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Por qué hay que afiliarse al Partido Antirreeleccionista
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Por qué hay que afiliarse al Partido Antirreeleccionista (1)

Con una ligera sombra de decepción sobre nuestros espíritus, pues en nosotros jamás hincó su garra el desaliento, aunque haya sido nuestra suerte vivir en esta época de abyección y servilismo; asaltados de continuo por un sentimiento de intranquilidad punzante frente a un estado de cosas que por constituir una afrenta para todo hombre libre, pone tintes sombríos en el porvenir inmediato de esta Patria que en otros tiempos fue tan amada por sus hijos ... mientras hoy muy pocos son los que se duelen de sus profundos y verdaderos males y raros los que se inspiran en sus sagrados intereses: buscábamos con ansiedad la ignorada vía por donde acercarnos en un supremo instante y decir todas las amarguras que llevamos en el corazón al contemplarla irredenta y envilecida.

Ambicionábamos que llegara nuestro turno para ofrendarle sin reservas lo que hubiera de más noble en nuestros pechos y de mayor virilidad en nuestro brazo.

El cuadro era por demás vergonzoso, tratándose de una nación que se ha dado un gobierno republicano y que se juzga civilizada: imperante el despotismo; acogotado el pueblo, llevando su frente a la altura del polvo y con una maldición de perpetua incapacidad lanzada por sus mismos verdugos; una prostitución política llevada al grado de alterar y hasta invertir los polos de la dignidad y del pensamiento humanos, llamando inocente al asesino, inmaculado al bribón, prensa honrada a la que difama y calumnia a precios convencionales y a la que lleva la tarea de hacer lo blanco negro y viceversa, mediante modestas igualas; severa justicia a iniquidades irritantes; democracia a la dictadura; patriotismo al ultraje a las instituciones; prudencia al servilismo; locura al anhelo de liberación, y desinterés, a los movimientos reflejos de vísceras innobles.

El gobernante, haciendo promesas que no cumple y declaraciones que los hechos desmienten: allí está la campaña electoral del Estado de Morelos y el decidido propósito de imponer al pueblo un candidato ostensiblemente anti-popular.

Un grupo oligárquico, tránsfuga. y codicioso, alrededor de un favorito (2) que se cree llamado por la Patria y que promete ¿qué? ¿la reivindicación al pueblo de sus derechos ultrajados? ¿la implantación, aunque fuera en parte, de nuestras más bellas instituciones? Asombraos, vosotros los utopistas que soñáis con el próximo reinado de la ley; ¿sabéis cuál es su programa de Gobierno?: seguir con fidelidad las huellas de su maestro y protector, es decir, prometer al pueblo lo que para el pueblo sería una maldición y que ya no podría tolerar, ¡dictadura y más dictadura! ¡Qué bello ideal para esa camarilla de pseudo-patriotas que sólo saben reverenciar al dios Pluto!

Debatiéndose en el mismo campo, otro grupo, por desgracia también al servicio de intereses mezquinos, que no se detiene a considerar las hondas cicatrices que la Patria, lleva en su cuerpo como huella infamante de espadas fratricidas; que se conforma con el hombre sin exigirle un pacto solemne con el pueblo, por cuyos intereses debía estar dispuesto a sacrificar sus conocidas ambiciones, si es que quiere indentificarse con los anhelos nacionales (3).

Hacia este grupo se observa en la actualidad que tienden a inclinarse muchos buenos mexicanos, que en su afán de orientarse en el sentido que urgentemente reclama el bienestar del país, aun no alcanzan siquiera a columbrar en el estrechísimo horizonte que marcó y redujo la dictadura reinante, aquel hombre bueno, aquel leal mexicano, aquel patricio de la madera de los que ¡ay! desaparecieron para siempre y que eche sobre sus hombres la gloriosa y civilizadora carga de manumitir a un pueblo oprimido, de extinguirle la febricitante sed de democracia que lo consume, de encarnar y realizar sus ideales, educándolo a que se gobierne por sí mismo, librándolo de incapacidades relativas que no responden, como lo asientan espíritus escépticos y menguados, a deficiencias constitucionales de raza, como lo atestigua la historia.

En semejantes circunstancias, esos buenos mexicanos, desesperados ya de que se aclare el horizonte, vacilan en poner sus esperanzas, en confiar su destino a un hombre que un propicio azar pudiera convertirlo en el inspirado de la Patria para venir a dar satisfacción a todo un pueblo que ante los demás de la tierra y especialmente ante los de raza enemiga, quiere ser lo que puede ser, una nación civilizada y civilizadora, perpetuamente autónoma e independiente, frente a las que se dicen superiores porque cuentan, como su especialidad, con la fuerza bruta.

