Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO DÉCIMOQUINTO.

Visita segunda vez el cacique de Zocothlán a Cortés: pondera mucho las grandezas de Motezuma. Resuelvese el viage por Tlascála, de cuya provincia y forma de gobierno se halla noticia en Xacazingo.


El dia siguiente repitió el Cacique su visita, y vino a ella con mayor séquito de parientes y criados: llamabase Olinteth; y era hombre de capacidad, Señor de muchos pueblos, y venerado por el mayor entre sus comarcanos. Adornóse Cortés para recibirle de todas las exterioridades que acostumbraba: y fue notable esta sesion, porque despues de agasajarle mucho, y satisfacer a la cortesia, sin faltar a la gravedad, le pregunto, creyendo hallar en él la misma queja que en los demás: Si era subdito del Rey de México. A que respondió prontamente: ¿Pues hay alguno en la tierra que no sea vasallo y esclavo de Motezuma? Pudiera embarazarse Cortés de que le respondiese con otra pregunta de tanto arrojamiento; pero estuvo tan en si, que no sin alguna irrision le dixo: Que sabía poco del mundo , pues él y aquellos compañeros suyos eran vasallos de otro Rey tan poderoso, que tenia muchos subditos mayores Príncipes que Motezuma. No se alteró el Cacique de esta proposicion; antes sin entrar en la disputa ni en la comparacion , pasó á referir las grandezas de su Rey, como quien no quería esperar a que se las preguntasen, diciendo con mucha ponderacion : Que Motezuma era el mayor Príncipe que en aquel mundo se conocia: que no cabian en la memoria ni en el número las provincias de su dominio: que tenia su Corte en una ciudad incontrastable fundada en el agua sobre grandes lagunas: que la entrada era por algunos diques o calzadas interrumpidas con puentes levadizos sobre diferentes aberturas por donde se comunicaban las aguas. Encareció mucho la inmensidad de sus riquezas, la fuerza de sus exércitos, y sobre todo la infelicidad de los que no le obedecian: pues se llenaba con ellos el número de sus sacrificios, y morían todos los años mas de veinte mil hombres, enemigos o rebeldes suyos, en las aras de sus dioses. Era verdad lo que afirmaba; pero la decia como encarecimiento, y se conocia en su voz la influencia de Motezuma, y que referia sus grandezas, mas para causar espanto que admiracion.

Penetró Hernan Cortés lo interior de su razonamiento; y teniendo por necesario el brio para desarmar el aparato de aquellas ponderaciones, le respondió: Que ya trahia bastante noticia del imperio y grandezas de Motezuma, y que a ser menor Príncipe, no viniera de tierras tan distantes a introducirle en la amistad de otro Príncipe mayor. Que su embajada era pacífica, y aquellas armas que le acompañaban servian mas a la autoridad que a la fuerza; pero que tuviesen entendido él y todos los Caciques de su imperio, que deseaba la paz, sin temer la guerra: porque el menor de sus soldados bastaria contra un exército de su Rey. Que nunca sacaria la espada sin justa provocacion; pero que una vez desnuda, llevaré (dixo) a sangre y fuego quanto se me pusiere delante: y me asistirá la naturaleza con sus prodigios, y el cielo con sus rayos; pues vengo a defender su causa, desterrando vuestros vicios, los errores de vuestra religion, y esos mismos sacrificios de sangre humana que referis como grandeza de vuestro Rey. Y luego a sus soldados (disolviendo la visita): Esto, amigos, es lo que buscamos, grandes dificultades y grandes riquezas: de las unas se hace la fama, y de las otras la fortuna. Con cuya breve oracion dexó a los Indios menos orgullosos, y con nuevo aliento a los Españoles: diciendo a unos y otros con poco artificio lo mismo que sentia; porque desde el principio de esta empresa puso Dios en su corazon una seguridad tan extraordinaria, que sin despreciar, ni dexar de conocer los peligros, entraba en ellos como si tuviera en la mano los sucesos.

Cinco dias se detuvieron los Españoles en Zocothlán: y se conoció luego en el Cacique otro género de atencion; porque mejoraron las asistencias del exército, y andaba mas puntual en el agasajo de sus huespedes. Dióle gran cuidado la respuesta de Cortés, y se conocia en él una especie de inquietud discursiva, que se formaba de sus mismas observaciones, como lo comunicó despues al Padre Fray Bartolomé de Olmedo. Juzgaba por una parte que no eran hombres los que se atrevian a Motezuma; y por otra, que eran algo mas los que hablaban con tanto desprecio de sus dioses. Notaba con esta aprehension la diferencia de los semblantes, la novedad de las armas, la estrañeza de los trages y la obediencia de los caballos: pareciendole tambien que tenian los Españoles superior razon en lo que discurrian contra la inhumanidad de sus sacrificios, contra la injusticia de sus leyes, y contra las permisiones de la sensualidad, tan desenfrenada entre aquellos bárbaros, que les eran lícitas las mayores injurias de la naturaleza: y de todos estos principios sacaba consequencias su estimacion para creer que residia en ellos le alguna deidad. Que no hay entendimiento tan incapaz que no conozca la fealdad de los vicios, por mas que los abrace la voluntad, y los desfigure la costumbre. Pero le tenia tan poseído el temor de Motezuma, que aun para confesar la fuerza que le hacian estas consideraciones, echaba menos su licencia. Contentóse con dar lo necesario para el sustento de la gente: y no atreviendose a manifestar sus riquezas, anduvo escaso en los presentes; y fueron su mayor liberalidad quatro esclavas que dió a Cortés para la fábrica del pan, y veinte Indios nobles que ofreció para que guiasen el exército.

