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Hacia la construcción de la microhistoria literaria

Agustín Cortés


Estamos tan acostumbrados a escuchar expresiones tales como política nacional, deporte nacional, cine nacional, literatura nacional, etc., que en muchas ocasiones las usamos sin reparar si efectivamente dicen lo que queremos decir o pueden ser aplicados a lo que se los queremos aplicar. la expresión literatura nacional, por ejemplo, estamos tan habituados a escucharla y a leerla en textos escolares y no escolares que cualquier intento por produndizar en ella da a veces la impresión de un inútil llover sobre mojado, suponiendo que todos los que la emplean quieren decir lo mismo y todos los que la escuchan entienden también lo mismo. Sin embargo, a poco que uno lleve a fondo el examen del concepto en diálogo con un auditorio, se llega a la conclusión de que existen diferencias abismales entre lo que cada quien está entendiendo por literatura nacional.

Puedo contar como, hace unos años, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, una alumna de uno de los grupos que atendía,la que por cierto abandonó la carrera de Letras Hispánicas en el primer año, casi me acuso de extranjerizante y vendepatrias por haberme atrevido a comentar que Sor Juana Inés de la Cruz no fue mexicana sino novohispana y que esto tenía un peso específico en la ubicación de su literatura dentro de un contexto cultural determinado. la enjundia declamatoria de la susodicha, quien hizo un llamado al grupo a defender ssu raíces y a rechazar las influencias foráneas, de las que supongo me consideraba agente camufleado, me pusieron alerta. Recuerdo que ante la reacción de un importante sector de aquel grupo, dispuesto a defender sus raíces algrito de we like Jenny o sister Jenny mexican for ever, no recuerdo muy bien, comencé a sentir un ligero calosfrío según pensaba que a aquel sexenio le quedaba un año y por lo tanto doña Margarita podría muy bien ordenar mi fulminante cese desde Caparroso u ordenar que envuelto en la bandera nacional y con uno de aquellos huesos, certificados por eminentes científicos extranjeros, como los auténticos e inemitables de la jerónima, fuera arrojado desde la cúspide del Palacio de las Bellas Artes mientras se escuchaba el son de la negra a ritmo de marcha fúnebre ejecutado por Rigo Tovar y su Costa Azul. Aunque afortunadamente aquello no pasó de un incidente sin consecuencias y una pesadilla en vigilia, la noche de ese día no dormí analizando la conveniencia de presentarme al día siguiente a la Facultad vestido de charro y enarbolando la insignia patria.

La anécdota muestra, en conclusión y chascarrilos aparte, la imperiosa necesidad de aclarar una expresión tal como literatura nacional para poder trabajar seriamente en la construcción de una historia de nuestra literatura, tarea que todavía está por abordarse.

No es el propósito de esta ponencia deslindar los posibles significados de la expresión, sino llamar la atención respecto a la necesidad de darse a la tarea de recuperar nombres y obras para su análisis, más allá de los mencionados por don Carlos González Peña y los ahora vergonzantemente decadentes suplementos culturales. Tarea de titanes, efectivamente, si se piensa que en elpaís quedan algo más de media docena de investigadores serios (muy claramente subrayado serios) de nuestra literatura y la mayor parte de las universidades e institutos de investigación humanística han quedado en manos de nefastos tecnoburócratas trepadores, amén de las drásticas reducciones presupuestales a la educación superior.

Sin embargo, pudiéramos proponer un desde donde entrarle al toro aunque en este momento no le entremos:

1. Lo primero sería diferencias con claridad los dos términos de la expresión: literatura frente a nacional. Analizar si efectivamente pueden resultar compatibles o se requiere ciertos ajustes conceptuales paraemparejarlos.

2. Un estudio, paralelo a lo anterior, de la expresión cultura nacional, en términos parecidos.

3. Un trabajo de búsqueda, de obra negra, a lo largo y ancho del territorio nacional de toda clase de manifestaciones literarias, tanto orales como escritas.

4. Un cotejo exahustivo de todo el material localizado para poder clasificarlo dentro de categorías claramente definidas y delimitadas.Sólo en este momento tendría sentido la aplicación de cualquier metodología de análisis literario.

En esta ocasión nos centraremos en hacer notar la necesidad de emprender de inmediato la tarea comprendida en el punto 3, sin la cual consideramos que cualquier intento de teorizar al respecto del significado de literatura nacional resultará insuficiente por no contar con ninguna clase de anclaje en lo real literario, esto es, en el fenómeno de producción - recepción de distintos textos con ciertas características que llamamos literarias. Incluso, el deslinde terminológico y conceptual puede muy bien trabajarse paralelamente a la tarea de búsqueda mencionada, pero sin ésta aquel carecerá de apoyo concreto.

Lo anterior, pues, obliga a explicar la hipótesis de la que partimos, para desarrollar esta ponencia: el concepto que de literatura tienen las capas sociales dominantes tiende a permear el cuerpo social y a diseminarse por su área de influencia, pero adquiriendo peculiaridades regionales. Lo que quiere decir que sostenemos la no existencia de una literatura universal y eterna, sino la existencia de la literatura como un fenómeno histórico, sujeto por lo tanto a un devenir que constantemente lo está variando, tanto por causas exógenas, las naturales mutaciones del cuerpo social en el que surge y se desarrolla, como endógenas, la permanente transformación de sus elementos internos constitutivos en el intento, también constante, de adecuarse al qué y cómo decir.

