Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO CUARTO.


CAPÍTULO OCTAVO.

Marcha Hernan Cortés la vuelta de Zempoala, y sin conseguir la gente que tenia prevenida en Tlascála. Continúa su viage hasta Matalequita, donde vuelve a las platicas de la paz, y con nueva irritacion rompe la guerra.

Dióse principio a la marcha, y se fue siguiendo el camino de Cholúla con todas las cautelas y resguardos que pedia la seguridad, y abrazaba facilmente la costumbre de aquellos soldados, diestros en las puntualidades que ordena la milicia, y hechos a obedecer sin discurrir. Fueron recibidos en aquella ciudad con agradable prontitud, convertido ya en veneracion afectuosa el miedo servil con que vinieron a la obediencia. De alli pasaron a Tlascála, y media legua de aquella ciudad hallaron un lucido acompañamiento, que se componia de la Nobleza y el Senado. La entrada se celebró con notables demostraciones de alegria, correspondientes al nuevo merito con que volvian los Españoles, por haber preso a Motezuma, y quebrantado el orgullo de los Mexicanos: circunstancia que multiplicó entonces los aplausos, y mejoró las asistencias. Juntóse luego el Senado para tratar de la respuesta que se debia dar a Hernan Cortés sobre la gente de guerra que habia pedido a la República. Y aqui hallamos otra de aquellas discordancias de Autores, que ocurren con freqüente infelicidad en estas narraciones de las Indias, obligando algunas veces a que se abraze lo mas verisímil, y otras a buscar trabajosamente lo posible. Dice Berna! Diaz que pidió quatro mil hombres, y que se los negaron con pretexto de que no se atrevian sus soldados a tomar las armas contra Españoles, porque no se hallaban capaces de resistir a los caballos y armas de fuego: y Antonio de Herrera, que dieron seis mil hombres efectivos, y le ofrecian mayor número. Los quales, refiere, que se agregaron a las compañias de los Españoles, y que a tres leguas de marcha se volvieron, por no estar acostumbrados a pelear lejos de sus confines. Pero como quiera que sucediese (que no todo se debe apurar) es cierto que no se hallaron los Tlascaltécas en esta faccion. Pidiólos Hernan Cortés mas por hacer ruido a Narbáez, que porque se fiáse de sus armas, ni fuese de codicia su estilo de pelear contra enemigos Españoles. Pero tambien es cierto que salió de aquella ciudad sin queja suya, ni desconfianza de los Tlascaltécas, porque los buscó despues, y los halló quando los hubo menester contra otros Indios: en cuyos combates eran valientes y resueltos, como lo asegura el haber conservado su libertad a despecho de los Mexicanos tan cerca de su corte, y en tiempo de un Príncipe que tenia su ~mayor vanidad en el renombre de conquistador.

Detuvose poco el exército en Tlascála, y alargando los transitos, paso a Matalequíta, lugar de Indios amigos distante doce leguas de Zempoala, donde llegó casi al mismo tiempo Gonzalo de Sandoval con la gente de su cargo, y siete soldados mas, que se pasaron a la Vera Cruz del exército de Narbáez el dia siguiente a la prision del Oidor, teniendo por sospechoso aquel partido. Supo de ellos Hernan Cortés quanto pasaba en el quartel de su enimigo: y Gonzalo de Sandoval le dió mas frescas noticias de todo; porque antes de partir tuvo inteligencia para introducir en Zempoala dos soldados Españoles, que imitaban con propiedad los ademanes y movimientos de los Indios, y no les desayudaba el color para la semejanza. Estos se desnudaron con alegre solicitud: y cubriendo parte de su desnudez con los arreos de la tierra, entraron al amanecer en Zempoala con dos banastas de fruta sobre la cabeza, y puestos entre los demás que manejaban este género de grangería, la fueron trocando a cuentas de vidrio: tan diestros en fingir la simplicidad y la codicia de los paisanos, que nadie hizo reparo en ellos; con que pudieron discurrir por la villa, y escapar a su salvo con la noticia que buscaban. Pero no contentos con esta diligencia, y deseando tambien llevar averiguado con que género de guardias pasaba la noche aquel exército, volvieron a entrar con segunda carga de hierba entre algunos Indios que salian a forragear; y no solo reconocieron la poca vigilancia del quartel, pero la comprobaron, trayendo a la Vera Cruz un caballo que pudieron sacar de la misma plaza sin que hubiese quien se lo embarazáse, y acertó a ser del Capitan Salvatierra, uno de los que mas irritaban a Narbáez contra Hernan Cortés: circunstancia que dió estimacion a la presa. Hicieron estos exploradores por su fama quanto cupo en la industria y el valor; y se callaron desgraciadamente sus nombres en una faccion tan bien executada, y en una Historia donde se hallan a cada paso hazañas menores con dueño encarecido.

Fundaba Cortés parte de sus esperanzas en la corta milicia de aquella gente: y el descuido con que gobernaba su quartel Pámphilo de Narbáez le trahia varios designios a la imaginacion. Podia nacer de lo mismo que desestimaba sus fuerzas, y asi lo conocia; pero no le pesaba de verlas tan desacreditadas que produxesen aquella seguridad en el exército contrario, la qual favorecia su intento, y, a su parecer, militaba de su parte: en que discurría sobre buenos principios, siendo evidente que la seguridad es enemiga del cuidado, y ha destruido a muchos Capitanes. Debese poner entre los peligros de la guerra; porque ordinariamente, quando llega el caso de medir las fuerzas, queda mejor el enemigo despreciado. Trató de abreviar sus disposiciones, y estrechar a Narbáez con las instancias de la paz, que por su parte debian preceder al rompimiento.

Hizo reseña de su gente, y se halló con doscientos y sesenta y seis Españoles, inclusos los Oficiales y los soldados que vinieron con Gonzalo de Sandoval, sin los Indios de carga que fueron necesarios para el bagage. Despachó segunda vez al Padre Fray Bartolomé de Olmedo, para que volviese a porfiar en el ajustamiento; y le avisó brevemente del poco efecto que producian sus diligencias. Pero deseando hacer algo mas por la razon, o ganar algun tiempo en que pudiesen llegar los dos mil Indios que aguardaba de Chinantlá, determinó enviar al Capitan Juan Velazquez de Leon, creyendo que por su autoridad, y por el parentesco de Diego Velazquez, sería mejor admitida su mediacion. Tenia experimentada su fidelidad, y pocos dias antes le habia repetido las ofertas de morir a su lado, con ocasion de poner en sus manos una carta que le escribió Narbáez llamandole a su partido con grandes conveniencias. Demostracion a cuyo agradecimiento correspondió Hernan Cortés, fiando entonces de su ingenuidad y entereza tan peligrosa negociacion.

Creyeron todos quando llegó a Zempoala que iba reducido a seguir las banderas de su pariente: y Narbáez salió a recibirle con grande alborozo; pero quando llegó a entender su comision, y conoció que se iba empeñando en apadrinar la razon de Cortés, atajó el razonamiento, y se apartó de él con alguna desazon, aunque no sin esperanza de reducirle: porque antes de volver a la plática, ordenó que se hiciese un alarde a sus ojos de toda su gente, deseando, al parecer, atemorizarle , o convenoerle con aquella vana ostentacion de sus fuerzas. Aconsejaronle algunos que le prendiese; pero no se atrevió, porque tenia muchos amigos en aquel exército; antes le convidó a comer el dia siguiente, y convidó tambien a los Capitanes de su confidencia para que le ayudasen a persuadirle. Dieronse a la urbanidad y cumplimiento los principios de la conversacion; pero a breve rato se introduxo la murmuracion de Cortés entre las licencias del banquete. Y aunque procuró disimular Juan Velazquez por no destruir el negocio de su cargo, pasando a términos indecentes la irrision y el desacato, no se pudo contener en el desayre de su paciencia, y dixo en voz alta y descompuesta: Que pasasen a otra plática, porque delante de un hombre como él no debian tratar como ausente a su Capitan: y que qualquiera de ellos que no tuviese a Cortés y a quantos le seguian por buenos vasallos del Rey, se lo dixese con menos testigos, y le desengañaria como quisiese. Callaron todos, y calló Pámphilo de Narbáez como embarazado en la dificultad de la respuesta; pero un Capitan mozo, sobrino de Diego Velazquez, y de su mismo nombre, se adelantó a decirle: Que no tenia sangre de Velazquez, o la tenia indignamente quien apadrinaba con tanto empeño la Causa de un traidor. A que respondió Juan Velazquez desmintiendole, y sacando la espada con tanta resolucion de castigar su atrevimiento, que trabajaron todos en reprimirle; y ultimamente le instaron en que se volviese al real de Cortés, porque temieron los inconvenientes que podria ocasionar su detencion: y él lo executó luego, llevandose consigo al Padre Fray Bartolomé de 0lmedo, y diciendo al partir algunas palabras poco advertidas, que hacian a su venganza, o la trataban como decision del rompimiento.

Quedaron algunos de los Capitanes mal satisfechos de que Narbáez le dexáse volver sin ajustar el duelo de su pariente, para oirle y despacharle bien o mal, segun lo que de nuevo representáse: a cuyo propósito decian: Que una persona de aquella suposicion y autoridad se debia tratar con otro género de atencion: que de su juicio y entereza no se podia creer que hubiese venido con proposiciones descaminadas, o menos razonables: que las puntualidades de la guerra nunca llegaban a impedir la franqueza de los oidos; ni era buena política o buen camino de poner en cuidado al enemigo darle a entender que, se temia su razon. Discursos que pasaron de los Capitanes a los soldados con tanto conocimiento de la poca justificacion con que se procedia en aquella guerra, que Pámphilo de Narbáez necesitó, para sosegarlos, de nombrar persona que fuese a disculpar en su nombre y el de todos aquella falta de urbanidad , y a saber de Cortés a qué puntos se reducia la comision de Juan Velazquez de Leon: para cuya diligencia eligieron él y los suyos al Secretario Andres de Duero, que por menos apasionado contra Hernan Cortés pareció a propósito para la satisfaccion de los mal contentos; y por criado de Diego Velazquez no desmereció la confianza de los que procuraban estorvar el ajustamiento.

Hernan Cortés entretanto, con las noticias que llevaron Fray Bartolomé de Olmedo y Juan Velazquez de Leon, entró en conocimiento de que habian cumplido sobradamente con las diligencias de la paz: y teniendo ya por necesario el rompimiento, movió su exército con ánimo de acercarse mas, y ocupar algun puesto ventajoso donde aguardar a los Chinantécas, y aconsejarse con el tiempo.Iba continuando su marcha, quando volvieron los batidores con noticia de que venia de Zempoala el Secretario Andres de Duero: y Hernan Cortés, no sin esperanza de alguna favorable novedad, se adelantó a recibirle. Saludaronse los dos con igual demostracion de su afecto: renovaronse con los abrazos, o se volvieron a formar los antiguos vínculos de su amistad: concurrieron al aplauso de su venida todos los Capitanes; y antes de llegar a lo inmediato de la negociacion, le hizo Cortés algunos presentes mezclados con mayores ofertas. Detuvose hasta otro dia despues de comer: y en este tiempo se apartaron los dos a diferentes conferencias de grande intimidad. Discurrieronse algunos medios en orden a la union de ambos partidos, con deseo de hallar camino para reducir a Narbáez, cuya obstinacion era el unico impedimento de la paz. Llegó Cortés a ofrecer que le dexaria la empresa de México, y se apartaria con los suyos a otras conquistas. Y Andres de Duero, viendole tan liberal con su enemigo, le propuso que se viese con él, pareciendole que podria conseguir de Narbáez este abocamiento, y que se vencerian mejor las dificultades con la presencia y viva voz de las partes. Dicen unos que llevaba orden para introducir esta plática; otros, que fue pensamiento de Cortés; y concuerdan todos en que se ajustaron las vistas de ambos Capitanes luego que volvió Andres de Duero a Zempoala, por cuya solicitud se hizo capitulacion auténtica, señalando la hora y el sitio donde habia de ser la conferencia: y asegurando cada uno con su palabra y su firma que saldrían al puesto señalado con solos diez compañeros, para que fuesen testigos de lo que se discurriese y ajustáse.

Pero al mismo tiempo que se disponia Hernan Cortés para dar cumplimiento por su parte a lo capitulado, le avisó de secreto Andres de Duero, que se andaba previniendo una emboscada con ánimo de prenderle o matarle sobre seguro: cuya noticia, que se confirmó tambien por otros confidentes, le obligó a darse por entendido con Narbáez de que habia descubierto el doblez de su trato; y con el primer calor de su enojo, le escribió una carta rompiendo la capitulacion, y remitiendo a la espada su desagravio. Llevabale ciegamente a las manos de su enemigo la misma nobleza de su proceder; y acertaba mal a disculpar con los suyos aquella falta de cautela o precipitada sinceridad con que se fiaba de Narbáez, teniendo conocida su intencion y mala voluntad; pero nadie pudo acusarle de poco advertido Capitan en esta confianza, siendo el rompimiento de la palabra en semejantes convenciones una de las malignidades que no se deben rezelar del enemigo: porque las supercherías no estan en el número de los estratagemas, ni caben estos engaños que manchan el pundonor en toda la malicia de la guerra.

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