Movióse question sobre el camino que se debia elegir para la marcha: y el Cacique proponía el de la provincia de Cholúla, por ser tierra pingue y muy poblada, cuya gente, mas inclinada a la mercancia que a las armas, daria seguro y acomodado paso al exercito: y aconsejaba con grande aseveracion, que no se intentáse la marcha por el camino de Tlascála, por ser una provincia que estaba siempre de guerra, y sus habitadores de tan sangrienta inclinacion, que ponian su felicidad en hacer y conservar enemigos. Pero los Indios principales que gobernaban la gente de Zempoala dixeron reservadamente a Cortés, que no se fiáse de este consejo, porque Cholúla era una ciudad muy populosa, de gente poco segura, y que en ella y en las poblaciones de su distrito se alojaban ordinariamente los exércitos de Motezuma: siendo muy posible que aquel Cacique los encamináse al riesgo con siniestra intencion; porque la provincia de Tlascála, por mas que fuese grande y belicosa, tenia confederacion y amistad con los Totonaques y Zempoales que venian en su exército, y estaba en continua guerra contra Motezuma: por cuyas dos consideraciones sería mas seguro el paso por su tierra: y en compañia de sus aliados perderían los Españoles el horror de estrangeros. Pareció bien este discurso a Cortés y hallando mayor razon para fiarse de los Indios amigos, que de un Cacique tan atento a Motezuma, mandó que marcháse el exército a la provincia de Tlascála, cuyos términos tardaron poco en descubrirse, porque confinaban con los de Zocothlán: y en los primeros tránsitos no se ofreció accidente de consideracion; pero despues se fueron hallando algunos rumores de guerra, y se supo que estaba la tierra puesta en armas, y secreto el designio de este movimiento: por cuya causa resolvió Hernan Cortés que se hiciese alto en un lugar de mediana poblacion, que se llamaba Xacazingo, para informarse mejor de esta novedad.

Era entonces Tlascála una provincia de numerosa poblacion, cuyo circuito pasaba de cincuenta leguas: tierra montuosa y desigual, compuesta de freqüentes collados, hijos, al parecer, de la montaña que se llama hoy la gran cordillera. Los pueblos, de fábrica menos hermosa que durable, ocupaban las eminencias, donde tenian su habitacion, parte por aprovechar en su defensa las ventajas del terreno, y parte por dexar los llanos a la fertilidad de la tierra. Tuvieron Reyes al principio, y duró su dominio algunos años, asta que sobreviviendo unas guerras civiles, perdieron la inclinacion de obedecer, y sacudieron el yugo. Pero como el pueblo no se puede mantener por sí, enemigo de la sujecion, hasta que conoce los daños de la libertad, se reduxeron a República, nombrando muchos Príncipes para deshacerse de uno. Dividieronse sus poblaciones en diferentes partidos o cabeceras, y cada faccion nombraba uno de sus magnátes que residiese en la corte de Tlascála, donde se formaba un Senado, cuyas resoluciones obedecian. Notable género de aristocracia, que hallada entre la rudeza de aquella gente, dexa menos autorizados los documentos de nuestra política. Con esta forma de gobierno se mantuvieron largo tiempo contra los Reyes de México: y entonces se hallaban en su mayor pujanza, porque las tiranias de Motezuma aumentaban sus confederados: y ya estaban en su partido los Otomíes, nacion bárbara entre los mismos bárbaros; pero muy solicitada para una guerra, donde no sabian diferenciar la valentía de la ferocidad.

Informado Cortés de estas noticias, y no hallando razon para despreciarlas, trato e enviar sus mensageros a la República para facilitar el tránsito de su exército: cuya legacia encargó a quatro Zempoales de los que mas suponian, instruyendolos por medio de Doña Marina y Aguilar en la oracion que habían de hacer al Senado, hasta que la tomaron casi de memoria; y los eligió de los mismos que le propusieron en Zocothlán el camino de Tlascála, para que llevasen a la vista su consejo, y fuesen interesados en el buen suceso de la misma negociacion.

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