Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO CUARTO.


CAPÍTULO SÉPTIMO.

Persevera Motezuma en su buen animo para con los Españoles de Cortés, y se tiene por improbable la mudanza que atribuyen algunos a diligencias de Narbáez. Resuelve Cortés su jornada, y la executa, dexando en México parte de su gente.

Asientan algunos de nuestros escritores, que Pámphilo de Narbáez introduxo pláticas de grande intimidad y confidencia con Motezuma: que iban y venian correos de México a Zempoala, por cuyo medio le dió a entender que trahia comision de su Rey para castigar los desafueros y exorbitancias de Cortés: que no solo él, sinó todos los que seguian sus banderas, andaban foragidos, y fuera de obediencia: y que habiendo sabido la opresion en que se hallaba su persona, trataria luego de marchar con su exército, para dexarle restituido en su libertad, y en pacífica posesion de sus dominios, con otras imposturas de semejante malignidad. A cuyas esperanzas, dicen, no solo que asintió Motezuma, pero que llegó a entenderse con él, y le hizo grandes presentes, recatandose de Cortés, y deseando romper su prision con ocultas diligencias. No sabemos cómo pudieron llegar a sus oídos estas sugestiones; porque Narbáez no tuvo intérpretes con que darse a entender a los Indios, ni pudo introducir por su medio, con el lenguage de las señas, tan concertada negociacion. De sus Españoles solo vinieron a México el Licenciado Guevara con los demás que remitió Sandoval: y estos no hablaron reservadamente a Motezuma; ni quando se diera en Cortés semejante descuido, pudieran hacer este razonamiento sin valerse de Aguilar y Doña Marina: caso incompatible con lo que se refiere de su fidelidad. Debese creer que los Indios Zempoales conocieron de los semblantes y señas exteriores la enemistad y oposicion de aquellos dos exércitos, cuya noticia dieron a Motezuma sus confidentes o ministros: porque no es dudable que la tuvo, antes que se la participáse Cortés; pero de lo mismo que obró en esta ocasion, se arguye que tenia el ánimo seguro, y sin alguna preocupacion de siniestros informes.

No se niega que hizo algunos presentes de consideracion a Narbáez; pero tampoco se colige de ellos que hubiese correspondencia entre los dos; porque aquellos Príncipes solian usar este género de agasajo con los estrangeros que arribaban a sus costas, como se hizo con el exército de Cortés; a quien pudo encubrir sin artificio esta demostracion, por ser materia sin novedad, o por hacer menos caso de sus dádivas. Pero es de reparar que hasta en ellas mismas, fuesen ocultas o ignoradas, hubo requisitos o circunstancias casuales que aprovecharon al credito de Cortés; porque al recibirlas descubrió Narbáez mas complacencia o mas aplicacion que fuera conveniente. Mandabalas guardar con demasiada cuenta y razon, sin dar alguna seña de su liberalidad a los que mas favorecia: y los soldados (que no conocen su avaricia quando culpan la de sus Capitanes) empezaron a desanimarse con este desengaño de sus esperanzas: y poniendo el propio interés entre las causas de la guerra, o daban la razon a Cortés, o se la quitaban al menos generoso.

Volvió finalmente de su jornada Fray Bartolomé de Olmedo; y Hernan Cortés halló en su relacion lo mismo que rezelaba de Narbáez: sintió el desprecio de sus proposiciones menos por sí que por su razon: conoció en la prision del Oidor quan lejos estaba de atender al servicio del Rey quien trahia tan desenfrenada la osadia : oyó sin enojo, a lo menos exterior, las injurias y denuestos con que maltrataba sus ausencias: y ponderan justamente los autores, que llegando a su noticia por diversas partes el menosprecio con que hablaba de su persona, las indecencias de su estilo, y quánto le repetia el oprobrio de traidor, no se le oyó jamás una palabra descompuesta, ni dexar de llamar a Pámphilo de Narbáez por su nombre. ¡Rara constancia o predominio sobre sus pasiones! y digno siempre de envidia un corazon, donde caben los agravios sin estorvar el sufrimiento.

Consolóse mucho con la noticia que le dió Fray Bartolomé de Olmedo de la buena disposicion que habia reconocido en la gente de Narbáez, por la mayor parte deseosa de la paz, o con poco afecto a sus dictámenes; y no desconfió de hacerle la guerra, o traherle al ajustamiento que deseaba con la fuerza o con la floxedad de sus mismos soldados. Comunicó uno y otro a sus Capitanes; y considerados los inconvenientes que por todas partes ocurrian, se tuvo por el menor o el menos aventurado salir a la campaña con el mayor número de gente que fuese posible: procurar incorporarse con los Indios que se habian prevenido en Tlascála y Chinantlá; y marchar unidos la vuelta de Zempoala con presupuesto de hacer alto en algun lugar amigo, para volvér a introducir desde mas cerca las pláticas de la paz: logrando la ventaja de capitular con las armas en la mano, y la conveniencia de asistir en parage donde se pudiese recoger la gente de Narbáez que se determináse a dexar su partido. Publicóse luego entre los soldados esta resolucion, y se recibio con notable aplauso y alegria. No ignoraban la desigualdad incomparable del exército contrario; pero estuvieron a vista del peligro tan lejos del temor, que los de menos obligaciones hicieron pretension de salir a la empresa: y fue necesario que trabajasen el ruego y la autoridad, quando llegó el caso de nombrar a los que se dexaron en México. Tanto se fiaban los unos en la prudencia, los otros en el valor, y los mas en la fortuna de su Capitan: que asi llamaban aquella repeticion extraordinaria de sucesos favorables con que solia conseguir quanto intentaba: propiedad que puede mucho en el ánimo de los soldados, y pudiera mas, si supieran retribuir a su autor estos efectos inopinados, que se llaman felicidades, porque vienen de causa no entendida.

Pasó luego Hernan Cortés al quarto de Motezuma, prevenido ya de varios pretextos para darle cuenta de su viage, sin descubrirle su cuidado; pero él le obligó a tomar nueva senda en su discurso dando principio a la conversacion. Recibióle diciendo: Que habia reparado en que andaba cuidadoso, y sentia que le hubiese recatado la ocasion, quando por diferentes partes le avisaban que venia de mal ánimo contra él y contra los suyos aquel Capitan de su Nacion que residia en Zempoala: y que no estrañaba tanto que fuesen enemigos por alguna querella particular, como que siendo vasallos de un Rey acaudillasen dos exércitos de contraria faccion; en los quales era preciso que por lo menos el uno anduviese fuera de su obediencia. Esta noticia no esperada en Motezuma, y esta reconvencion que tenia fuerza de argumento, pudieran embarazar a Cortés: y no dexaron de turbarle interiormente; pero con aquella prontitud natural que le sacaba de semejantes aprietos, le respondió sin detenerse: Que los que habian observado la mala voluntad de aquella de gente, y las amenazas imprudentes de su caudillo, le avisaban la verdad, y él venia con ánimo de comunicarsela, no habiendo podido cumplir antes con esta obligacion, porque acababa de llegar el Padre Fray Bartolomé de Olmedo con el primer aviso de semejante novedad. Que aquel Capitan de su Nacion, aunque tan arrojado en las demostraciones de su enojo, no se debía mirar como inobediente, sinó como engañado en el servicio de su Rey: porque venia despachado con veces de substituto y Lugarteniente de un Gobernador poco advertido, que por residir en provincia muy distante, no sabia las últimas resoluciones de la Corte, y estaba persuadido a que le tocaba por su puesto la funcion de aquella embajada. Pero que todo el aparato de tan frívola pretension se desvaneceria facilmente sin mas diligencia que manifestarle sus despachos: en cuya virtud se hallaba con plena jurisdiccion para que le obedeciesen todos los Capitanes y soldados que se dexasen ver en aquellas costas; y antes que pasáse a mayor empeño su ceguedad, habia resuelto marchar a Zempoala con parte de su gente para disponer que se volviesen a embarcar aquellos Españoles; y darles a entender que ya debian respestar los pueblos del Imperio Mexicano como admitidos a la proteccion de su Rey. Lo qual executaria luego; siendo el principal motivo de abreviar su jornada la justa consideracion de no permitir que se acercasen a su corte, por componerse aquel exército de gente menos atenta y menos corregida que fuera razon, para fiarse de su vecindad sin riesgo de que pudiesen ocasionar alguna turbacion entre sus vasallos.

Asi procuró interesarle como pudo en su resolucion: y Motezuma, que sabía ya las vexaciones de que se quejaban los Zempoales, alabó su atencion, teniendo por conveniente que se procurasen apartar de su corte aquellos soldados de tan violento proceder; pero le pareció temeridad, que habiendose ya declarado por sus enemigos, y hallandose con fuerzas tan superiores a las suyas, se aventuráse a la contingencia de que no le atendiesen o le atropellasen. Ofrecióle formar exército que le guardáse las espaldas, cuyos cabos irian a su orden, y la llevarian de obedecerle y respetarle como a su misma persona: punto que procuró esforzar con diferentes instancias, en que se dexaba conocer el afecto sin alguna mezcla de afectacion. Pero Hernan Cortés agradeció la oferta, y se defendió de admitirla; porque, a la verdad, fiaba poco de los Mexicanos, y no quiso incurrir en el desacierto de admitir armas auxiliares que le pudiesen dominar: como quien sabía quánto embaraza en las facciones de la guerra tener a un tiempo empeñada la frente, y el lado rezeloso.