Coexistiendo con estos dos grupos absolutamente personalistas y por lo mismo anti-democráticos, iba desarrollándose con manifiesta actividad un núcleo que intentó regenerarse depurando sus elementos y se esforzó en dar una base democrática a sus trabajos, formulando un programa; pero como sus directores tienen ligas directas cqn el Gobierno al grado de que ya uno de ellos desertó para ir a prestar sus servicios a una de las Secretarías de Estado (4), se teme racionalmente que los demás lo imiten en próximas oportunidades, lo cual constituye un motivo serio para desconfiar de la firmeza de sus convicciones.

Para los hombres independientes de verdad, demócratas sinCeros, que piensan que sólo un cambio de régimen puede dar realidad efectiva a nuestras instituciones y que es lo único que podrá salvar al país de catástrofes internacionales, no pueden significar los movimientos políticos que hemos analizado, las verdaderas corrientes de opinion con las que deben formarse los partidos políticos: pues aquellos movimientos no entrañan' ninguna aspiración sobre lo que corresponderá que haga el Estado ni sobre la manera cómo ha de conducirse para que pueda alcanzar sus fines, estando al frente del Gobierno tal o cual mandatario. No; estas agitaciones sólo tienden a entronizar hombres con pasiones personalísimas que serán la única ley de su conducta y a quienes más tarde ya no se tendrá el derecho de exigirles que ajusten sus actos a la ley establecida, puesto que quienes los ayudaron a su exaltación, de antemano han abdicado en su favor todas las prerrogativas del ciudadano.

Más aún; uno de esos hombres que actualmente goza del favor del General Díaz (5), les ha garantizado ya a sus correligionarios un manjar digno de sus paladares de esclavos: la continuación del absolutismo, cuyas consecuencias buen cuidado tendrán que sólo las sufra el pueblo, en tanto ellos acaparan concesiones, monopolios y todas las fuentes de la riqueza pública.

En presencia de tan duras realidades y perspectivas tan sombrías ¿qué habíamos de hacer los que sentimos repugnancia a la vista de tanta mezquindad, de tanta degradación? ¿Habíamos de permanecer indiferentes como aun lo están tantos hermanos nuestros que ya no al fuetazo de la dictadura, sino al mismo puntapié yankee, mil veces brutal y degradante, responderían con la analgesia moral de un paria, cuando no con una sonrisa de agradecimiento?

No cabía la duda, la solución era inevitable: afiliarnos en el partido del Honor como hombres y como mexicanos; en el partido de la Verdad, de la Ley, de la Justicia, del Derecho. Un negro destino podría hacer que se nos mancillase ese honor, que se obscureciese la verdad, que se burlara la ley, que se violara la justicia y que se pisotease el derecho. Caeríamos como hombres dignos, con una altiva protesta que llegaría hasta el Tribunal severo de la Historia, y ningún miserable se atrevería a lanzar sus censuras contra nuestro honrado proceder.

El grupo, el único que merece llamarse verdadero partido, que tiene derecho a considerarse nacional y que en nuestro concepto satisface a todas esas exigencias que hemos mencionado, es el grupo numeroso que constituye el Partido Anti-Reeleccionista, el cual surgió a la vida pública allá en la frontera norte, desde donde ha ido despertando a los espíritus adormecidos y sembrando lisonjeras esperanzas en el triunfo definitivo de la Ley, mientras en los focos centrales del país, donde la corrupción política es mayor, se agitaban banderías proclamando las indiscutibles aptitudes de ciertos hombres para el despotismo, en vez de proclamar las excelcitudes de una idea o de un principio.

Si se examinan las tendencias de esta colectividad genuinamente altruista y bien intencionada, a la luz de la ciencia política, todo buen mexicano hallará en ellas una amplia puerta de liberación para ejercitar, dentro de la ley, todos los derechos inherentes a la ciudadanía.

Es cierto que para que sean viables los partidos políticos es menester el reconocimiento expreso, incondicional, por la ley y por los gobiernos, del principio de la soberanía nacional, del llamado self government, del derecho que tiene una sociedad jurídica para determinar el sentido y orientación que más convenga a su existencia.

Es también dolorosamente cierto que los gobiernos mexicanos no han reconocido, de hecho, con su estrechísimo criterio de gobiernos de partido, esa base fundamental de todo Estado democrático; pero allí está nuestro pacto constitucional como una prueba viva de que tenemos la plenitud de medios y de poder para hacer que en esta nación, hasta hoy desventurada, reine el derecho y la justicia.

La Constitución de 57, forjada y sostenida por hombres superiores que se avergonzarían de llamar compatriotas a nuestros contemporáneos, hace de la nación mexicana un sujeto de derecho y no un despreciable objeto, como hoy se la quiere considerar, hasta querer ejercitar sobre ella los atributos de la propiedad: el jus utendi, fruendi et abutendi!

