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Donde se da noticia de cómo no todo lo que jode es crisis

Agustín Cortés


Está convirtiéndose en lugar común durante los días que corren encontrarse en la prensa, en conferencias y hasta en conversaciones con los amigos, referencias a un cierto malestar cultural, localizable en la tendencia casi morbosa al desencanto y frustración ante el desarrollo de las actividades artísticas de nuestro país. Pudiera pensarse de primera intención que sólo se trata de poses para justificar ya sea falta de imaginación o de iniciativa; pero bien mirada la situación el asunto lleva más miga de lo que parece, sobre todo cuando las quejas respecto a la sordidez, al achatamiento que ha sufrido nuestro ambiente intelectual en los últimos años, provienen de personas de filiación ideológica muy diversa y que de todo pudieran ser acusadas menos de falta de imaginación o iniciativa.

También lo común viene siendo achacar tal síndrome a la crisis económica; que si entran pocos libros del exterior, por la crisis; que si hay pocas perspectivas de traer artistas extranjeros, por la crisis; que las editoriales no pueden editar todo lo que quisieran, por la crisis; que los presupuestos para actividades de difusión cultural de las distintas dependencias del Estado han sido recortados, por la crisis ... logrando con esto una reducción mecánica de la problemática del desarrollo de la cultura artística a una cuestión puramente presupuestal, cerrando así las posibilidades de una crítica constructiva a las bases sobre las que ha venido descansando el desarrollo de dichas actividades por lo menos en los últimos veinte años, ya que es bien sabido, desde antes que al viejo Carlos le crecieran las barbas, que no necesariamente desarrollo económico y desarrollo artístico se corresponden.

Así pues nos encontramos ante dos situaciones que es necesario diferenciar para poder intentar un mínimo análisis; una, la inconformidad ante la manera en que se desenvuelven las artes en México -condiciones de creación y difusión- y otra, la relación de ese desenvolvimiento con la sitación económica internacional. Diferenciación que es el único camino para impedir la identificación mecánica a la que nos referimos arriba y que bloquea la aproximación crítica al problema, proporcionando con el término crisis un consolador intelectual que mitiga la frustración pero induce al conformismo y no resuelve nada.

Con lo anterior estamos exponiendo la hipótesis en que se apoya este artículo: existe efectivamente un sentimiento de frustración bastante generalizado entre quienes nos dedicamos a algún tipo de actividad artística o al estudio con relación a las condiciones en que los objetos artísticos son producidos, difundidos y analizados, pero tales condiciones no se corresponden mecánicamente con la situación económica del país, aunque no se niegue influencia, sino que responden a la debilidad de las bases en que ha descansado el desarrollo de las artes en los últimos años y que la crisis ha puesto en evidencia.

Trataremos ahora de probar nuestra hipótesis refiriéndonos al caso de la literatura por ser el que mejor conocemos, pero seguros de que lo mismo puede hacerse con cualquier otra rama de actividad artística, con lógicas variantes que no modificarían los planteamientos de fondo. Iniciemos pues haciendo un escueto resumen de lo que ha sido el ambiente literario en México en los últimos cincuenta años.

Es conocido que con la estabilización del proceso revolucionario hacia los años 20 del presente siglo comienza una fructífera etapa para el desarrollo de las artes en nuestro pais; son los tiempos del muralismo, de los atisbos de un movimiento musical mexicano, del estridentismo y Contemporáneos, del descubrimiento de Mariano Azuela; tiempos en que a pesar de que todo se teñía de un nacionalismo en ocasiones francamente patriotero, destacaba el impulso por dar rasgos definitivos a nuestra cultura, por otorgarle un rostro propio al país. En este contexto, aunque se promueve la práctica literaria no es posible hablar de una industria editorial, ya que la planta existente se reducía a esfuerzos de algunos sectores gubernamentales progresistas y a dos o tres heroicos editores de una literatura cuyo consumo se reducía a pequeños sectores de las capas ilustradas. La solución para los escritores era la autopublicación que, como siempre, va acompañada de autodifusión con todas las dificultades y limitaciones que esto representa.

