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CAPÍTULO XIX

SALVAJISMO

Los plagios eran tan frecuentes, que las personas acomodadas no se atrevían a salir fuera de los grandes centros de población.

La mercancía andaba escasa, como decían los plagiarios.

Cuando a una partida de bandoleros no le era fácil cobrar el rescate de algún plagiado, porque tenían que ocuparse de varios asuntos, era muy frecuente tratar con otros bandidos, entregando a la desgraciada víctima como si se tratara de un efecto cualquiera.

El nuevo dueño, si encontraba comprador ganando algo en el negocio, lo traspasaba; de manera que el infeliz que al principio estaba cotizado en quinientos pesos, en tanto cambio y traspaso, llegaba a valer cinco o seis mil.

Como hemos dicho, había escasez en el género, lo cual dio motivo a que alguno más imteligente que los demás, se propusiera falsificar un rico.

Por los llanos de Apan vivía un sordomudo de buena presencia, pero en la mayor miseria.

Juan G., jefe de plagiarios, lo hizo bañar, afeitar y cortar el pelo, le compró ropa interior bastante fina, y la exterior de paño. En la bolsa de la chaqueta le puso papeles de negocios y una cartera con apuntes importantes de entrega y remisiones de dinero. Estos objetos habían pertenecido a otro plagiado.

El mudo estaba contentísimo al contemplarse tan elegante. En la misma hacienda donde vivía no lo reconocieron al verlo -con razón-, porque la piocha y el bigote bien arreglados con el cosmético y su magnífico traje, le daban la apariencia de un rico hacendado.

El propietario de semejante mercancía, lo condujo a Chalco, donde se encontraba otra partida de bandidos. Allí, dando algunos motivos lo propuso en traspaso al jefe. Se arreglaron en el precio más o menos alto, y para dar valor al género, encontrando pronta salida, el propietario del falso rico, decía el marchante:

- Los papeles que lleva en la bolsa, indican que es hombre de provecho; pero es muy testarudo, se finge sordomudo, no quiere hablar para no comprometerse; pero tú sabrás compa cómo te arreglas.

- Pierde cuidado, Juan -contestó el bandido-, conmigo no hay cuentos. Ya verás cómo lo hago soltar la ponzoña.

Juan reía interiormente del chasco que estaba dando a su colega y no se habló más, recibiendo antes de marcharse a sus madrigueras el precio de la venta, y el pobre mudo quedó a disposición del comprador.

Pasada la media hora, se hizo comparecer al plagiado a presencia de su propietario. Después de indagaciones y preguntas groseras que el mudo contestaba con gesticulaciones, nada sacaba en claro el bandido. El infeliz idiota fue sujetado al tormento a fin de obligarlo a que firmara cartas llamando a sus deudos para que lo rescataran.

Pero ¿a quién debía dirigirse, si en este mundo era planta parásita? Lloraba y nada más, sin poderse explicar el motivo de semejante crueldad, y cuando después de recibir azotes en sus desnudas espaldas le dirigían la palabra, el desgraciado hubiera querido reventar, porque no sabía qué le decían. La mayor ansiedad se revelaba en su semblante, eso era todo. ¿Qué pensaría este infeliz, víctima del más cruel engaño en mala hora, inventado por semejantes salvajes?

Una parte de estos bandidos que estaban a las órdenes de Salomé Placencia, llegó a Juchitepec para combinar con otras partidas un plan que debiera ponerse en ejecución. Por tal motivo fueron llamados los que estaban en Chalco, incorporándose a aquellos en determinado día.

Catarino que así se llamaba el jefe de Chalco, emprendió su marcha; pero llevando consigo a su mudo, con el fin de engañar al que estaba en Juchitepec, proponiéndoselo en venta y no perder su dinero ni su trabajo, ya que no le era posible sacar de él utilidad alguna.

En el pueblo que se ha hecho referencia, se encontró con sus compañeros de armas, y para no dar motivo que maliciaran, inquiriendo el deseo que tenía para desapoderarse del rico falsificado, con bastante indiferencia le dice a su ayudante, después de saludar al jefe amigo.

- Manuel, cuida bien a nuestro hombre, que le den ahora de comer lo mejor que se pueda, que ya mañana veremos. Que traigan mientras sus papeles para ver qué contienen, los leeremos despacio; tiempo tenemos.

