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A LOS TRABAJADORES MEXICANOS

Compañeros:

La prensa diaria informa de numerosas huelgas que están teniendo lugar en muchas partes de nuestro infortunado país. La misma prensa da cuenta de cómo sois tratados los huelguistas por parte de la nueva Dictadura Madero-De la Barra. Por esa prensa se sabe que se os está asesinando en diferentes partes del país por los llamados soldados del Ejército Libertador.

Esto os enseñará que no debéis esperar protección del gobierno. El gobierno está instituido para proteger a los ricos y para aplastar a los pobres. El gobierno no tiene corazón. No esperéis enternecer al gobierno con el cuadro de miseria de vuestros pobres hogares. En vano mostraréis al gobierno el doloroso conjunto de vuestros hijitos enflaquecidos por el hambre y de vuestras leales y sufridas compañeras extenuadas por las privaciones y la desnudez. A vuestras demandas de pan, responderán las ametralladoras del gobierno y con el hierro y con el fuego se acallarán los gritos angustiosos de vuestros estómagos vacíos.

Para el proletario no hay justicia precisamente porque es pobre y la ley sólo sirve para ultrajar y befar al pobre.

Esto os enseñará, compañeros, a no pedir. Es necesario tomar. Armáos, compañeros. Armáos, hermanos de miseria y de cadena. No os declaréis más en huelga: tomad posesión de la fábrica, del taller, de la mina, del campo. Desconoced resueltamente el derecho de propiedad que es un derecho inícuo que condena a una parte de la humanidad, a la gran mayoría de la humanidad, a estar sujeta a la voluntad de los ricos.

Declarad guerra a muerte a los ricos, y tomad todo lo que ellos poseen para que, de hoy en adelante, tierras, minas, fábricas y talleres sirvan para el uso y disfrute de todos, hombres y mujeres. De ese modo conquistaréis vuestra emancipación económica que es la base de todas las libertades. Los ricos son libres precisamente porque no dependen económicamente de nadie.

Lo que se gana por medio de las huelgas es ilusorio. Suponed por un momento que no se os ametralla, suponed por un momento que por falta de solidaridad entre los mismos ricos ganáseis una huelga. Trabajaréis ocho horas y vuestros salarios serán un tanto mejores; pero entonces vuestros amos venderán más caro lo que producís y os encontraréis, si no en una condición peor, al menos igual a la que os hacía sufrir antes de la huelga, y la agonía de vosotros y de la de los vuestros continuaría como siempre.

No abandonéis el lugar de trabajo ni os crucéis de brazos, tomad posesión de la mina, del taller, de la fábrica, del campo; trabajad bajo un pie de igualdad y estableced un sistema de intercambio de productos. Fúndense almacenes en que se depositen los productos de toda clase y a los cuales tengan acceso todos aquellos que hayan contribuido con su trabajo a la producción, para que tomen de ellos lo que necesiten.

Todo esto es posible, compañeros. No se necesita más que una cosa: no reconocer a los patrones el derecho de apropiarse una parte de la producción. Si el patrón quiere comer, debe empuñar él mismo la herramienta y trabajar codo con codo con sus esclavos emancipados ya.

Armáos, compañeros. Haced buen acopio de dinamita y de nitroglicerina. Contra la fuerza brutal de nuestros verdugos, debemos emplear los oprimidos la fuerza bruta también. Con ruegos no se obtiene otra cosa que el desprecio de los de arriba.

Escupid al rostro de los que dicen: todavía no es tiempo; abofetead al que se atreva a deciros: es preciso que los trabajadores se eduquen primero para que puedan gozar de tales beneficios. Esos, compañeros, son los que quieren vivir a costa de vuestro sacrificio y de vuestro infortunio. Ellos saben bien que en las condiciones en que vivís, nunca podréis educaros. Ellos saben bien que desde niño, tiene el proletario que abandonar la escuela para alquilar sus bracitos a los maldecidos capitalistas. Ellos saben bien que después del trabajo agobiador de cada día, no tenéis otro deseo que el de descansar para volver a reanudar al día siguiente la tarea de presidiario que os veis obligados a ejecutar por unos cuantos centavos. ¿Cómo podríais educaros así?

Y aun cuando pudiérais educaros, en las escuelas oficiales se enseña al niño precisamente lo contrario de lo que debe enseñársele para que cuando hombre ya, pueda emanciparse. En las escuelas se enseña a los niños a respetar todo aquello que debe ser cordialmente odiado. En el cerebro tierno de la infancia se prenden ideas erróneas que más tarde es muy difícil hacer que desaparezcan. Se enseña al niño a considerar a su patrón como su segundo padre; se enseña al niño a odiar a los hombres de otra raza distinta a la suya; se enseña al niño a considerar al capitalista como a un hombre que se ha deslomado para amasar una fortuna; se enseña al niño a venerar un trapo de determinado color al que hay que defender, aunque no se tenga un palmo de tierra de la patria; se enseña al niño a considerar al gobernante como a un individuo que resume en sí el poder de todo un pueblo, cosa que es una solemne mentira, porque el gobernante no representa más que a la clase privilegiada, cuyos intereses defiende, intereses que, por lo demás, son diametralmente opuestos a los de la clase proletaria.

Con una educación así, se forman esclavos, pero no hombres libres.

Así, pues, compañeros de miseria y de esclavitud, abrid los ojos. Enarbolad la Bandera Roja de los humildes de la tierra y gritad: ¡Mueran los ricos! ¡Viva Tierra y Libertad!

Si así lo hacéis, el movimiento reivindicador del Partido Liberal Mexicano que está en pie, recibirá un vigoroso impulso y arrancará hasta las más profundas piedras del cimiento del odioso edificio de la sociedad vieja y prostituida, para elevar el edificio de la Sociedad Nueva de justicia y amor.

Compañeros: uníos resueltamente al Partido Liberal Mexicano que es el de vuestra clase. Recordad que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos. Romped las boletas electorales y con vuestra saliva arrojadlas a la cara de Madero.

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, 1° de julio de 1911).


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