Esta situación prevaleció hasta los años 40, època en la que comenzaron a abrirse lentamente algunos canales que permitían ya un mejor fluir del mercado literario aunque éste era aún muy primitivo. es en los años 50 cuando se clarifican las nuevas condiciones, cuando el Fondo de Cultura Económica sostiene una colección de escritores mexicanos, cuando Fernando Benítez inicia con México en la Cultura ese indudable paso adelante que fueron los suplementos culturales, cuando comienza a adquirir estatura la obra de escritores sin los cuales no puede explicarse la literatura mexicana de nuestros días: Juan Rulfo, Juan José Arreola, Agustín Yañez, José Revueltas, octavio paz, Efraín Huerta y varios más que por esos años llegaban a su madurez vital y literaria, la mayoría nacidos antes de 1920.

Al finalizar la década de los 50 un futuro promisorio se abría para nuestras letras y para nuestros escritores, sobre todo para una nueva generación, entonces entre los 20 y 30 años, que era la elegida para inaugurar el México de la modernidad donde un escritor podría serlo y llegar hasta donde su talento se lo permitiese, era la imagen del desarrollismo ...

Los años 60 encuentran en México una industria editorial y de promoción literaria en plena expansión y un interés por la creación y el análisis literarios como nunca antes se había visto, circunstancias que se corresponden con lo que estaba ocurriendo en el resto de nuestra América donde se iniciaba lo que se conocería como Boom, onomatopeya que pretendió denominar la explosión de la literatura latinoamericana sobre el mundo, un surgir violento desde una tierra cuyos productos artísticos venían siendo considerados por los desarrollados como meros exotismos o curiosidades tropicales. Sin embargo, el hecho de pretender afirmarse y crecer sólo frente a otros y no frente a sí mismo implicaba una problemática no resuelta. Pero en el fondo el Boom fue más un fenómeno sociológico que literario y respondió a causas e intereses económicos y políticos muy precisos:

a) Crecimiento de un apetecible mercado interno parael consumo de literatura, localizado fundamentalmente en las capas medias ilustradas.

b) Inversión y penetración de fuertes trasnacionales del libro, principalmente españolas.

Surgimiento, con la expansión del mercado, de nuevas editoriales y, por consecuencia, mejores oportunidades de publicación y difusión.

d)Apertura de espacios periodísticos y aparición de nuevas revistas literarias.

e) Mayor presupuesto para instituciones de difusión cultural y creación de premios literarios dignamente dotados.

f) Interés de diversos gobiernos por alentar el culto a la personalidad de sus escritores como una forma de cuidar su imagen pública tanto externa como interna.

Todas y cada una de estas causas e intereses se cumplieron en México y es por lo que no vacilamos en referirnos a un miniboom de la literatura mexicana, para hacer alusión al impulso que los años 60 trajeron a nuestra vida intelectual, impulso que entonces se pensó sería definitivo y que los sórdidos días del presente se han encargado de desmentir.

Cierto que el sorpresivo crecimiento del antes raquítico medio intelectual mexicano dio lugar a toda clase de oportunismos y arribismos, por parte de quienes vieron en tal fenómeno una buena oportunidad para encaramarse en puestos burocráticos y obtener no despreciables ganancias en prestigio y seguridad económica -canojías y complicidades crearon una intrincada red que aunque un poco hecha garras todavía subsiste-, mas sin embargo, y por encima de los aspectos negativos, hubo elementos positivos que vale la pena destacar y que se resumen en esa inédita intensidad de la actividad literaria, coyuntura que permitió no sólo el surgimiento de un nuevo público lector, como ya se mencionó, sino el desarrollo de toda una nueva generación de escritores que pudieron iniciarse en condiciones mucho más favorables que las que enfrentaron generaciones anteriores ... Pero todo esto comenzó ha declinar hacia mediados de la década de los 70 hasta encontrarse prácticamente pulverizado en estos días; el ritmo editorial ha decrecido notablemente, sobre todo en lo que a publicación de escritores mexicanos se refiere, y el predominio casi asfixiante del capital español alcanza niveles de monopolio, las revistas literarias que sobreviven han sido reducidas a su mínima expresión sin ninguna clase de apoyo moral ni económico, los suplementos culturales que todavía subsisten no tienen ya entre el pública la influencia que tuvieron veinte años antes, aunque también es cierto que ninguno tiene la originalidad y frescura que tenían hace la misma cantidad de años. Aquí es donde se argumenta para explicar tan impresionante debacle las difíciles condiciones económicas del país, y aquí es donde sostenemos que si bien las limitaciones económicas han influido, no son la causa determinante, sino que ésta es necesaria buscarla en los fundamentos sobre los que se apoyó la versión literaria del desarrollismo que acabamos de reseñar. Trataremos de explicarnos a partir de tres elementos básicos que condicionan el desarrollo de cualquier literatura:

