a esos hombres sin conciencia que forman una entidad que se burla de las leyes y se pone frente a frente del gobierno.

¡Y el feudalismo en el último tercio del siglo XIX, y casi frente a las puertas del Palacio Nacional, es una burla miserable hecha a la civilización, a la sociedad, al gobierno, a la religión!

Pobre gobierno que no sabe lo que pasa a distancia de una legua de él, o que si lo sabe se hace disimulado, convirtiéndose en cómplice de unos infames, o que es tan débil que no puede reprimir el abuso de un acaudalado, o tan ignorante que no conoce sus deberes, o tan indolente que no cuida de su pueblo, de ese pueblo que le da de comer y le proporciona carruajes para que el magnífico piso de nuestras calles no le lastime sus pies; ¡Pobre sociedad que honra y admite en su seno a seres que la degradan, sociedad engañada por las apariencias de un rico traje y de un palacio suntuosamente amueblado! ¡Pobre religión que sólo ve al hipócrita que en el templo se da golpes de pecho y confiesa y comulga, teniendo un corazón envenenado que, descubierto, horroriza! ¡Pobre pueblo obrero que no tiene el valor suficiente para aplastar como a reptil asqueroso a todo aquel que lo humilla y lo explota!

Tenemos, pues, que al operario de Contreras se le da un asesino en vez de un médico; se le da arsénico en vez de una medicina saludable; se les da hambre y miseria a las viudas y huérfanos de los beneméritos del trabajo muertos al pie del telar, en vez de los recursos para vivir; se les da un sacerdote ignorante y estúpido, en vez de un ministro del Señor; se les tienen preceptores mal pagados para que mal enseñen, y se les cobra por fuerza el 3% del trabajo, y se pretende cobrarles el 6% para mejorar el médico y las recetas.

¡Bravo! Merecéis alabanzas, vampiros insaciables, merecéis que algunos periodistas ensalcen y derramen adulación en vuestro derredor para haceros creer que sois buenos, benéficos, necesarios para proteger la industria mexicana.

Nos han contado que hace algunos años el gobierno estableció un Banco de avíos, cuyo capital fue de dos o tres millones de pesos, con los cuales se establecieron las primeras fábricas de hilados y tejidos en México, y que esos millones de pesos no han sido pagados aún. ¿Qué, a ser cierto que ese dinero se perdió, o de otro modo, fue aprovechado por unos cuantos, se nos dirá que el valor de esas fábricas es trabajo acumulado?

Hablemos con franqueza.

El que llega a colar capellanía en las oficinas del gobierno, ha entrado a la ciudad de Jauja, pero el atrevido que llega a hacerse de una fábrica, ha entrado al cielo. Uno y otro son felices porque pueden vivir cómodamente sin trabajar.

Convenzámonos, señores; ha pasado el tiempo de la holganza; ya es necesario trabajar para vivir, ya es necesario pagar concienzudamente el trabajo; ya se hace indispensable formar la sociedad perfecta del capital y el trabajo; ya es una obligación forzosa en los ricos dejar de especular con el trabajo del pobre; ya es de conciencia ser justos.

Si esto no se hace, si, contra todo principio de derecho, de justicia, de conveniencia, se insiste en llevar adelante el antiguo régimen tan vicioso, tan desacertado, tan criminal, día llegará en que la fuerza bruta lo arregle todo; entonces no os quejéis, no profiráis blasfemias, no derraméis lágrimas, porque vosotros, y sólo vosotros, tenéis la culpa.

Sinceramente felicitamos a los operarios de la fábrica El Aguila por el paso que han dado, porque demuestran que aún tienen dignidad, que aún pueden hacer comprender a sus tiranos que ha pasado el tiempo del abuso. Si como esos operarios han obrado obrasen los de las demás fábricas, estamos seguros que al obrero en general se le respetaría, y no se le seguiría robando el fruto de su trabajo.

Basta de especulación, basta de infamia; es necesario presentar en camisa ante la sociedad a esos bienhechores del operario, para que se valoricen sus acciones, es necesario quitar la careta a esas sempiternas máscaras que se llaman propietarios; es necesario, en fin, recordarles que tratan con hombres y no con brutos.

¡Operarios de todas las fábricas! despertad de vuestro letargo, perded el miedo a vuestros tiranos, tened dignidad, obrad con arreglo a nuestras instituciones políticas, y habréis dado un paso gigantesco; os haréis independientes de la vergonzosa tutela en que os tienen.

Trabajáis y sois dignos de la estimación de la sociedad y de la protección de las leyes y los propietarios de las fábricas en que ganáis el pan de vuestros hijos, quieran o no, tienen que ocuparos, porque de lo contrario, se morirían de hambre al poco tiempo; por consiguiente, imponed condiciones justas y desechad las injustas de ellos. Así, y sólo así os respetarán, y sacaréis más provecho de vuestro trabajo. Operarios de la fábrica El Águila, os saludamos y admiramos vuestra energía, y pedimos a Dios no desmayéis, porque, pensadlo bien, si cedéis, después la tiranía que se ejerza sobre vosotros será horrible.

Adelante, que el triunfo es vuestro.

El Hijo del Trabajo. Año II. Época segunda. Núm. 66, México.

Octubre 28 de 1877, p. 1.

José María González

Índice de Del artesanado al socialismo de José María GonzálezAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha