Índice de Del artesanado al socialismo de José María GonzálezAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Apeo y deslinde de terrenos ¡Abajo la usurpación!

Mucho nos preocupa la cuestión indígena, porque como del resultado de ella depende, sin exageración, la paz de la República, deseamos que termine cuanto antes y de un modo satisfactorio a los intereses de los quejosos.

Si comprendiéramos que no había justicia de parte de los indígenas, no distraeríamos nuestro tiempo en tratar una cuestión espinosa y antiquísima, teniendo, como tenemos tantas otras muy importantes; pero como por desgracia la justicia está del lado de esos mexicanos sin patria, de esos desheredados por derecho de conquista, nos vemos precisados a no abandonar esa cuestión cumpliendo con la protesta que hicimos en uno de nuestros números anteriores. Tenemos muchos datos y estamos al corriente de lo que pasa, y por eso, cuando hablemos en favor del indígena, lo haremos dando a luz algún documento, algún escrito que sirva de comprobante.

Cargos muy serios resultan al señor Ives Limantour, propietario de la Hacienda de la Teneria, en el Estado de México, por haberse tomado unos terrenos del pueblo de San Simonito Tlacomulco sin títulos legales, sino por medio del abuso. Los indígenas de aquel pueblo elevaron un ocurso al Congreso de la Unión el 20 de octubre de 1869, pidiendo a ese Respetable Cuerpo la aprobación de un proyecto de ley que presentaron los diputados Balbontín y Elízaga relativo al apeo y deslinde de terrenos porque aquellos indígenas comprendieron que sólo así podrían rehacerse de sus propiedades; no hubo ninguna resolución, según parece, y la propiedad de muchos ha quedado en poder de uno solo -trabajo acumulado-. Como este hecho que denunciamos, hay muchísimos en toda la República, y por eso se ve que hay tanta resistencia de parte de los ricos para tratar esta cuestión en el terreno legal.

Insertamos a continuación el ocurso íntegro para que el público juzgue.

He aquí el ocurso:

Señor: Los que suscribimos, vecinos del pueblo de San Simonito Tlacomulco, en jurisdicción de Tenancingo, en uso del inviolable derecho que nos concede el Art. 80. del Tít. 10. del Código Fundamental de la República, nos dirigimos a vuestra soberanía para suplicarle respetuosamente se sirva elevar al rango de ley el proyecto de los Cc. Diputados Balbontín y Elízaga sobre apeo y deslinde de terrenos, porque sólo así podremos conseguir que se nos devuelvan los que injustamente ha tomado la Hacienda de Tenería, que son de la propiedad de nuestro pueblo.

Casi todos los adjudicatarios de fincas rústicas que administraba el clero, han despojado a los pueblos inmediatos a sus fincas de terrenos inmensos que en su mayor parte no cultiva, y ya sea por la falta de recursos de dichos pueblos o por las dificultades que ofrece nuestra legislación, el resultado es que los adjudicatarios han consumado sus despojos impunemente y con escándalo del país entero. Por esto vemos que multitud de pueblos como San Lorenzo, San Marcos, San Lucas, San Andrés y otros del Estado de Hidalgo, antes que nosotros, han elevado su voz hasta vuestra soberanía para pedir el remedio de tanto mal que los aqueja y evitar los vías de hecho contra los propietarios de las haciendas, o tal vez una revolución desastrosa, originada por la miseria que ocasiona la falta de terrenos que han sido propiedad de los pueblos.

El proyecto a que aludimos es juicioso y benéfico; reconoce por base la legitimidad de los títulos de los poseedores de las fincas y es la genuina expresión de la voluntad nacional manifestada con más o menos claridad, desde los primeros tiempos de la independencia de la República, porque siempre se ha creído que es el único árbitro que puede adoptarse para destruir los abusos cometidos por los propietarios de terrenos, que han ido ensanchando sus posesiones por cuantos medios ilícitos les ha sugerido su imaginación.

Si se quiere la paz de la República, si hay un verdadero deseo de que los hombres se dediquen al trabajo, y si se procura que la agricultura sea floreciente, preciso es atender a esta necesidad imperiosa y conquistar la más importante de las reformas, devolviendo a los pueblos las tierras de que han sido privados por los propietarios de las haciendas.

Hemos dicho que esa devolución es un elemento de paz, y en efecto, no puede haber en ello la menor duda, pues constantemente los indígenas de los pueblos suscitan cuestiones para recobrar sus propiedades; y esto engendra odios y rencores que saben explotar muy bien los revolucionarios para engrosar sus filas y conservar al país en un estado de agitación que tarde o temprano dará lugar a una guerra desastrosa.

Hemos dicho también que no sólo es un elemento de orden, sino de prosperidad para la agricultura, porque a nadie puede ocultarse la espantosa miseria en que vive la clase indígena y lo provechoso que sería destinar millares de brazos ociosos al cultivo de terrenos casi abandonados.

El monopolio de la propiedad territorial formado desde los tiempos de la conquista, hijo de la iniquidad y de la codicia de los antiguos conquistadores, no puede cesar de otro modo o a lo menos parcialmente, sino por el deslinde de los terrenos. Es verdad que están al alcance de los pueblos las vías judiciales, pero es igualmente cierto que los trámites son tan largos, los juicios tan dispendiosos y tan complicados los recursos de que pueden disponer los litigantes de mala fe, que los litigios que se emprendieran serían la ruina de los pueblos y los sumergirían en la cruel desesperación.

Por estas causas, respetuosamente volvemos a suplicar a vuestra soberanía se digne decretar el apeo y deslinde de los terrenos con arreglo al proyecto de que hemos hecho mención al principio, y a fin de que el adjudicatario de la Hacienda de Tenería D. Ives Limantour, nos devuelva los de nuestra propiedad, de que hemos sido despojados. Es justicia que protestamos con lo necesario, etc.

Firmantes. Como apoderado del pueblo, Francisco Téllez Girón.

Como se ve por este documento, el señor Limantour cometió un abuso injustificable, pues no era ciertamente tan pobre que necesitara aumentar sus posesiones con los terrenos del pueblo de San Simonito, el señor Limantour es uno de los extranjeros que más provecho sacó de la desamortización de los bienes del clero, cuando los mexicanos, apenas pudieron aprovechar los despojos de esos cuantiosísimos bienes, y a pesar de esa ventaja se mermó una gran parte de lo que constituía la riqueza de unos pobres indígenas que apenas pueden comer maíz y legumbres.

¿Cómo no hemos de clamar contra el abuso del rico? ¿Cómo no hemos de renegar de los hombres que han formado nuestros gobiernos, cuando comprendemos en ellos indiferencia y tal vez hasta malicia al abandonar al desheredado, al dejarlo a merced del poderoso? A todas horas nos aconsejan algunos colegas la paciencia, y nos censuran nuestro lenguaje violento y enérgico; y no calculan seguramente esos colegas que mientras más tiempo pase más se arraiga el abuso y más sufre el despojado.

Pues qué, ¿hemos de esperar a que los poderosos tengan el más ligero remordimiento para que, sin necesidad de la violencia, o cuando menos de la justicia, devuelvan lo que no les pertenece?

¡Eso es esperar en vano!

El Hijo del Trabajo, Año II. Época segunda. Núm, 67, México.

Noviembre 4 de 1877, p. 1.

José María González

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