El jefe de Juchitepec, dirigió una mirada al mudo que aún permanecía a caballo.

- ¿Dónde conseguiste ese bocado Cata? -preguntó a su amigo.

- Fue una casualidad, vale, supongo que debe ser bastante rico, porque su ropa es muy fina, y sus papeles, que a la ligera vi, son importantes. Es un negocito que dejará quince o veinte mil pesos, lo menos. Nada más que el condenado se hace mudo, y por eso no he podido averiguar a quién puedo dirigirme para sacar la plata. No he tenido tiempo para obligarlo a que hable. Además, si como ordena Salomé, tengo que hacer una correría inmediata y violentamente, no sé como componerme para arreglar el asunto.

- Pues si quieres compa, véndeme al amigo, que yo me quedo con él aquí algún tiempo de guarnición, y puedo hacer mucho de provecho.

No dio a conocer Catarino el deseo que tenía de desprenderse del mudo, antes bien manifestó, pocas intenciones de hacer la venta.

Tanto insistió su amigo, más aún cuando examinaron la cartera, que Catarino fingió dar una prueba de cariño al compañero y se resolvió endosar al plagiado.

Por fin, después de un largo altercado sobre el precio, convinieron en la suma.

Recibió el vendedor su dinero y el mudo tuvo un nuevo dueño, más feroz y de alma más endurecida que Catarino.

Los tormentos por consiguiente fueron más crueles.

El pobre falso rico veía con horror preparar a su presencia los instrumentos del suplicio. Espantado, sin poderse explicar el por qué de tanta iniquidad. Se retorcía las manos, a sus señas imploraba perdón; pero sin poderse dar a entender. Sus verdugos reían solamente.

Unas veces atándole los dedos pulgares colocaban entre uno y otro dedo un cordel y lo izaban suspendiéndolo de una viga. Otras, colgándolo de los pies cabeza abajo, lo hacían aspirar humo de chicle, inventando un nuevo tormento a medida que el plagiado se resistía a entregar el dinero.

Desesperados y aburridos los bandidos con un rico tan testarudo, le arrancaron las uñas de los dedos de las manos con intervalo de quince o treinta minutos.

¿De dónde había de sacar dinero aquel desgraciado, si jamás lo había conocido?

El plateado nuevo dueño, recibió orden de incorporarse en Yecapixtla con una partida de Silvestre Rojas; por cuyo motivo, de Juchitepec emprendió su marcha, cargando por supuesto con su mercancía. Allí se repitió la misma comedia y se trató también de una nueva compra venta.

El plagiado cambió de verdugo y nuevos tormentos le fueron igualmente aplicados, sin que conmovieran sus lágrimas y sus gritos de angustia y desesperación. Se arrodillaba, juntaba las manos en señal de súplica, y esto que debiera ablandar el corazón del más empedernido, desesperaba más y más a aquellos malvados: una bofetada o un golpe eran la respuesta que el infeliz recibía. ¿Qué crimen, qué pecado había cometido el pobre hombre que así se le castigaba?

Si le daban de comer alguna cosa, era sin sal, muy picante y corrompida; y sin embargo aquel desgraciado comía, en fuerza del hambre que sufría. Poca o nada de agua al día y cuando se le ministraba, era también de la más mala que se encontraba.

Flaco, extenuado, sin fuerzas para caminar de Yecápixtla, lo conducían para Jantetelco pero en ese estado no pudo y cayó para no levantarse nunca. Los puntapiés que le dieron no sirvieron para darle vigor sino para mayor martirio. Por último, echándole una reata al cuello lo arrastraron, dejándolo moribundo, abandonado, sin auxilio a la intemperie, bajo el sol abrasador de aquella zona.

Al día siguiente, un viajero lo encontró en el Puente del Negro todo desfigurado y comido por los zopilotes. ¡Cuánta pena! cuánta angustia, cuánto sufrimiento no tendría aquella víctima en sus últimos momentos de agonía. Nació mudo y sordo, sin goces, con aflicciones, comiendo pan de la caridad; los placeres le fueron desconocidos, siempre sufriendo. ¡Murió sin darse cuenta de su desgracia!

¡Mártir inocente; si es verdad que hay un cielo para los bienaventurados, allí debe estar el alma de ese infeliz ser que no cometió más crimen ni pecado en este mundo que el haber nacido idiota y sin dinero!

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