Ahora, habría necesidad de explicar también cómo fue que llegamos a expresar la hipótesis mencionada. Bien, de manera muy general puiéramos distinguir dos grandes bloques en los que es posible ubicar la casi totalidad de las definiciones que hasta la fecha se han acuñado respecto a qué debe entenderse por literatura nacional.

a) Aquellas que parten de la individualidad de los autores, suponiendo que la pertenencia a una comunidad cultural dada otorga a la obra las características culturales de esa comunidad vía el individuo. Como ejemplo notable de esta tendencia puede mencionarse la tesis de la mexicanidad de Juan Ruíz de Alarcón que sostenía don Pedro Henríquez Ureña.

b) Las que parten del color local de los temas y ubicación histórica de las anécdotas o de las descripciones de usos, costumbres y paisajes. El obvio ejemplo sería la concepción sobre literatura nacional de don Ignacio Manuel Altamirano.

Las tesis formalistas y algunos de los estructuralismos, por ser teorías de origen idealista y ahistóricas en la mayoría de los casos, niegan de entrada la categoría de literatura nacional como categoría para el análisis literario. Así como ciertas tesis mecanicistas de dudosa procedencia materialista, las que consideran que la expresión, dado su origen burgués, sólo identificaría a quienes deberán ser enviados a las granjas de reeducación el día del milenio por lo que la única literatura válida sería la que da cuenta de las luchas, reales o supuestas, de la emancipación proletaria, ¡salve, oh, Pot Pot!

Tomando entonces los dos bloques mencionados como punto de partida podemos señalar que en ambos encontramos rasgos que nos ayudarían a intentar explicar el concepto pero que nos dejan muchos cabos sueltos, lo que, por poner un ejemplo, transforma en crucigrama el caso de B. Traven. Como puede facilmente notarse, es de primordial importancia definir dos conceptos la margen de lo literario: el de nación y el de cultura. dado que ya mencionamos no es nuestra intención abordar por ahora tales temas, vamos a mantenernos en la hipótesis presentada y a terminar de explicar como se fraguó.

Teniendo pues una serie de definiciones ubicables en los dos bloques mencionados, requisito sería intentar un acercamiento al problema. Tal acercamiento debe producirse a partir de la lectura y análisis de obras concretas, pero he aquí que nos enfrentamos a un nuevo problema: la centralización cultural. La mayor parte, la inmensa mayoría de la literatura que ha circulado y circula en el país, procede de centros urbanos, mejor dicho, de prácticamente un centro urbano: la ciudad de México, lo que no quiere decir que en otros lugares no se produzca, imprima y publique literatura, sino que la circulación de la literatura de esos lugares queda reducida a un ámbito muy exiguo, intrascendente casi. Universidades hay que imprimen y distribuyen sus libros en la ciudad de México, aunque su sede se localice a muchos cientos de kilómetros de la capital del país. Así que, sobre todo a partir de los años cincuenta, la literatura nacional tal pareciera que sólo puede producirse en el Distrito Federal, así se trate de una literatura tan localista como fue la llamada literatura de la onda, en donde ciertos personajes jóvenes clasemedieros, prototípicos de la ciudad de México, y más concretamente de su zona sur, pasaron por ser prototípicos de la juventud mexicana en su totalidad como modelo, vaya.

Esto entonces nos hizo reflexionar. Evidentemente la literatura del centro cultural se alimenta de la cotidianidad del centro y buscará expresarlo, pero como el centro n es la nación se creará el espejismo de que el centro al reflejarse a sí mismo refleja a la nación extendiendo su imagen sobre el país entero y suplantando al conjunto nacional. Mismo espejismo que se expresa en el término cultura nacional.

Sin embargo, al reproducirse esa literatura central en regiones diversas, como lógico resultado del espejismo mencionado, va adquiriendo peculiaridades según la localidad. Aquí nos hallamos con otro fenómeno, puesto que así como se llega a considerar superior la literatura que llega del centro sólo por venir de ahí, olvidando ue en distintas localidades se encuentran escritores de interés que terminan integrándose por falta de stímulo y difusión, o escritores que fueron labrando una obra que llegó a ser apreciada en la comunidad, que cumplió su función comunicativa, pero que por no existir los canales adecuados para mantenerla viva, termina siendo olvidada y abandonada en viejas publicaciones que ya nadie revisa y termina hasta por perderse.

Por lo anterior queremos destacar la importancia de la tarea de rescate propuesta, tarea que deberá concluir en el establecimiento de muchas microhistorias literarias, término que nos permitimos tomar prestado del historiador Don Luis González, única manera válida de corroborar la hipótesis de este trabajo y de iniciar, ahora sí, el estudio de las literaturas nacionales.



ponencia presentada en el VII Coloquio sobre la Lengua Escrita, celebrado en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en junio de 1987.


De la revista Gaceta de Baratería, Revista de la carrera de Filología y Letras Mexicanas del CEDDICCC, Nº 1, octubre - Noviembre - Diciembre 1987


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