El Partido Anti-Reeleccionista, por lo pronto, no trae escrita en sus banderas una cuestión de fondo; pues aun cuando de hecho la personalidad política del individuo se halla al presente anulada, y la esfera de acción del gobierno en este sentido sea total, tenemos al frente de nuestra Ley Fundamental un principio latente que el pueblo mexicano convertirá no muy tarde en hermosa realidad, el que reconoce que todas nuestras instituciones deben tener por base y objeto el bienestar de la unidad hombre y, como consecuencia, el de la colectividad.

El programa que el Partido Anti-Reeleccionista aspira a realizar, comprende sólo dos principios que se refieren a la forma en que el Estado debe conducirse para poder dar cumplimiento al Derecho y sastisfacción a la Justicia, tales como fueron comprendidos, interpretados y establecidos en dicha ley fundamental por los constituyentes del 57, haciendo uso de la autarquíá de todo Estado independiente para darse la forma de gobierno que mejor responde a su idiosincracia.

El Partido considera, en términos generales, como excelentes, todas nuestras instituciones, y viene al palenque político a luchar porque todas entren en vigor, porque sean una realidad y no letra muerta; porque así como es despreciable en la vida social el individuo cuyas acciones van en abierta pugna con sus palabras y propósitos, así los pueblos, para merecer el título de honrados y librarse ante las naciones de la nota infamante de indignos y cobardes, les es preciso que sus leyes sean aplicadas, que respondan exactamente a las relaciones de derecho que muchas de esas leyes vinieron a establecer y las demás a normar.

Ahora bien, ¿cuál es la clave, cuál el medio para alcanzar tan patriótico fin? Concentrar todas las energías comprimidas qUe lleva en sí todo mexicano que ama a su Patria, en un haz inmenso y gigantesco como lo es el alma nacional, y levantándose como un solo hombre y con la majestad que presta el derecho, hasta las cimas serenas donde esplende la justicia, hacer efectivo, conquistar para siempre, por los medios pacíficos que las leyes relativas señalan, el fundamental principio del sufragio.

Esta es una de las prerrogativas del ciudadano más trascendentales en los pueblos democráticos, porque cuando llega a penetrar hondamente en la conciencia del ciudadano y éste reconoce con sinceridad y honradez en los demás el mismo derecho y lo respeta y lo defiede, la Patria donde tal cosa sucede es grande y es digna, porque allí no puede haber tiranías, porque allí la voluntad de un hombre no puede nunca imponerse a la de sus conciudadanos.

Fácil es comprender a la actual generación de mexicanos que si dando de mano a criminales egoísmos, a culpables indiferencias, funesto producto de gobiernos absolutistas, nos agrupamos todos en apretadas legiones de ciudadanos y ligados por un mismo y fuerte sentimiento, por el de la propia conservación, como miembros de una Patria común que está en peligro, y vamos pacificamente, pero con la firmeza del que obedece un mandato de la Patria, a depositar en las urnas electorales nuestro voto, nuestra opinión sobre cuál de nuestros ciudadanos consideramos como el más digno para que haga cumplir la ley, que es nuestro absoluto afán; fácil nos será comprender que habremos librado a nuestro país del peligro en que en estos momentos se halla de caer en las garras de nuevos déspotas, tres veces más peligrosos y funestos que otros que siquiera han permitido que la nación recupere y acreciente sus fuerzas materiales, usando el mínimum de terror, como dijera en la Cámara Popular el Diputado Bulnes en ocasión solemne.

¿Y qué mexicano que ame a esta pobre tierra, no acudirá ante cuestión en verdad tan sencilla, a engrosar las filas del Partido Anti-Reeleccionista, que lleva un fin tan práctico, como es el de que todo ciudadano con derecho a votar se apreste a ejercitar esa prerrogativa?

¿Somos utopistas, somos líricos de la política al emprender estos trabajos? Así lo juzgarán todos los que hayan perdido la dignidad de ciudadanos; nosotros cumpliremos con nuestro deber, y si un hado adverso ahoga nuestros impulsos generosos, la Patria nos lo agradecerá y nuestra venganza serán los anatemas de la Historia sobre la frente de nuestros opresores.

(Publicado en el Anti-Reeleccionista, Organo del Centro Anti-Reeleccionista de México, No. 2 de fecha 13 de junio de 1909).

Federico González Garza




Notas

(1) Como en mi carta de ayer le dije que no me había agradado lo Que escribió Federico González Garza en el primer número del Anti-Reelecctonista, tengo interés en declrle que en cambio, los que salieron en los numeros 3 y 4 del mismo Gomsáles Garza están muy buenos. Carta de Madero al Ing. Félix Fulgencio Palavicini, de fecha 17 de agosto de 1909, publicada en el semanario Todo el 22 de octubre de 1935 con un retrato del autor de los artículos, al pie del cual dicho ingeniero puso caritativamente esta leyenda: Don Federico GOlUález Garza, cuyos editoriales merecieron la crítica de Don Francisco I. Madero.

(2) Alusión al Partido Científico.

(3) Alusión al Grupo Reyista.

(4) Manuel Calero.

(5) Ramón Corral.

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