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¡MUERA EL ORDEN!

¡Ah, el orden! Así gimen en estos momentos, todos los partidarios de lo que se llama orden. El orden, para esas pobres gentes, sólo puede subsistir estando la humanidad sometida a la férula del polizonte, del soldado, del juez, del carcelero, del verdugo y del gobernante.

Pero eso no es el orden. Yo entiendo por orden: armonía, y la armonía no puede ni debe existir mientras haya sobre la superficie del planeta seres humanos que tienen qué comer en abundancia, y seres humanos que no tienen un pedazo de pan que llevarse a la boca.

Si todas las cosas estuvieran bien arregladas, si toda criatura humana tuviera qué comer, tuviera dónde resguardarse de la intemperie sin tener que pagar alquileres de casas, en una palabra, si todos, con un rato de saludable trabajo al día tuvieran lo necesario para vivir con decencia y sin incertidumbres por el porvenir, entonces no habría nadie que se atreviera a decir: yo soy más que tú, ¡obedéceme!

Entonces habría orden porque habría armonía. Nadie tendria que disputar a otro, nadie tendría envidia de nadie. Todos seríamos hermanos y saldrían sobrando el polizonte, el soldado, el juez, el carcelero, el verdugo y el gobernante. Saldrían sobrando, porque conquistada la armonía entre los seres humanos por la conquista de la libertad económica el parasitismo de los funcionarios públicos no tendría ya razón de ser.

Los funcionarios públicos no son, como se cree, los guardianes del orden. El orden, que es la armonía, no necesita guardianes, precisamente porque es orden. Lo que sí necesita guardianes es el desorden, y desorden escandaloso, vergonzoso y humillante para los que no nacimos para esclavos, es el que reina en la vida política y social de la humanidad.

Desorden es que una clase social pese sobre otra clase social, pues no debe existir más que una sola clase: la de los productores, esto es, la de los trabajadores. La humanidad se convertirá en clase trabajadora, cuando la tierra y la maquinaria pertenezcan a todos, pues entonces todos tendrán que trabajar para comer.

Para mantener el desorden, esto es, para mantener la desigualdad política y social, para mantener los privilegios de la clase alta y tener sometida a la clase baja, es para lo que se necesitan los gobiernos, las leyes, los polizontes, los soldados, los carceleros, los jueces, los verdugos y toda una caterva de altos y pequeños funcionarios que chupan las energías de los pueblos de la Tierra. No es para protejer a la humanidad para lo que existen esos funcionarios, sino para tenerla sometida, para tenerla esclavizada en beneficio de los que se han dado maña para retener hasta hoy la tierra y la maquinaria.

¡Ah, el orden! Así gimen en estos momentos los partidarios del desorden, esto es, los partidarios de la desigualdad social y política de la especie humana.

No; el orden no es la esclavitud de una parte de la humanidad por otra parte de ella, sino la libertad de toda la especie humana. Al orden burgués, los mexicanos contestamos con nuestra rebeldía. Contra ese orden gritamos: ¡muera el orden! Porque es un orden que maniata la libre iniciativa del ser humano, porque es un orden de cuartel o de presidio. ¡Muera el orden!

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, 13 de mayo de 1911).


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