Suavizados en esta forma los motivos de su víage, dió todo el cuidado a las demás prevenciones, con ánimo de volver a sus inteligencias antes que se moviese Narbáez. Resolvió dexar en México hasta ochenta Españoles a cargo de Pedro de Alvarado, que parecio a todos mas a proposito, porque tenia el afecto de Motezuma, y sobre ser Capitan de valor y entendimiento, le ayudaban mucho la cortesanía y el despejo natural para no ceder a las dificultades, y pedir al ingenio lo que faltáse a las fuerzas. Encargóle que procurase mantener a Motezuma en aquella especie de libertad que le hacia desconocer su prision: resistiendo quanto fuese posible que se estrecháse a pláticas secretas con los Mexicanos: dexó a su cargo el tesoro del Rey y de los particulares; y sobre todo, le advirtió, quánto importaba conservar aquel pie de su exército en la corte, y aquel Príncipe a su devocion: presupuestos a que debía encaminar sus operaciones con igual vigilancia, por consistir en ellos la comun seguridad.

A los soldados ordenó, que obedeciesen a su Capitan: que sirviesen y respetasen con mayor solicitud y rendimiento a Motezuma: que corriesen de buena conformidad con su familia, y los de su cortejo: exortandolos por su misma seguridad a la union entre sí, y a la modestia con los demás.

Despachó correo a Gonzalo de Sandoval, ordenandole que le saliese a recibir, o le esperáse con los Españoles de su cargo en el parage donde pensaba detenerse, y que dexáse la fortaleza de la Vera Cruz a la confianza de los confederados, que sería poco menos que abandonarla: porque ya no era tiempo de mantenerse desunidos, ni aquella fortificacion, que se fabricaba contra los Indios, era capaz de resistir a los Españoles. Previno los víveres que parecieron necesarios, para no ir a la providencia o a la extorsion de los paisanos. Hizo juntar los Indios de carga que habian de conducir el bagage: y tomando la mañana el dia de la marcha, dispuso que se dixese una Misa del Espíritu Santo, y que la oyesen todos sus soldados, y encomendasen a Dios el buen suceso de aquella jornada: protestando en presencia del altar, que solo deseaba su servicio y el de su Rey, inseparables en aquella ocurrencia: y que iba sin odio ni ambicion, puesta la mira en ambas obligaciones, y asegurado en lo mismo que abogaba por él la justicia de su causa.

Entró luego a despedirse de Motezuma, y le pidió con encarecimiento: Que cuidáse de aquellos pocos Españoles que dexaba en su compañia: que no los desamparáse o descubriese con apartarse de ellos, porque de qualquiera mudanza, o menos gratitud que reconociesen los suyos, podrian resultar graves inconvenientes que pidiesen graves remedios: y que sentiria mucho hallarse obligado a volver quejoso, quando iba tan reconocido. A que añadió, que Pedro de Alvarado quedaba substituyendo su persona; y asi como le tocaban en su ausencia las prerogativas de Embajador, dexaba en él su misma obligacion de asistir en todo a su mayor servicio: y que no desconfiaba de volver con mucha brevedad a su presencia, libre de aquel embarazo, para recibir sus órdenes, disponer su viage, y llevar al Emperador con sus presentes la noticia de su amistad y confederacion, que sería la joya de su mayor aprecio.

Volvióse a contristar Motezuma de que saliese con fuerzas tan desiguales. Pidióle: Que si necesitase de las armas para dar a entender su razon, procuráse dilatar el rompimiento hasta que llegasen los socorros de su gente, que tendria prontos en el número que los pidiese. Dióle palabra de no desamparar a los Españoles que dexaba con Pedro de Alvarado, ni hacer mudanza en su habitacion pendiente su ausencia. Y añade Antonio de Herrera, que le salió acompañando largo trecho con todo el séquito de su corte; pero atribuye con malicia voluntaría esta demostracion a lo que deseaba verse libre de los Españoles, suponiendole ya desabrido y de mal ánimo contra Hernan Cortés y contra los suyos. Lo que vemos es, que cumplió punrualmente su palabra perseverando en aquel alojamiento y en su primera benignidad, por mas que se le ofrecieron grandes turbaciones, que pudo remediar con volverse a su palacio: y tanto en lo que obró para defender a los Españoles que le asistian, como en lo que dexó de obrar contra los demás en esta desunion de sus fuerzas, se conoce que no hubo doblez ó novedad en su intencion. Es verdad que llegó a desear que se fuesen, porque le instaba la quietud de su República; pero nunca se determinó a romper con ellos, ni dexó de conocer el vínculo de la salvaguardia real en que vivian: y aunque parecen estas atenciones de Príncipe menos bárbaro, y poco adequadas a su condicion, fue una de las maravillas que obró Dios para facilitar esta conquista la mudanza total de aquel hombre interior; porque la rara inclinacion, y el temor reverencial que tuvo siempre a Cortés, se oponian derechamente a su altivez desenfrenada, y se deben mirar cumo dos afectos enemigos de su genio, que tuvieron de inspirados todo aquello que les faltaba de naturales.

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