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XI

EVOLUCIÓN Y EDUCACIÓN

El problema de la educación está hoy más que nunca a la orden del día. Preparar un porvenir mejor, ¿no es ante todo aprestar las nuevas generaciones para que sepan forjarle?

Pero no hay coincidencia acerca de los métodos a seguir. Como siempre, existen frente a frente dos partidos adversos: el de la educación autoritaria y el de la educación liberal, llamada también educación nueva, aunque ha sido preconizada en todos los tiempos. El primero parte de los programas, fija como meta un ideal y obliga al niño a conformarse con las normas que se le imponen. El segundo toma como punto de partida el niño, tratando ante todo de desarrollar su ser físico, intelectual y moral.

Se acusa a menudo a la educación nueva de ser revolucionaria, anárquica, internacionalista... ¡Y cuántas cosas más todavía!..., de querer minar y destruir la noción de autoridad. No hay nada de eso. Si bien es cierto que esta educación es de inspiración liberal y democrática, puesto que trata de tener en cuenta los derechos del individuo en función de la comunidad social, y a reemplazar la disciplina externa por la disciplina interior (única disciplina digna de guiar la conducta de un ciudadano libre), la educación nueva no está, sin embargo, ligada en modo alguno a ninguna doctrina social, política ni religiosa. Ya que en todos lados puede haber interés en formar hombres activos, dotados de una fuerte personalidad y dispuestos en todo momento a ponerse al servicio del interés general.

Si alguien dudara todavía, tiene una prueba fehaciente en el libro extremadamente vivo y cautivante que acaba de publicar un militar, pacífico, aunque no pacifista, defensor del ejército, del patriotismo y de la solidez de los Estados, y del respeto a la fuerza, porque -dice el autor-: la paz reinará en la tierra no como consecuencia de decretos y votos, sino por el respeto a la fuerza (KESTENS: Les lois de l'Évolution au service de l'Éducation des individus et des nations, París, 1932, 283 páginas.) El general Kestens, antiguo ministro de la defensa nacional y profesor de la Escuela Militar de Bruselas, que en su calidad de padre de familia ha podido hacer observaciones juiciosas, no vacila en dar su adhesión entusiasta a la escuela activa y su libro constituye una de las más violentas -y a veces de las más emocionantes- diatribas contra los métodos tradicionales de enseñanza que él llama: siniestras trituraciones del cerebro. La mayor parte de nuestros infortunios -escribe- provienen de una educación defectuosa. ¡Pobre cerebro infantil, pobre cerebro de adolescente, pobre cerebro de estudiante, cuántos desaguisados se cometen con vosotros!... De este lamentable estado de cosas los verdaderos culpables son los padres, que asisten impasibles a cuantos errores pedagógicos se cometen con sus hijos... Se impone una reforma radical de la enseñanza en todos sus grados, y a los padres corresponde unirse para exigirla... No vacilo un momento -continúa- en predicar y fomentar la protesta entre ellos: haced por todos los medios que vuestros hijos puedan sustraerse al embrutecimiento de la escuela; la ley declara que la instrucción y la asistencia escolar son una obligación: está bien. Pero sed astutos, cercenad cuanto podáis, escoged buenas escuelas privadas por lo menos para la primera infancia: todo eso habréis ganado...

¿Qué es lo que el general Kestens quiere implantar como sustitutivo de este régimen maldito? Exige una educación basada en el respeto a las leyes de la naturaleza humana, especialmente del desarrollo mental. El título del libro es la expresión sintética de su criterio. Prefiere basar los métodos educativos en la biología mejor que la psicología (¿acaso hay oposición entre ambas ciencias según parece creer Kestens?), pero -dice- las dos vías conducen al mismo resultado. La gran ley biológica que le seduce más especialmente es la ley de recapitulación formulada por diversos naturalistas del siglo pasado; ley según la cual el individuo resume en su desarrollo ontogénico todas las fases por las cuales ha pasado la humanidad en el transcurso de los siglos (filogenia). Para conseguir su pleno desarrollo, y para llegar a él sin tropiezo, el niño debe atravesar las mismas etapas.

Dicha ley nos invita, pues, a respetar el orden de sucesión, el orden de la naturaleza, como diría Rousseau. Pero todavía sugiere al autor otra observación original y fecunda. El niño invierte cierto tiempo en pasar a la etapa correspondiente, al estado adulto. Por tanto, durante toda su infancia y adolescencia se le sitúa en un ambiente inadecuado a su organismo, ya que está hecho por y para el adulto. Se encontrará demasiado pronto en un medio excesivamente evolucionado para él. Se trata, pues, para el educador, de crear a cada instante, alrededor del alumno, el ambiente propicio al libre desenvolvimiento de sus funciones. y el maestro no debe olvidar que él mismo forma parte de dicho medio ambiente y que, por consecuencia, deberá ponerse al nivel del niño.

Desarrollando estas ideas el general Kestens propugna por una educación atrayente, la instrucción por el juego, el trabajo libre, la formación del espíritu por la actividad. Su exposición salpicada de ejemplos, sacados de la observación de sus propios hijos, es siempre pintoresca. ¡Ha encontrado el medio, lo cual no es fácil, de hacer interesante la lectura de un grueso volumen de pedagogía! Añadamos que habla muy bien, en términos elogiosos, de muchas escuelas suizas: La Escuela lnternacional y la Maison des Petits, la escuela Les Rayons, Chez Nous, etc. Estas dos últimas responden exactamente a la idea que el autor se ha forjado de lo que debe ser una escuela modelo. Les reprocha solamente el pacifismo que parece planear vagamente sobre el edificio.

Kestens cita frecuentemente con elogio a Ferrière, quien, desde hace tanto tiempo, viene también preconizando una pedagogía fundada en los principios de la genética; concepción que hace dos años ha ido a propagar a América del Sur dando una serie de conferencias, visitando todos los países. Se leerá con interés el relato de tan magna excursión, que acaba de publicar (FERRIÈRE: L'Amérique Latine adopte l'École active, Delachaux, editor. Neuchâtel, 1931. (N. del T.) Adolphe Ferrière (1879-1960) filósofo, pedagogo, sociólogo, psicólogo, fundador del Bureau Internacional de las Nuevas Escuelas en 1899; teórico de la escuela activa. N.d.E.), y en el que nos describe el magnífico esfuerzo de los pueblos iberoamericanos en favor de la nueva educación.

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