Índice del Homenaje póstumo. En recuerdo de Agustín Cortés de autores variosAnterior documentoSiguiente documentoBiblioteca Virtual Antorcha

Lo que nunca hubiera querido escribir

Chantal López, su cuñada.


Ha pasado un año desde que Agustín abandonó esta tierra, y sin embargo, sigue igualmente vivo en nuestra memoria y en nuestras vidas. Ahora que ya no está, en infinidad de ocasiones lo recordamos, tan sólo ayer que fuimos, Eleonor y yo, a ver a Ana Belen y a Víctor Manuel, mientras cantaban me traslade al preciso momento en que nos dijo, años atrás, cuando se presentaron en el D.F. junto con Serrat: ¡Cómo que no fueron a verlos! ¡Qué bárbaros!. Esos cinco minutos los tengo bien presentes como muchos otros en que con una reflexión -breve generalmente- o con un ademán, dejaba entrever otro enfoque de una situación, lo que fomentaba en uno la introspección y el análisis.

En realidad, lo que siento muchísimo es no haberle dicho cuanto lo queríamos y lo apreciábamos, a pesar de la pared invisible que levantaba ante él, cuando tímidamente uno trataba de escudriñar en su mundo. Pareciera que no deseaba que lo conociéramos realmente, él y sus sentimientos, en lo hondo de su ser, intocable, inalcanzable. A veces, intentaba aproximarme, pero a duras penas le sacaba con tirabuzón algunas palabras para ampliar nuestro nivel de comunicación, lograr rebasar lo propio del ámbito cotidiano, de los comentarios de sobremesa en torno a noticias políticas o de otra índole.

Poseedor de una cultura muy vasta, su sed de conocimiento era inagotable, como inagotable era su necesidad de acudir a librerías, regresando a casa con muchos títulos de temas muy variados. Era abierto, opuesto a toda clase de tiranía política, doméstica o económica, y sobran las anécdotas demostrando hasta que punto rechazaba toda clase de obligación, que no sea la asumida voluntariamente. Podríamos decir que su regla de vida era: no dejar que las cosas, los demás o el entorno controlen al individuo, quien es el que debe decidir por si mismo, y no permitir que las circunstancias sean las que le marquen el camino a seguir.

Ávido de conocer otros horizontes, viajó cada vez que se lo proponía hacia tierras lejanas no sólo en distancia sino en costumbres, conceptos y formas de vida. Su último viaje, en el verano del 2000, lo organizó a los países escandinavos, que por cierto le encantaron sobremanera, a pesar de haberse sentido mal en varias ocasiones durante la visita. Al regresar, sus expresiones, por teléfono, fueron más o menos esas: Eso sí es otra cosa, no tiene nada que ver con lo que conocemos en América o en España, Francia, Italia. Si pudiera, volvería a ir otra vez, pero sé que ...

Cada vez que coincidíamos y juntos podíamos estar, ya sea en México o en León, íbamos al cine, al teatro, a visitar pueblos y ciudades de los alrededores. Pienso también que sentía una ternura especial hacia su sobrina. Los vuelvo a ver caminando, platicando animadamente o subidos cada uno sobre una bicicleta en Tequisquiapan. En torno a Eleonor, me viene a la mente un detalle que me impresionó cuando sucedió: ella debía tener como unos cinco meses más o menos, de visita al D.F., le pregunté:

¿Agustín, me puedes hacer un favor, tengo que ir al super, te quedas con ella? Será como unas dos horas.

Sí, no hay problema, la cuido.

Se la acomodé en los brazos, sentado él en una silla del comedor. Cual sería mi sorpresa al regresar y verlos juntos, Agustín viéndome con una mirada elocuente y Eleonor chillando.

¿Como te fue?, le pregunté.

Bueno, bien, sólo que no paró de llorar todo el tiempo que te fuiste.

¿Y no te levantaste, no caminaste?

No, así estaba bien.

Este detalle, tampoco lo podré olvidar.

El día en que fue cremado, tal y como él lo decidió, sus compañeros de partido y compañeros de trabajo, hablaron ante el ataúd, expresando varios de ellos sentimientos o vivencias que habían tenido con el; me llamó la atención la última intervención: era la de una señora para quien Agustín había sido el último aristócrata de León. Si por aristócrata entendemos todo aquel que adopta como línea de conducta una rectitud y un siempre elevarse por encima de toda trivialidad y bajeza, puedo reconocer a Agustín en esa definición, y le agradezco que así lo haya dicho, puesto que es una alabanza.

En la estela del panteón San Sebastián en León, quedaron esculpidas estas palabras:

Agustín Cortés Gaviño (15 de febrero de 1946 - 9 de diciembre 2000) Maestro, militante político honesto, enemigo de la mediocridad, crítico de las ideas preconcebidas, polemista irreverente, siempre estarás con nosotros a donde sea que vayamos.


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