En aquellos días de 1994 un hombre se dedicó a pescar las letras de otros y lanzó sus redes sobre los mares del país de las siete luminarias. La pesca fue vasta y decidió separar una a una las diversas especies creativas que atrapó. Aquel hombre llamado Benjamín en recuerdo del hermano menor de las doce tribus de Israel, quiso dejar escrita aquella hazaña para que nosotros tuviéramos recuerdo y memoria del patrimonio literario de nuestra región. Y entonces vi como un ángel se posó frente a mi y abrió el llamado libro de Valdivia: El país de las siete luminarias y me dijo lee. Entonces me dispuse a leer de izquierda a derecha el volumen según los cánones de nuestra tradición. Leí primero el nombre de Agustín Cortés Gaviño. Luego, el ser alado dio vuelta a la página siguiente y apareció una escueta hoja de vida del autor que decía:

León, 1946. Narrador. Tiene estudios de maestría en letras hispánicas. Es profesor de literatura en la UNAM y en la Universidad de Guanajuato, en la cual es Director de Filosofía y Letras. Becario del INBA en 1974. Ha sido miembro fundador y colaborador de revistas como Manatí, Séptimo sueño, y Xilote. Han aparecido cuatro libros de sus cuentos: Hacia el infinito (1968), ¿De dónde? (1969), Como un fantasma que buscara un cuerpo (1973) y El hombre que volvió de la chingada y otros regresos (1978).

Inmediatamente me ordenó que leyera con atención los siguientes relatos:

El hombre que volvió de la chingada, Gargajo y La última cena según la describe el evangelio de Judas Iscariote. Cuando terminé su lectura el seráfico cerró el libro y rodeado por un gran haz de luz amarillenta proyectó una hoz y un martillo y desapareció. Entonces, me sentí como aquel hombre del primer relato que se ganaba la vida contando la historia de su viaje por unas cuentas monedas en cantinas y burdeles. También me di cuenta que Agustín Cortés Gaviño fue coherente con su vida, con su obra política, artística, magisterial, y que además habitó entre nosotros.

Segunda lectura: La parábola del obispo que quería ser Papa

Y desde su montaña de libros de izquierda en el llamado monte del Ahuizote el joven maestro decidió combinar su actividad progresista con el oficio de escritor y comenzó a narrar:

Cuenta el viejo escrito que en un país muy lejano, tan lejano que no se conoce su precisa ubicación, hubo una vez un obispo que fue enviado a cierta diócesis en que su iglesia gozaba de considerable influencia... etcétera, etcétera.

Así pasó varios días hasta que vio por fin luz aquel trabajo narrativo y fue difundido con el nombre de La parábola del obispo que quería ser Papa y otros deslices semejantes. Luego un hombre llamado Alejandro García cronista vitalicio de la ciudad de Salsipuedes dijo en El aliento de Pantagruel que la voz de Cortés Gaviño es una voz rara, interesante, no llevada hasta las últimas consecuencias, es una búsqueda mutilada que nos sirve de pórtico para otras voces y otros ámbitos.

Tercera lectura: Lectura de la Historia de la Literatura Guanajuatense, según el academista Benjamín Valdivia

Agustín Cortés Gaviño es considerado un gran conocedor de las letras latinoamericanas (...) Militante de izquierda, sus cuentos siguen siempre rutas de la visión social y la crítica, además de un lenguaje directo y sin encubrimientos (...) Vale señalar que, amén de cuentista, ese autor posee una interesante colección de poemas que sólo han visto la prensa en revistas, la cual, en caso de publicarse reunida, nos permitirá apreciar en dimensión apropiada esa faceta de su escritura.

Felicidad y buenas lecturas para el año 2002. Así sea.