Producción.

Reflexión.

Difusión.

La mayor o menor incidencia de la literatura en la vida cultural de una nación depende del grado de interacción y efectividad de estos tres elementos.

producción.

Aquí quedaría integrado todo el proceso de fabricación de un libro, desde su concepción por el escritor hasta su acabado en el taller de impresión. Es muy claro que en este punto es donde mejor se observan los estragos de la crisis económica, puesto que al reducirse la inversión por el aumento de los costos de producción se reduce también la posibilidad de publicación de nuevos autores ante el riesgo que esto significa para las empresas editoriales; por otra parte, el aumento en los costos repercute en el precio de venta al público, aumento que no puede ser amortiguado con tirajes más amplios por la falta de público lector suficiente para absorver una producción mayor. Vemos entonces que si bien la crisis económica afecta directamente el rubro de la inversión no puede decirse que sea la culpable de lo exiguo del público consumidor de literatura.

Reflexión.

En este rubro queda comprendida la actividad crítico analítica que debe acompañar al libro luego de su publicación y que sirve de puente necesario entre el objeto artístico y su receptor, el público lector. Esta actividad se realiza fundamentalmente por dos vías: la prensa y la escuela. En cuanto a la prensa, pueden alegarse los efectos de la crisis ya que los principales diarios han reducido espacio para la publicación de crítica literaria y no existen revistas literarias de amplia circulación en número suficiente para promover la actividad analítica, lo que sería de desear, pero en cuanto a la escuela el problema radica en la deficiente capacitación y escaso interés por su trabajo de la abrumadora mayoría de docentes en las áreas de lengua y literatura, factor que conduce a otro tipo de problemática ajena a las limitaciones económicas.

Difusión.

Entra aquí todo lo que se refiere a las distintas formas de dar a conocer la edición de un libro: inserciones en la prensa, presentaciones de autor, carteles en las librerías, uso de los medios de difusión, etc. Si el libro tuviera entre nosotros un amplio mercado y como consecuencia una amplia cobertura publicitaria, la contracción económica hubiera afectad0 este rubro, pero tratándose de una industria con alcances reducidos y apoyada en un 80 por ciento en el mercado cautivo que representa el libro escolar, no necesariamente de texto, el impacto de la crisis prácticamente no alcanzó este renglón, porque ¿cuántas empresas editoriales apoyan sus ventas en amplias campañas publicitarias? ¿Cuántas pudieran costear, digamos, cinco anuncios diarios en alguna empresa de televisión? Es evidente que ninguna, con excepción de las transnacionales que ofrecen libros en fascículos semanales. Así, aunque las limitaciones económicas sean la causa principal de la falta de una promoción más amplia del libro, estas limitaciones responden a razones previas a la actual crisis, razones de estructura de la distribución de bienes culturales que con crisis o sin ella continuarían prevaleciendo.

Como puede verse luego de este breve recorrido por el mundo del libro, resulta fácil darse cuenta que, como lo indicamos en nuestra hipótesis inicial, la deflación de nuestra vida artística si bien es real, no es causada directamente por la multimencionada crisis económica, sino que ésta puso de manifiesto las endebles bases de su estructura, debilidad que ya estaba ahí y que en las actuales condiciones produjo el derrumbe.

De la Revista El séptimo sueño, Año 2, Nº 6, Abril - mayo - junio de 1984.


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