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Por qué hay que afiliarse al Partido Antirreeleccionista
y
otros escritos

La nación nunca ha implorado al general Díaz su permanencia en el poder

Dejar pasar inadvertidas afirmaciones dogmáticas de la prensa gobiernista, lanzadas con estupenda suficiencia y desenfado ante la faz de la nación, en los momentos mismos en que se despereza y por primera vez, desde hace seis lustros, se da exacta cuenta de lo qUe pasa a su alrededor, es más de lo que se puede exigir a espíritus libres que aman y defienden la verdad sobre todas las cosas.

El Imparcial, en su número del día 18 del corriente y en su artículo El Gobierno actual dimana de la voluntad nacional, se excede en su inveterada costumbre de abusar del indiferentismo y pusilanimidad de los mexicanos y especialmente de los escritores, sosteniendo con falsa convicción, inexactitudes que, dados los tiempos que corren, está seguro de que nadie rectificará.

No se crea que negamos el desarrollo material alcanzado por el país durante la actual administración; es tan palpable que un ciego no lo negaría; sólo que es ilógico atribuir exclusivamente a una sola causa la producción de varios fenómenos por el sólo hecho de que estos coexisten o se producen simultáneamente.

Tampoco negamos que la revolución tuxtepecana haya venido a dar satisfacción a las aspiraciones nacionales del momento, la más ingente de las cuales era la anhelada paz de que carecieron las turbulentas épocas anteriores; pero no es posible admitir que esa paz haya dado todos los frutos que pudo haber dado bajo otra administración menos personal, sobre todo en el orden ético y político, ni que el actual sistema de gobierno pueda seguir llenando las aspiraciones del México que ha sido alimentado con la savia de dos grandes siglos y que vive geográficamente junto a uno de los países más demócratas y poderosos del globo.

Pero repugna que el órgano principal destinado a justificar el actual orden de cosas, se valga de argumentos absolutamente inaceptables, como que descansan sobre hechos falsos, de toda falsedad, ya que el mismo jefe del gobierno ha dado a conocer el sistema que no se compadece con las afirmaciones de El Imparcial.

El General Díaz dijo, con una sinceridad que le enaltece, en su célebre conferencia Creelman, estas palabras:

Hemos preservado la forma de gobierno republicano y democrático. Hemos defendido y conservado intacta la teoría, pero adoptando una política patriarcal. La paz, aun una paz forzada, era necesaria para que la nación tuviera tiempo de trabajar y reflexionar. Hemos sido severos. Algunas veces severos hasta la crueldad; pero ha sido necesario obrar así por la vida y progreso de la Nación.

¿Por qué si con rasgos tan vigorosos, queda pintado de mano maestra un sistema de gobierno, que a su autor le ha dado todo el resultado que se propuso; por qué, decimos, no han de adoptar los servidores la misma franqueza que usa el amo, tratándose de hechos consumados, y no ha de hablarse al pueblo la verdad, conocida y aceptada en todos los ámbitos de la República, en lugar de venirle con tesis que sólo destilan adulación, como la de que el gobierno actual dimana de la voluntad nacional?

Jamás, en un gobierno patriarcal, con métodos tan severos que a veces llegan hasta la crueldad, se consulta el parecer de los súbditos ni éstos se atreven a manifestar su verdadera voluntad.

Bajo un gobierno de esta índole no puede haber de parte de los gobernados consentimientos tácitos ni expresos; el sistema adoptado se impone de grado o por fuerza.

En tales condiciones no puede sostenerse que la nación en su totalidad haya fallado sobre la legitimidad de ese gobierno, cuando en las farsas electorales que se llevan a cabo, sólo toman parte los directamente interesados en la continuación de semejante sistema.

Menos aún puede tomarse como la expresión tácita de la voluntad nacional el hecho de que en cada período de elecciones se abstengan los ciudadanos de emitir su voto, porque esa abstención es el resultado de presiones oficiales bastante elocuentes para ser desatendidas.

Si a ésto se llama consentimicmto tácito, replicamos que en las resoluciones de los cuerpos políticos, voluntas coacta, non est voiuntas.

¿Cómo puede, pues, El Imparcial, una vez que se han leído 1as francas declaraciones anteriores del General Díaz, llevar su adulación al grado de sostener que la nación entera le ha implorado (Implorar: pedir con ruegos o lágrimas. Diccionario de la Lengua Castellana) su pennanencia en el poder en los múltiples períodos de su administración?

Eso es juzgar al pueblo muy vil y muy miserable.

Las afirmaciones del período gobiernista, tienen, no obstante, algo muy favorable para los fines que persigue nuestro partido.

El editorialista cree, con la fe de un musulmán, que el gobierno que hoy está al frente de la Administración, dimana de la voluntad nacional. Luego ésta ha sabido manifestarse de alguna manera desde la primera reelección del General Díaz; en consecuencia, no hay tal incapacidad del pueblo mexicano para la democracia, como pretenden sostenerlo en todos los tonos los bien avenidos con el presente orden de cosas.

Ahora, siendo innegable lo anterior, una última deducción se impone: siendo así que la actual administración ha logrado cimentar la paz, de la cual derivan entre otros beneficios, la de preparar al pueblo para. la verdadera democracia, resulta anacrónico el preSente sistema patriarcal y van contra los intereses del pueblo los que buscan un sucesor del General Díaz que perpetúe sus mismos procedimientos.

(Publicado en el Anti-Reeleccionista, Órgano del Centro Anti-Reeleccionista de México, N° 4 de fecha 14 de junio de 1909).

Federico González Garza

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